Álvaro Morata fue dueño de un partido oscuro, pero completísimo. Poco antes de que Luis de la Fuente lo sacara del campo, se tiró al suelo para cortar un contragolpe de Koundé que hubiera cogido en inferioridad a España. El capitán, uno de los jugadores que más kilómetros corre en cada partido, se fue al banquillo, derrengado, en el minuto 75.
El delantero vivió, pues, el último cuarto de hora en el banquillo, sin las espinilleras, y preso de los nervios, como todos. Cuando el árbitro pitó el final, comenzó la celebración y, en mitad de ella, uno de los miembros de seguridad del propio equipo español, que trataba de impedir que un espontáneo que había saltado al campo llegase a los jugadores, se le cayó encima. El hombre, que perseguía al espontáneo, se resbaló y dobló de mala manera la rodilla derecha del capitán de la selección.
Enseguida se llevó la mano a la pierna con evidentes gestos de dolor. Cojeando, David Raya se interesó por su estado, pero no parecía haber consuelo para Morata, cuyo estado de salud es de momento una incógnita. Los médicos le estaban haciendo una primera valoración en el propio vestuario del Allianz mientras sus compañeros se acercaban a preocuparse por él.
“Creemos que no es nada, pero vamos a esperar. Ha sido un golpe y creemos que no va a ser nada, pero mañana veremos”, dijo después el seleccionador, Luis de la Fuente.
Han pasado 17 años desde que Javier Arizmendi, en el minuto 88 de un duelo empatado dos goles, batía a Casillas para que aquel Valencia de Koeman que también coqueteaba con el descenso ganara en el Bernabéu. Aquella victoria ha sido desbancada por una de mayor mérito, porque la diferencia entre los rivales es abismal y porque el testarazo de Hugo Duro en el 94 que batió al debutante Fran González permite al Valencia agarrarse a una salvación en la que ya se cree, empujado por la fe que despertado Corberán. Sólo el Barça (0-4) y el Atlético (1-1) se había llevado puntos del inexpugnable estadio madridista, lo que agranda la proeza.
El Valencia se sacudió mil demonios de un plumazo. Volvía a ganar en el Bernabéu, sumaba su primera victoria lejos de Mestalla por primera vez en un año y lo hacía sin tres de sus mejores futbolistas pero recuperando a otros tres que se antojan esenciales para el arreón final. Corberán no dudó en reconocer que su equipo rozó la perfección desde Mamardashvili, que volvió a ser un portero que da puntos con sus paradas a Mbappé y Valverde y el penalti de Vinicius, a Rafa Mir y Hugo Duro, que volvió a mostrar su olfato en el área por puro tesón.
«Había que tener personalidad y no dejarse intimidar por la atmósfera de este estadio y había que tener concentración, y solo en la jugada que han visto penalti la hemos perdido. Hemos hecho un ejercicio de resistencia y también de saber atacar. Y todo eso al máximo nivel. Ha sido un ejercicio de resistencia y fe. No lo hemos hecho todo perfecto, pero hemos encontrado a Giorgi Mamardashvili, que ha sido uno de los nombres de este partido», explicó el técnico que cogió al equipo con 12 puntos y le ha hecho sumar 22. «Detrás de eso hay mucho trabajo», puntualizó el entrenador revelación, que no abandonó su rictus serio al recordar que todavía queda camino.
Ahora bien, el equipo golpeado con los peores registros goleadores de las grandes ligas, acostumbrado a deshacerse en defensa al más mínimo golpe, se ha convertido en resiliente. «Ante el golpe como el que hemos recibido en la segunda parte [el gol de Vinicius] y en un escenario donde el Real Madrid se ha acostumbrado a remontadas heroicas, tener la fuerza para levantarnos era importantísimo. Porque si no, no se gana», resumió.
