Los nombres de 2022
La escaladora Elnaz Rekabi y la ajedrecista Sara Khademalsharieh compitieron sin hiyab tras las revueltas contra la República Islámica por la represión de los derechos de la mujer. Las protestas llegaron hasta el Mundial Qatar, con los futbolistas mudos ante el himno de Irán.
Quitarse un velo, desprenderse de los miedos que las invisibilizan desde 1979. Miles de mujeres iraníes llevan desde septiembre desafiando al régimen teocrático de la República Islámica de Irán y a la ley que les obliga a cubrir su pelo en público. No hacerlo las enfrenta desde 1983 a penas de cárcel y represalias que se extienden a sus familias. A las melenas anónimas se han sumado las deportistas que han llevado la reivindicación a primera página, como la escaladora Elnaz Rekabi y la ajedrecista Sara Khademalsharieh.
El 16 de octubre, frente al muro de un rocódromo en Seúl, la vida de Elnaz Rekabi cambió para siempre. La escaladora iraní vio cómo la imagen de su coleta negra al viento en plena competición en los Campeonatos Asiáticos daba la vuelta al mundo para desatar una oleada de elogios, pero también de miedo. El gesto de la atleta, intencionado o casual, llegó cuando en las calles de su país, miles de mujeres desafiaban al régimen y se quitaban el hiyab. La fuerte contestación a la teocracia de los ayatolás instaurada en 1979 se desató tres semanas antes con la muerte mientras estaba bajo custodia policial de Mahsa Amini, una joven de 22 años que fue arrestada por no portar el velo de manera correcta. Las protestas masivas en el conjunto del país alcanzaron una dimensión histórica y Elnaz Rekabi se convirtió en uno de los símbolos, aunque no el único.
La escaladora ha trepado más muros de los que exige su deporte. Comenzó a competir con 12 años, siguiendo la estela de su hermano, se convirtió en la primera iraní en participar en la Copa del Mundo y la cumbre la alcanzó a los 33 con la medalla de bronce en Campeonato del Mundo celebrado en Moscú en 2021. Su mejora tiene obstáculos, ya que no tiene competidoras de su nivel en su país que la hagan crecer en su día a día y tiene prohibido entrenar con hombres. Rekabi está obligada a medirse contra sí misma y sus circunstancias.
Conocedora de la ley que las obliga a participar en las competiciones con brazos, piernas y cabello cubiertos, tuvo que diseñar su propia ropa. Nunca muestra todo su pelo suelto, aunque suele entrenar con una diadema ancha o una braga cubriendo parte de la cabeza que a veces deja entrever un cabello que se atreve a tintar mechones de morado o azul. En las competiciones internacionales solía ser más estricta.
Desaparición y ‘olvido’
Su gesto en Seúl fue interpretado por la comunidad internacional como una muestra de apoyo a las mujeres de su país. Sin embargo, ella lo matizó después. Si fue voluntariamente o forzada es algo que no ha desvelado. Rekabi estuvo desaparecida tres días después de aquella competición y medios como la BBC llegaron a publicar que incluso que había sido recluida en la embajada.
Lo cierto es que a su regreso a Teherán fue recibida como una heroína. Allí la estaban esperando los medios gubernamentales para que repitiera lo que horas antes había publicado en sus redes: donde muchos vieron un gesto político no hubo más que un «accidente». «Me avisaron con poco tiempo, me estaba calzando y me olvidé del hiyab», aseguró la escaladora. Solo ella sabe lo que ocurrió y si el miedo acabó matando las ansias de contestar a la represión.
Sin embargo, a la caída del velo de Rekabi se repitió en otras deportistas. A la tiradora con arco Parmida Ghasemi se le cayó el hiyab en una entrega de trofeos a mediados de noviembre y no hizo ningún gesto para colocárselo. Poco después lo tuvo que explicar. «Fue un simple malentendido. Mi familia y yo no tenemos, ni hemos tenido nunca, ningún problema con el hiyab. Quería disculparme», publicó en redes.
No dejó lugar a la duda la ajedrecista Sara Khademalsharieh. La joven de 25 años apareció sin el velo en el Mundial de partidas Rápidas que se disputa en Kazajistán. Su federación, sorprendida, se apresuró a confirmar que participaba «de modo independiente» y que nunca había incumplido las leyes. A ese desafío ha seguido la deserción: Khademalsharieh se instalará en Madrid junto a su marido, el cineasta Ardeshir Ahmadi, y su hijo. Sigue así el ejemplo de otras ‘maestras’ que huyeron a EEUU o Francia y compiten bajo otra bandera.
Los derechos de la mujer se han reivindicado también por hombres. Gestos hicieron los internacionales de waterpolo, fútbol-playa y los futbolistas de la selección de Irán a las órdenes de CarlosQueiroz en Qatar. Todos decidieron guardar silencio durante la interpretación del himno oficial de la República de Irán, los primeros en el campeonato en Bangkok, los segundos en la Copa Intercontinental en Dubai y los últimos en debut ante Inglaterra en el enorme escaparate deportivo que es el Mundial.
Condena a muerte
El silencio de los once jugadores retransmitido en directo devolvió a primera plana unas protestas que, según la ONG Iran Ruman Right, han provocado la muerte de 469 personas y 39 más se enfrentan a condenas a muerte. Entre ellos el jugador Amir Nasr Azadami. La noticia de su condena a morir en la horca provocó protestas de activistas, gobiernos como el Colombiano y de FIFPRO, el sindicato que agrupa a 65.000 futbolistas profesionales de todo el mundo. Irán, a través de su embajada en Colombia, aclaró que el jugador está pendiente de juicio acusado de pertenencia a un grupo armado que habría matado a tres agentes de Policía. La amenaza de la horca está presente.