Mundial de balonmano
Vence en cuartos del Mundial a la mejor Noruega de siempre (34-35) después de dos prórrogas y de estar prácticamente eliminada
Esta España es corazón. Seguramente también sea otras cosas, sea los hermanos Dujshebaev, su talento, sus brazos, pero sobre todo es corazón. Sólo un equipo con un corazón gigantesco, fogoso, entregado, puede volver de la muerte y volver así, con una victoria que será recordada. La generación actual ya ganó un bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio y dos Europeos, pero lo hizo bajo la protección de la anterior, de Raúl Entrerríos, Viran Morros y compañía. Esta vez, no. Su corazón, su inmenso corazón, pudo con la mejor Noruega de la historia en unos cuartos de final del Mundial (34-35) que tuvieron de todo.
La emoción del balonmano -¡del deporte!- se concentró en un partido eterno, con dos prórrogas, y un millón de acciones trascendentes. Aunque definitivas sólo hubo tres. Y qué tres. España estuvo eliminada, resucitó, estuvo clasificada, perdonó y finalmente, transcurridos 80 minutos, venció con un gol de Dani Dujshebaev.
Durante muchos años lamentará Noruega lo que ocurrió, porque nunca tuvo mejor equipo, porque nunca tuvo un mejor jugador que Sander Sagosen y porque nunca tuvo mejor oportunidad. Estaba en semifinales del Mundial y estaba lanzada. Pero cometió un error incomprensible. A falta de 20 segundos para el final del tiempo reglamentario, con el balón en sus manos, un gol a favor y un jugador más, sólo tenía que encadenar pases hasta agotar el reloj. Un pase, otra pase y un último pase. Falló.
Su extremo Kristian Bjornsen, un tipo infalible -nueve de nueve en lanzamientos-, decidió no dirigirse hacia la portería, correr para atrás y los árbitros señalaron pasivo. ¿En qué pensaba? En sólo tres segundos, España y su enorme corazón le hicieron llegar el balón a Dani Dujshebaev y éste empató para forzar la primera prórroga y cambiar su status. Hasta el momento el pequeño de los Dujshebaev, la promesa más brillante de la que ha disfrutado España -MVP del Mundial junior en 2017-, no había cumplido lo que prometido, en parte por culpa de sus dos lesiones de rodilla. Este miércoles se consagró.
El error propio
A partir de ahora su rol será otro porque ése no fue el único milagro que obró. Hubo uno aún más importante al final. Aunque antes España también tuvo que desaprovechar su propia oportunidad de ganar. No hubo tragedia, como le pasó a Noruega, pero sí hubo un error. Al final de la primera prórroga, la selección estaba en semifinales. Un golazo de Alex Dujshebaev, el otro héroe del encuentro, el jugador más maltratado por la defensa noruega, había puesto al equipo por delante (28-29), y el equipo tenía el balón en posesión, pero una perdida y un contraataque del propio Bjornsen forzaron otro empate y añadieron 10 minutos más al marcador. Ahí sí.
Al final de la segunda prórroga, con los penaltis como amenaza, Dani Dujshebaev elevo su brazo derecho hacia el cielo, lanzó por encima de tres jugadores noruegos y marcó el gol de su vida. Se acabó. Para lo que quedaba, 50 segundos más, sólo se necesitó corazón y eso sobra. Esta España es corazón, vaya si lo es.
El partido, cómo no, dejó muchísimas notas. A favor de España, su inapagable intensidad de su defensa, el ojo de Joan Cañellas a los 36 años, la movilidad de Adrià Figueras en el pivote, la certeza del extremo Ángel Fernández y, sobre todo, la genialidad de Jordi Ribera, el hombre del millón de tácticas. En contra de España, su malísima entrada en el partido, la falta de poso de Agustín Casado en el central, la ausencia de lanzadores que salgan desde el banquillo o los malos porcentajes de sus porteros en este Mundial. Pero todo eso ya da igual.
El corazón de esta España, de exagerado tamaño, a todo latir, puede con cualquier cosa y, a partir de aquí, quién sabe. La generación actual ya tiene su mayor victoria y quizá su único pero, su único pero verdadero, es que llegó en cuartos del Mundial. El próximo viernes, ante Dinamarca, será obligatorio otro ejercicio de puro corazón para llegar a la tercera final de la historia.