Este miércoles, nada más conocerse la noticia de que la Guardia Civil estaba dentro de las oficinas de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, un empleado veterano resumía por Whatsapp sus sensaciones: “Estos [los Guardias] son ya como de la familia”. El empleado, que ha visto entrar a los agentes varias veces desde 2017, cuando investigaron el caso Villar, ya no se sorprende de nada.
La sensación de interinidad que acompaña a muchos trabajadores de la Federación desde septiembre, cuando Rubiales fue desalojado de su despacho por la FIFA, se incrementó a lo largo del miércoles. La fecha elegida por la Guardia Civil para entrar a recoger documentación coincidía en el tiempo con la reunión de la Comisión Gestora que se debía haber producido ayer a las 16.00 horas, y en la que Pedro Rocha, la persona al mando de la Federación en estos momentos en tanto que presidente de la Gestora, iba a convocar la primera de las dos elecciones a las que se ha visto obligado el organismo.
Rocha también iba a anunciar que él se presentaba a ser el presidente que condujera los destinos de la Ciudad del Fútbol al menos hasta el último trimestre de este año, cuando se producirán otras elecciones, estas ya sí, con Asamblea nueva y nuevos rostros que puedan presentarse, como el de Carlos Herrera.
Sin embargo, esa reunión quedó aplazada a última hora de la mañana por motivos obvios. Los agentes estuvieron en las oficinas hasta última hora de la tarde, y con las detenciones de los directores de los departamentos Jurídico y de Recursos Humanos no parecía lo más recomendable moverse. No conviene olvidar que Pedro Rocha era el vicepresidente económico de la Federación en la época que ahora se investiga.
Este dato no es menor, pues aunque su nombre no aparece en las pesquisas, su vinculación con la época más oscura de Luis Rubiales se hace aún más evidente, dejando en nada sus intentos, durante estos meses, de granjearse el apoyo de todos los estamentos del fútbol, desde el CSD hasta LaLiga presidida por Javier Tebas. Todo lo que ocurra de aquí en adelante es una incógnita, y dependerá mucho del rumbo que tome la investigación del juzgado número 4 de Majadahonda.
El Mundial 2030
El otro foco de atención ayer era la residencia de futbolistas de Las Rozas, situada apenas a 300 metros de las oficinas. Mientras los jugadores entrenaban, el ir y venir de coches de Guardia Civil y agentes volvió a alterar el normal desarrollo del primer equipo, que no gana para sustos, por mucho que Luis de la Fuente trate de aislar al grupo. Es un nuevo episodio que no contribuye de ninguna manera a la preparación de los partidos de mañana ante Colombia y del próximo martes contra Brasil.
Otra arista que también es importante es que, sólo un día antes de ver de nuevo escenas de detenciones y registros en la Federación, tuvo lugar en Portugal la presentación oficial de la candidatura al Mundial 2030, que España encabeza junto a los lusos y a Marruecos. A ellos, a los compañeros de candidatura, no les hizo ni mucha ni poca gracia lo visto ayer. Falta saber si habrá consecuencias.
Berlín no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Ni falta que hace. Berlín es Berlín, y desde este domingo el nombre permanece ya para siempre en la historia de un país, España, como la ciudad donde la selección culminó una epopeya maravillosa, la de su cuarta Eurocopa, tejida desde la diversidad más bonita, desde la fe, ciega, en un imposible, desde la humildad, sincera, de quien se reconoce en el compañero, más allá de su color y el de su camiseta, desde la convicción, firme, de que el camino era el correcto, desde la seguridad, en fin, de que esto era real. Vaya que sí. España, la reina, recupera el trono de Europa 12 años después, nadie tiene más Eurocopas, cuatro, nadie la quiso más en Alemania, expulsando en su camino a cuatro campeonas del mundo, ganando los siete partidos, llevándose todos los trofeos individuales (el mejor joven y el mejor jugador) deleitando la vista unas veces y mordiendo los labios otras, como ayer, cuando desmanteló a Inglaterra en un cuarto de hora sublime, pero se levantó con la mandíbula firme del gol del empate. [Narración y estadísticas (2-1)]
España ha sido el equipo más completo, el mejor. Luis de la Fuente ha construido una familia que, además, observa el futuro con una sonrisa, pues los niños, los fabricantes del primer gol, son insultantemente jóvenes, y el corazón del grupo ronda los 27 años. Ríe hoy España y mira a los que nunca le dieron ni el pan ni la sal, pero los mira con el corazón limpio, sin reproches. España es campeona de Europa con todas las letras, nadie se ha acercado siquiera a ella desde el pasado 15 de junio, cuando debutó en este mismo estadio, en esta misma ciudad, Berlín, que no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Berlín es Berlín, qué carajo.
