Luis Casimiro, un cuento de Navidad en el colista Breogán

Luis Casimiro, un cuento de Navidad en el colista Breogán

Surge en la noche como azorado, con un nervio de prisa, o quién sabe, y las dos manos cargando bolsas de basura y una caja de cartón, escurridiza, que aun le desacompasa más. No hay un alma en la calle y, como en otras ciudades desindustrializadas, en Puertollano (Ciudad Real), donde hubo luminosos de comercio y bullicio de bar, hay penumbra muda. Cerró la armería de enfrente, el frío garaje de hoy fue el bar más popular del barrio para ver los primeros partidos del Plus… Ya no abre por las tardes ni El Bomba, en la esquina, un 7/24 antaño, desde el amanecer de los cazadores a los últimos que salían-entraban de la fábrica.

Luis Casimiro Palomo lleva poco abrigo y frena en seco su paso desmadejado cuando descubre el saludo desde la otra acera. Suelta la carga, cruza el asfalto, saluda a su prima Alberta y al marido de ésta, Alberto, que celebra sus 79 años este 3 de diciembre, el mismo día que se cumplen 35 sin Fernando Martín. También hay dos besos para el periodista, que sopesa y descarta, pues parece de mal gusto, preguntar por la profesión al entrenador que tiene un pabellón a su nombre en esta ciudad, que fue campeón de Liga hace ya 26 años con el TDK Manresa, en el título más extraordinario de la historia; que ha entrenado a 10 equipos en la ACB desde entonces -y a uno en Grecia-… Pero lleva temporada y media en barbecho, una rareza en su trayectoria. Y a sus 64. Una edad feliz, tan cerca de la jubilación, pero no para él.

“Vine el jueves pasado e iba a ir ahora para abajo…”, dice el técnico, que en el sur tiene un retiro desde hace mucho. A la primera, deja unos puntos suspensivos, en una conversación que en la despedida permite insistir: “Entonces ahora vas para abajo, ¿no?”. Y responde, se descorcha: “Sí, pero…”. El “pero” es precioso, con perdón a Veljko Mrsic. “… Pero han cortado al entrenador del Breogán y parece que hay alguna opción”. Ahora se entienden esas bolsas de basura incontrolables, ese andar descompuesto. Y basta una frase contenida para coronar una carrera, el magisterio de una pasión sin caducidad, envidiable: “Por suerte, no me hace falta [trabajar], pero si todavía tengo algo que aportar…”.

Las buenas esperanzas sirven el definitivo adiós y Luis Casimiro Palomo remata ya de vuelta al otro lado de la calle: “Si os enteráis, será que es bueno”. Un día exacto después, a las 21.32 horas del 4 de diciembre, acb.com da la alerta: “Benvido Luis Casimiro”. Y, pues enterados quedamos, se trata de contarlo, porque es bueno para el entrenador pero, sobre todo, es bonito para cualquiera con memoria en el baloncesto.

El técnico de los 757 partidos, el tercero en el ránking histórico de la ACB tras Aíto García Reneses y Pedro Martínez, dirigirá al equipo de Lugo, que aporta a esta historia lo que tiene de cuento de Navidad. Ahí empezó para la élite Luis Casimiro hace 32 años, como segundo de Ricardo Hevia, el mítico entrenador del Breogán, fallecido en enero de 2022. Estaba Ricardo en sus horas finales de lucha, el Betis ganó al Burgos y ante los medios compareció Luis Casimiro. “No quiero despedir esta rueda de prensa sin antes dedicar esta victoria. No soy mucho de dedicatorias, pero quiero dedicarla a Ricardo Hevia. Ricardo Hevia, para mí, es un amigo, ha sido siempre un amigo, fue un maestro, me enseñó muchísimo, me dijo la verdad de este negocio cuando yo no era nadie… Y ahora está luchando entre la vida y la muerte…”. Rompió a llorar. Apenas añadió un “se lo decido a él”, y se marchó a la carrera Luis Casimiro, su nombre artístico. Aunque tiene apellido, no crean, el más grande de los entrenadores sin estirpe. Ni ex jugador de, ni formado en la cantera de, ni hijo ni hermano, ni Palomovic… Al contrario: Colegio Ramón y Cajal de Puertollano, el propio Puertollano; Almodóvar (con los que se fueron de Puertollano), Don Benito…

Si esos pueblos quedan lejos de la élite del baloncesto, qué decir de Villamayor de Calatrava, 600 paisanos en La Mancha, donde nació en 1960, donde hay unos jardines a su nombre y donde, desde el pasado domingo, también hay unas pistas en honor al hijo de Pelayo y Matilde. Luis nunca se ha ido del todo de allí, ni de Puertollano, ni de ningún sitio. Estuvo en el Etosa Alicante en Segunda, y volvió en ACB; dos etapas cubrió también en Valladolid, en Fuenlabrada, en el Betis. No todo fue supervivencia. También gozó. Del Unicaja (por duplicado), del Gran Canaria o del Pamesa; vistió del Estudiantes -ya en colapso, pero firme en ACB- y de un Zaragoza sin la grandeza de otro siglo. Salvó a muchos cogidos como este Breogán, de un brinco, y otros muchos se empinaron a sus órdenes. No solía hacerlo peor que sus sucesores. Sólo le faltó… Tal vez el apellido.

Nunca se hizo carne en la agenda del Real Madrid, del Barcelona, del Baskonia o de la selección. Pasó noches, como la de este 3 de diciembre de 2024, aguardando una llamada que parecía posible. Pero no llegó. Tenía que ser el Breogán, para volver a empezar.

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