Jordi Fernández será el nuevo entrenador de los Brooklyn Nets, aseguró la cadena ESPN, por lo que se convertirá en el primer técnico nacido en España al frente de un equipo de la NBA. Adrian Wojnaroswki, uno de los periodistas con mejores fuentes en la NBA, sostuvo en ESPN que el catalán, que ahora es técnico asistente en los Sacramento Kings además de seleccionador de Canadá, es la primera opción para el banquillo de los Nets.
Shams Charania, el otro gran 'insider' de la liga, detalló el pasado sábado en The Athletic que era uno de los tres candidatos junto a Mike Budenholzer (campeón de la NBA en 2021 con los Milwaukee Bucks) y Kevin Young (entrenador asistente de los Phoenix Suns).
Según Wojnaroswki, Fernández "ha emergido como la opción de los Nets para convertirse en el próximo técnico" distanciándose de sus competidores y "conseguirá el puesto de entrenador jefe de los Nets"
Fernández, que llevó a Canadá al bronce en el Mundial de baloncesto de 2023, es uno de los técnicos asistentes más valorados en estos momentos en la NBA y su nombre había sonado como posible entrenador jefe de alguna franquicia en los últimos años.
Sin ir más lejos, el de Brooklyn no es el único equipo que había pensado en él para la próxima temporada puesto que los Charlotte Hornets también le situaron a comienzos de este mes entre sus candidatos para ser su futuro entrenador.
"Esto al final va a llegar: tener prisa nunca ayuda y no tengo ansiedad por ser primer entrenador. Es ir paso a paso y va a llegar. Y cuando sea será", le dijo a EFE el de Badalona en una entrevista el pasado febrero.
"Todo suma. Los que no hemos sido primeros entrenadores en la NBA, al final también es importante que te vean en ese rol, sea donde sea. Yo he tenido el privilegio de hacerlo en la G League, ahora en un Mundial y en breve en unos Juegos Olímpicos", contó.
De 41 años, Fernández terminará la campaña con los Kings antes de tomar las riendas de Brooklyn. Sacramento (noveno del Oeste) juega este martes contra los Golden State Warriors (décimo) en el 'play-in'. El vencedor se medirá al perdedor del duelo entre los New Orleans Pelicans (séptimos) y Los Angeles Lakers (octavos) por el último billete al 'playoff'.
Unos Nets en busca de un nuevo rumbo
Los Nets, tras la disolución del 'superequipo' comandado por Kevin Durant, James Harden y Kyrie Irving, han firmado una pobre temporada que ni siquiera les ha permitido jugar el 'play-in' en el Este.
Los neoyorquinos han terminado la fase regular con un triste balance de 32-50 que les dejó como undécimos del Este.
Los Nets comenzaron la temporada con Jacque Vaughn en el banquillo, quien fue despedido en febrero. Kevin Ollie fue el técnico interino desde entonces.
Mikal Bridges es la figura de este conjunto en el que también destacan otros nombres como los del controvertido Ben Simmons, Cam Johnson, Cam Thomas, Nic Claxton, Dennis Schroder o Dorian Finney-Smith.
En Brooklyn también entrenó de 2016 a 2020 Kenny Atkinson, quien tiene la doble nacionalidad estadounidense y española. Fernández, en cualquier caso, será el primer entrenador jefe en la NBA nacido en España.
Fernández llegó a EE.UU. por primera vez en 2004 para asistir a un campus de verano y posteriormente trabajó en los cuerpos técnicos de Cleveland Cavaliers (entrenador de desarrollo de jugadores de 2009 a 2013), Canton Charge (entrenador de 2014 a 2016 de este equipo de la G League afiliado a los Cavaliers y ahora llamado Cleveland Charge) y Denver Nuggets (asistente de 2016 a 2022) antes de dar el salto a Sacramento como "associate head coach" a las órdenes de Mike Brown.
"Si mi buena labor me da esa oportunidad (de ser entrenador jefe), estaré preparado. Yo creo que soy y seré capaz de hacerlo", dijo a EFE en 2022.
