El jugador recibió un golpe en la zona renal en una jugada ante Sudán del Sur y tuvo que ser operado de urgencia.
Simanic en un partido ante Puerto Rico.EFE
El pívot serbio del Casademont Zaragoza Borisa Simanic, de 25 años, ha tenido que ser operado de urgencia en dos ocasiones tras un golpe que sufrió en el duelo entre Serbia y Sudán del Sur en el Mundial del Baloncesto. Esta contusión le ha terminado por provocar la pérdida de un riñón por lo que ha tenido que abandonar el campeonato según informó la Federación serbia del baloncesto.
Simanic recibió un codazo en la zona renal y los dolores no le permitieron continuar el partido. Tras el choque fue sometido a un examen urgente en el hospital “Makati Medical Center” de Manila, donde se celebra la competición. Durante la noche del 30 al 31 de agosto fue operado, bajo la supervisión del médico de la selección serbia, Dragan Radovanovic.
El equipo médico, tras la recuperación postoperatoria, y decidió que debido a varias complicaciones era necesaria una nueva operación. Sobre la nueva operación y el estado de salud de Borisa Simanic, el médico de la selección serbia, el prof. El Dr. Dragan Radovanovi ha manifestado en un comunicado de la Federación: «Debido a complicaciones en el riñón lesionado que surgieron en el postoperatorio, Borisa Simanic fue operado nuevamente el 3 de septiembre. Debido a cambios en la vitalidad del tejido renal, fue necesario extirpar quirúrgicamente todo el riñón. Esperamos y deseamos que después de esta operación el postoperatorio transcurra sin contratiempos»
La selección de Serbia ha pasado a la nueva fase de la competición tras derrotar a China, Puerto Rico y Sudán del Sur y terminar como primera del grupo B.
Se le escapó la gloria al Real Madrid en Berlín, esquiva esta vez, arrebatada por un histórico de vuelta. Tuvo que ser el Panathinaikos, 13 años después de su última Euroliga, ante quien cediera el trono el equipo de Chus Mateo. Ante ese Ergin Ataman que empieza a ser el ogro particular. Se derritió inexplicablemente el Madrid, sin referentes ni ideas ni pulmones, en una segunda mitad que le costó carísima. Los griegos, con un imperial Kostas Sloukas y apoyados en la fervorosa marea verde, son campeones de Europa por séptima vez. [80-95: Narración y estadísticas]
Las Final Four guardan misterios difíciles de resolver. Como que un equipo que amanece con 36 puntos en un cuarto se queda en 26 en toda la segunda mitad, nueve canastas en juego. Un suicidio explicado en la defensa del rival, en su agresividad que no fue capaz de igualar el Madrid, falto esta vez de héroes, horrible y señalado Hezonja, superados sus dos gigantes por el francés Lessort y Campazzo y compañía por los dos americanos eléctricos de Ataman, Jerian Grant y, sobre todo, Kendrick Nunn.
Fue una muerte paulatina la del Madrid, pero igual de dolorosa. Pretendía, al fin, acabar con ese maleficio que indica que desde hace 56 años no es capaz de enlazar dos Euroligas seguidas. Y ahí seguirá, con el honor eso sí de haber disputado las tres últimas finales, de seguir siendo temible pese a todo. Ahora el rey es verde, como en los tiempos de Obradovic.
Pero nada fue así en el comienzo, que se asemejó al de la semifinal contra Olympiacos del viernes. Como si en estas batallas en las que la mayoría duda, el Madrid encontrara el patio de su recreo. Y eso que el ambiente en el Uber Arena, teñido de verde, era feroz en contra. Pero cómo explicar que un chico tímido y sin apenas protagonismo, un canterano llegado de niño desde Senegal y al que su entrenador ha decidido colocar como titular en los cuatro partidos de las dos últimas Final Four anote ocho puntos de carrerilla, incluidos dos triples. O que en el primer acto, pura adrenalina y rock and roll, los blancos se dispararan a 36 puntos de récord, la perfección ofensiva, pese a que Tavares pronto se tuviera que ir al banco con dos faltas con fuerte cabreo (y técnica) de Chus Mateo.
