En 2015, la Federación de Fútbol de Serbia se frotaba las manos. Tenía una generación de futbolistas que había logrado proclamarse campeona de Europa Sub-19 y, dos años después, del Mundial Sub-20. Había base para construir un futuro que permitiera soñar al menos en las próximas tres grandes citas y competir con la emergente y talentosa Croacia, que se estaba quedando con el foco heredado de la antigua Yugoslavia. Sin embargo, no lo logró.
Entre aquellos campeones estaban Veljkovic, Milinko-Savic, Zivkovic, Grujic o el ex del Getafe Maksimovic, a los que se unirían Tadic, Mitrovic, Jovic o Lukic. Muchos de ellos vestirán la camiseta de la selección nacional esta noche ante España, pero no han podido evitar que aquellas esperanzas se convirtieran en batacazos.
Serbia cayó en la fase de grupos en la siguiente gran cita, el Mundial de Rusia, no se clasificó para la Eurocopa 2020 y tampoco pudo superar la fase de grupos en Qatar, lo mismo le ocurrió en la pasada Eurocopa en un grupo con Inglaterra, Eslovenia y Dinamarca.
El propósito ahora es iniciar una transición en la que muchos jugadores, como Tadic o Mitrovic, se irán quedando en el camino y aparecerán nuevos liderazgos. Uno de ellos será el de Lazar Samardzic, que a sus 22 años asombró con un gol maradoniano en Nápoles para recordar al mundo que había estado en la agenda de grandes clubes europeos, y se permitió el lujo de decir «No» cuando llamaron a su puerta.
A Lazi lo reclutó Serbia por motivos sentimentales, como ocurre en muchas ocasiones con los balcánicos. Hijo de los migrantes que dejó la guerra, nació en Berlín y se crió viendo los partidos del Hertha en el Olympiastadion antes de vestirse esa camiseta y debutar con el primer equipo con 18 años, en 2019.
Centrocampista creativo, entre el carril del 8 y la cercanía al área del 10, llamó la atención por su creatividad y su efectividad, que le llevó a marcar 14 goles en sus primeros 16 partidos con el equipo Sub-19. Para entonces, Alemania ya lo había cazado. «Asumía la responsabilidad y demostraba una inteligencia futbolística superior», reconocían sus entrenadores en el Hertha.
No sólo lo veía la Manchstaff, sino también los grandes clubes. Con 16 años, el Barça le fue a buscar. Lo hizo Patrick Kluivert, entonces captador de talento para la Masía. «Nos explicaron el proyecto que tenían para mí, pero mis padres pensaron que era demasiado joven, demasiado pronto», ha dicho el jugador. Eso le privó de jugar en su equipo favorito, al que veía cada semana, y de poder conocer a Messi, a quien admira y en quien se fijaba tanto como en De Bruyne o David Silva.
Al año siguiente fue el Milan quien lo intentó. «Paolo Maldini nos invitó a pasar una semana allí y a conocer todas las instalaciones», recuerda, pero el resultado fue el mismo: no se movió de Berlín hasta que tuvo 19 años y lo fichó el Leipzig en la temporada 20/21.
En el este de Alemania coincidió con Dani Olmo en el vestuario y en la posición. El catalán, casi tan joven como él, era un tapón para su crecimiento y acabó con tan pocos minutos que fue traspasado al Udinese por tres millones de euros.
Para entonces ya había tomado una de las decisiones más trascendentes de su vida: pese a hacer defendido la camiseta de Alemania desde la selección sub-16 a la sub-21, iba a jugar con Serbia. «No fue fácil, pero lo hice porque toda mi familia es serbia. Cuando juego con esa camiseta me siento diferente. Es muy emocionante», confiesa el futbolista.
El salto a Italia le hizo crecer, marcar goles, alguno definido como «glorioso», como el que logró en el Armando Maradona de Nápoles driblando a un rival tras otro en el área cuando su equipo iba perdiendo 3-0. Asombró a todos y su temporada en el Udinese llamó la atención de los mejores equipos. En este caso, fue el Inter quien intentó anticiparse en el verano de 2023.
Pasó reconocimiento médico, se pactaron sus condiciones, pero su padre desautorizó a la agente que las negoció en el último instante, rompiendo así el acuerdo.
Su destino acabó siendo el Atalanta, que pagó 20 millones por su traspaso. Gianpiero Gasperini le reservaba un hueco en su equipo, como lo hace el seleccionador serbio, Dragan Stojkovic, para liderar un cambio de época.