Atletismo del bueno, a veces del mejor, en un recinto abarcable de 200 metros de cuerda; con un programa reducido o recortado, a tenor de las dimensiones del escenario. Un universo en miniatura con todas las pruebas al alcance de la vista, del olfato
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Cuando Noah Lyles cayó al tartán de Saint Denis, exhausto tras perder el 200, un rumor en forma de pregunta se extendió por el estadio. ¿Tenía Covid? La delegación de Estados Unidos, inicialmente, no lo confirmaba. Por la noche, el propio atleta dijo en su perfil de Instagram que no disputaría el relevo de 4x100. "Pienso que esto será el fin de mi participación de los Juegos de París".
"Me sentí disminuido", señaló, antes, en la zona mixta de Saint Denis, hecho que contrastaba con la forma en la que entró en la pista al ser anunciado por la megafonía. Saltó, gritó, pateó el número sobre los tacos de los que debía salir, en el centro de las calles. No daba la impresión de ser un atleta enfermo. En meta, acabó tercero, en 19.70, una gran marca, aunque lejos del oro, ganado por Letsile Tebogo, de Botswana, con 19.46. Lyles había corrido esta temporada en 19.31, su mejor marca de siempre, en los 'trials' estadounidenses.
El campeón del 200 ya había derrotado a Lyles en las semifinales, hecho que provocó las miradas del estadounidense. Entonces, nada se supo de su presunta disminución física por Covid u otra razón. Finalmente, en la noche del jueves al viernes la Federación de Atletismo de Estados Unidos afirmó que el positivo de Lyles se produjo el martes, 6 de agosto, día de las mencionadas semifinales. "Se pusieron en marcha todos los protocolos para dar seguridad a su salud, el bienestar de nuestro equipo y la seguridad de demás competidores", dice el comunicado del organismo.
Mascarilla en zonas comunes
Los protocolos permiten competir a deportistas con Covid, dado que la prueba, además, no implica contacto, pero es necesario usar mascarilla en las zonas comunes, como la cámara de llamadas, donde los atletas esperan todos juntos para saltar a la pista, o los transportes comunes. La Federación, sin embargo, afirma que respetó su voluntad de competir, al tiempo que insiste en que respeta todos los protocolos.
Lyles regresa a Estados Unidos, pues, como el campeón de 100, pero sin haber podido cumplir su objetivo de alcanzar tres oros. Llegó a insinuar la posibilidad también de correr el relevo de 4x400 y sumar cuatro. "En estos Juegos no he podio cumplir todos mis deseos pero los llevaré siempre en mi corazón", dijo en su Instagram para despedirse.
Antes siquiera de empezar a grabar, Orlando Ortega explica su infancia en La Habana junto a su madre, entregado al taekwondo y su posterior flechazo con el atletismo que le llevó a Artemisa, un pueblito de Cuba, para entrenar junto a su padre. Orlando Ortega, ahora sí, habla. De las lesiones que lo mantienen lejos de las pistas desde los Juegos de Tokio 2020, de su matrimonio con la cantante Aina Maro y el reciente nacimiento de su hija, de su nueva vida en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat... Orlando Ortega habla y es extraño. Cuando llegó a España en 2013 cada entrevista era una valla que saltar, pero ya no. El subcampeón olímpico en los Juegos de Río 2016 ahora disfruta de la charla.
Se le ve diferente ante la grabadora.
De todo se aprende. Cuando llegué a España hubo algunas cosas, presión mediática [vallistas españoles publicaron una carta en contra de su nacionalización] y después de los Juegos de Río hubo un boom, muchas peticiones de golpe de los medios de comunicación. No estaba acostumbrado, me costó. Ahora me lo tomo de otra manera. Estoy más tranquilo. La vida se trata de aprender.
No hemos sabido mucho de usted desde Tokio.
Han sido dos años complicados. Ha habido momentos de frustración, de inseguridad, de mucho dolor con las lesiones. Te vienen muchas cosas a la mente, te afecta en tu vida personal. A veces no me apetecía levantarme de la cama. Pero gracias a Dios y al trabajo con mi psicóloga, Toñi Martos, he salido adelante. Ahora entiendo que soy un ser humano, no soy un robot y que es normal que te invada la inseguridad y te cree confusión. Ahora sé transformar esos pensamientos en motivación.
¿Y cómo se encuentra físicamente?
