Septiembre. Terminando de construir la plantilla, Unicaja Málaga se planteó fichar a otro pívot, Olek Balcerowski, que venía del campeón de la Euroliga, Panathinaikos. Ibon Navarro veía un problema en tener tantos jugadores: «No sé gestionar a siete tíos por dentro. No sé cómo lo voy a hacer. Tendré que aprender». En la queja llevaba implícita la honestidad de que el reto le tenía que hacer aplicarse más. Su club le mandaba un mensaje de ambición, el problema del entrenador era tener que apañarse con más recursos, no con menos. Que es lo normal.
El éxito del Unicaja de las últimas temporadas es acertar en la línea deportiva, acertar en el gestor del banquillo y en algo vital, una estabilidad económica ante renovaciones al alza. Los trofeos revalorizan jugadores, poder seguir firmando extensiones significa incrementar salarios con el riesgo de la acomodación. No ha sido así. Esta Copa del Rey la han ganado con tres partidos solventes, acabando con una final brillante. Ni un desenlace igualado, raro de ver en el baloncesto de alto nivel europeo.
El Real Madrid se reforzó con dos NBA hace pocas semanas, uno de los dos no ha participado y el músculo interior africano que tiene el equipo de Chus Mateo se ha visto superado por la puntería lejana de los malagueños. Ajustes del rango muy largo. Ajustes de identidad múltiple. Las plantillas largas de equipos ganadores implican pérdida de un estilo definido para buscar lo impredecible. Que es como mejor se guerrea la batalla del contraespionaje de los scoutings. Haremos esto por ellos hacen esto otro… El Unicaja de la semifinal fue diferente del de la final, con líderes anotadores opuestos.
Alberto Díaz vuelve a levantar otra Copa y se convierte en el rostro más reconocible de una era pelidorada para un equipo donde su presidente no quiere jugar Euroliga, pero sin duda esa debería ser la siguiente estación de un grupo de deportistas y cuerpo técnico que pueden medirse con los mejores del continente.
Real Madrid, Barcelona y Valencia salen golpeados de esta Copa del Rey. Cada uno con sintomatología distinta. Unicaja vuelve a salir vencedor con el santo grial del tiro de tres anotado en racha y sacando a los gigantes de la zona. Esto es un juego de humanos grandes, no sólo de tamaño físico. La grandeza de Ibon Navarro fue mostrarse bastante como es una persona, con dudas y dificultades. Y las superó, supo cómo jugar con una plantilla larga y con siete pívots. Además de jugar contra la presión de volver a ganar. Ibon supo.
Una anemia hemolítica autoinmunitaria es una enfermedad rara, tan rara que en la mitad de los casos no se llega a determinar la causa. Por un virus, la reacción a un fármaco o un coágulo, el cuerpo destruye sus propios glóbulos rojos, la sangre deja de transportar oxígeno y ¡plof! Ainhoa López, precisamente Ainhoa López, se desmayó el 24 de mayo del año pasado justo al llegar a casa de sus padres en Barcelona. Después de pasar por un linfoma de Hodgkin en 2022, la temporada pasada había vuelto a brillar como escolta del Spar Girona, en lucha por la Liga Femenina y la Eurocup hasta las semifinales, pero en cuanto acabaron los partidos se le agotaron las fuerzas. A sus 27 años tenía que iniciar otro largo camino, esta vez con un paso por la UCI y un cumpleaños en el hospital incluido, para volver a las pistas.
La semana pasada lo consiguió con cinco puntos ante el Osés Construcción que le supieron a vida. «Fue muy emotivo, sentí mucho cariño, y las sensaciones fueron buenas. Me encontré con más confianza de la que pensaba», reconoce López a EL MUNDO en el pabellón de Fontajau de Girona, donde todos los que pasan la felicitan y animan. Con dos graves dolencias ya derrotadas, a ver quien la para ahora.
¿Hasta el desmayo no notaba síntomas?