Sloukas y Ataman levantan el trofeo en Berlín.ODD ANDERSENAFP
El Panathinaikos, como Olympiacos, volvió a encontrarse con un rival lanzado ya desde el amanecer. Eso no es casualidad. De nuevo el plan Mateo, al que sostenía un estupendo acierto, inspiradísimo Dzanan Musa. La máxima llegó tras un par de buenas canastas de la segunda unidad -el Chacho y Causer para el 41-27-, pero el soufflé blanco fue bajando a la vez que Lessort se adueñaba de la pintura. Coincidieron cuatro triples fallados, un robo en primera lídea de Jerian Grant (con antideportiva de Musa) y el subidón de las tribunas. Un parcial de 2-12 y la irrupción de un factor inesperado, pues Lucas Vildoza apenas cuenta para Ataman. Pero el argentino bien conoce a Campazzo. Fue su némesis, acercó a los helenos (46-45), aunque el propio Facu y Musa, con dos triples, volvieron a estirar la cuerda antes del descanso de una noche apasionante, la primera parte con más puntos de una final.
Si Sloukas (nombrado MVP) había cerrado el segundo cuarto, también abrió el tercero. Era el héroe. El veterano llegado este verano desde el eterno rival para devolver al equipo a estas cumbres. El PAO, con Juancho Hernangómez insertadísimo en su pujanza, importante en la intendencia griega (anulando a Yabusele), se estaba subiendo a las barbas de un Madrid cada vez más sufriente. Tavares y Campazzo cometieron la tercera bien rápido y un triple de Nunn al fin dio la vuelta al marcador (56-58).
El Madrid se encontraba de repente totalmente incómodo, sin recordar los resortes que le habían hecho poderoso, sin soluciones con los tres veteranos juntos en cancha, ni canastas (¡siete puntos en todo el tercer cuarto! su peor registro en toda la temporada), con un Hezonja desesperadamente errático, los pívots colapsados (cuarta de Poirier tras una técnica) y Ataman cada vez más seguro.
Las penetraciones valientes del Chacho eran oxígeno momentáneo en una selva de intensidad, pero cuando Lessort hizo la cuarta y Ataman optó por Mitoglou al cinco, fue el griego el que puso la máxima con un triple, extendida por Grant para encender todas las alarmas (65-73). El Madrid optó por la zona para cambiar la tendencia y Llull contestó los dos triples de Sloukas, en un duelo 'old fashion'. Una de las pocas canastas que el PAO concedió en transición, un mate de Tavares, arrimó al Madrid cuando ya visualizaba la orilla (76-79).
Pero ya no hubo más Madrid. Ya no hubo arrebato final, como tantas otras veces. Faltó frescura y talento. Dos hachazos de Nunn, un tipo que fue estrella en la NBA, y el temple del mágico Sloukas hicieron claudicar al rey en Berlín.
La pasión por el baloncesto no entiende de fronteras, ni de categorías ni de jugadores. Es simplemente ese cosquilleo en el estómago cada vez que entra al pabellón para competir y el gusto por viajar para conocer nuevas culturas, lo que lleva a entrenadores como Julián Martínez Alman (Sevilla, 54 años), a recorrer medio mundo detrás de una canasta.
Aunque, como cualquier historia, todo comienza por una necesidad mucho más común: aprender inglés para poder comunicarse mejor con sus jugadores. "Después de entrenar en LEB Plata, me di cuenta de que todos los equipos fichaban a norteamericanos y a extranjeros y que yo no podía porque no dominaba el idioma. Ese fue el detonante para irme a Inglaterra. Pero no fui con un equipo debajo del brazo, el primer año tuve que trabajar en una cafetería por las mañanas, para entrenar por la tarde a un club de cantera, los East London Royal. Allí, siendo asistente, fuimos campeones con el sub-19", asegura el técnico.
