Gukesh se estrella contra el muro de Ding Liren en la partida más larga y emocionante del Mundial

Gukesh se estrella contra el muro de Ding Liren en la partida más larga y emocionante del Mundial

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El ajedrez clásico puede ser apasionante incluso cuando la partida acaba en tablas. Después de tres empates consecutivos sin demasiadas emociones, la séptima partida del Mundial que se celebra en Singapur, la más larga hasta la fecha, fue un espectáculo vibrante del que sale reforzado el campeón. Ding Liren estuvo contra las cuerdas, con muy poco tiempo en su reloj y tratando de sostener una posición que parecía a punto de resquebrajarse. En esos instantes, el gran maestro chino afinó y resistió de forma heroica. Modesto, aseguró después que estuvo a punto de rendirse cuando vio alguna de las jugadas de Gukesh. También dijo que «encontró» los recursos defensivos justo cuando los necesitaba, aunque en el tablero eso no sucede por casualidad.

Gukesh, que no ocultó su decepción, lo tenía todo a su favor, salvo la tenacidad de un rival que además fue valiente, aunque algunos lo critiquen por lo contrario. El indio no supo o no pudo rematar, pero no cometió apenas errores durante más de cinco horas y 72 movimientos. «Fue más difícil de lo que esperaba», admitió. También dijo que es frustrante no ganar una partida que se pone tan de cara, pero volvió a ser positivo y aseguró sentirse «satisfecho por haber superado a su rival».

Estamos en el ecuador del duelo, con empate a 3,5 puntos. Recordemos que Ding Liren, vigente campeón, ganó la primera partida y luego perdió la tercera. El resto han sido empates. El gran maestro indio era favorito antes de llegar a Singapur, pese a tener solo 18 años, y vio más cerca que nunca el sueño de convertirse en el campeón más joven de la historia. Le quedan otras siete partidas para culminar su hazaña.

Espectáculo en el tablero

La séptima fue emocionante porque Gukesh presionó y su rival no se arrugó. Cada uno usaba sus armas, más afiladas de lo que parece. No es sensato pensar que hayan cambiado su estilo como reacción a las críticas, no siempre justas, después de solo tres empates. En otros mundiales hemos visto sucesiones de tablas mucho más largas. En Singapur, salvo en una ocasión, el indio siempre ha buscado la victoria con blancas y el campeón tiene un certificado médico para no presentar batalla cuando no se siente con ánimo.

La apertura elegida por el aspirante fue inteligente. Encontró una idea interesante y sacó del libro a su oponente, que en la séptima jugada ya había gastado 35 minutos de los 120 que tienen los jugadores para hacer los primeros 40 movimientos. La gestión del reloj es su asignatura pendiente.

Los aficionados e incluso los grandes maestros se preguntan a veces por qué un ajedrecista capaz de jugar una partida entera en un minuto dedica veinte o incluso media hora a una sola jugada. Otros querían saber en qué piensa Gukesh cuando cierra los ojos recostado en su sillón, mucho más cómodo y grande que el de su oponente. El indio es aficionado a la meditación, mientras que Ding parece perderse en disquisiciones filosóficas. Comer o no comer un peón, esa es la cuestión más frecuente a la que se enfrenta. En general, decide con arrojo y se lo zampa. El campeón es un hombre herido, pero no se esconde.

En esas largas pausas para el espectáculo, los dos finalistas calculan como posesos. Son capaces de profundizar hasta niveles insondables para otros humanos, casi como las máquinas. La mayor diferencia entre ambos parece de preparación. Gukesh da la sensación de llegar mejor armado en los planteamientos, aunque esta vez también tuvo que improvisar desde bastante pronto.

Dudas en el remate

Cuando llegó la hora de rematar, quizá el indio vio algún fantasma y se quedó algo paralizado. Su ventaja era evidente, pero él necesita tenerlo todo bien atado, sin dejar nada al azar. Lo malo para sus intereses (y una suerte para la humanidad) es que en ajedrez a veces las posiciones son demasiado complejas y hace falta suplir esa incertidumbre con sentido práctico. Es lo que le falta a Ding a menudo, aunque en la última partida afectó también a Gukesh.

Tras algunos titubeos, el indio le lanzó por fin hacia la victoria, aunque ya con los relojes prácticamente igualados. Ambos tenían menos de un minuto por jugada y todo era dificilísimo. En esos instantes, el porcentaje de precisión descendió, como es natural, pero en contra de lo que sugieren los detractores, este Mundial se caracteriza por un índice elevadísimo de exactitud. Solo Vishy Anand, el padre ajedrecístico de Gukesh, había estado a esa altura en el pasado. Es interesante que Anand le ganara en 2008 la corona a Kramnik, justo quien más ha censurado a los finalistas en Singapur.

En los momentos decisivos, con los relojes temblando, Gukesh y Ding se enredaron un poco, pero las pequeñas imprecisiones culminaron con la maldición de la jugada 40, que pagó Ding Liren. A lo largo de la historia son incontables los sueños rotos justo en ese movimiento, el último del primer control de tiempo. El chino movió nervioso y paró el reloj cuando solo le quedaban 7 segundos. Justo a tiempo, pero no había tomado la mejor decisión.

Le quedaba por delante un final con aspecto de tortura. En ese momento, ambos jugadores reciben 30 minutos y un regalo añadido, 30 segundos cada vez que mueven. El ritmo es algo más relajado, pero ya era tarde para volver atrás.

Condenado a sufrir y de nuevo con menos tiempo, salvo en los últimos instantes, el campeón se resistió con una capacidad de sufrimiento admirable. El aspirante buscó mil vueltas para atravesar la muralla china, dispuesto a reescribir la historia. Después de 72 movimientos, sobre el tablero solo permanecían los dos reyes exhaustos y un alfil blanco, insuficiente para dar mate. Tablas de reglamento, espectaculares, de las que hacen afición. Queda por delante la segunda mitad del Mundial, con Ding fortalecido y Gukesh convencido de sus posibilidades.

kpd