La clave para que se instalara en EEUU fue cuando conoció a Brown, quien le ofreció un puesto con los Cavaliers "empezando desde abajo".
"Lo que es el sueño americano. Dejé todo en España, en septiembre me mudé y estuve aprendiendo y trabajando mucho", contó en esa entrevista este técnico que, a lo largo de su ya larga trayectoria en la NBA, ha trabajado en la cancha y los vestuarios con estrellas como LeBron James o Nikola Jokic.
Josh Lewenberg, periodista del medio canadiense TSN, compartió este lunes en la red social X la opinión del jugador Kelly Olynyk (Toronto Raptors y selección de Canadá) sobre Fernández.
"Ha estado desde hace mucho en el baloncesto. Tiene ese estilo europeo por el baloncesto, algo enorme porque esa es la manera en que está yendo este deporte. Es un gran líder, un gran comunicador y es muy inteligente", defendió.
A Derek Fisher (Little Rock, EEUU, 1974), Andrés Montes le llamaba El Reflexivo. Un base zurdo, experto defensor y con el carisma suficiente para liderar a los Lakers en dos de sus grandes y recientes periodos históricos. Tras ganar el Three Peat junto a Shaquille O`Neal y Kobe Bryant, sumó dos anillos más ya con Pau Gasol en el equipo. Disputó 18 temporadas en la NBA y sólo LeBron James ha jugado más partidos de playoffs que él. El que fuera presidente del sindicato de jugadores (NBPA) y brevemente entrenador de los Knicks, rememora esos momentos únicos para EL MUNDO.
¿Cómo recuerda su etapa en los Lakers junto a Pau y Kobe?
Fueron momentos muy especiales. Y los que realmente los hicieron así fueron estos dos seres humanos. Pau no sólo es uno de los mejores jugadores que jamás haya jugado al baloncesto, es también una de las mejores personas en la Tierra. Kobe también encarnaba un gran espíritu humano. Lograr grandes cosas en una cancha con estos tipos parte de la base de quienes son y lo divertido que fue trabajar con ellos cada día.
¿Cómo fue la llegada de Pau al equipo en 2008?
Yo había regresado a Los Ángeles en 2007, volvía a unirme a Kobe y a Phil Jackson, estaba Andrew Bynum, un pívot grande y joven que estaba mejorando. Lamar Odom, Luke Walton... teníamos piezas importantes. Cuando llegaron las noticias del traspaso de Pau en febrero de 2008, estábamos emocionados, pero no sabíamos cómo iba a encajar. Y recuerdo vívidamente su primer partido, en Nueva Jersey contra los Nets. Era cómo si hubiéramos sido compañeros durante años, como si hubiéramos jugado toda al vida. La fluidez con la que entró en nuestro sistema y cómo fue capaz de encajar en lo que estábamos haciendo ofensivamente, la forma en la que compartía y pasaba el balón, su capacidad para anotar. Fue un ajuste instantáneo. Con él, de inmediato teníamos una legítima opción de ganar el anillo.
Kobe dijo que usted fue su compañero favorito. ¿Qué era lo más impresionante de él?
Lo que más me impresionaba de la personalidad de Kobe es que nunca dejaba de querer aprender o de tener deseo de crecer. La mayoría de nosotros, cuando sentimos que dominamos algo o lo tenemos resuelto, lo mantenemos, no continuamos elevando el nivel de curiosidad más allá. Estar cerca de él cada día, viendo la forma en la que trató de encontrar formas de mejorar, aunque ya era uno de los mejores jugadores del mundo, fue realmente impresionante.
Con Shaq y Kobe, además de ganar tres anillos, no se aburriría...
Shaq fue la más feroz fuerza dominante de la historia de la NBA. Y al mismo tiempo, literalmente te hacía reír todos los días de tu vida. Sólo estar cerca de él, encontrarte con formas tontas de hacer reír a la gente y disfrutar estando a su lado.... Cuando piensas en lo que estábamos logrando, en los tres anillos seguidos, la presión y las expectativas eran muy altas. Afortunadamente no teníamos redes sociales en ese momento. El sentido del humor de Shaq nos ayudó a manejar esa presión, todas nuestras emociones. Era como dejar salir un poco el aire para poder seguir peleando por el anillo.