No notaba gran cosa. Al acabar la temporada me quedé entrenando una semana más en Girona y me notaba cansada, tenía dolores de cabeza, pero hasta que no llegué a casa de mis padres no me desmayé. Supongo que fue supervivencia, algo instintivo. Me iban bajando los glóbulos rojos y yo no lo sabía, casi ni me daba cuenta. Un hombre debe estar sobre los 15 de hemoglobina; una mujer, alrededor de los 12; y cuando llegué al hospital yo estaba a 3,5. Había riesgo de todo, me podía haber desplomado en cualquier momento.
¿Cuál fue el tratamiento?
Estuve ingresada en la UCI del Hospital del Mar y me hicieron 12 transfusiones de sangre hasta que los médicos dieron con el click de cómo frenar la anemia. Me hicieron muchas pruebas, muchísimas pruebas. Fue sobrevivir cada día, luchar hasta encontrar la medicación adecuada. Ahora, cada vez que me preguntan, intento animar a la gente a que donen sangre porque a mi me salvó la vida.
¿Ahora le limita de alguna manera? ¿debe seguir medicándose?
Estuve todo junio ingresada y al salir sí debía seguir una pauta de medicación, pero ahora ya no me medico. Sólo tengo que seguir controles mes a mes y, de momento, todo en orden. Me ha costado mucho ponerme en forma esta temporada porque quise volver muy rápido, me hice una fractura de estrés en el pie izquierdo y fue un tormento. Tenía unas ganas locas de volver a pista, pero tenía que quedarme en el gimnasio. Veía a mis compañeras jugar y yo ahí, haciendo ejercicios de fuerza. Fue duro porque, además, es una de esas lesiones en las que das dos pasos adelante y uno hacia atrás. Por suerte ahora ya me encuentro totalmente recuperada y sin secuelas.
¿La anemia hemolítica tenía relación con el linfoma de Hodgkin que sufrió hace tres años?
Cuando me llevaron al hospital fue lo primero que pregunté. Era mi principal preocupación. Pero después de todas las pruebas se descartó. La anemia fue el resultado de un proceso vírico, le puede pasar a cualquiera. Supongo que si me hubiera ocurrido de aquí a 10 o 15 años ni lo hubiera pensado, pero era inevitable relacionarlo con tan poco margen de tiempo. Lógicamente me venía a la cabeza la pregunta: «¿Cómo puede ser que me vuelva a tocar algo tan grave tan pronto?».
El diagnóstico del 18 de enero de 2022
Hija de Manuel López, que jugó al baloncesto en el Santiago Apóstol de L’Hospitalet, y de Loli Rodríguez, una de las pioneras del Barcelona de fútbol, Ainhoa López tuvo que escoger entre papá y mamá y lo tuvo claro. A los seis años ya formaba parte de el Club Bàsquet Grup Barna y después saltaría al Sant Adrià para destacar en categorías inferiores -fue subcampeona del mundo sub’16 con España- hasta debutar en Liga Femenina con el Spar Girona con apenas 19 años. Varias universidades de la NCAA le ofrecieron becas, pero decidió hacer carrera en España. Después de pasar por modestos como el Zamarat de Zamora y el Ensino Lugo, era titular en el Barcelona de Liga Femenina 2 cuando llegó un diagnóstico que no olvida.
«Fue el 18 de enero de 2022, siempre lo recordaré. Me empecé a notar unos bultitos en el cuello y fui al médico porque me insistía mi madre. Estuve unas semanas esperando a saber qué era y realmente yo seguía entrenando y jugando como siempre. Hasta que no tuve que parar a tratarme no me di cuenta de lo grave que era», rememora. Durante varios meses estuvo sometiéndose a sesiones de quimioterapia y radioterapia mientras seguía a sus compañeras que luchaban por ascender. Al final las dos alegrías llegaron juntas. El conjunto azulgrana subió a Liga Femenina y poco después, el 8 de julio, «remisión completa», el cáncer de López ya no existía. Su recuperación fue tan extraordinaria que poco después volvió a llamar el Spar Girona, uno de los cuatro mejores equipos españoles, junto a Valencia Basket, Perfumerías Avenida y Casademont Zaragoza
La autocompasión es normal en su caso. Es lógico pensar: '¿Por qué siempre me pasa a mí?'.
