Novak Djokovic sigue jugando con el tiempo. A sus 38 años, este domingo sumó su título número 101 en el circuito ATP al imponerse en la final del ATP 250 de Atenas a Lorenzo Musetti por 4-6, 6-3 y 7-5 en un partido que duró casi tres horas. El golpe ganador le llevó al suelo, agotado, exhausto, pero después tuvo fuerzas para levantarse, gritar y romperse la camiseta en una de sus celebraciones más icónicas.
Después confirmó que no jugará las ATP Finals que empiezan este domingo, pero ante Musetti reapareció una certeza: sólo Jannik Sinner y Carlos Alcaraz pueden derrotarle. El italiano sufre en los momentos tensos y todavía debe mejorar, pero no deja de ser un Top 10 de 23 años con golpes y piernas para cualquier cosa. Pese a ello, el serbio fue superior.
Musetti empezó consistente y se llevó el primer set apoyado en un saque sólido y golpes profundos desde el fondo, pero poco a poco se fue deshachiendo. Djokovic, lejos de perder la calma, ajustó su estrategia: pese a la diferencia de edad, alargó los intercambios y obligó a su rival a tomar decisiones. Con el empate, el tercer set fue una prueba de resistencia. Hubo ‘rallyes’ inacabales y hasta 11 oportunidades de rotura entre ambos.
Con su victoria, Djokovic le robó un récord a Federer, el de títulos sobre pista dura (72) y, lo que es más importante para él, añadió valor al ATP 250 de Atenas, su torneo. El tenista más laureado de todos los tiempos es el dueño de la licencia de organización y esta temporada decidió alejarlo de Belgrado por su conflicto abierto con el gobierno de Serbia.
“Han sido tres horas de un partido agotador físicamente, superexigente. Lorenzo ha jugado realmente bien. El partido no era de nadie. Felicidades a él por su actuación y estoy muy orgulloso de mí mismo”, dijo Djokovic que poco después anunció su adiós de las ATP Finals. Su plaza como rival de Alcaraz será ocupada por Felix Auger-Aliassime mientras Musetti entrará como octavo participante.
Aquí nunca se falla. "Ya estoy feliz con lo que he logrado. Si consigo otra medalla, perfecto. Si no, estaré satisfecho igual", comentaba Saúl Craviotto antes de la ceremonia de inauguración de estos Juegos de París, pero... ¿Cómo creerle? A sus 39 años Craviotto venía sí o sí a por su sexta medalla olímpica junto a sus compañeros Marcus Cooper,Carlos Arévalo y Rodrigo Germade y se la colgó este jueves en la final K4-500: un bronce. Su 'Last Dance', su última clase magistral, para superar a DavidCal como español con más medallas de la historia: menudo honor. Ahora son dos oros, dos platas y dos bronces.
En el pantalán de llegada, sentado, lloraba de la mezcla de emociones: alegría, liberación y disgusto. Porque durante buena parte de la regata Craviotto, Cooper, Arévalo y Germade se vieron con el oro al cuello, la medalla que se le escapó en los Juegos de Tokio 2020 -fueron plata-, pero al final no pudo ser. Alemania, otra vez Alemania, adelantó para ganar y el segundo puesto fue para Australia, también en remontada. Pasaron cinco minutos hasta que Craviotto no levantó cabeza y lo hizo para aplaudir a otros españoles, en este caso, a Joan Antoni Moreno y Diego Domínguez.
Media hora antes de la final del K-500 que lidera Craviotto, Moreno y Domínguez había conseguido otro bronce en el C2-500 y ellos sí, estaban eufóricos, exultantes, viviendo el mejor momento de sus vidas. Viendo su celebración en el podio, Craviotto sólo podía animarse. De 24 y 21 años, en sus primeros Juegos Olímpicos, lograron el metal en una remontada que acabó en photo-finish. Durante toda la prueba fueron cuartos, pero el sprint final los llevó a emparejarse con varios rivales. Al final, con China muy destacada, la pareja italiana se llevó la plata, los españoles, el bronce y luego los dúos de Rusia, Alemania, Hungría y República Checa, todos en el mismo segundo.