¿Cómo ve a los Lakers actuales [hoy, 21:30 horas, se enfrentan a los Cavaliers, Movistar+ y NBA League Pass]?
Si tienes a dos de los mejores jugadores del mundo en tu equipo tienes una oportunidad de ganar, eso seguro. Anthony Davis se ha mantenido sano y ha jugado de forma consistente como siempre. Cuando agregas eso a la eterna competitivdad de LeBron... Ellos dos se pueden enfrentar a cualquier desafío. Tendrán una oportunidad legítima. El problema es cruzarte contra los Nuggets en playoffs, un equipo que sabe mejor que tú cómo hacer las cosas bien, porque ya han logrado algo juntos. Eso es lo más desafiante. No sé si hay algún equipo más en el Oeste que no sea Oklahoma y Denver que puedan ser mejor que los Lakers. Los Thunder son un equipo joven e inexperto en términos de playoffs y eso puede hacer que los Lakers ganen la serie. Es muy posible que veamos a los Lakers y los Nuggets en la final de conferencia otra vez.
¿Qué opina del impacto de Luka Doncic?
Nunca he jugado con Luka, pero al ver su evolución, me recuerda a los grandes jugadores como Kobe. Tengo curiosidad por la forma en que funciona su cerebro. Es como si hiciera y viera cosas que otra gente no puede y está dispuesto a correr el riesgo de hacer la jugada. Hemos visto su frustración de no poder llevar a su equipo a ganar el título. Mientras se realiza como jugador individualmente aún, él ya quiere ganar. Creo que llega tarde esta temporada a la conversación por el MVP, porque los Mavericks no se fueron tan consistente durante la mayor parte de la temporada. Pero en las últimas seis o siete semanas, han estado jugando como los mejores equipos de la NBA.
Por último, ¿quién es el jugador que más le divierte actualmente?
Shai [Gilgeous-Alexander]. Es un base de la vieja escuela NBA. No tira triples y triples, juega un poco lento, cambia de ritmo muchísimo. Es probablemente el jugador con el que más disfruto.
La temporada en que la NBA perdió la virgulilla que nos hacía presumir, la primera de muchas con el castellano arrinconado, con apenas dos españoles de partida cuando hace nada llegaron a ser hasta 10, toca a su fin con sabor agridulce. El adiós confirmado de Ricky Rubio a los Cavaliers fue después buena nueva para el Barça, la Euroliga, la ACB, la selección y el propio baloncesto. Pero sólo Santi Aldama mantuvo el honor y el tipo, pese a la tristeza de los Grizzlies. Usman Garuba, a sus 22 años, se ha tenido que conformar con apenas haber tenido la experiencia de debutar con los Warriors.
La luz es Aldama, aunque lo colectivo en Memphis, arruinado por las lesiones, sea un drama. El equipo que el año pasado disputó los playoffs del Oeste por tercera vez consecutiva (cayó con los Lakers en primera ronda), que se reforzó con Marcus Smart y que recuperó por el camino al sancionado Ja Morant, hace tiempo que perdió cualquier expectativa, con sus estrellas pasando más o menos tiempo por la enfermería. El español fue de los que mantuvo el tipo, dando un pasito más en su evolución para confirmar el que es su mantra: «Cada año intento mejorar algo».
Si el curso pasado, su segundo en la NBA, el canario se hizo fijo en la rotación, el presente ha visto cómo sus prestaciones y su importancia, tantas veces obligada por la necesidad, crecían para Taylor Jenkins. A falta de unos días de competición -se ha ausentado en 14 encuentros por diferentes problemas físicos-, va a disputar más de la mitad de los partido como titular (35 de momento, cuando el año pasado fueron sólo 20), con un incremento de más de cinco minutos de juego en una imparable sucesión: 11,3 como rookie, 21,8 como sophomore y 26,5 en la presente. Aldama ha lanzado más (cinco triples por noche, manteniendo el 35% de acierto), ha anotado más (10,7) ha reboteado más (5,8), ha asistido más (2,3) y ha taponado más (0,9). «Lo siguiente será mejorar la manera en la que ayudo al equipo a ganar partidos y seguir creciendo», admitía en una entrevista en EL MUNDO durante el pasado Mundial.