El Olímpico vio a una selección madura, respetuosa, tranquila, con los niños sentados en el sofá sin pedir de comer en casa ajena, pero mirándose con la picardía de quien no va a aguantar mucho y termina levantándose sin permiso para coger una chuchería. Eso hicieron Lamine Yamal y Nico Williams nada más comenzar la segunda parte, desmontar el partido con una trastada, y de ahí nació el partido que enseñó, escrito está, todas las versiones de este equipo: la brillante, hasta el empate, y la madura, desde él, para levantar el trofeo con una sonrisa mestiza, millenial, una sonrisa que reconoce al diferente como igual, una lección de fútbol, y de vida, para todo un país.
Enredados en la tensión
En fin, que el saque de inicio correspondió a Inglaterra. El balón fue directamente a Pickford sin pasar por nadie, y el portero del Everton mandó una pelota larguísima que salió por línea de fondo. Ese saque lo hizo España en corto, de Unai Simón a Le Normand, y la jugada salió limpia para morir, como todas las de la primera parte, en la maraña que los ingleses montaron en el balcón de su área. Fueron las dos primeras jugadas del partido, algo así como una presentación de intenciones.
Dos no se pelean si uno no quiere, y como hubo uno que no quiso, pues no hubo pelea en la primera parte. Inglaterra salió a que no pasara nada. Pero nada era nada. Ella estaba dispuesta a no atacar, y se metió tan atrás que impidió a España hacerlo. Enredados los dos equipos en la tensión propia de una final, en lugar de un partido de fútbol aquello devino en una partida del Risk, por no recurrir al tópico del ajedrez. Cada movimiento de España era contrarrestado por Inglaterra. Southgate empleó a Foden para perseguir a Rodrigo, y a Mainoo para atosigar a Fabián. Rice vigilaba con el cogote los movimientos de Dani Olmo.
Como quiera que los extremos no podían recibir en ventaja, la cosa se atascó de mala manera. No hubo que contabilizar ni una sola parada de los porteros. España tuvo más el balón, sí, pero fue para nada, mientras que Inglaterra se fue acomodando en esa monotonía en la que metió la noche. Ninguno de los entrenadores había inventado, quizá no había que hacerlo (Southgate metió a Saw en lugar de Trippier, pero vaya), y ninguno de los jugadores quiso pasar a la historia como el tipo que se equivocó en una final. Jugaron todos con miedo, agarrotados, y de ese modo salió un tostón muy serio hasta el descanso.
Nico Williams festeja el 1-0 ante Pickford.AFP
Inglaterra no quería jugar, y España no quería arriesgar, confiada en que el paso de los minutos validase el día más de descanso que había tenido por jugar su semifinal el martes. El partido, así las cosas, necesitaba que ocurriese algo. Lo que fuera, algo que agitase las cosas en cualquier dirección. Y lo que ocurrió fue que Rodrigo se marchó llorando al vestuario, lesionado, y el faro de España se quedó sin luz. En su lugar apareció Zubimendi, en otra demostración más de que, si falla el titular, aquí juega el suplente. Sin más. Pero claro, en el caso del mejor mediocentro del mundo, la baja podía ser más grave.
No dio tiempo a reflexionar mucho sobre ello pues a los dos minutos llamaron a la puerta los niños con el ímpetu de quien quiere jugar a la pelota en el parque. La cogió Lamine en su banda, tiró la diagonal hacia dentro amagando con la cintura, atrajo la basculación de los ingleses y descargó, justo a tiempo, para la llegada de Nico, que cruzó abajo, imposible para Pickford y sus florituras. Pudo sentenciar Olmo un minuto después, con Inglaterra grogui, pero el caso es que lo que necesitaba el partido, ya había ocurrido, y encima había sido bueno para España.
