Sorpresa. El rey no iba desnudo, pero sí mal vestido. O no lo suficientemente abrigado, protegido de la envolvente humedad de la niebla, de la llovizna que la bruma exudaba y de los 10 grados de temperatura.
En la mañana del 17 de abril de 2023, Eliud Kipchoge, de 38 años de edad (cumplirá 39 el 5 de noviembre), doble campeón olímpico de maratón, plusmarquista mundial de la distancia, ganador de 17 de los 19 maratones que había disputado, tenía aún tres objetivos. Uno: conquistar en París 2024 su tercer oro consecutivo. Dos: ganar el maratón de Boston. Tres: hacer lo propio con el de Nueva York. Los dos únicos de los seis “majors” que le faltaban, luego de haber triunfado en Berlín, Londres, Chicago y Tokio.
Boston, en la 127ª edición de la prueba, la decana de los maratones comerciales, 10 años después de los atentados que lo tiñeron de sangre, le sigue faltando. Y, a la edad del keniano, quizás ya para siempre. Pareció que la carrera se le rendía de antemano. Kipchoge la rompió desde muy temprano y una docena de hombres tomó la cabeza. Había nombres destacados: Benson Kipruto, Albert y John Korir, Andoualem Belay, Evans Chebet, Gabriel Geay… De ese grupo saldría el vencedor. Kipchoge lo iba liderando, como si fuese exhibiendo sin alardes, pero sin dudas, su superioridad reconocida.
Reconocida, admitida, sí. Pero no aceptada. No, al menos, sumisa, resignadamente. Alrededor del kilómetro 30, tras un paso de 1:02:12 en el medio maratón, atacó el tanzano Geay. Y, de pronto, Kipchoge se quedó. No alteró la zancada. No rompió la figura. No crispó el gesto. Pero se quedó. En el acto. Sin remisión. No se repuso. No dejó ninguna rendija por la que se colase la esperanza.
Por delante, ya sin él, ocurrían cosas. Las habituales. Altibajos. Mareas internas que rompían las ya escasas filas, tornaban a reagruparlas en parte y con daño, y, en sucesivas depuraciones, desembocaron en un trío formado por Chebet, Geay y Kipruto. El podio, todavía incierto en sus jerarquías, parecía asegurado.
Un último acelerón dejó solo a Chebet, el vencedor en 2022. Traspuso la línea de llegada en 2:05:54, algo lejos del récord de la carrera a cargo de Geoffrey Mutai (2:03:02). Pero las marcas no importan en Boston. No son reconocidas por World Athletics, la Federación Internacional, a causa de las características del recorrido. Un sube y baja excesivo por el que los atletas trepan o en el que se zambullen.
Gabriel Geay hacía segundo (2:06:04). Y Benson Kipruto, un cercano tercero (2:06:06). Con la zancada intacta, pero más lenta, con el gesto igual de imperturbable, pero más fatigado, Kipchoge acababa en sexto lugar con 2:09:23. Su derrota abre la ilusión de que pueda estar en el maratón Trinidad Alfonso de Valencia, el 3 de diciembre. Si Boston ha alejado la posibilidad de completar los seis “majors”, quizás Kipchoge, desalentado, renuncie en noviembre a Nueva York y se decida por Valencia.
No se rebajaría en absoluto. Al contrario. Valencia alumbró el pasado año el segundo maratón más rápido de la historia con un aluvión de marcas soberbias. Especialmente la que le proporcionó el triunfo al keniano Kevin Kiptum: 2:01:53. Un registro que sólo se inclina ante el récord del mundo (2:01:09) que Kipchoge esculpió en Berlín en 2022 y el que, también en Berlín, en 2019, nos regaló Kenenisa Bekele (2:01:41).