Mejora en lo global y en lo puntual, jugando más al tres y teniéndose que emparejar con aleros más pequeños. Porque tuvo noches de esas para el recuerdo. La última hace apenas unos días contra los Warriors (27 puntos, seis triples, nueve rebotes...). Y la primera en noviembre ante los Celtics, cuando estableció su tope de puntos, 28). Destellos para el futuro -y hasta rifirrafes con el badboy de la NBA, Draymond Green-, pues ahora se fragua otra renovación. Santi termina contrato en 2025 (dará un salto salarial a casi seis millones de dólares).
De la consolidación de Aldama a las incógnitas con Usman Garuba, al que ya le costó encontrar su lugar en la presente NBA después de una temporada pasada que no supuso el salto esperado con los Rockets. Su contrato dual con los Warriors (559.782 dólares de salario), a priori esperanzador por las palabras siempre amables que tuvo Steve Kerr hacia su figura, se ha traducido en tres apariciones testimoniales, la que más no llegó a cuatro minutos y ni siquiera llegó a anotar.
Pese al olvido -no le ha ayudado la irrupción del rookie Trayce Jackson-Davis-, no todo es pesimismo en el de Azuqueca de Henares, que está brillando en el filial de los Warriors en la NBDL. Y eso no pasa desapercibido para Kerr, que hace poco más de un mes le seguía elogiando: «Está trabajando mucho en su cuerpo, tratando de mejorar y estar en la mejor forma posible. Creo que tiene futuro con nosotros».
Los Santa Cruz Warriors afrontaron anoche los playoffs de la Liga de Desarrollo (cuartos de final contra Salt Lake City Stars, a partido único). La ventana abierta para un título en un curso en el que, en los 21 encuentros disputados, promedió un doble-doble (13,6 puntos y 10,9 rebotes), además de 1,2 tapones y un lustroso acierto del 40,6% en triples. Que esos números valgan un contrato NBA el próximo curso es su esperanza; en Europa tendría las puertas abiertas.
Ambos, en cualquier caso, estarán pronto de vuelta en España, con una misión, ahora sí, de absoluta relevancia: el verano olímpico con la selección. A las órdenes de Scariolo, como pilares clave del equipo, afrontarán el Preolímpico de Valencia (del 1 al 7 de julio) y, si lo ganan, los Juegos de París que serían el debut olímpico de Aldama y los segundos para Garuba tras Tokio.
Su padre, Ferdinand Sr, había servido como teniente de policía en Nueva York. Un tipo severo y voluminoso, apodado en el cuerpo como Big Al, que le transmitiría su desbordante pasión por el jazz. Su madre, Cora, había trabajado como costurera, así que desde la cuna hizo del estoicismo una prioridad. Lew Alcindor, conocido para la historia del baloncesto como Kareem Abdul-Jabbar, sabía de la dureza de la vida en Harlem, pero el primer sopapo le llegó con apenas 14 años. «Era mi debut con Power Memorial y nos dieron una buena paliza. Fue todo tan ridículo (...) Estaba en el vestuario y empecé a llorar. Cuando levanté la vista, los compañeros me miraban como si acabara de bajar de una nave espacial. Ahí me di cuenta de que había llegado al gran mundo y no podía llorar como un niño. A partir de entonces, jamás mostré un síntoma de vulnerabilidad hasta el día de mi retirada», relata en su documental Minority of one (2015). Sin embargo, durante dos décadas en la NBA, saldadas con seis anillos y decenas de récords, algo palpitó siempre bajo la descomunal coraza. Algo como un miedo ancestral agazapado en su mirada.