Ya por delante, la selección, claro, empezó a jugar más suelta y mereció sentencia. Quitó Southgate a Kane, inmóvil, pero el cambio que le dio la vuelta al partido fue la entrada de Palmer. En una mala salida a la presión de Cucurella, Inglaterra armó su mejor ataque y un disparo incontestable del futbolista del Chelsea igualó el partido a falta de 20 minutos, ya con Oyarzabal por Morata en el campo. Pero esta España es mucha España. Agarró de nuevo la pelota, tranquilizó al personal y fue acumulando ocasiones hasta que Cucurella, un catalán que vive en Londres, encontró a Oyarzabal, un vasco sin complejos, para poner el punto y final a una preciosa historia de amor por el fútbol y por la vida. La vida de todos para todos. La vida en España.
A Rodrigo Hernández Cascante (Madrid, 28 años), flamante Balón de Oro, le dejaron marchar del Atlético de Madrid cuando era juvenil porque era «muy bajito». Así le definían los entonces jefes de la cantera rojiblanca, Julián Muñoz y Carlos Aguilera, que habían sustituido en ese 2012 a José María Amorrortu, el hombre que le había fichado cinco años antes, cuando el muchacho sólo tenía 11. Así que, como era bajito, en el verano de 2013 se fue al Villarreal y, tras ser puesto en el escaparate por Marcelino (le hizo debutar con el primer equipo), al Atlético le tocó pagar 25 millones para recuperarle con 21 años, cuando ya enseñaba esos 192 centímetros que ha lucido este lunes, pese a las muletas, en el Teatro Chatelet de París, donde ha recogido su Balón de Oro.
Es la culminación de una carrera que tuvo su punto de inflexión en 2019. Tras solamente un año a las órdenes de Simeone, ambos, él y el argentino, se convencieron de que lo mejor era separarse. Al Cholo le gustaba Rodri, sí, pero vaya, que tampoco se moría por él. Y a Rodri le gustaba el Cholo, pero más casi como persona que como entrenador, y cuando recibió la llamada de Guardiola no lo pensó. En este puzle, no conviene olvidar la necesidad que tenía -y tiene todos los veranos- el Atlético de ingresar dinero. Fueron 70 millones los que pagó el City.
Y, desde ahí, el crecimiento de Rodri ha sido exponencial. Se ha convertido en la cláve de bóveda del equipo que mejor ha jugado al fútbol en el último lustro, es uno de los jugadores mejor pagados del mundo y ha ganado cuatro Premier y una Champions, al margen de otros títulos. Al mismo tiempo, ha visto cómo el tapón que tenía en la selección española también desaparecía después de la Eurocopa de 2021. El adiós de Sergio Busquets, bajo cuya sombra estuvo desde su debut en 2018, le abrió las puertas de la titularidad, pero ahí se encontró con otro obstáculo: las genialidades de Luis Enrique. Al asturiano le pareció una idea brillantísima ponerle como central en el Mundial de Qatar. El resultado, ya conocido, lo rumió el jugador al día siguiente de la eliminación con Marruecos en la terraza del restaurante Tatel de Qatar junto a Laura, su pareja de toda la vida.
Rodrigo HernándezAFP
La llegada de Luis de la Fuente, que lo conocía de las categorías inferiores, le abrió las puertas del cielo y de los títulos. Empezó con la Liga de Naciones en 2023 y siguió este verano con la Eurocopa, de donde salió coronado como campeón y como mejor jugador del torneo. Su papel en el torneo es elogiado por todos los que estuvieron con el equipo durante los 46 días de convivencia que tuvo el equipo hasta la final de Berlín. Es un líder con mayúsculas, una pareja de hecho con Morata en ese papel, aunque, desde que ha llegado a la selección, una de sus compañías más habituales es Vivian, acaso por el gusto de ambos por la lectura.
Faltan muchos meses para que vuelva a jugar, pues está empezando la rehabilitación de su ligamento cruzado roto, y será ahora cuando sea más visible todavía su negativa a tener redes sociales. Será el Balón de Oro más anónimo de toda la historia, otra peculiaridad más en la vida, peculiar, de Rodri, el futbolista que alguien despreció por bajito y que hoy mide 1,92, el futbolista que juega con la camiseta por dentro de los pantalones, el futbolista, en fin, que por no tener no tiene ni un bonus por ser Balón de Oro en el contrato con la marca que le proporciona las botas. Y tampoco tiene, claro, tatuajes él, Graduado en Dirección y Administración de Empresas, cuyo TFG (Trabajo de Fin de Grado) defendió 'online' en entre el primer y el segundo partido de la Eurocopa de 2021.