Dos bronces en el piragüismo, dos medallas más para confirmar una certeza: lo intenta España en tierra, pero al final es un país de mar. En la historia de los Juegos Olímpicos pelean la vela y el piragüismo por ser el deporte con más medallas y este jueves resultó decisivo. Se hundió el 470 de Jordi Xammar y Nora Brugman y florecieron el C2 500 y el K4 500. Ahora, por las 22 conseguidas sobre un barco, quienes reman cuentan con 23 con cinco oros, 10 platas y ocho bronces. La tradición es profunda, más en las aguas tranquilas, donde ya triunfaba Herminio Menéndez o Luis Gregorio Ramos en hace 50 años y ahí siguen, con el relevo de David Cal hace no tanto y ahora con Saúl Craviotto, elevado a los cielos, el olímpico español más laureado de la historia, pese a su disgusto.
La sede: el Romanos Resort de Costa Navarino, en el Peloponeso griego, un hotel de tantísimo lujo que no sólo cuenta con un campo de golf, cuenta con dos, y hasta 14 restaurantes.
Los candidatos: siete en total, con un español Juan Antonio Samaranch Salisachs, un favorito, Sebastian Coe, y una única mujer, Kristy Coventry.
Los votantes: únicamente 111 miembros, desde aristócratas como la princesa Ana del Reino Unido o príncipe Alberto de Mónaco a ex deportistas como Paul Tergat, Pau Gasol o Federica Pellegrini pasando por dirigentes de múltiples federaciones internacionales y hasta una actriz, Michelle Yeoh, ganadora de un premio Oscar en 2023.
Las elecciones a la presidencia del Comité Olímpico Internacional (COI) se deciden este jueves (a partir de las 15.00 horas) con el deporte mundial en vilo y a través «del sistema más sigiloso y opaco que existe», según definía estos días la agencia AP.
Las restricciones del proceso
Después de la sorpresa por la renuncia de Thomas Bach a seguir al frente cuatro años más, el movimiento olímpico vivirá una tensión desconocida desde 2013 y lo hará con el secretismo de un cónclave papal. La reunión no será retransmitida y responderá a las restricciones impuestas por el COI durante todo el proceso electoral. Los candidatos no pudieron publicar videos de campaña, ni viajar para reunirse con los votantes, ni tan siquiera participar en debates entre ellos y apenas tuvieron oportunidades para presentar sus programas.
El actual presidente, Thomas Bach.FABRICE COFFRINIAFP
«Me he reunido por Zoom con todos los candidatos y he podido hablar con ellos, pero oficialmente sólo hubo un acto pre-electoral, en la sede del COI y a puerta cerrada», desvela a EL MUNDO uno de los pocos votantes castellano-hablantes, que reclama anonimato por miedo a infringir alguna regla.
El pasado 30 de enero, los siete aspirantes realizaron un discurso de 15 minutos en la sede del COI de Lausana, donde no se permitió la emisión en vivo de los mismos y tan siquiera que los asistentes entraran con teléfonos móviles. Además, no hubo preguntas de los miembros a Samaranch, Coe y compañía. «Si yo fuera el presidente, creo que sería un poco más flexible», comentó uno de los candidatos, el príncipe Feisal al Hussein de Jordania, quien también exigió más oportunidades de hablar: «El mundo tiene derecho a saber quiénes nos postulamos y qué representamos».
«Hay que tener en cuenta que todas las votaciones en el COI son personales y secretas. Votamos electrónicamente y nunca se sabe a quién ha votado a cada uno. Además va por rondas: empiezas los siete y se elimina el menos votado, siguen seis, luego cinco y así. Sólo se acaba si un candidato logra el 51% de los votos. La tensión va creciendo durante todo el proceso. Porque, además, somos muy pocos. Hay 111 miembros, pero los candidatos no pueden votar, ni tampoco los que procedan de su mismo país. Por poner un ejemplo, hasta que no eliminen a Samaranch, Pau Gasol no podrá votar», comenta un votante a este periódico de los que no tendrá permitido el voto al principio. En primera ronda, con todos los aspirantes en liza, sólo podrán escoger 95 miembros lo que establece la mayoría en apenas 48. ¿Qué decidirá? No se sabe.
Coe, el máximo favorito
Como siempre se han ido creando diferentes grupos de interés, por continentes, por intereses, por idiomas, pero es difícil apuntar diferencias entre los distintos presidenciables. Coe ha marcado la campaña con su propuesta de incluir premios en metálico para los medallistas, una idea que el resto han rechazado. Según las entrevistas concedidas a los medios por unos y otros, no hay programas realmente rompedores más allá del anunciado por Morinari Watanabe, un outsider, que busca que los Juegos Olímpicos se disputen en sedes divididas por los cinco continentes al mismo tiempo.
