Si Xander Schauffele fuera futbolista no sería el que más camisetas vendería. El golfista de San Diego no es de los que desbordan carisma o simpatía, ni de los jugadores a los que los espectaculares rodean en busca de una foto. No destaca en nada en particular y lo hace en todo en lo general. Pero desde este domingo ya tiene un major en su palmarés.
Hecha la introducción, hay que afirmar con rotundidad que Schauffele es el justo ganador del PGA Championship. Lideró el torneo desde el primer día hasta el último y lo ha hecho con un resultado de -21, la cifra más baja jamás conseguida en la historia por un ganador de un grande. Son datos inapelables que demuestran que el vigente campeón olímpico no será el jugador más vistoso, pero sí el más consistente. Y aquí va otro dato incuestionable: el único mortal que ha firmado en majors dos rondas de 62 golpes.
Pese a los registros, el golfista californiano sufrió para saborear su primer título de Grand Slam, la undécima victoria de su carrera. De hecho, el norteamericano tuvo que embocar un birdie en el hoyo 18 desde unos dos metros para evitar un playoff con Bryson DeChambeau, que defendió el honor del LIV Golf de forma sobresaliente dejando el domingo 64 golpes, la mejor tarjeta del día. En la tercera posición terminó el noruego Viktor Hovland con -18. Entre los tres nombres se jugaron la suerte del torneo.
A medida que avanzaba la jornada se iban descartando candidatos. Los 65 golpes de Scottie Scheffler, número uno, sólo le sirvieron para llevarse un top-10 de Valhalla, además de la experiencia de su foto en una ficha policial.Rory McIIroy nunca apareció el fin de semana, mientras Sahit Theegala, Shane Lowry o Colin Morikawa fueron perdiendo fuelle.
Bryson presionó con dos birdies en los últimos tres hoyos, el putt en el 18, desde cuatro metros entró de forma agónica, pero no parecía Schauffele tensionarse demasiado. Su peor momento del día fue fugaz, al bogey en el hoyo 10 par 5, le sucedieron dos birdies consecutivos en los hoyos 11 y 12. Acumuló pares hasta el 18, cuando necesitó el birdie final para convertirse en nuevo ganador de grande.
Su padre y entrenador esperaba orgulloso en el hoyo 18. Fue atleta olímpico al que un borracho truncó su carrera en el momento álgido con un trágico atropello. Desde entonces Xander sabe que detrás de cada victoria hay más que un trofeo, un cheque o puntos del ranking mundial, ya no solo gana por él sino por su padre Stefan.