A finales de enero rebasó la mayoría de edad y, después de 16-18 clases, se ha sacado el carnet de conducir. Pau Cubarsí (Girona, 18 años) es una de las apariciones más impactantes, quizá junto a Lamine Yamal y Asensio, del panorama español en el último año y medio. Criado en un pueblo que tiene 350 metros de longitud entre su entrada y su salida, y menos de 200 habitantes, de nombre Estanyol, en la montaña de Girona, se expresa mejor en catalán que en castellano, pero en cualquiera de los dos se intuye un chaval bien educado y con un punto divertido que, por timidez, no preside la conversación. Tiene una pinta de titular en la eliminatoria contra los Países Bajos que no puede con ella. Y hablar con él, por mucho que sea una de las estrellas del Barça y de la selección, es hablar con un crío. Y tiene su gracia, porque, en el momento de charlar sobre la carpintería que tiene su familia desde 1905, él lo tiene claro. Muy claro.
PREGUNTA.¿Cómo está?
RESPUESTA. Recuperando ya después del domingo, muy bien.
P. ¿Cuántos días le duelen las piernas después de un partido?
R. Me dura el dolor uno o dos días, que es lo que normalmente tenemos entre partido y partido. Como al tercero ya hay que jugar, pues estás a tope para el siguiente.
P. Sí claro, usted que tiene 18 años.
R. ¡Bueno, claro! Cuando sea más mayor, ya veremos.
P. ¿Le reconocen por la calle?
R. Sí, a veces. Por mi ciudad, por Girona, paso más desapercibido. También porque voy con mis amigos, y como vamos todos con el mismo peinado, pues me reconocen menos. Eso me ayuda a pasar desapercibido, que a veces no está mal.
P. ¿Esa moda de llevar todos el pelo como una llama 'les renta', como dicen ustedes?
R. Es el peinado de ahora. ¡He pasado por muchos peinados ya! El rapado al cero y algún otro, como el de tupé. Ahora estamos con este y bueno, hasta que salga otro.
P. Entonces dice que le ayuda seguir de incógnito.
R. Claro, porque como todos llevamos así el pelo hacia adelante...
P. ¿Cuándo, o qué día se dio cuenta de que era famoso?
R. Pues uno de los primeros días que iba por la calle, al poco de debutar, y me pidieron una foto. Lo primero que me salió fue: 'Pero... ¿a mí?'.
P. Tiene pinta de muy tímido.
R. Bueno. Cuando estoy con mis amigos, con mi gente de confianza, soy más divertido. Pero es verdad que cuando no conozco mucho a la gente con la que estoy, me cuesta.
P. Su padre tiene una carpintería, un negocio familiar que arrancó en 1905.
R. Sí sí, empezó mi bisabuelo, luego mi abuelo y ahora mi padre y mi tío. Es el negocio familiar.
P. ¿Usted sabe de carpintería?
R. Conocimiento como tal no, pero algún verano he ayudado a mi padre y de pequeño me pasaba el verano trasteando por allí, molestando más que ayudando, supongo.
P. Lo digo porque si no hubiera sido futbolista, quizá...
R. Hombre, si un día el fútbol no va bien, la carpintería siempre está ahí , eso está claro [se ríe].
Pau Cubarsí, en la Ciudad del Fútbol de Las RozasÁNGEL NAVARRETE
P. ¿Qué se aprende viendo cómo se saca un negocio adelante?
R. Cuando ves a tus padres trabajar tan duro para sacar a la familia adelante, cuando ves el esfuerzo que hacen para que sus hijos estén bien, eso se convierte en una referencia para ti. Mis padres han trabajado muy duro.
P. ¿Eso le hace ser más consciente de lo privilegiado que es?
R. Sí, sé que soy un privilegiado. En el fútbol por supuesto, mira dónde estoy con la edad que tengo, pero también estoy muy agradecido por los valores que me ha transmitido mi familia desde que soy pequeño.
P. ¿Cuáles son esos valores?
R. Que no pierda nunca la humildad, que tenga los pies en el suelo, que sea buena persona y que me junte siempre con la gente que me quiere.