Fue un trauma que los doctores catalogaron como «síndrome de erosión corneal recurrente». Le provocaba irritación y sequedad ocular, pero también un mar de lágrimas. Las cicatrices del tejido podían desescamarse y perturbar su visión. Un sinfín de problemas que él quiso poner coto con unas gafas. Las más ilustres de la historia del baloncesto. Y no porque fuese distinguido con ocho doctorados honoris causa o porque aún ejerza como Embajador Cultural de su país. Tampoco por su Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta condecoración civil en EEUU. Las gafas de Kareem -que servirían de ejemplo a Moses Malone, James Worthy, Hakeem Olajuwon y Horace Grant- fueron, además de un icono, el único dique contra el dolor.
Si cabe poner una fecha, baste el 12 de enero de 1968. Un partido de cierta rivalidad local entre la todopoderosa UCLA y la Universidad de California. Tom Henderson -un alero de 196 cm con quien décadas más tarde trabaría cierta amistad- le causó un rasguño en la córnea en plena disputa por un rebote. Por entonces, los árbitros ni siquiera prestaban atención a estas nimiedades, pero los rivales sí empezaron a intuir el punto débil del coloso. Y si se extendía la indulgencia podrían sacar provecho de ella. En realidad, no había otro modo de parar a quien, tras 88 victorias en 90 partidos, iba a alzar tres títulos consecutivos de la NCAA. Sus fundamentos, pulidos a las órdenes de John Wooden, también sembrarían la devastación en la NBA. Junto a Oscar Robertson, guio a los Bucks hacia el anillo de 1971, después de una histórica regular season con sólo 16 derrotas. Sin embargo, la retirada del base iba a coincidir con el segundo fundido a negro para sus ojos.
Se trataba de un simple amistoso de pretemporada ante los vigentes campeones. Un partido organizado en Buffalo por Don Nelson como reedición de las últimas Finales. El alero de los Celtics sólo pretendía hacer caja, aunque terminaría ejerciendo de villano. A falta de 11 minutos para el final propinó un codazo fortuito a Jabbar en el ojo. El dolor devino en furia y el puñetazo de frustración contra el soporte de la canasta, en una fractura del cuarto hueso metacarpiano de su mano derecha. La primera lesión de su carrera, en realidad, no significaba tanto. Lo verdaderamente preocupante era la vista. Por eso, aquel 5 de octubre de 1974 decidió que se protegería, ya para siempre, con unas gafas. Ahora bien, ¿quién se haría cargo del suministro?
Sólo un reportaje de Pat Putnam, publicado dos meses más tarde en Sports Illustrated, ofrece respuestas certeras. Alguna de ellas hilarantes. Como la rotunda negativa de Kareem a jugar la noche en la que él mismo había programado su regreso. Aquel 21 de noviembre de 1974, el pívot se había desplazado por carretera hasta Kansas City y olvidó meter en la maleta sus flamantes gafas. El primer modelo, con montura negra y tosco diseño en plexiglás, le dotaba a de un estrafalario aire de aviador A él no le importaba en absoluto la estética, así que no saldría sin ellas.
Según cuenta Putnam, un directivo de los Bucks, tuvo que regresar en coche a Milwaukee para buscarlas en el apartamento del jugador. Como no las encontraba, debió telefonear a la mesa del pabellón para preguntar personalmente a Kareem. Finalmente supo hallarlas en la guantera de su Mercedes. Así que Jabbar jugó con ellas por vez primera el 23 de noviembre ante los Nets. La gente del Madison Square Garden parecía estupefacta, pero Jabbar no quedó nada satisfecho. Al no ser lo bastante anchas, anulaban cualquier atisbo de visión periférica.
El nuevo modelo, con lentes más resistentes y cinco centímetros extra en los bordes, fue encargado por el preparador físico Bill Bates. Se trataba de un diseño de la marca francesa Brevete, con una almohadilla de espuma en el puente, más una cinta elástica para sujetarla a las orejas. La última tecnología del momento. Hace unos años, Patrick McBride, antiguo recogepelotas de los Bucks, vendió uno de esos pares por 6.500 dólares. Las sacó de un cubo de basura después de que Jabbar se deshiciera de ellas porque estaban rayadas.
