El silencio resignado de 55 millones de hinchas se instaló en el pub The Torch con el cruce certero de Mikel Oyarzabal en el minuto 86. Los diez millones de pintas de cerveza, repartidas entre los 3,5 millones de espectadores que se congregaron en 35.000 pubs como este a la sombra de Wembley, no bastaron para acabar con la sequía de trofeos internacionales de Inglaterra que dura ya 58 años
Jim Mason, de 32 años, se mordía la camiseta con el número 10 de Bellingham temiendo lo peor, entre el mar de banderas con la cruz de San Jorge que ondeaban en The Tordjen: “España ha sido mejor desde el principio, pero nosotros íbamos a más, y pensábamos que Jude podía marcar en cualquier momento la diferencia. Y si no él, Palmer, Watkins o Toney, capaces de dar la sorpresa”.
“Conviene recordar que medio país pedía la cabeza de Southgate después del empate a cero con Eslovenia”, recordaba Mason. “Saltaba a la vista que Harry Kane no estaba en forma, y a Bellingham se la he visto cansado y no ha jugado a su nivel en los últimos partidos”.
“Lo bueno era que esta vez no partíamos como favoritos”, apuntaba por su parte Geena Payne, en el momento en que Palmer, el gran “tapado” de la noche, levantaba a los hinchas de sus asientos con el 1-1. “No hemos pecado de triunfalismo ni nos hemos dejado contagiar el espíritu de superioridad, como nos ocurrió con las “Leonas” inglesas cuando perdimos con la Roja en el mundial femenino”.
Connor Evans, 71 años, fue testigo del último trofeo internacional conquistado por Inglaterra en 1966, en aquel legendario triunfo por 4-2 frente a Alemania Occidental en la final de la copa del mundo. Su hijo Aaron decidió darle una sorpresa y pagar 422 libras (500 euros) por una mesa familiar en el BoxPark de Wembley, junto al estadio donde vio jugar en su día a Bobby y Jack Charlton, a Bobby Moore y a Geoff Hurst.
El ruido atronador del inmenso local, con el coro socorrido del “Sweet Caroline”, no echó para atrás a Connor, que reconocía estar “listo para la nueva batalla”, al cabo de 58 años… “Teníamos entonces un equipo con grandes jugadores como ahora. Nos faltó hace tres años ante Italia ese impulso final que distingue a los campeones, pero estamos ya muy cerca”.
La final de Eurocopa supuso 48 millones de libras extras (55 millones de euros) en los pubs y bares de la islas británicas, según estimaciones de Emma McClarkin, directora ejecutiva de la British Beer and Bar Association. En una medida prevista ya por el anterior Gobierno conservador, antes de la derrota electoral, los locales lograron permiso para extender el “toque de queda” de alcohol del domingo hasta la una de la madrugada del lunes.
El “premier” laborista Keir Starmer, gran aficionado al fútbol e hincha del Arsenal, acudió a Berlín con la esperanza de contagiar sus aires de reciente vencedor a la selección. Starmer escribió una carta personal de agradecimiento al entrenador Gareht Southgate “en el nombre de toda la nación” y transmitiéndolo su orgullo por llegar a la final: “Como hace tres años, y pase lo que pase, debes saber que has unido el país y que todos estamos contigo”.
“Lo último que necesitas es un comentario de un político diciendo lo que debes o no debes hacer”, agregó Starmer. “Has llegado hasta aquí por tu trabajo duro y porque te lo has ganado a pulso (…) Todos debéis estar orgullosos de lo que habéis logrado, y espero que sintáis la fuerza de los millones que estarán dando cada patada al balón por vosotros”.
Keir Starmer fue comparado con Southgate por su propio biógrafo, Tom Baldwin, trazando una paralelismo entre la reciente contienda electoral y la finalísima de Berlín: “Como Southgate, Starmer se ha distinguido por la cautela. Como Southgate, ha redibido muchas críticas por no arriesgar más. Esa estrategia le dio un buen resultado político. Y lo cierto es que el fútbol y la política tienen mucho en común, pero también grandes diferencias”.
El Príncipe Guillermo, que viajó a Alemania con su hijo George (mientras Kate Middleton reaparecía en Wimbledon junto a Charlotte) fue más escueto en su mensaje a Southgate: “We believe!” (“¡Creemos!”). Guillermo, hincha del Aston Villa, ensalzó la actuación y el gol de Ollie Watkins ante Holanda, en un intento subliminal de apostar por él en la alineación final.
El rey Carlos, que nunca se había distinguido como “futbolero”, se apuntó a la fiebre posando recientemente junto al actor Idris Elba en un despliegue de camisetas blancas, y mandándole de paso a Southgate una consigna seguramente compartida por millones de británicos en la hora “H”…
“Si pudiera incitarle a asegurar la victoria antes de que necesitemos goles maravillosos en el último minuto o tengamos que enfrentarnos al drama de los penaltis. Estoy seguro de que el estrés de la nación, el ritmo cardíaco colectivo y la presión sanguínea se verían grandemente aliviados. ¡Buen suerte, Inglaterra!”
En Escocia, eliminada en la fase de grupos, la hinchada se puso del lado español por su histórica rivalidad en el fúbtol y rugby con los vecinos del sur. El diario independentista The National sacó en portada a Rodri, vestido con la roja, y dando una patada en el culo a un hincha inglés disfrazado de balón.
En un sarcástico editorial, la publicación escocesa daba públicamente su apoyo a España en estos términos: “Todos los veranos, llenan vuestras playas. Se beben vuestra cerveza. Alborotan vuestras plazas. Toman desayunos fritos en vez de probar vuestra maravillosa comida. Se jubilan en vuestros pueblos y exprimen vuestros servicios públicos. ¡Es el momento de la venganza!”.
Las banderas y las camisetas rojas habían arropado horas antes a Carlos Alcaraz en su triunfo en la pista central de All England Club sobre Novak Djokovic. El doble campeón de Wimbledon, abucheado el viernes por el público por predecir que “el domingo será un gran día para España”, no se amedrentó ante el micrófono y llegó a decir: “Yo ha he hecho mi trabajo, ahora les toca a los del fútbol”.
La puntilla de la noche la puso Gary Lineker en la BBC: “¡Felicidades, España!” (en versión original).