Una lucha muy especial sobre el tablero: ancianos frente a niños en busca de más récords

Una lucha muy especial sobre el tablero: ancianos frente a niños en busca de más récords

El ajedrez es un mar en el que puede beber una pulga y bañarse un elefante, dice un proverbio indio. El juego milenario es tan versátil que permite que compitan juntos ancianos y niños. No hay distancia que no pueda unir un tablero. En los últimos días, hemos visto en Madrid dos ejemplos excepcionales que prueban que la edad es el menor de los obstáculos. En el polideportivo de Moratalaz, Manuel Álvarez Escudero era uno de los 149 participantes del torneo internacional que se celebra cada año en su barrio. Muchos de sus rivales podían ser sus nietos, como mínimo. Manolo cumplió ayer 104 años.

Álvarez es un ejemplo de longevidad excepcional, pero la historia del ajedrez está llena de viejitos con buena cabeza que desafían el tiempo. El pasado agosto, fallecía a los 102 años otro de nuestros ajedrecistas centenarios, Vicente Moral, un asiduo del torneo de Benidorm. El verano anterior nos dejó Joan Codina, con 103, aunque al contrario que los dos citados, el catalán ya no jugaba de forma regular. Álvarez no sólo sigue vivo, sino que después de la pandemia ha regresado con entusiasmo. Su espíritu de lucha es inigualable y aún da guerra en las competiciones donde comparece. En el último Open de Moratalaz mejoró su Elo, la puntuación que otorga la Federación Internacional después de cada partida o campeonato. Quién sabe hasta dónde puede llegar Manolo.

Días después de esta hazaña, el argentino Faustino Oro, de 11 años, lograba varias plusmarcas mundiales en un torneo cerrado en el que, por supuesto, era el participante más joven. El Messi del ajedrez, también comparado con Wolfgang Amadeus Mozart, logró su primera norma de gran maestro (necesita tres para que le den el título) y superó los 2.500 puntos Elo. Ningún otro ajedrecista ha saltado tan alto a su edad. En la Nave Bellver de Madrid, Fausti era sobre el papel el segundo peor de los maestros inscritos, pero ganó el torneo con un punto y medio de ventaja. Su actuación -el ajedrez tiene unidades de medida para todo- correspondió a la de un jugador con 2.759 puntos Elo, una cifra suficiente para afianzarse en el top 10 mundial.

A la caza del niño prodigio

La propia Federación Internacional no quita ojo a los progresos de Faustino Oro, que participará como invitado en la próxima Copa del Mundo, en la India, donde acudirán los mejores ajedrecistas del planeta. No es la primera vez que el niño argentino se enfrenta a los adultos más duros del circuito. En internet es aún más temido. En chess.com acaba de alcanzar los 3.200 puntos y ya está en el puesto número 12 absoluto. Magnus Carlsen e Hikaru Nakamura, los dos mejores del mundo, saben lo que es perder contra él. El chico le quita importancia: «Sólo fue un bullet», recuerda, sin perder la sonrisa, cómo ganó al noruego. En las partidas bullet [bala], cada jugador sólo dispone de un minuto para todas sus jugadas. La mente de Fausti vuela tan rápido que para él es una ventaja.

En la India, el pequeño Oro tendrá una nueva oportunidad de demostrar su talento, aunque al ser una competición por eliminatorias, como los torneos de tenis, el azar puede hacer que caiga a las primeras de cambio. También estará en la Copa del Mundo su viejo conocido Ilan Schneider, un chico de 14 años que participó en el torneo Leyendas y Prodigios. No es tan joven ni tan famoso, pero a los ocho años ya era número uno del mundo en su edad. Siguió entre los mejores hasta que la pandemia (la que ayudó a Fausti a aprender a volar) frenó su proyección. El año pasado, Ilan consiguió el título de maestro internacional -es el segundo más joven de Argentina- y también sueña con ser campeón del mundo.

Hace poco, Ilan disputó un torneo en Italia donde le ofrecieron entrenadores, una casa y trabajo para sus padres si aceptaba el cambio de bandera. Ni él ni su padre quisieron dar el salto. A Ram Schneider se le saltan las lágrimas cuando habla de su hijo, un chico magnífico, además de un pequeño genio. Cuando lo llevó a sus primeras clases, el profesor lo llamó aparte para hablar con él. Pensaba que el chico la había liado, pero era para cantarle las excelencias del muchacho.

Manuel Álvarez Escudero.F.M.B.

La parte más difícil es la económica. Tener un prodigio en casa no es barato. Schneider sigue escolarizado, pero sólo se presenta un par de veces al año y no para de viajar a torneos. Aprobar no es un problema, pero al contrario que los Oro, los Schneider se resisten a salir de su país y les gusta que su hijo no sólo juegue contra adultos. Pese a su sana rivalidad, avivada por los aficionados -empezaron en el mismo club bonaerense-, estos dos jóvenes están llamados a liderar la selección argentina durante décadas.

Casi cada mes surge una nueva estrella infantil. La británica Bodhana Sivanandan, de 10 años, ya es maestra internacional femenina. La misma edad tiene el ruso Roman Shogdzhiev, que le quitó a Faustino el récord como maestro internacional más precoz de la historia. Kaushik Aswath, de Singapur, acaba de convertirse a los ocho años en el maestro FIDE más joven del mundo. Hace unas semanas, Carlsen alababa el juego de un niño indio de tres años, que ya practica un ajedrez «decente» y tiene Elo internacional.

El columnista más longevo

También pegado a las 64 casillas, merece la pena citar el caso de Leonard Barden (96), que mantiene su columna semanal en The Guardian, donde debutó en septiembre de 1955. Hijo de un basurero, aprendió a jugar en la Segunda Guerra Mundial y representó a Inglaterra en cuatro Olimpiadas de Ajedrez. Es además un prolífico autor de libros y, como Manuel Álvarez, sigue teniendo una cabeza privilegiada.

Con supervivientes así y tantos chiquillos de creciente precocidad no sorprende ver partidas entre jugadores separados por muchas décadas. Hace dos años, vimos a Manuel Álvarez jugar contra Martín, un niño de ocho años. La diferencia era de 94.

Entre las estrellas también ha habido casos notables. La televisión rusa organizó en 2017 un encuentro entre Yuri Averbaj, gran maestro que entonces tenía 95, contra el pequeño Misha Osipov, de cuatro. El pequeño era famoso desde los tres, cuando rompió a llorar en otro plató tras perder contra Anatoli Karpov. Por lo visto, esperaba derrotarlo. Por si alguien se lo pregunta, ahora tiene 12 y no parece ningún portento.

Caruana y Korchnoi, durante su partida en 2011.JOHN SAUNDERS

Otro de los duelos intergeneracionales más famosos fue la partida entre Viktor Korchnoi, el mejor ajedrecista sin corona (culpen a Anatoli Karpov) que a los 79 años derrotó en Gibraltar a una estrella ascendente, Fabiano Caruana (19). Es probable que el actual número tres del mundo repase aquella partida en sus peores pesadillas.

En los torneos abiertos, es ya un lugar común entre los jugadores de más edad maldecir el emparejamiento con algún niño. A partir de los 50, muchos se refugian en las competiciones de veteranos sólo para estar a salvo de insolentes pequeñajos. Lo importante es seguir jugando, a ser posible hasta más allá de los cien años.

kpd