Obviamente cuando estaba en la UCI por la anemia no entendía por qué me había vuelto a tocar. Pero ya está, son cosas que pasan. Ahora digo que soy como un gato, que tengo siete vidas y sólo he gastado dos. Me quedan cinco. Tendréis que aguantarme mucho más tiempo. Sigo vivo y muy agradecida por haberme recuperado. Especialmente a la sanidad pública porque realmente la he utilizado.
¿Nunca se ha planteado dejarlo?
Ser deportista profesional implica un entrenamiento exigente y mi madre sí me lo sugirió, pero le respondí que ni de coña. No se me pasa por la cabeza. El baloncesto es mi pasión y lucharé lo que haga falta para seguir jugando. Si yo viera que me estoy haciendo daño, me retiraría, pero según los doctores no tiene nada que ver. Lo que me da rabia es que algo se tuerce siempre cuando estoy jugando mejor. La temporada pasada acabé muy bien, con mucha confianza, me notaba con chispa y tuve que volver a parar durante muchos meses. Pero resisto.
David RamirezAraba
¿Se nota diferente como jugadora después de todo lo vivido?
Diría que no. Tengo mi juego, mi carácter y sólo necesito más entrenamientos, más partidos, más ritmo competitivo. Me caracterizo por ser una jugadora explosiva, una luchadora, y esa personalidad sigue ahí.
Como le pasó recientemente a Tomás Bellas, ex base de Gran Canaria o Fuenlabrada que superó un linfoma de Hodgkin, todo el baloncesto se vuelca para apoyar.
Es normal. Cuando compartes una experiencia así, la gente empatiza contigo y realmente te intenta ayudar. Yo ahora en todos los campos siento mucho cariño, eso de que el baloncesto es una gran familia. Quiero devolver ese amor en la pista y ayudar estas entrevistas para dar visibilidad. Como deportistas podemos hablar de temas que muchas familias viven en silencio.
Hacía años que el Real Madrid no experimentaba un lavado de cara semejante y de ahí los interrogantes. Que la Supercopa Endesa, donde no perdía un partido desde hacía siete años, no ha servido para mitigar. Los blancos arrancan el curso hoy (18.30 h.) en La Coruña ante el recién ascendido Leyma y el jueves visitan al Bayern en el comienzo de la Euroliga. La trituradora de partidos en la que desde hace tiempo devino el baloncesto continental ya está en marcha y la exigencia, evidentemente, no mengua. Aunque, de momento, el mensaje que traslada Chus Mateo mientras pide un refuerzo es claro: "Necesitamos tiempo".
Un mercado abierto para el Madrid porque, cuando ya estaba su plantilla a punto perdió de forma inesperada a Guerschon Yabusele, pieza clave. El francés dejó un buen pellizco en la caja con su vuelta a la NBA después de su impresionante despliegue en los Juegos, pero también un hueco enorme. Antes, los blancos, que nada más terminar el curso tuvieron que solventar el culebrón Hezonja, habían perdido a tres de los veteranos sin los que nada se entendería, Sergio Rodríguez, Rudy Fernández (ambos retirados) y Fabien Causeur. Pero también al crecidísimo Vincent Poirier (Carlos Alocén, que apenas contó tras superar su grave lesión, ha fichado por el Gran Canaria).