Juan Antonio Samaranch jr., este miércoles, en la Asamblea.Thanassis StavrakisAP
La candidatura de Samaranch, de hecho, se basa en la continuidad del mandato de Bach, del que es vicepresidente primero desde 2016. La conquista del público joven es su principal preocupación, con alguna novedad, como permitir a los deportistas que utilicen vídeos con derechos en sus redes sociales. Su máximo rival es Sebastian Coe, aunque con un censo tan limitado y tan heterogéneo todo es posible. Coe, presidente de la World Athletics y del comité organizador de los Juegos de Londres 2012 -un ejemplo dentro del olimpismo-, mito del atletismo, tiene el perfil perfecto para el cargo y sólo su favoritismo le puede jugar en contra. Especialmente porque se sabe favorito.
Bach ha apoyado internamente a Coventry para que el COI sea dirigido por una mujer por primera vez desde su fundación en 1894 y el resto de candidatos, como el francés David Lappartient o el sueco Johan Eliasch, supondrían una exagerada sorpresa. En todo caso, el Comité Olímpico Internacional escoge este jueves nuevo presidente con el silencio como protagonista.
Los siete candidatos
Juan Antonio Samaranch
Barcelona (España). 65 años. Miembro del COI desde 2001 y vicepresidente primero desde 2016. Ingeniero con un MBA, entró en el deporte a través de la Federación Internacional de Pentatlón Moderno, pero sobre todo vinculado a su padre, presidente del COI desde 1980 y 2001. Es el candidato continuista de la actual Directiva, aunque Thomas Bach no le ha prestado apoyo directo, más bien lo contrario.
Sebastian Coe
Londres (Reino Unido). 68 años. Miembro del COI desde 2020, cuando ya mostró su intención de presentarse a presidente. Leyenda del atletismo, desde 2015 preside su Federación Internacional, donde intenta una modernización, no sin polémica. Es el favorito por ese papel en el atletismo -el deporte más importante del olimpismo-, por su perfil público y por el poder anglosajón.
Kirsty Coventry
Harare (Zimbabue). 41 años. Miembro del COI desde 2013 y ex presidenta de su Comisión de Atletas. Campeona olímpica de natación, dueña de dos de los tres oros de la historia de su país, es su actual Ministra de Deportes. De ser escogida sería la primera mujer presidenta y la primera africana. Bach le ha dado apoyo interno y, por su juventud, podría cumplir los 12 años de mandato máximo.
David Lappartient
Pontivy (Francia). 51 años. Miembro del COI desde 2022, preside el Comité Olímpico de Francia y la Unión Ciclista Internacional. Político de Los Republicanos, el partido de Chirac y Sarkozy, hoy venido a menos, ha intentado atraer el voto africano prometiendo que allí se celebrarán unos Juegos Olímpicos. Su perfil, muy parecido al de Coe, le convierte en una posibilidad: si hay un ganador sorpresa, será él.
Feisal al Hussein
Ammán (Jordania). 61 años. Miembro del COI desde 2010 como presidente del Comité Olímpico de su país. Hermano pequeño del rey Abdullah II de Jordania, ingeniero y con un máster de administración de empresas como Samaranch, practicó la lucha libre y a partir de entonces se vinculó con el deporte. En las entrevistas ha subrayado que los presidentes anteriores fueron europeos o estadounidenses, reclamando "más puentes" entre oriente y occidente.
Morinari Watanabe
Kokura (Japón). 66 años. Miembro del COI desde 2018 y presidente de la Federación Internacional de Gimnasia desde 2016. Hijo de un sobreviviente de la bomba atómica en Hiroshima, fue dirigente de AEON, una cadena de supermercados japonesa, y entró en el deporte como patrocinador de la Copa del Mundo de gimnasia, el deporte que había practicado de joven. Su propuesta es la más rompedora y seguramente la más improbable.
Johan Eliasch
Djursholm (Suecia). 63 años. Miembro del COI desde 2024 como presidente de la Federación Internacional de Esquí (FIS) desde 2021. Banquero muy relacionado con el Partido Conservador británico, dueño de la marca Head, es el candidato que lleva menos tiempo recorriendo los despachos del olimpismo mundial. En las entrevistas él mismo ha admitido que le sorprende ser uno de los posibles sucesores de Bach.