Muy bien, muy contento. Desde la operación [el verano pasado se operó de los isquiotibiales] he estado trabajando muy bien, mejor que nunca. Tengo la vista puesta en los Juegos de París. Quiero seguir recuperándome, seguir ganando confianza en los entrenamientos y seguir disfrutando de este deporte.
¿Se imagina en el podio olímpico?
Estar en París ya sería un logro, tengo que ser realista. Siempre he sido muy ambicioso, quiero otra medalla olímpica, pero decirte que voy a ganar sería mentirte. Tengo mucha fe en clasificarme. Y si lo consigo iré a vivirlo, a disfrutarlo, a intentarlo. Las vallas ya sabes cómo son: hay malas salidas, hay tropiezos y, de repente, puedes tener una oportunidad. Pero el objetivo es estar.
PEDRO SALADOARABA
Sus peores años a nivel deportivo han coincidido con sus mejores años a nivel personal.
Completamente, sí, sí. Eran las dos caras de la moneda. En casa estaba muy feliz, pero no podía entrenar. Ahora, por suerte, todo va en la misma dirección, gracias a Dios lo tengo todo. Conocí a mi esposa, nos mudamos a Santa Perpetua, aquí cerca del CAR, tuve a mi hija...
Regresó desde Chipre, donde se había instalado después de los Juegos de Río.
Quería estar cerca de mi esposa y de su familia y aquí encontré un hogar, que lo necesitaba desde hace años. Hablé con la federación para entrenar en el CAR, me concedieron una beca y estoy encantado, tengo unas condiciones magníficas para entrenar.
Hace unas semanas le visitó aquí el jamaicano Hansle Parchment, el vigente campeón olímpico.
Tenemos buena relación, sí. Es mi rival de toda la vida, llevamos casi 15 años compitiendo juntos. Él, yo y Pascal Martinot-Lagarde tenemos más de 30 años y ahí seguimos. Me encantaría volver a disputar una prueba de la Diamond League contra ellos y por supuesto encontrarnos en la final de los Juegos Olímpicos. Hay muy buenos jóvenes, como Grant Holloway o Trey Cunningham, pero nos mantenemos los veteranos.
¿Qué opina del ascenso de Asier Martínez o Quique Llopis?
Son muy buenos vallistas y ojalá sigan creciendo las vallas en España. Cuando yo ya no esté espero que haya españoles compitiendo con los estadounidenses o los jamaicanos.
"Cuando no esté". ¿Será después de los Juegos de París?
El atletismo es mi pasión y no me veo aún sentado en casa pensando que ya está, que no voy a competir más. Lo intentaré hasta que el cuerpo me diga que ya no puede más. Llegará un día en que tenga que retirarme, pero no lo veo cerca. Además, ahora he encontrado estabilidad, he organizado mi vida, y pienso que puedo disfrutar de aquí en adelante.
Le tiemblan los pies al gigante. La estadounidense Nike, empresa que desde hace décadas domina el mercado de las zapatillas, luce sus peores números de ventas desde la pandemia, ha dejado de marcar la vanguardia y sufre por los aranceles impuestos por su Gobierno a China o Vietnam. Es el momento de la competencia. Las alemanas Adidas y Puma lo están aprovechando, también la japonesa Asics, la suiza On, las chinas Anta o Kailas, las francesas Salomon y Kiprun y hasta las también yankees Hoka, New Balance, Brooks, Saucony o Altra. En una época de cambio y con la producción interna en el centro del debate, surge la pregunta: ¿Se puede competir en esa jungla desde España?
Tres empresas lo están intentando, aunque no es fácil. Desde Portillo de Toledo, Inca y Arnedo, poblaciones de menos de 40.000 habitantes, Joma, Nnormal y Atom intentan calzar a corredores de todo el planeta con una desventaja en común: «Nos damos poca bola a nosotros mismos».
"Estaríamos mejor vistos si fuéramos franceses"
«En muchos países defienden sus marcas, pero en España cuesta, nos falta creer en nosotros mismos. Joma tiene zapatillas maravillosas y aquí no se le da valor; en otras partes del mundo se la considera una marca excepcional. Estaríamos mejor vistos si fuéramos franceses o alemanes», considera Antonio Sáenz, responsable de Fluchos, que desde hace unos años ha desarrollado una línea deportiva, Atom, la más modesta de las tres españolas. En el último año vendieron unos 70.000 pares en 12 países con una facturación de cerca de 2,5 millones de euros gracias a su apuesta por las tiendas locales, por los precios contenidos y por la especialización. En lugar de batallar con Nike o Adidas por equipar a los maratonianos más rápidos del planeta, buscan otro tipo de corredor, como aquel que trota por la montaña o por el campo de manera ocasional.