En su apuesta por la continuidad desde que ya hace 13 años comenzara la era Laso, que después ha mantenido de manera brillante Chus Mateo, cada verano la plantilla sufría un par de pinceladas. Sin ir demasiado lejos, hace un año apenas Facundo Campazzo fue la única cara nueva, aunque en realidad no lo fuera, pues regresaba tras su experiencia fallida en la NBA. Por eso no es que se perciban alarmas en el club, pero si expectativas y quizá ciertas dudas por cómo va a funcionar todo ahora. "Este año no va a ser tan fácil como el pasado porque hay cambios", avisa el entrenador. "Hemos perdido a jugadores importantes", lanzó un Alberto Abalde del que sin duda se aguarda un paso adelante (fue renovado).
Feliz, Abalde y Llull, durante la Supercopa.ACB Photo
Hubo cuatro fichajes y en ellos recaen las incógnitas. Porque, menos el veteranísimo Serge Ibaka, los otros tres nunca han experimentado la exigencia de competir al máximo nivel Euroliga. Andrés Feliz, que hace apenas tres temporadas estaba jugando en LEB Plata y que protagonizó un asombroso estallido en el Joventut, y Xavier Rathan-Mayes, un norteamericano de 30 años bajo el radar (en las últimas siete temporadas ha estado en 14 equipos) que se hartó de meter puntos el año pasado en el Enisey Krasnoyarsk de la liga rusa, ni siquiera han debutado en la máxima competición continental, el destino imposible de esquivar por el Madrid, que perdió la pasada final contra el Panathinaikos. Usman Garuba, otro de vuelta de una NBA en la que pasó desapercibido, llegó a disputar 53 partidos de 2019 a 2021.
Evidentemente, ellos no van a tener la responsabilidad de ser el core del equipo de Mateo. "No necesitamos héroes, sino gente que nos ayude", ha admitido el técnico, que usó la palabra "piernas", es decir, energía y frescura. La responsabilidad de mantener la pujanza del equipo blanco recae, básicamente, en cinco jugadores a los que sumar la sabiduría y la excepcionalidad del capitán Llull. Son Campazzo, Tavares, Musa, Hezonja y Deck. "Se fueron jugadores importantes y nos toca mantener el legado", admitía el argentino, MVP del pasado título ACB.
A sus 33 años, el Facu es el motor (lo volvió a demostrar en Murcia) pero también ya ocupa el vacío dejado por el Chacho y Rudy en cuanto a carisma. Antes de la Supercopa valoró a cada una de las caras nuevas. Y ninguna mejor descripción que la suya.
Rathan-Mayes: "No lo conocía tanto, aunque me había enfrentado a él. Me acuerdo de que nos costó mucho defenderlo. Cuando se rumoreaba su fichaje, me puse algún vídeo de él y, después de verlo entrenarse aquí, es un jugador de tremenda calidad, con muchos puntos, que la pasa bien y puede llevar la pelota. Defiende intenso y dispone de muchos recursos".
Andrés Feliz: "Me encanta porque es supercompetitivo y ganador, pone al equipo por encima de la individual, lo que encaja perfecto en el Madrid. Es duro en los entrenamientos y eso me gusta mucho, quiere ganar, se le ve".
Serge Ibaka: "Es un profesional, está 24/7 en el club para entrenarse, para ayudar a los jóvenes... para todo. Sabe lo que representa jugar en el Madrid".
Usman Garuba: "Es un conocido de la casa que le ha pasado lo mismo que a mí, que ha regresado y se ha encontrado con la dinámica anterior. Eso le ha resultado fácil, aunque quizá le cueste en los primeros meses porque después de dos o tres años en la NBA las cosas son diferentes. Su energía y juventud son valiosas".
También está Hugo González, que debería disponer de los minutos que demanda su calidad, aunque las perlas no siempre tienen su espacio en el Madrid. Y ese fichaje para el que no paran de salir rumores (el último, el de Dylan Osetkowski), aunque Mateo sigue valorando dónde necesita su equipo reforzarse: "No hay prisa".
