“Sólo hay un azul más bonito que el del cielo, el de la camiseta de la selección nacional”. Usa Luciano Spalletti (65 años) un lenguaje zalamero para alentar las esperanzas de los italianos en una Eurocopa a que la que llegan con su vieja autoridad resquebrajada, inmersos en un mar de dudas y bajo un estricto régimen de concentración impuesto por el seleccionador toscano para evitar distracciones. Italia es la vigente campeona, sí, pero los pilares de un calcio que reverdece en Europa se ven azotados por el tránsito que vive la Nazionale. “Somos los protagonistas del sueño de todo italiano que, de niño, dejaba la escuela para ir a jugar al fútbol toda la tarde. Les he dicho a los jugadores que somos héroes y gigantes”, añadía.
El relevo generacional se está haciendo costoso y, aunque el futuro no se ve con pesimismo con los títulos europeos para la Sub-19 y la Sub-17, hay que mirar de reojo a este grupo de jugadores que tiene como líderes a Donnarumma, Jorginho y Barella. “Italia está subestimada”, viene advirtiendo Gianluigi Buffon, convertido en jefe de delegación y enlace con el vestuario, una especie de hermano mayor con 21 años de experiencia en selección.
Y es que más allá de los números, Spalletti apunta también a la actitud. Con mano de hierro, intenta que nadie descarrile. Su primera decisión: regalar cada jugador el bestseller de James Kerr sobre el legado que dejó el éxito de los All Blacks. Leer es de lo poco que no está prohibido o limitado en la concentración. No se permiten PlayStations individuales en las habitaciones, no están permitidos los auriculares y sólo se puede usar el móvil y las redes antes del desayuno y la cena y la distracción quedará restringida a la sala de juegos con ping pong, billar, futbolín y una máquina de pinball de los 80. “Se viene a la Nazionale a ganar la Euro, no el Call of Duty“, advirtió en marzo, cuando dejó fuera de Scamacca por su comportamiento en las citaciones.
“El mayor reto de mi carrera”
“Quiero concentraciones de antes, con viejas conductas. Si no saben a qué jugar ya les inventaré un juego, pero aquí no entran gilipollas», insistió. Ha rebajado esa tensión en los últimos días. “Hay dos PlayStation modernísimas en la sala de juegos, incluso yo he jugado. Subiré fotos a redes sociales y lo veréis. Pero por la noche hay que descansar, como dicen los psicoanalistas”. Spalletti ejerciendo de padre para que los resultados lleguen, empezando por hoy ante Albania, donde un fallo sería imperdonable. “Italia está lista”, advertía Donnarumma. Necesitan crecer en este campeonato y creer en que la vieja Italia no se ha esfumado.
Se refugian en el campeonato de Europa para lamerse las heridas que la han dejado fuera de los dos últimos Mundiales (Rusia y Qatar) y expulsada con vergüenza en la fase de grupos de los dos anteriores (Sudáfrica y Brasil). A esos varapalos le siguieron el apretón de dientes que les ha servido al menos para acabar entre dos ocho mejores equipos continentales y alzar el último título. Sin embargo, después vino el vapuleo de Argentina en la Finalissima, el tropezón de la Nations League y la regeneración en el banquillo. “Este es el mayor reto de mi carrera, aquí están en juego los sentimientos de todos los italianos”, confesó Spalletti y buena muestra de ellos es que el camino hacia Alemania fue tortuoso y el pasaporte se logró sobre la bocina.
Emparejada con Inglaterra, lograron la clasificación directa gracias a la diferencia de goles ganada con Ucrania tras cuatro victorias, dos empates y dos derrotas. Y lo que es peor, sólo 16 goles a favor, muy lejos de los números de Portugal (36), Francia (29), España (25) o Inglaterra (22). La comparación con la clasificación para el torneo de hace cuatro años evidencia el problema: entonces los azzurri no cedieron ni un punto y marcaron 37 goles.
Atascados con el gol
Aún así, Spalletti aventa optimismo y alerta a España y a Croacia de que puede repetir sorpresa. “Vamos a Alemania a ganar, no a participar. Nos lo pide nuestra historia. Podemos estar a la altura de Inglaterra, Francia, España y Alemania”, no dudaba en advertir estas últimas semanas. Después, encerrado en Coverciano y alimentándose de pescado -“porque el fósforo ayuda al cerebro”, recuerda-, da vueltas a una fortaleza defensiva discutible, a la recuperación in extremis de Nicola Barella, duda para el debut, y, sobre todo, a cómo solventar lo que es el talón de Aquiles: el ataque.
Sólo Chiesa se mantiene del grupo de campeones pero sus nueve goles en la temporada han llevado al seleccionador a mirar más allá. El foco en Scamacca, delantero de Atalanta y máximo goleador nacional de la Serie A con 12 tantos, y Retegui del Genoa con nueve dianas. De momento el atacante de la Dea quien ha tomado ventaja en los partidos de preparación. “Ha crecido mucho en el último período y le felicitamos: es completo y lo tiene todo”, dijo antes de mandarle un mensaje: “Si atacas la portería 10 veces, a lo mejor te llegan cinco balones; pero atacándola 20, a lo mejor te llegan 10”. Y es que durante la preparación, Italia sólo ha marcado un gol a Bosnia y fue del centrocampista Frattesi.
Albania será la primera prueba de fuego. “Tenemos que demostrar quiénes somos, que no nos asusta un partido de fútbol”, añadió un Spalletti que debuta “con una emoción fantástica y nada tóxica”.