Caídas, averías, remontadas y un triunfo sin sillín: Van Aert vence a Van der Poel en el caos de Benidorm

Caídas, averías, remontadas y un triunfo sin sillín: Van Aert vence a Van der Poel en el caos de Benidorm

Wout Van Aert lucía el 13 en la espalda y los brazos y no pudo tener más mala buena suerte. “Mi madre se rompió la muñeca ayer”, confesaba mientras miraba sus propias magulladuras, también en la muñeca y el codo. Eso ocurría segundos después de levantar los brazos en la meta de Benidorm, la misma que hace un año inauguró su Némesis Van der Poel. Un triunfo de frotarse los ojos, el remate a una carrera trepidante, apoteósica. El propio Van Aert estaba por los suelos apenas un instante antes, cuando paladeaba la victoria.

Fue tras salir del penúltimo obstáculo, cuando echó el pie a tierra para salvarlo, sin pretender arriesgar. Ya en solitario, la pierna derecha le jugó una mala pasada, no se elevó lo suficiente, quizá ya exhausto, para volver subir a su montura, y se trastabilló de mala manera. “Fue una acción muy estúpida. Ya no quería correr el riesgo de saltar las tablas. Un error garrafal”, admitió. Perdió las gafas, el sillín y la compostura, pero no la carrera, porque su perseguidor Vanthourenhout quizá había tirado ya la toalla. ¿Y Van der Poel?

De sobresalto en sobresalto, Benidorm acogió por segundo año consecutivo una prueba de la Copa del Mundo de ciclocross absolutamente apasionante. Un thriller de principio a fin, un guion enrevesado lleno de percances, de héroes inesperados y de favoritos en apuros. El que más de todos, Mathieu, sólo pudo acabar quinto, también por suelos, el campeón del mundo mucho antes, a falta de una vuelta y media, cuando se dilapidaron todas sus opciones de repetir en la Costa Blanca.

Para saber más

Los dioses del ciclocross son los dioses del ciclismo. Los “artistas” que acudían a la Costa Blanca, donde encuentran diversión, relax y un hábitat ideal para ir poniéndose a punto para lo que viene por delante en un año marcado por los Juegos. Van Aert, insospechado ganador final, llegó al circuito a media mañana y lo hizo en bicicleta desde el hotel del Visma Lease a Bike en Cala d’Or, más de 30 kilómetros de rodaje suave, qué mejor. Llevaba toda la semana acumulando cargas, 213 kilómetros con casi 4.000 metros de desnivel el jueves, ni una etapa del Tour. Tom Pidcock, el único del Big Three presente el sábado en el reconocimiento, acudió sin embargo en su flamante Porsche, haciendo las delicias de los aficionados, 20.000, llegados desde toda España y también desde Europa, mezcla de acentos, banderas y maillots en busca de cerveza y paella. Lo que se iban a encontrar después mereció absolutamente la pena. Ni el barro hubiera garantizado semejantes sobresaltos. Hasta el octavo puesto del local Felipe Orts fue una bendición.

Y luego estaba Van der Poel, el intocable, 10 de 10 este invierno en el barro, quien también llegó en bicicleta desde su casa en la Cumbre del Sol (Moraira), al que rodeó su séquito, su novia Roxanne Bertels, y su madre Corinne, la hija de Poulidor. Y su halo de todopoderoso rey del ciclocross, campeón del mundo también en ruta, la elegancia y la ferocidad llevada al límite en todas las trampas de los tres kilómetros del circuito de Benidorm, arena, escalones, obstáculos; todo esta vez en contra del arcoíris, en un día de esos para pasar página.

Van der Poel, en pleno esfuerzo en la prueba de BenidorBenidormCX / Sprint Cycling

Porque todo había amanecido torcido para el neerlandés, que en la multitudinaria salida sufrió una avería mecánica. Y eso le obligó a un alarde. Resultó bestial su remontada. En apenas dos vueltas, aprovechando el tramo de asfalto y uno de esos arreones tan típicos en los que agita los brazos como un felino, Van der Poel ya había atrapado a Van Aert y a un Pidcock que después se vendría abajo.

No había transcurrido ni la mitad de la carrera y ya estaban los tres dioses en cabeza, acompañados por el invitado a la fiesta , otro belga, Michel Vanthourenhout. Pero la jornada iba de sorpresas y nada se podía concluir. Saliendo de la arena, Mathieu dijo adiós y Van Aert se fue con todo a por el triunfo, la venganza, tan atribulada como su forma de cruzar la meta, sin gafas, sin sillín. Qué más da.

Es cuestión de potencia, de control y de valentía, de cerrar los ojos y tirarse a una curva de 180º, como hizo Fem Van Empel antes en la carrera femenina para birlarle la victoria a su compatriota Puck Pieterse. Todas neerlandesas, como la tercera, aunque hable castellano y su cabello y su piel sean morenas. Ceylin del Carmen Alvarado, nacida en la República Dominicana, selló matemáticamente en Benidorm su título de la Copa del Mundo a falta de la última prueba.

kpd