«Si te metes en la competición debes invertir una locura en I+D. Es más fácil hacerte un hueco en la montaña, donde hay más dispersión», analiza Sáenz, parte de una tradición familiar. En La Rioja su abuelo creó una empresa, que luego heredaron su padre y sus tíos y finalmente su generación. Al ver que los zapatos clásicos perdían terreno, hace unos años apostaron por las zapatillas de calle y finalmente se sumergieron en el deporte. «La guerra arancelaria puede ser hasta positiva para nosotros. Las empresas americanas van a tener aranceles más altos para importar de Asia, que al final es donde produce todo el sector», comenta sobre los últimos vaivenes políticos.
Fabricar en España, misión imposible
Porque todas las empresas, de Nike para abajo, tengan donde tengan sus oficinas y sus centros de diseño, fabrican mayoritariamente en los mismos países: China o Vietnam. El desarrollo se hace en casa, pero el montaje se deriva a Asia. «Nosotros hacemos los prototipos en Mallorca, pero no podemos traer toda nuestra producción aquí por dos motivos. En primer lugar, por el conocimiento sobre materiales que tienen en Asia y en segundo por el volumen. Es muy difícil llegar al número de unidades de zapatillas que llegan allí. Quizá en el futuro alguien fabrique en Estados Unidos o en Europa, Salomon lo está intentando montar en Francia, pero es muy difícil», explica Sito Luis Salas, CEO de NNormal, con una historia parecida a la de Atom.
Otra empresa familiar, en este caso la mallorquina Camper, quiso dar el salto al calzado deportivo y en el camino se encontró a una leyenda: Kilian Jornet. El mejor corredor de montaña de siempre quería emprender y entre las dos partes crearon una marca que en poco tiempo se ha hecho un nombre. Con sólo dos modelos, el año pasado vendieron más de 100.000 pares en 40 países, especialmente en España, Francia y Estados Unidos. «No tenemos producción en China, pero sí en Vietnam. Si suben los aranceles tendremos que valorar cómo repercute en el consumidor estadounidense», apunta Salas, que admite que Jornet es una llave para todas las puertas. Tener un embajador así es ventaja.
"Cada año aumentamos un 25% la inversión"
Como bien sabe Joma. La compañía deportiva más grande de España, con más de 3.000 empleados, distribución en 140 países y más de 200 millones de facturación anual, patrocina al equipo olímpico portugués, a las selecciones española, italiana o croata de atletismo y a varios deportistas. También empresa familiar, con un nombre que es la unión de José María, el hijo mayor del fundador, Fructuoso López, es la única que se enfrenta a las grandes multinacionales del running con modelos de asfalto de alta gama, con placa de fibra de carbono y demás innovaciones.
«Es un mercado muy competitivo y el I+D es clave. Cada año aumentamos nuestra inversión en tecnología en un 25%», aporta Marina López, directora de Marketing de Joma, que sabe que para estar en la élite el desembolso debe ir más allá del desarrollo. Hace unos días, la empresa anunció el fichaje de cuatro atletas, los kenianos Dorine Jepchirchir, Teophilus Kipsang Yator, Reuben Mosin Mosip y Mercy Jebet Kibor, para ganar visibilidad internacional a base de victorias y récords. ¿Se puede competir en la jungla del calzado deportivo desde España? Se puede, pero no es fácil.
El téxtil 'made in Spain'
En el mercado de las zapatillas deportivas es muy difícil encontrar un modelo ‘made in Spain’, pero eso no pasa en el téxtil técnico. Hay varias empresas, de Lurbel a Taymory, de Ternua a Hoko, que producen material dentro de nuestras fronteras aprovechando la tradición de puntos como Ontinyent o Mataró.
"Nosotros hacíamos lencería pero cuando ese sector murió por los productos llegados desde Asia, nos centramos en el mercado deportivo con tecnologías propias. Ahora lo celebramos porque en situaciones de incertidumbre siempre salimos reforzamos. Producimos aquí y el 60% de nuestras ventas son aquí", explica Javi Lurbe, de Lurbel, una empresa familiar radicada en Valencia conocida por sus calcetines para correr.
"A igualdad de precio, es posible que el cliente valore que somos una empresa Española, pero como sector deberíamos ser más fuertes. Vas a las ferias y ves a los otros países ir a una, con más sinergias entre las empresas, como hacen en Francia o Italia", finaliza Lurbe.