Por primera vez en un Mundial, el nombre de las nueve sedes del torneo se publicitaban, además de en inglés, en las lenguas indígenas de los dos países anfitriones.
Australia y Nueva Zelanda presionaron con éxito a la FIFA para que las banderas de las llamadas “Primeras Naciones” ondearan también en los estadios. En Nueva Zelanda, se realizaba una llamada tradicional karanga, un saludo de bienvenida que hacen las mujeres maoríes, antes de cada partido. Mientras, en Australia, las ceremonias previas al juego incluyeron otra bienvenida al país por parte de los ancianos aborígenes.
Más que en cualquier otra competición internacional anterior, este Mundial ha destacado por incluir y exhibir las culturas indígenas, que llevan enfrentando siglos de discriminación y abandono desde la colonización británica en 1788.
“Mi pueblo, los Noongar, fueron despojados violentamente de sus tierras por los británicos y después esclavizados. Hoy en día, todavía hay mucho racismo en los medios y en la sociedad. Enfrentamos serios problemas de derechos humanos, incluida la separación de los niños de sus madres, las altas tasas de encarcelamiento de los aborígenes, en particular niños y jóvenes, en condiciones que son muy inhumanas”, explicaba en una reciente carta a la ONU Hannah McGlade, activista y representante del pueblo Noongar.
Australia celebrará este año en su Parlamento un histórico referéndum para decidir si introduce en su Constitución por primera vez los derechos de los aborígenes. De ser así, las tribus australianas, cuyos ancestros llevan viviendo en el país al menos durante 60.000 años, serán reconocidas por primera vez en la Carta Magna. Además, tendrán derecho a ser consultados por el Gobierno a la hora de tomar decisiones y poner en marcha proyectos de ley que puedan afectar a sus comunidades.
La jefa del fútbol femenino en la FIFA, Sarai Bareman, celebraba el viernes que este Mundial era el más inclusivo de la historia. Esta ex futbolista de ascendencia holandesa y samoana, se crió en Nueva Zelanda y fue quien impulsó los cursos capacitación sobre “sensibilización de las culturas indígenas” que recibieron muchos directivos de la FIFA antes del comienzo de la competición.
Pero no todos están contentos. Los organismos de fútbol indígena de base más grandes de Australia, el Fútbol Indígena de Australia (IFA) y el Consejo Australiano de Fútbol Indígena (AIFC), que sacan de las comunidades más rurales y pobres a chavales para formarlos en escuelas deportivas, denuncian que a ellos no les ha caído nada de un fondo de 357 millones de dólares australianos (327 millones de euros) que se repartirá tras el Mundial. Este está dedicado a hacer crecer el fútbol en el país de Oceanía después del fenómeno social que han sido las Matildas, el apodo del combinado nacional, que ha dado la sorpresa ocupando el cuarto puesto del torneo.
“A pesar de la cultura indígena omnipresente, el simbolismo, las ceremonias tradicionales y la celebración de nuestra identidad como algo de valor central para el fútbol, ni las autoridades del país, ni tampoco la FIFA, han comprometido un solo dólar a organizaciones dirigidas por indígenas“, decía una carta firmada esta semana por los dos grupos.
Con toda la atención que se ha puesto en aprovechar el gran evento deportivo para reivindicar y enseñar al mundo la riqueza de la cultura indígena, se entiende el revuelo que causó el polémico vídeo de cuatro futbolistas de la selección española imitando en tono de humor la haka neozelandesa.
Se llevó muchas críticas de medios locales y aficionados que consideraban que estaban burlándose y banalizando la danza maorí. Al final, la capitana Ivana Andrés se disculpó con los ancianos y los miembros de una tribu en Palmerston North, la ciudad neozelandesa donde La Roja se encontraba durante la fase de grupos.