La Scuderia regresa para ganar la edición del centenario tras una carrera loca, con 375.000 espectadores, que no se decidió hasta el final.
Las 24 Horas de Le Mans soplaron este año las 100 velas… y de qué manera. Después del abrumador dominio de Toyota en los últimos cinco años, que arrancaron con la victoria de un tal Fernando Alonso en 2018, la edición 2023 de la que está considerada como la prueba reina del automovilismo, no se decidió hasta los últimos compases. Y fue Ferrari, que regresaba a la cita francesa después de 50 años de ausencia y tras conquistarla nueve veces, quien se alzó con un reñidísimo triunfo gracias a Alessandro Pier Guidi, Antonio Giovinazzi y James Calado.
Porque después de horas y horas recorriendo los 13,8 kilómetros del circuito de La Sarthe, con medias de velocidad que rondan los 240 km/h por vuelta, la mañana del domingo había amanecido con menos de 20 segundos separando al hypercar #51 de la escuadra italiana del Toyota #8. Luego, la diferencia subió hasta casi el minuto y medio porque, presa del cansancio de su piloto y de esa maldad intrínseca que se aloja en los genes de Le Mans, el coche nipón sufrió una salida de pista, a menos de dos horas del final, que casi le cuesta el segundo puesto. En tercer lugar, el Cadillac #2 sorprendió cerrando un podio del que quedaron excluidos, aunque también lo pisaron (y llegaron a liderar) Peugeot y Porsche.
Aunque nadie quería vender la piel del oso antes de cazarlo, dado el dominio de Toyota en las pruebas previas del Mundial de Resistencia (WEC), Ferrari dio ya un puñetazo encima de la mesa logrando las dos primeras plazas en la clasificación del jueves. Cierto que también después de la última aplicación del llamado Balance of Performance, el sistema que intenta hacer más equilibradas las carreras y que había ‘castigado’ a los coches de Toyota con un sobrepeso de 37 kilos para la cita francesa.
Victoria de Albert Costa en LMP2
La pole position había sido para el Ferrari con el dorsal 51, con el español Miguel Molina entre su trio de pilotos y dispuesto a escribir su nombre en letras doradas junto a los de Alonso y Marc Gené, el primer español en triunfar en la prueba gala en 2009. Molina mantuvo las esperanzas hasta mediada la madrugada del sábado al domingo, cuando una serie de infortunios obligaron a su vehículo a pasar por boxes y arruinaron sus opciones, relegándole hasta la quinta posición final en la categoría reina.
Mejor suerte corrió el catalán Albert Costa, triunfador al volante de su Inter Europol entre los LPM2, el segundo escalón en la resistencia, después de haber dominado la competición durante su mayor parte. En el extremo contrario, Álex Riberas (Aston Martín, en la categoría GTE Am) tuvo que retirarse después de diversos incidentes que empezaron casi desde el comienzo.
De hecho, el caos fue la tónica dominante desde que, a las 16:00 del sábado, la estrella de Los Ángeles Lakers, LeBron James, diera la tradicional orden de arrancar los motores y el banderazo de salida. Las primeras horas de carrera fueron un cúmulo de coches de seguridad, salidas de pista y choques, con el agua terminando por volverlo todo mucho más loco, porque cayó menos de la que se pronosticaba, pero lo hizo solo en partes concretas del circuito que quedaban casi anegadas, mientras en otra lucía el sol. Comenzó así la habitual selección natural de esta prueba de resistencia, que no alcanzó la estabilidad en el liderazgo y en las estrategias hasta bien entrada la madrugada del domingo.
Ante la mirada de Elkann
El día amaneció con un calor pegajoso que no arredró a las hordas de miles de aficionados y espectadores que han llenado las instalaciones de este parque temático del automóvil los últimos tres días: hasta 375.000 visitantes se estima que han acudido, una cifra nunca antes vista y que, en ciertos momentos, hacía bastante complicado moverse, tomarse un refresco o, sencillamente, acudir a un baño público.
Entre esos visitantes, muchos ilustres, como Tom Kristensen o Jacky Ickx, ganadores de esta prueba en nueve y seis ocasiones, respectivamente; o Charles Leclerc, la estrella de la Fórmula 1 y que se llevó de largo las mayores ovaciones del público. Pero también se dejaron ver la plana mayor de Ferrari, con John Elkann (presidente) o Benedetto Vigna (CEO) respaldando su regreso a Le Mans; Akio Toyoda, presidente de Toyota; y Carlos Tavares, el mandamás de Stellantis. Gran amante de las carreras y también piloto, el directivo portugués se pasó la mayor parte del tiempo dentro del box de Peugeot, enfundado en el obligatorio mono y ropa ignífuga para todos aquellos (prensa incluida) que se movían por la zona del pit lane.
Los tiempos logrados en la clasificación no daban grandes esperanzas a la escuadra francesa, cuyo sorprendente bólido 9×8 carece del alerón posterior que llevan todos los demás. Sin embargo, llegó a estar en primera posición durante varias horas hasta que, reinando la oscuridad, el infortunio acabó con sus aspiraciones. Sólo uno de sus coches acabó y lo hizo en octava posición.
Visto como eran aclamados a lo largo de un circuito donde no cabía un alfiler, la difícil pero no imposible victoria de Peugeot habría sido el broche de oro a las celebraciones del centenario de Le Mans: conciertos de música de estrellas internacionales como Mika, espectáculos de fuegos artificiales combinados con drones luminosos que dibujaban figuras de todo tipo en el cielo, desfiles de modelos históricos que han ganado alguna de las 90 ediciones disputadas…. Y ruido, mucho ruido: el clásico estruendo de los coches compitiendo y el más moderno que producían el enjambre de helicópteros y aviones siguiendo la carrera o trayendo y llevando VIPs de forma incansable. Aunque el dominio de los cielos fue, un año más, para el tradicional (y silencioso) dirigible fletado por GoodYear.