Una vez completó su etapa en Gran Bretaña tras dirigir al London Towers en 1999, equipo que compitió en Euroliga, Martínez Almán embarcó rumbo a Islandia. Un país donde, si bien su experiencia en el Thor Akureyri no fue del todo satisfactoria, pasó un año imposible de olvidar: "Las condiciones eran duras, llegamos a estar a -38 grados y era muy complicado. La liga no era muy seductora, pero lo recuerdo como algo importante en mi vida".
La muela de Amaya Valdemoro
La siguiente oportunidad en el extranjero llegaría en otro rincón del norte de Europa. Esta vez en Riga, Letonia. Tras un breve paso por el Barons, equipo de la capital, donde ayudó a reestructurar el equipo, la selección femenina llamó a su puerta para ser asistente de Krlis Muinieks. Era año del Eurobasket 2009 y España estaba en el mismo grupo. "Nos concentrábamos todos en el mismo hotel y Amaya Valdemoro tenía una infección en una muela que no la dejaba dormir. Un día, a la una de la mañana, sabiendo que era español y pseudo letón, me pidió ayuda para encontrar una clínica, porque el médico de la selección no hablaba inglés y no conocía la ciudad. Finalmente, mi mujer, que es letona, y yo la llevamos a que la hicieran una limpieza, que al final la permitió jugar. Nos metió 15 o 20 puntos y terminó con mi primer entrenador mirándome como diciendo: "valiente ayudante...", relata entre risas Martínez Almán.
Tras tres años por tierras bálticas y un breve paso por Bélgica, donde ganó la liga y la copa, el técnico vivió una de sus mejores experiencias internacionales siendo asistente en el Fenerbahçe SK Femenino, donde también conquistó el torneo local. "A nivel pasión, Turquía está a años de luz de lo que yo haya conocido. He tenido que quitar bengalas del suelo porque estaban quemando el parqué al lado del banquillo y viví un derbi en Final Four de Euroliga con 3.000 policías alrededor del pabellón. Es otra cosa".
Una liga en la que además coincidiría con Alba Torrens, aunque una grave lesión de la catalana impidió más enfrentamientos entre ambos: "Cuando jugué contra la selección sí nos tocó sufrirla, porque España ya estaba mirando para ver qué medalla conseguía y ella estaba en su máximo nivel. En el Galatasaray, ese año ella se rompió el cruzado y casi no pudo jugar", recuerda el técnico.
"África es un placer"
Una vez finalizado ese periodo, el destino le llevaría a países como Suecia, Suiza o Alemania, pero si hay un continente donde Martínez Almán ha podido disfrutar más del baloncesto es África. Más concretamente en Angola y en Mozambique, donde tuvo la oportunidad de dirigir la selección femenina: "Me encanta el continente, su gente y el carácter que tienen tanto a nivel profesional como fuera del deporte. Tienes una sensación agridulce porque están conviviendo en condiciones muy duras de pobreza pero a la vez trabajas con un potencial enorme. Es increíble como mejoran los equipos allí. Para un entrenador es un placer tener esa predisposición por parte de sus jugadores"
Otro aspecto sorprendente y que Martínez subraya de toda su experiencia en Luanda, una ciudad con una inflación incontrolable, es la actitud y las ganas de competir de los jugadores : "Son atletas. Entrenan a las seis de la mañana con normalidad porque después el sol aprieta y es imposible. También me pedían diez minutos de pausa en el entrenamiento para ducharse, cambiarse de ropa y poder seguir después".
Consciente del gran respeto que existe por el entrenador español fuera de nuestro país, Julián Martínez abre ahora un nueva etapa en Ruanda. Un nuevo país, el undécimo, donde podrá seguir disfrutando de aquello que le ha guiado a lo largo de todos los viajes: el baloncesto.