Daniil Dubov e Ian Nepomniachtchi acordaron no disputar la victoria y fueron sancionados, así perdieron la oportunidad de ser campeón en el Mundial de ajedrez relámpago
Los tableros están revueltos, incluso embarrados. 2023 ha sido un año convulso, en el que el ajedrez mundial ha vivido una extraña sucesión de polémicas que no parece tener fin. Ajeno a casi todo, aunque hace poco fue multado con 10.000 euros por su episodio con Hans Niemann, Magnus Carlsen ha ampliado su leyenda en Samarcanda. Con sus dos nuevos títulos, de partidas rápidas y relámpago, certifica su superioridad a cualquier velocidad y suma 17 coronas en su carrera. La suya sí que es la ruta de la seda.
Por desgracia, no es de lo que más se ha hablado en la histórica ciudad de Uzbekistán. Tampoco del oro conseguido por dos ajedrecistas rusas, Anastasia Bodnaruk en ajedrez rápido y Valentina Gunina en el llamado blitz. Ni siquiera el espectacular papel de varios niños ha acaparado los principales focos.
Que un Mundial absoluto lo disputen varios chiquillos de entre ocho y 10 años (el lector ya conoce a Faustino Oro) y que todos ellos hayan derrotado a varios maestros merece un análisis aparte.
El último episodio negativo lo protagonizaron los rusos Daniil Dubov e Ian Nepomniachtchi, quien perdió precisamente contra Carlsen la gran ocasión de su vida de proclamarse campeón del mundo. Cuando les tocó enfrentarse en la undécima partida relámpago, acordaron tablas sin luchar, una práctica tan fea como extendida, que ninguna federación ha conseguido erradicar.
Esta vez, sin embargo, estaban con el ánimo gracioso y en lugar de hacer unos pocos movimientos de rutina antes de firmar el empate se les ocurrió poner en práctica un extraño baile con sus caballos. La broma duró 13 saltos por cabeza. Lo más difícil para los grandes maestros era aguantar la risa.
Los equinos recorrieron el tablero, juguetones, antes de regresar a sus casillas de origen. Después de un rato de partida, si alguien llegaba en ese momento y tomaba una foto, pensaría que no se había movido ni una pieza.
Los árbitros no hicieron nada en directo, pero cuando acabó la ronda siguiente comunicaron la decisión de dar un cero a cada jugador. Ambos recurrieron, pero el comité de apelación certificó el castigo, que para muchos es incluso insuficiente.
El árbitro principal, Ivan Syrovy, explicó que era evidente que los jugadores habían pactado el resultado antes de jugar. Incluso apareció un vídeo en el que se les escuchaba planear su pequeña fechoría. Nepo y Dubov apelaron, pero no tuvieron éxito en su reclamación y, desde luego, no consiguieron el favor de la opinión pública especializada.
¿Qué hacer con las tablas?
Algún gran maestro expresó su «decepción» con sus colegas y el noruego Jon Ludvig Hammer opinó que deberían haber sido expulsados del torneo. El compatriota y amigo de Carlsen explicó que normalmente no se puede saber si un empate ha sido amañado, pero en este caso estaba claro que jugaron movimientos inferiores a propósito, lo que prueba sus intenciones.
Dubov demostró además una falta de combatividad alarmante durante todo el torneo. Contra su compatriota Vladislav Artemiev llegó a hacer tablas en solo dos jugadas y ahí no intervino ningún juez. Pese a todo, el ruso acabó en los primeros puestos y fue el único que discutió a Carlsen el triunfo hasta el último suspiro. Sin el medio punto que perdió por hacer la niñería con Nepo habría estado más cerca de ganar el Campeonato del Mundo.
El incidente ha reavivado el debate sobre el daño que hacen las tablas cuando no son el resultado verdadero de una lucha igualada. Algunos proponen diversas fórmulas para que una partida no pueda terminar en empate, pero la Federación Internacional no ha encontrado la solución perfecta. Los defensores de los empates arguyen que algunos son auténticas obras de arte, como puede ocurrir en un 3-3 en fútbol, por ejemplo.
Quienes justifican incluso las tablas sin lucha argumentan que la culpa es del sistema, porque contra determinados rivales ganar exige demasiados riesgos. En algunos torneos se ha cambiado la puntuación y se dan tres puntos por la victoria y uno por el empate, pero el modelo tampoco se ha impuesto.
El ambiente en Samarcanda ya estaba caliente, por otro lado, porque la jugadora de Países Bajos Anna-Maja Kazarian fue multada con 100 euros por incumplir un código de vestimenta que ya fue criticado desde que la FIDE lo hizo público. A la ajedrecista, una modesta maestro FIDE que trabaja sobre todo como streamer, le preguntaron si podía cambiarse los zapatos porque eran «extraños» y considerados como deportivos.
Lo peor de esta decisión es que la FIDE lucha por que el ajedrez participe como deporte en los Juegos Olímpicos, pero luego castiga el calzado demasiado deportivo. «Esto es ridículo», asegura la jugadora de Países Bajos, mientras varias de sus colegas aseguraban que varios ajedrecistas masculinos no habían sido multados pese a jugar también en zapatillas o con otros incumplimientos de vestuario.