P. Y si no hace eso algún día, ¿qué le pasará?
R. Puede que me lleve una colleja de mi madre, porque mi madre es mi madre, y está muy encima para que no me desvíe del buen camino.
P. ¿Se para a pensar que usted en un año va a ganar más dinero que probablemente toda su familia en mucho tiempo?
R. Sí, pero no me fijo mucho en el dinero. Quiero jugar a lo que me gusta, nada más. No pienso ni en el dinero ni en la fama ni en nada de lo que lleva consigo el fútbol
P. ¿Qué es su familia para usted?
R. Es todo. Cuando estás mal, te apoyas en ellos. Cuando estás bien, lo quieres disfrutar con ellos. Ellos están orgullosos de mí y yo de ellos.
P. Con su hermana Irene, ¿se ha pegado muchas veces?
R. Sí sí. Los típicos rifirrafes de niños. Pero ahora la verdad es que es genial tener alguien como ella cerca. Hemos madurado los dos.
P. ¿Se para con todo el mundo que se lo pide?
R. Sí claro, a mí me pone muy contento cuando un niño me pide una foto o un autógrafo. Porque a mí cuando era pequeño me hubiera gustado que lo hicieran conmigo.
P. ¿Pidió muchos autógrafos cuando era usted pequeño? Más pequeño, quiero decir.
R. No vi a mucha gente famosa nunca, pero si los hubiera visto, se lo hubiera pedido, claro que sí.
Pau Cubarsí.ÁNGEL NAVARRETE
P. ¿Se ha sacado el carnet de conducir hace poco?
R. Sí, sí.
P. ¿Y qué coche se ha comprado o se va a comprar?
R. Le compré un coche a mis padres y yo me quedé con el suyo. El Barça también te da coche, pero yo me he quedado con el de mis padres.
P. Se lo pregunto porque aquí contó Nico Williams que su madre no le dejó comprarse un cochazo. ¿A usted te gustan los coches?
R. Sí, vi lo de Nico cuando la Eurocopa. Tampoco me quiero comprar ahora un coche con muchos caballos, no vendría a cuento. Cuando pasen los años, y mi madre me dé el visto bueno, me compraré uno bueno.
P. ¿Qué capricho se ha dado desde que es profesional?
R. Un reloj que nos hicimos los que ganamos los Juegos de París, poder llevar a mis amigos a ver la final de los Juegos. Eran siete, mis amigos de siempre. El coche de mis padres y poco más. Algunas vacaciones, cenas, comidas, y poco más.
P. ¿Dónde se fue de vacaciones?
R. Alquilamos un piso los colegas en Playa de Aro.
P. Alguien que le conoce bien me dijo ayer: 'es un chico de pueblo' ¿Se equivocaba?
R. Me lo dicen mucho, porque transmito paz y tranquilidad.
P. A veces se usa con un sentido peyorativo lo de ser de pueblo.
R. No me molesta para nada que digan que soy de pueblo. Yo vivo mejor en el pueblo que en la ciudad, no me gusta cuando hay mucha gente. Estoy muy orgulloso de ser de pueblo.
P. Leí que se llevaba a casa los fines de semana a chicos de La Masía que no eran de Barcelona.
R. Algunas veces sí. Con chicos como Dani Ávila o Andrés Cuenca, para que no estuviesen siempre en La Masia.
P. ¿Va a seguir viviendo mucho tiempo en La Masia?
R. Lo que queda de temporada sí, porque como estudio [está cursando Segundo de Bachillerato] de 15.00 a 20.00 horas es un poco absurdo madrugar mucho para entrenar y luego coger el coche a las ocho y pico de la tarde para volver.
P. Habla como todos los chicos de su edad: 'en plan', 'obvio'...
R. Claro, hay que adaptarse a los tiempos. Todo el mundo va casi igual.
P. Dígame la verdad. Desde que se hizo la cicatriz junto a la boca, ¿liga más? En plan chico malo...
R. Bueno, la verdad es que no me queda tan mal, ¿no? Si te digo la verdad no. Ligo igual con la cicatriz que sin ella [risas].
P. Y los Países Bajos, ¿qué?
R. Son un gran equipo, pero nosotros también tenemos un buen equipo. Además, somos una familia y eso tenemos que aprovecharlo.