No lo vio de la misma manera Carlos Ancelotti, que no restó mérito al "gran trabajo" del Valencia ni evitó reconocer que la Liga se les complica. "Tenemos menos opciones al título. Hemos perdido la oportunidad de pelear con más contundencia", reconoció antes de poner matices a la derrota. "Las hemos tenido merecidas, pero esta no lo ha sido. No ha faltado la actitud. Hemos creado un montón de oportunidades y hemos estado cerca de marcar. Nos ha faltado un poco de efectividad y se podría hacer mejor en la recuperación del balón, a nivel defensivo. En este momento, para que nos hagan gol los equipos rivales no necesitan mucho. Uno ha sido a balón parado y luego hemos arriesgado porque el punto no servía para nada", se lamentó.
Se encontró el Real Madrid con la confianza que ha despertado la personalidad de jugadores del Valencia como Diakhaby, que marcó con un cabezazo impecable el primer gol para cerrar un círculo: hace uno año se hizo añicos la rodilla al caerle encima Tchouanémi en el partido en Mestalla. "Me lesioné contra ellos y ahora marco en el Bernabéu. Quiero disfrutar de eso", decía el central, al que no le hundió ni el gol en propia puerta que el VAR anuló.
¿Quién será el lanzador de penaltis?
Tampoco lo hizo Tárrega, convertido en uno de los cinco centrales más difíciles de driblar de las cinco grandes ligas, en la disputa con Mbappé que Cuadra Fernández vio como penalti. Ahí emergió Mamardashvili por primera vez ante Vinicius, que falló su segundo lanzamiento de la temporada. Lo hizo ante el Atlético en Champions y de nuevo ante el georgiano. Eso provocó pitos en la grada y quizá que Ancelotti designe otro lanzador. "Vamos a ver", se limitó a decir. "Ha sido una temporada complicada para los lanzadores. Falló Bellingham en Valencia, Mbappé contra Liverpool y el Atlético y Vinicius contra el Atlético y también hoy. Pero está muy focalizado en lo que hace. Le puede ir bien o mal, pero lo da todo", justificó el italiano.
Vinicius, en el lanzamiento de penalti que erró.chema moyaEFE
Mientras en el Real Madrid surgen las dudas, más aún a la espera del Arsenal, en el Valencia nadie se arruga. Empezando por el portero, que ha tenido fallos garrafales esta temporada que empieza a enmendar. "Todos tenemos días malos, pero tenía que demostrar quién soy como he hecho", advirtió el georgiano en un mensaje quizá para oídos en Anfield. Tuvo arrestos hasta para apostarse 50 euros con Vinicius. "Le pregunté si quería jugarse 50 euros y me dijo que sí. Se lo paré y gané. Me lo tenía que pagar después del partido, pero aún no me lo ha dado. No pasa nada", sonreía el guardameta.
A ese crecimiento se suman el argentino Enzo Barrenechea o André Almeida, con galones en el control del juego, no desentonaron un esforzado Jesús Vázquez y un cumplidor Max Aarons, con apenas titularidades, y emergió Javi Guerra fajado con Modric, Valverde o Brahim. «Hemos venido a crecer, a trabajar y nos hemos llevado los tres puntos cuando aquí no puntúa casi nadie. No hay mejor escenario», recordó el centrocampista. Dijo Ancelotti que el Real Madrid mereció ganar y los números dicen que remató a puerta nueve veces. Dos lo hizo el Valencia, pero fue el equipo que quiso ganar.
España vivía inmersa en el hábito de gobernar el juego, de ganar con una lucidez asombrosa que ensombreció Serbia y que puso a prueba Suiza. Pocos contratiempos habían lastrado las botas de la selección de Luis De la Fuente pero, cuando aparecieron, se volvió camaleónica... y ganadora. Lo hizo tímidamente en Alemania y, sobre todo, ante una Suiza respondona a que acabó sujetando con diez jugadores durante 70 minutos y goleando.
A España le tocó aprender a ser varios equipos en un mismo partido, un examen que acabó con sobresaliente. Necesitaron buscar un plan diferente al dibujado de inicio para sobrevivir durante demasiados minutos en un duelo que comenzó descosieron Lamine Yamal en dos tijeretazos. Ni la lluvia ni el enfermo césped frenaron el ímpetu del adolescente del Barça jaleado por todo el estadio, suizos incluidos, como si fuera una estrella del rock. No les defraudó, aunque sólo fuera durante 45 minutos.
