Sólo Joan Mir en el año del covid había ganado el Mundial con menos puntos. “En Alemania pensé que había perdido el título”, admite el italiano
“En Alemania, en las dos horas posteriores a la carrera, pensé que había perdido el Mundial. Entonces empecé a analizar qué fallaba y qué necesitaba para mejorar. Ahí di el cambio. A partir de entonces, gané muchas carreras y alcancé el nivel suficiente para llevarme el título”, admitía Pecco Bagnaia.
El 19 de junio en Sachsenring el italiano era sexto con 91 puntos de desventaja con Fabio Quartararo. Este domingo en Cheste se proclamó campeón de MotoGP. Una remontada así, histórica, inédita, sólo se entiende por las circunstancias de sus protagonistas, el convencimiento del italiano y la depresión del francés, y, al mismo tiempo, por las rarezas de este campeonato. Según como se mire, nunca antes hubo tanta igualdad. Según como se mire, nunca antes faltó tanto liderazgo. A lo largo de la temporada hubo siete ganadores de cinco equipos distintos y hasta 11 pilotos salieron desde la pole position.
Los números de Bagnaia no fueron malos en la superficie -seis victorias y cinco poles-, pero sí analizados en profundidad. Históricamente se consideraba que con cuatro abandonos, cuatro ceros, era imposible ser campeón: el lider de Ducati sumó hasta cinco. Sus 265 puntos supusieron la peor cifra desde la implementación de la actual puntuación en 1993 con una única excepción. Joan Mir en 2020 acabó con un puntaje peor, pero aquella temporada estuvo marcada por la pandemia. Incluso Nicky Hayden, que se impuso en 2006 con un solo triunfo, finalizó con una media más brillante.
“Es como si no estuviera aquí”
“Es increíble. Si miramos desde dónde he tenido que recuperarme, que estaba a 91 puntos de Fabio… Ha sido un año francamente increíble”, comentaba Bagnaia después de una celebración exageradamente serena. Desde que cruzó la bandera a cuadros, el campeón quedó obnubilado, casi paralizado, por la emoción. Su equipo le había organizado una performance que tampoco ayudaba, una suma de sus números en Moto3 y Moto2 con su número en MotoGP como resultado, (21 + 42 = 63) y él apenas llegó a festejar. Tipo serio, tímido, tranquilo, la fiesta no iba con su carácter. Le abrazaba todo el mundo, le felicitaba todo el mundo y él apenas sabía qué hacer.
En la rueda de prensa posterior, sólo daba las gracias a su equipo y daba las gracias a su familia. Es más, parecía centrado en analizar la carrera del día, en la que finalizó octavo con Fabio Quartararo en cuarta posición. Tan serena era su pose que su jefe Davide Tardozzi, sus mecánicos y sus amigos tuvieron que entrar en la sala ataviados con un pelucas rojas para zarandearle, para rociarle con champán, para animarle al fin y al cabo. Lo consiguieron, aunque sólo unos minutos.
Luego Bagnaia regresó a la calma y a hablar de cómo había perdido la aleta derecha de su Ducati en su choque con Quartararo. “Es como si no estuviera aquí, estoy intentando ordenar las cosas en mi mente, estoy muy emocionado”, aseguraba antes de la gala de la Federación Internacional de Motociclismo (FIM), de los entrenamientos de esta semana y de afrontar un largo invierno de preparación. El año próximo el Mundial exigirá más.