«Estamos todavía aterrizando de emociones», cuenta Cristina Gutiérrez (Burgos, 1991) con su flamante (y pesado) Touareg en brazos. Hace unos días, como si de un thriller se tratara, conquistó junto a su copiloto Pablo Moreno y en la última etapa un Dakar en categoría Challenger que es historia, del motor y de la igualdad. Era la segunda mujer que lo lograba -la primera fue Jutta Kleinschmidt en 2001-, la primera española. Y lo hizo, para más valor de esa misión que se ha propuesto de «cambiar mentalidades», en Arabia.
- Todavía le ha tocado ver estos días a alguno de los pacientes de su clínica de odontología.
- Sí, sí, aún he tenido que ver algunas bocas. Cada vez voy quitándome más pacientes. Hago ortodoncias, los tratamientos son de año y medio o así. Me quedan un 5% de los que tenía. Cuando acabe me dedicaré 100% al deporte.
- Su victoria tuvo un desenlace de película.
- Pasó todo en el último segundo, aún estamos asimilándolo. Veníamos segundos desde hacía un montón de días, con 20 minutos de desventaja, pero el Dakar son 8.000 kilómetros y hasta el último metro te puede pasar algo. Por eso lo hace tan especial. Salí por delante de Mitch Guthrie y lo hice apretando, consciente de que si pasaba algo no lo iba a saber. Y es lo que ocurrió. Llego a meta y me doy cuenta de que probablemente gane el Dakar porque está mi compañero parado.
- ¿Albergaba esperanzas entonces?
- Siempre. Y más cuando son terrenos tan complicados. Salí con la esperanza de robarle minutos. No sabía cuántos, pero quería darlo todo.
- ¿Cómo recuerda esos momentos de incertidumbre antes de saberse ganadora del Dakar?
- Fue muy intenso. No había cobertura, intentaba refrescar la página para ver cómo iba Guthrie y no funcionaba. Pasaron veintipico minutos, los que necesitaba matemáticamente para ganar. Cuando nos dijeron que definitivamente estaba parado y no iba a entrar, empezamos a saltar, a gritar, todo el equipo…
- ¿Siente que le cambió la vida en un instante?
- Son muchos años de trabajo, en los que, por diferentes circunstancias, siempre me había quedado a las puertas. El Dakar muchas veces es desagradecido. Nunca sabes cómo va a ir. Tienes que tener respeto por la carrera. Esto lo tomo como un premio al esfuerzo, a la dedicación, a todos los años que he estado luchando.
Para saber más
Cristina Gutiérrez y una hazaña contra toda lógica
- Independientemente del resultado, el año que viene iba a dar el salto a la categoría reina con Dacia, en el mismo equipo que Loeb y Al-Attiyah. ¿Esto lo hará diferente?
- Me quería despedir de la categoría Challenger ganando. Así sabe mucho mejor, claro. Es la segunda vez en la historia que una mujer entra en un equipo oficial y habla muy bien de Dacia. Y compartir equipo con Sebastian Loeb… Él me cambió la vida.
- ¿De dónde le viene la pasión por el motor?
- Desde muy pequeña. Mi padre era muy aficionado, pero no tuvo la oportunidad de correr. Mi un hermano mayor tenía una pequeña moto, yo era muy pesada y les insistía una y otra vez para que me la dejasen. Mi padre tiene una mentalidad abierta, nunca me ha puesto barreras ni frenos, ni me ha dejado que tuviera miedos. Se lo tengo que agradecer.
- Hay unas imágenes suyas de niña conduciendo un coche.
- Tenía seis años, en una pequeña finca que tenía mi abuelo. Yo era muy pesada con el tema del coche. Se lo pedía tanto a mi padre… Él confiaba en mí, ya había llevado karting y había tocado algún motor. Los pedales se levantaban con un sistema hidráulico, por eso llegaba tan pequeña.
- La primera española en ganar el Dakar, la segunda en toda la historia… ¿Siente que rompe barreras?
- He roto varios techos de cristal, pero porque no había casi mujeres. Entonces es fácil ser pionera o ir abriendo puertas que antes eran impensable. Considero que tengo una responsabilidad de poder abrir camino, de favorecer que otras niñas no tengan esas dificultades. Me gustaría ser un modelo para que otras personas se motivaran en sus sueños. Eso sería la leche, la verdad.
- No fue fácil su llegada al éxito. ¿Pensó en tirar la toalla?
- Sí. Fue en la época del covid, se bajaron casi todos los patrocinadores y me vi obligada a decir que no iba al Dakar. Por suerte o por destino, me presentó una oferta un buen equipo y me dejaba casi gratis la estructura. Aún así, tuve que pedir un crédito. El destino me dijo que no lo dejara en ese momento. Yo estaba ya convencida de que era mi final en el mundo del deporte. Ha sido un camino complicado. El mundo del motor es desagradecido. Hasta entrenar lleva mucho desembolso económico. He tenido que hacer muchos sacrificios. Por eso merece la pena tanto luchar por lo que uno quiere, porque hasta de lo malo se sacan cosas positivas.
- Triunfa en un mundo de hombres.
- Me ha costado hacerme valer, he tenido que demostrar mucho más que un hombre. Siempre he querido obviar ciertos comentarios. Que los hubo y me gusta denunciarlo, porque así es como se genera un cambio. Y no sólo por parte de los hombres, también entre nosotras hay comentarios que tenemos asimilados por la sociedad y que piensas que no hacen daño. Escuchaba: ‘Es imposible que tú hagas esos tiempos, algo tiene que estar mal’. O: ‘Te reviso el coche de arriba a abajo, eso no puede ser’. Esa desconfianza te afecta. Si haces algo mal, parece que el error es tres veces peor que el de un hombre.
- Fue significativo lograrlo en Arabia.
- Es bonito llevar ese mensaje. Te entran dudas cuando vas a este tipo de países a competir, de cómo te van a tratar. Hay situaciones en que te miran raro. Pero hay otras en las que hasta los hombres se alegran mucho por las mujeres. Hay un poco de todo, pero ellos también quieren que el país sea abierto hacia otras culturas. Pero es cierto que allí vivimos en una burbuja, nos movemos de un vivac a otro y vemos poquita cosa.