La selección cortó la respiración de Suiza desde el arranque cuando Pedri le tiró una pared a Nico para, de tacón, dejársela a Joselu y que probara a Kobel. Esa la paró el meta del Dortmund, pero la siguiente la sacó de dentro de su portería. Lamine agitó su varita, quebró a los defensas y apuró para colarse pegado a la línea de fondo y regalarle el gol al '9'. Enseñaban el colmillo los muchachos de De la Fuente y olían la sangre, pero Suiza no perdió su neutralidad. Encajó y respondió.
De forma inmediata, Aebischer lanzó una contra, se asoció con Embolo, que empezaba a carburar, para que apareciera Omeragic a batir a Raya. La revisión hizo que apareciera una mano al inicio de la jugada que invalidó el empate. No se inquietó Murat Yakin en el banquillo, como si supiera que la ocasión iba a llegar. Antes se vería con otro gol en contra. Primero probó Grimaldo con zurdazo desde la frontal pero fue otra vez Lamine Yamal quien lanzó a Nico. Quebró el navarro a su par pero se topó con el despeje de Kobel que rebañó Fabián para engordar el marcador. La visión de un partido cómodo fue un espejismo.
Cuando parecía que España tomaba el gobierno del juego para inclinar el duelo, Le Normand agarró a Embolo cuando encaraba el área y tuvo que enfilar el vestuario. Era el minuto 20 y la superioridad numérica inflamó a Suiza. Esa falta la estrelló Amdouni en el larguero y sirvió de aviso. España tenía que recomponerse y De la Fuente sacrificó a Pedri por Vivian. Había que cementar al equipo por encima de todo por los problemas que empezaba a crear Rubén Vargas. La confianza seguía estando en el miedo que Lamine Yamal creaba en los rivales. Con la pelota cosida al pie, dejaba sin respiración a la afición helvética y a Gregor Kobel también, porque su rechazo a otro zurdazo cruzado a punto estuvo de cazarlo Joselu.
Lejos de arrugarse Suiza, se creció a base de arreones de autoestima mientras que a España se le cerraron los espacios y se esfumó la capacidad de dormir la pelota. Embolo se convirtió en un quebradero de cabeza, incluso con Vivian como sombra, y Vargas en un puñal. La selección se tenía que conformar con contras como la que Nico Williams comandó junto a Lamine, aunque se entretuviera demasiado y apareciera Ricardo Rodríguez para evitarse otro problema con la joven estrella. Más que atacar se volvió imprescindible aguantar un resultado que, sin ser brillante, servía.
Empeñado en evitarlo estuvo Vargas que, en el minuto 40, forzó a Raya a conceder un córner de que nació su gol. Embolo peinó en el primer palo y apareció Amdouni para empujar a placer. España pedía el descanso a gritos, aunque Lamine, en su último servicio, forzara a Akanji a exhibir su punta de velocidad.
Reseteó De la Fuente el equipo en el vestuario y echó mano del pulmón de Zubimendi para no agotar a Rodrigo y de las piernas de Ferran y Yeremy Pino ante el esfuerzo que ya pesaba en Nico y Lamine. España mutó su piel y se volvió muy práctica. Había que sujetar a Suiza, que se volcó en el área, y buscar transiciones rápidas que les penalizaran el ímpetu.
Así fue como Raya lanzó a Ferran para que le ganara el duelo al lateral helvético y sirviera a Fabián su segundo gol. Después fue el valenciano quien encontraría su premio, su vigesimoprimer gol como internacional. Fue Joselu quien le entregó la pelota para, en una carrera infinita, encarar a Kobel y cruzarle el balón donde era imposible que alcanzara. España, con otra piel, volvió a demostrar su capacidad de deslumbrar.
