Baloncesto
Selección española
El ala-pívot del Gran Canaria, que este jueves estará con España en las Ventanas en Islandia, regresó al club de Vilanova i la Geltrú cuando no pudo seguir en La Masia. De ahí, a Bélgica, EBA, LEB Plata, LEB Oro y, finalmente, ACB. “Me lo he tenido que currar mucho”, confiesa
Entre las muchas rutas hacia la cima, donde tantos sueños se esfuman por caprichos del destino, niños que apuntaban al cielo, Miquel Salvó afrontó una vía única. No se recuerda un caso como el del ala-pívot del Gran Canaria, un habitual ya en la selección española en estas Ventanas FIBA -este jueves se enfrenta a Islandia (20.45 h.) con el billete ya sellado para el Mundial-, pues ha pisado cada una de las categorías del baloncesto nacional hasta llegar a la ACB.
“Ha sido un camino totalmente diferente al resto. Otros quizá tocaron la elite más pronto. Pero esto yo no lo cambio por nada del mundo”, confiesa. Literalmente, Miquel partió desde el equipo de su pueblo, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) -allí regresa cada verano, donde trabaja su evolución en el pabellón que le vio ‘nacer’-, escalón a escalón, EBA (Cornellá), LEB Plata (Tarragona), LEB Oro (Oviedo) y… “Cuando mi agente me comunica que tengo contrato ACB… Recuerdo que estaba con mis amigos en una terraza, tomando algo en mi ciudad. Y fue increíble, me puse nervioso, me preguntaban qué me pasaba”, admite ahora un tipo que ya conquistó títulos europeos con el Burgos y que disputa la Eurocup con el Granca.
Aunque en el ascenso también hubo episodios de “frustración”, de los que marcan, porque no todo fueron sonrisas para un niño al que en infantiles reclutó el Barça -ahí se hizo inseparable de Oriol Paulí– y que, unos años después, tuvo que volver al CB Samà. Se planteó dejarlo todo. “Es duro que te digan que no, que no cuentan contigo en el Barça, cuando eres un niño. Se te viene todo encima”, rememora. “Pero yo me lo tomé con normalidad. Tenía ganas de volver a disfrutar como no hice en ese último año en el Barça, que se me estaba haciendo todo cuesta arriba. Dar ese paso atrás, volver a jugar con mis amigos, en mi ciudad”, cuenta quien, en otro giro del guion, pronto puso rumbo a Bélgica, al filial del Spirou Charleroi, donde tomó impulso para lo que estaba por venir.
Y llegó el Gipuzkoa y luego el Burgos y ahora el Gran Canaria. Y quedarse a un paso del Eurobasket y, por qué no, un Mundial este verano. “Sabes que está allí, que si algún día alguien falla o no hay más, pues eres el siguiente. Hay mucha ilusión de que llegue esa llamada y, en mi caso, dar un pasito más y participar en un gran torneo. Pero tampoco estoy obsesionado. Me conformo con lo que estoy viviendo, que es increíble”, proclama quien reivindica, porque forma parte de ella, a esa clase media que sostiene el legado de los Gasol y compañía. Y quien, por la travesía, nunca dejó los estudios, la otra vocación: “Si todo va bien en un año me saco la carrera (de Magisterio). De siempre me llama mucho la atención, de joven era monito de campus…
- ¿Qué lección le ha enseñado este camino?
- Que lo importante es la humildad y el trabajo. Porque me lo he tenido que currar mucho y rodearme de la gente correcta. Eso me ha hecho dar los pasos positivos, siempre hacia adelante. Me lo he tomado con mucha normalidad. Miro hacia atrás y es muy bonito.
- ¿Qué le diría a un jugador que puede estar en una situación parecida?
- Que no tenga prisa y que disfrute del camino. Que no se obsesione. Trabajar, ser humilde, no mirar por encima del hombro a nadie y saber siempre donde estás, quien eres, con los pies en el suelo.