En Barcelona, en Madrid, en Roma y en sus entrenamientos en Roland Garros antes de su debut este lunes ante Alexander Zverev (sobre las 16.00 horas, Eurosport), multitud de aficionados se agolpaban allí por donde pasaba Rafa Nadal para despedirlo. Desde su comunicado en la primavera del año pasado, la mayoría del público había aceptado que se retiraba, que este 2024 abandonaría para siempre el Grand Slam francés y que disputaría sus últimos partidos en los Juegos Olímpicos de París, pero no estaban en lo cierto. ¿Quién lo desmintió? El propio Nadal.
Primero, las semanas anteriores, con timidez y finalmente, este sábado, con rotundidad el vencedor de 22 Grand Slam lo negó todo. «No quiero obligarme a decir que este es mi último Roland Garros. No quiero cerrarme puertas. Estoy disfrutando del tenis, viajando con mi familia y no sé cómo responderé si juego con menos limitaciones», comentó en la sala de prensa de la Philippe-Chatrier, su casa. Una alegría para su público. O no. Porque Nadal sueña con jugar otra temporada, pero también reconoce que cualquier contratiempo, cualquier 'crec', cualquier dolor, le devolvería al abismo de la retirada. El equilibrio es incierto. El español deshoja y deshoja la margarita de su futuro, pero la flor todavía no le responde. No es el momento.
YOAN VALATEFE
«Le entiendo. Se sigue notando motivado, en los entrenamientos se encuentra bien y piensa que no hace falta retirarse, pero luego en los partidos su físico le lastra y cambia de parecer. Un día ve el sol y el otro, las nubes y así es difícil tomar una decisión firme. Hay que pensar que Rafa no se retira porque quiere, se retira porque su cuerpo le obliga. Eso es muy importante», analiza en París, Alex Corretja, dos veces finalista aquí, ahora comentarista del segundo Grand Slam de la temporada para Max y Eurosport, que lo emitirán al completo.
Fuerte en los entrenamientos
Quien fuera número dos del mundo recoge así las percepciones del entorno del propio Nadal que asegura que su nivel físico está por encima de lo mostrado en los últimos partidos. La cruda derrota ante Hubert Hurkacz en segunda ronda del Masters 1000 de Roma fue muy desconcertante. Pero ya lo había sido la dificultad para vencer a Zizou Bergs en el estreno del torneo. Nadal entonces venía de una semana de entrenamientos a altísima intensidad, con un set de práctica ganado a Stefanos Tsitsipas, y se entendía capaz de más.
Ahora, antes de Roland Garros, también llega después de derrotar en entrenamientos a rivales de la talla de Sebastian Korda, Stan Wawrinka, Daniil Medvedev y Holger Rune, por lo que ni él mismo deduce qué pasará. El trabajo de los últimos meses podría florecer, vencer a Zverev y abalanzarse sobre el torneo como hizo tantas veces. O podría caer pronto, hacerse daño y entender que sí, que ahora ya, que toca decir adiós.
Sin homenajes en París
En ese funambulismo se mantiene desde hace más de un año. Un continuo sí, pero no. «Mi intención es que 2024 sea mi último año», dijo en marzo de 2023 cuando se apartó de las pistas, pero unos meses después, en septiembre, ya recuperado de su operación de cadera, se retractó: «No puedo asegurar que 2024 será mi último año». Ausente del Masters 1000 de Montecarlo, este curso tampoco se despidió del todo del Trofeo Conde de Godó y el Masters 1000 de Roma y sólo fue tajante sobre su última participación en el Mutua Madrid Open, un torneo hacia el que siente amor y odio. Nadal nunca ha dicho que éste será su último año en Roma.
ALESANDRO DI MEOEFE
«Creo que en 2025 jugará en Montecarlo y en Roma, pero dependerá de cómo le vaya en los próximos torneos», aseguraba esta semana Paolo Lorenzi, ex jugador y director del torneo italiano, que recordaba también que al español le queda calendario esta misma temporada. Porque Nadal se ha inscrito en Wimbledon -aunque es improbable que juegue- y ha confirmado que estará en la Rod Laver Cup de septiembre.
Su indecisión ha impedido que Nadal reciba homenajes oficiales más allá del que vivió en Madrid y tampoco habrá actos parecidos en Roland Garros. Pese a la escultura que luce esplendorosa a la entrada de la Philippe-Chatrier, el español podría abandonar el torneo parisino sin más, pues así lo ha pedido él. «Teníamos algo planeado, pero quiere dejar la puerta abierta, así que no le presionaremos. Puedo confirmar que no habrá homenaje este año», comentaba ayer la directora de la competición, Amelie Mauresmo, que confía en que, llegado el momento, la afición parisina improvise una despedida a Nadal a su altura.