Qué poco ofrece Inglaterra. Nada por aquí, nada por allá. Puede estar todo su talento sobre el césped que son incapaces parecer un equipo. Tiene los mejores ingredientes Southgate pero no logra ligar la salsa. No lo hizo ante Serbia, les salvó Bellingham, tampoco ante Dinamarca y Eslovenia, muy seria y capaz de dar un par de sustos, volvió a desnudarles para meterse como tercera en octavos.
A los ingleses la camiseta de favoritos les queda grande. Caminan sobre el césped como si eso fuera suficiente. La primera carrera eléctrica de Foden llegó a los 20 minutos y Saka no tuvo ni una. Además, se enredan en una movilidad que los confunde. El extremo del City y Bellingham se estorban cuando acuden al centro y de eso ni siquiera se aprovecha Trippier para cabalgar en la banda. Y, por si esto no fuera poco, se empeñaban en frivolidades cuestionables incluso para un club con la maquinaria engrasada. Por eso no carbura.
Eslovenia apostaba por no equivocarse y lanzar a Sesko en cuanto pudiera, pero tenía sometidos a vigilancia extrema al veloz citizen y al goleador del Real Madrid, engrisecido. Este blanco no le está dando alas. A Saka no hizo falta porque su propio equipo lo neutralizó durante muchos minutos.
Los primeros remates fueron para los eslovenos. Armó una contra Stojanovic, forzando a Walker y el primer remate fue de Sesko. Se esforzaba Kane en alejarse del área arrastrando a su central, pero nadie ocupaba ese espacio. Inglaterra colapsaba con facilidad por más que Southgate hubiera renunciado al experimento Alexander-Arnold para escudar a Declan Rice con Gallagher. Mascaba el seleccionador chicle sentado en el banquillo y tomando notas.
Si detecta los errores, en el ejercicio de corregirlos su labor es deficiente. Mientras los Three Lions se entretenían en taconazo absurdos en la frontal del área y se encerraban en la trampa, Eslovenia, a la que un punto le podía dar para estar en octavos. A un centro de Janza estuvo a punto de llegar Sporar y, de perseguirlo, llegó un pase el espacio a Sesko que obligó a resolver a Pickford antes de echarle una bronca a Stone.
Impotencia que llevaba a Bellingham a apresurarse en cada pase y que sólo inquietó a Oblak con una falta escorada que Foden quiso poner a la escuadra, demasiado blanda para que el meta del Atlético no la atrapara. También se lanzó en plancha Harry Kane a embocar un centro de Trippier, pero el capitán no llegó. No está teniendo su torneo. En general, nadie en la selección inglesa.
Con efervescencia saltó al campo en el segundo tiempo, ya sin Gallagher y con un Mainoo aplaudido por la grada. Las burbujas, la explosividad, no duró ni cinco minutos. Encerraron a los eslovenos para nada. Hasta tres balones puso al área en la misma jugada Bellingham para que sólo el último lo cazara Saka en una peligrosa chilena que le costó la amarilla. La falta de entendimiento no sólo se vio en ataque, también apareció en defensa. Se escapó Sporar a buscar un balón en largo a la espalda de Guéhi, que le agarró de la camiseta para evitar que encara a Pickford. Estuvo más atento Walker en que su compañeros no fuera el último defensor, y por tanto no fuera expulsado, que en frenar al atacante esloveno.
A los dos equipos les valía el empate para estar en octavos como primero y tercero, pero no parecían querer firmar las tablas. Al menos Inglaterra. No le servía para recuperar el respeto perdido. Metió al campo Southgate a Cole Palmer y probó romper la igualdad Declan Rice con un disparo que se perdió rozando la meta de Oblak.
A ese órdago respondió Matjaz Kek buscando la pólvora de Ilicic, el goleador que ha vuelto a la selección tres años después de que la pandemia, que sufrió en el epicentro de Bérgamo defendiendo la camiseta del Atalanta, le dejara una herida emocional que le llevó a apartarse del fútbol. Anoche, en Colonia junto al resto de su selección, hizo historia. Eslovenia, el país del presidente de la UEFA, Alexander Ceferin, estará por primera vez en octavos. Inglaterra, mientras, necesita despertar ya de esta siesta ya demasiado larga.