“Insistir en quedarme a la espera y aferrarme a ello no va a contribuir a nada positivo, ni a la Federación ni al fútbol español”, asegura en su comunicado.
Luis Rubiales ya no es presidente de la Federación Española de Fútbol. El máximo dirigente, que hasta esta noche de domingo estaba suspendido por la FIFA, ha dado un paso con el que pocos, incluidos sus más estrechos colaboradores, contaban. Como ha hecho público él mismo a través de un texto en sus redes sociales, a las 21:30 horas ha comunicado al presidente de la Junta Gestora, Pedro Rocha (al que él mismo designó), “mi renuncia al cargo de presidente de la RFEF”. Luis Rubiales ya es historia en el fútbol español.
“Tras la veloz suspensión realizada por la FIFA, más el resto de procedimientos abiertos contra mi persona, es evidente que no podré volver a mi cargo”, cuenta Rubiales en esas líneas, expuestas públicamente de una manera curiosa, mediante un Google Drive colgado en su cuenta de Twitter, creada ad hoc en mitad de toda la tormenta que se lo ha llevado por delante. “Hay poderes fácticos que impedirán mi vuelta”, sostiene después de decir que se marcha porque “quedarme a la espera y aferrarme a ello no va a contribuir a nada positivo, ni a la Federación ni al fútbol español”.
Para saber más
El fin de un mandato lleno de escándalos
Rubiales, que desde el pasado 26 de agosto se ha movido entre Motril, su pueblo, y algunas localidades cercanas, que había cortado el contacto con la mayoría de sus cercanos en la Federación, que meditaba cómo reaccionar al ‘tsunami’ que sobrevino al beso que le dio a Jenni Hermoso, ha optado por marcharse.
“Campaña desproporcionada”
¿Por qué? Es difícil saber qué pasa por la cabeza de un personaje tan complejo como él. Si se hace caso al comunicado, se va porque sabe que no podrá volver y también, dice, por preservar el Mundial 2030: “No quiero que el fútbol español pueda resultar perjudicado por toda esta campaña tan desproporcionada y, sobre todo, tomo esta decisión tras haberme asegurado de que mi marcha contribuirá a la estabilidad que va a permitir que tanto Europa como África sigan unidas en el sueño de 2030, que permitirá traer a nuestro país el mayor evento del mundo”.
Eso sí, en el comunicado emitido a las 21:54 de este domingo anuncia que va a defender su postura delante de quien sea (y ese quien sea se refiere a la querella que le ha interpuesto esta semana la Fiscalía de la Audiencia Nacional por agresión sexual y coacciones a Jenni Hermoso). “Tengo fe en la verdad y voy a hacer todo cuanto esté en mi mano para que prevalezca. Mis hijas, mi familia y la gente que me quiere han sufrido los efectos de una persecución desmedida, así como muchas falsedades, pero también es cierto que en la calle, cada día más, la verdad se está imponiendo”, explica en ese texto alguien que se marcha tras cinco años de mandato.
“La felicidad que me llevo”
Llegó en 2018, poco antes del Mundial de Rusia, ganándole las elecciones a Juan Luis Larrea por 80 votos contra 56. Cambió la Federación en casi todas sus estructuras, la modernizó (no era algo muy difícil), multiplicó sus ingresos y la metió en el siglo XXI. “Ahí está la gestión de mi equipo y, sobre todo, la felicidad que me llevo por el enorme privilegio de estos más de cinco años al frente de la RFEF”, explicaba ayer. Pero, en el otro lado de la moneda, al poco de llegar destituyó a Julen Lopetegui a 72 horas de empezar un Mundial pese a que no menos de una docena de personas le pedían que no lo hiciera aquella noche en Krasnodar. Después, ya se sabe, y pese a que en los reservados de los restaurantes lujosos de Madrid otros actores principales del fútbol insinuaban burradas sobre él, tuvo un tiempo de tranquilidad.
Ese tiempo duró hasta que El Confidencial, en la primavera de 2022, comenzó a publicar una serie de escándalos, ampliados después por este periódico. El asunto de la Supercopa y las comisiones de Gerard Piqué, sus grabaciones a altos cargos del Gobierno, su espionaje a David Aganzo, la famosa fiesta o reunión de Salobreña… Una imagen que comenzó a deteriorarse de mala manera, pero no fue suficiente para que tomase la puerta de salida. El apoyo, implícito y anónimo, del Ejecutivo de Pedro Sánchez, le permitió sostenerse en el cargo pese a todos los escándalos. Hasta que ese intolerable beso a Jenni Hermoso, hace justo 21 días, lo cambió todo. Luis Rubiales ya es historia.