El cardiólogo que trató al futbolista Dwamena: “Murió por una decisión personal, si no se hubiese quitado el desfibrilador Raphael seguiría vivo”

El cardiólogo que trató al futbolista Dwamena: "Murió por una decisión personal, si no se hubiese quitado el desfibrilador Raphael seguiría vivo"

Actualizado

Carta abierta del doctor Antonio Asso: “Es el final de una triste y previsible historia”

Raphael Dwamena en un partido de su selección contra EEUU.Jessica HillAP

El futbolista ghanés Raphael Dwamena, ex jugador del Levante y del Real Zaragoza, falleció el pasado sábado a los 28 años en Albania al desplomarse durante un partido. Sufría una arritmia cardiaca que le fue detectada y tratada mientras estuvo en la capital aragonesa durante la temporada 2019-2020.

Tras su fallecimiento, se han sucedido las muestras de condolencia y han sido muchos los testimonios que han recordado las cualidades humanas de Dwamena. Entre ellos, Antonio Asso, médico del Servicio de Cardiología del hospital Miguel Servet de Zaragoza, que tuvo que hacerle ver que sus problemas cardíacos eran incompatibles con la práctica del fútbol y, no sin esfuerzos por las reticencias del jugador, lograron colocarle un desfibrilador.

En una carta abierta dirigida a Heraldo de Aragón, publicada este lunes, Asso recuerda que conoció a Dwamena en octubre del 2019 cuando el doctor del Real Zaragoza, Irineo De los Mártires, preocupado por unos mareos que refería el jugador en los últimos partidos, solicitó su valoración. Meses atrás le habían colocado un diminuto monitor subcutáneo y “el registro era inequívoco sobre la relación de sus síntomas con unas graves arritmias ventriculares que se producían durante los partidos de fútbol”.

El cardiólogo señala: “Antes de comenzar a explicarle los hallazgos fui consciente de la trascendencia que mis palabras tendrían sobre este joven atleta africano -por aquel entonces en la élite económica y profesional- cuyo futuro como futbolista se desvanecía”. No obstante, “logramos convencerle de la imperiosa necesidad de implantarle un desfibrilador para al menos garantizarle la vida, a la par que desaconsejamos la práctica profesional deportiva”, continúa.

El médico explica en su misiva: “Insistí en que, según fuera evolucionando la enfermedad, en algún momento podríamos abordar el origen de la arritmia mediante alguna intervención de ablación, pero eso requería que se mantuviera vivo, y para ello era imprescindible el desfibrilador”.

Noble y sin aires de estrella

Antonio Asso cuenta también en su carta que, “Raphael era un gran chico, noble y de mirada limpia, sin aires de estrella. Depositó en nosotros toda su confianza, y tras implantarle el desfibrilador marchó fuera de España. A veces me solicitaba algún consejo puntual que yo respondía de buen grado, aunque era consciente que no escuchaba”. “Estaba empeñado en seguir su carrera profesional por encima de todo y acabé perdiendo la esperanza de influir en él”, añade.

Asso recuerda: “Hace un par de años me comunicaron que el desfibrilador le había salvado la vida al presentar una arritmia maligna que había sido correctamente tratada de forma automática por el dispositivo”.

Pero el doctor lamenta: “Posteriormente habíamos perdido el contacto. Hace un año supe por la prensa que había solicitado la retirada del desfibrilador implantado por nosotros y que finalmente se le había explantado (creo que en Suiza)”.

Sentencia que “era ya tarde, su decisión era irrevocable y ponía toda su responsabilidad en sí mismo y en la voluntad del Dios en que creía”. “Desde ese momento, fui consciente de que un día sucedería la tragedia que el sábado se ha consumado en un campo de futbol de Albania“, declara.

Para el especialista, Dwamena “ha fallecido como consecuencia de una respetable decisión personal, pero si no se hubiese explantado el desfibrilador Raphael seguiría vivo”. Añade también que: “año tras año, los avances tecnológicos ponen en nuestras manos nuevas herramientas para tratar mejor los graves problemas arrítmicos que padecía, y cabe especular -para el creyente- que esas técnicas son servidas por ese mismo Dios en el que Dwamena firmemente creía. Es el final de una triste y previsible historia”.

Y termina la misiva indicando que “a veces las noticias son confusas, y conviene aclarar para los miles de pacientes que llevan un desfibrilador y confían en la seguridad que aporta, que no ha fallecido alguien que llevaba un desfibrilador, sino alguien que no lo llevaba”.

kpd