Drazen Petrovic que estás en los cielos

Drazen Petrovic que estás en los cielos

Cartas deportivas

Opinión

Actualizado

Petrovic, durante un partido con los Blazers.EM

Treinta años de tu muerte. De casi todo hace ya 30 años, adaptando la letanía del poeta. Nuestras familias se conocieron bastante antes. Tu hermano Alexander no se acordará, pero en un partido de pretemporada en Palencia, a principios de los 80, mi hermana pequeña lo llamó “¡chulo!”, desde una silla de pista. Aza se volvió, le hizo el gesto de silencio con el dedo, con la mano paralela al suelo le advirtió que no tenía edad para decir esas cosas y la tuvimos llorando la mitad del viaje de vuelta. Mi hermano todavía le hace el gesto de vez en cuando cuando se viene arriba. En realidad ella sigue siendo la más ‘chula’ de la familia, con diferencia.

Recuerdo la mañana posterior a tu partido de la Copa de Europa de 1985 en el viejo pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Aquel recreo con varios de nosotros tratando de imitarte. Cogías el balón desde el lado derecho e iniciabas el baile de San Vito para que el defensor perdiera un poco el equilibrio. Inmediatamente cambiabas de mano por debajo de las piernas y con un salto y una parada en un tiempo ganabas el espacio para tirar desde cinco metros y meterla siempre. Ahora lo hacen los niños de 10 años de cualquier raza y latitud, mientras te gritan eso de “¡shake it!”. Pero los dos primeros blancos y europeos capaces de abusar así de los rivales en el uno contra uno fuisteis tú y Gallis. Y Nikos era medio americano.

Danny Ainge me dijo: ‘Una obsesión tan grande por mejorar no le tenía ni Larry Bird’

El invierno siguiente disputabas el Torneo de Navidad con Yugoslavia. Con las gradas todavía semivacías recuerdo tu calentamiento con el utillero pasándote la bola mientras tocabas la línea de medio campo tras cada tiro. Creí contar más de 20 triples sin un solo fallo. Cuando José Luis Sagi-Vela y mi padre llegaron con las coca-colas, no les vi muy convencidos con mi cuenta, la verdad.

Andabas ya triunfando en los New Jersey Nets (tras la etapa dura en Portland), cuando tu compañero en la Cibona, Danko Cvjeticanin, fichó por Estudiantes. Al ‘yeti’ le costaba entender lo poco que entrenábamos el tiro en España. Mike Hansen y yo le hicimos caso y estuvimos aquella temporada retándonos los tres casi cada entrenamiento. Al Yeti le conté una tarde 44 triples seguidos (sin correr a medio campo, eso sí); Mike llegó otra vez hasta 41. Tiempo después expuse aquella cuenta en un corrillo de ex jugadores y Epi tampoco se mostró muy convencido. He tenido muy mala suerte trasladando mis historias cuando tengo a los mejores cerca; la mayoría tienen ese carácter algo retador de mi hermana la pequeña, por eso habrán sido tan buenos, supongo.

Ya en este siglo, citando tu nombre en el momento preciso, Danny Ainge me regaló 10 minutos inolvidables. Era el General Manager de los Celtics, me choqué con él en un intermedio de un partido de la Copa del Rey, me presenté y se me ocurrió preguntarle por ti. Con esa mirada intensa, tan suya, jamás olvidaré su sentencia final, y sus ojos vidriosos: “Una obsesión tan grande por mejorar y por competir no la tenía ni Larry Bird, y no la he vuelto a ver desde entonces, créeme”. Danny tuvo suerte conmigo. Desde que te vi por primera vez con un balón en la mano, yo jamás había dejado de creer.

* Dedicado a la memoria de Jorge Sánchez, la persona que nos enseñó a entrenar y a cuidar nuestro cuerpo.

kpd