Dzanan Musa y Mario Hezonja aguardaron en mitad de la pista el chaparrón de la enésima derrota, conversando como si supieran de qué se trata, qué es lo que no funciona en este Real Madrid que les debe pertenecer. La sensación es ahora de equipo quebrado, sin alma y sin solución. El Zalgiris, ese rival habitualmente propicio, fue también demonio, de pesadilla en pesadilla hasta el hundimiento: hay que mirar muy abajo para encontrar a los blancos en la tabla de clasificación. [83-92: Narración y estadísticas]
Fue una noche de pura frustración. De protestas y técnicas, de Chus Mateo expulsado en el tercer cuarto. Pero, sobre todo, fue una noche de completa inferioridad ante el rival. Los lituanos dominaron cada resquicio del duelo, baloncestístico y mental. Arrollaron en la primera mitad impulsados por el acierto y la calidad de Lonnie Walker y ni sufrieron en la segunda entregados a Sylvain Francisco. Lo peor, de largo, es la sensación de aceptación del fracaso: la pitada de las tribunas del WiZink fue mínima tras la tercera derrota seguida, la novena en lo que va de curso europeo. Lo nunca visto.
El algoritmo de Chus Mateo demanda energía, actitud y acierto para volver a resolver problemas y ganar partidos, para ser la receta del éxito de hace no tanto. En vez de eso, el equipo se envuelve en la capa de incertidumbre y depresión, se autoconvence de su pujanza perdida (tan evidente que esa plantilla perdió mucho más que ganó este verano...), y se refugia en la paciencia, en lo largo del camino. Pero verse a finales de diciembre tan abajo, lejísimos de la cabeza de la Euroliga, no ayuda ni al colectivo ni a los señalados.
Y este Madrid que sólo ha ganado un partido a domicilio (en Barcelona tras dos prórrogas), se comprueba ahora sufriendo con cualquiera, perdiendo en la cancha del Asvel, o 19 (35-54) abajo en un ratito con el Zalgiris. Rivales que eran 'victoria' segura. Como para pensar en la Final Four.
Chus Mateo, camino del vestuario tras su expulsión.Kiko HuescaEFE
A Mateo se le ha agotado hasta el comodín de las lesiones. Con toda la plantilla al completo (Hugo González se quedó fuera de la convocatoria), afrontó al Zalgiris de Andrea Trinchieri -una de las revelaciones, la mejor defensa del torneo- tras dos derrotas seguidas en Europa interrumpidas el domingo por el alarde liguero ante Unicaja. Un espejismo. Ni atisbo de reacción, de algo que cambie el rumbo de la mediocridad, que propicie un despegue del que cada vez hay más dudas de que vaya a llegar antes de que sea demasiado tarde.
La puesta en escena fue aterradora. Si Walker IV acaparaba los focos, en el descanso ya acumulaba 21 puntos. No sólo era el talento del ex NBA que fue pretendido por el Madrid, era la actitud que tenía enfrente, una desidia defensiva que el Zalgiris aprovechaba para pasearse en el WiZink: el peor equipo ofensivo se marchó al descanso con 54 (una lluvia de triples) en su casillero ante un Madrid desencajado. Errores flagrantes, protestas, técnicas y sólo Llull asomando a base de orgullo.
Sin reacción
Ya el Efes hace unos días se zampó al Madrid en el Palacio en otra primera mitad para olvidar que ni la reacción posterior pudo tapar. Para remontar hay que creer, principalmente en uno mismo. Y a la vuelta, pese al 8-1 de salida, otra vez la desesperación, que se tradujo en la enésima técnica, en la expulsión de Chus Mateo y en un marcador que no menguaba pese a que Musa intentará ponerse la capa de súper héroe. En cuanto se sentaron Campazzo y Tavares, todo era fango.
Y ahí el Madrid se enredó como un elefante, lento, sin ideas, sin esa chispa que transformaba el Palacio en un lugar donde todo podía ocurrir. Ya no hay magia. Los blancos son un grupo en el diván que ni reacciona a las banderillas: dos triples más de los lituanos y la clase de Francisco hicieron arrojar la toalla. Otra noche para olvidar.