El aterrizaje en Los Angeles no iba a resultar tan sencillo. Su inapelable liderazgo fue reconocido con los MVP de 1976 y 1977, aunque los Lakers ni siquiera superaron la primera ronda de los playoffs durante sus cuatro primeras temporadas. Desde los despachos, Bill Sharman quiso reconstruir con Jamaal Wilkes, Adrian Dantley o Norm Nixon, pero el verdadero salto no se dio hasta la llegada al banquillo de Pat Riley y la elección en el draft de un base de 2,06 m, llamado Earvin Johnson. Según John Papanek, Kareem volvía a "jugar como un niño", con "vitalidad y emoción, liderando los contraataques, haciendo mates con autoridad, chocando palmas y de vez en cuando (...) sonriendo". De hecho, se permitió las tres eliminatorias camino del anillo sin las "infernales gafas" a las que hacia alusión el periodista de Sports Illustrated. Apenas cinco meses después, en octubre de 1980, un golpe en el ojo derecho recibido de Rudy Tomjanovich, le hizo volver a ellas.
Draymond Green se encaró este miércoles con Santi Aldama durante el partido entre los Golden State Warriors y los Memphis Grizzlies en el que el español brilló con 27 puntos y se quedó a uno solo de igualar su mejor anotación en la NBA. Aldama logró 27 puntos (9 de 18 en tiros de campo, 6 de 12 en triples), 9 rebotes, 4 asistencias, 2 robos y un tapón.
Se quedó así a un solo punto de los 28 tantos que consiguió en noviembre contra los Boston Celtics y con los que estableció su récord de anotación en la NBA.
Más allá de su gran actuación, Aldama fue protagonista de este encuentro ante Golden State por su incidente con Green. Con 6.52 para el descanso, el español capturó un rebote ofensivo y metió una canasta delante del pívot de los Warriors.
Ambos jugadores chocaron con la jugada yendo ya hacia la otra canasta, pero Green le puso justo después las manos al español en el pecho y le agarró de la camiseta mientras negaba con la cabeza.
El rifirrafe no fue a mayores pero el banquillo de los Grizzlies, tras pedir tiempo muerto una vez que Moses Moody firmó un triple para los Warriors en la siguiente posesión, protestó a los árbitros que no hubieran pitado nada por esa acción de Green.
Tanto Aldama como Taylor Jenkins, entrenador de Memphis, mostraron su enfado ante los árbitros.
Durante ese tiempo muerto, Green y Desmond Bane también se encararon y después de algunos empujones con más jugadores alrededor Jenkins acabó en el suelo.
Los árbitros revisaron el vídeo de todo lo sucedido y pitaron una técnica a Green y otra a Bane. El partido continuó y acabó con triunfo de Golden State por 137-116.
Imprescindible en los Warriors junto a Stephen Curry y Klay Thompson, Green tiene un largo historial de acciones muy polémicas y controvertidas.
Contando solo las de esta temporada, en noviembre agarró por el cuello con una llave a Rudy Gobert en una tangana en el duelo contra los Minnesota Timberwolves, una expulsión por la que recibió además una sanción de cinco partidos por parte de la NBA.
Más serio aún fue el manotazo que Green le dio en la cara a Jusuf Nurkic (Phoenix Suns) en diciembre, un grave incidente que le llevó a una suspensión indefinida de la NBA por la que acabaría perdiéndose 16 partidos.
Hace poco más de un año, Shohei Ohtani dejó Asics para firmar con New Balance un acuerdo de patrocinio del que apenas se conocen detalles. Ni de su duración, ni de su cuantía económica. Sin embargo, los especialistas del sector dan por hecho que la estrella de las grandes ligas de béisbol, el deportista mejor pagado de la historia, percibirá una cantidad similar a la que New Balance abona a Kawhi Leonard, alero de los Clippers: cinco millones de euros anuales. Una suma astronómica en comparación a las de otros referentes de la marca, como la tenista Coco Gauff, el extremo del Arsenal Bukayo Saka o la vallista Sydney McLaughlin, doble campeona olímpica en Tokio. New Balance, una multinacional con 5.000 millones de euros en beneficios -más del doble que hace una década- lucha hoy encarnizadamente por su cuota de mercado. De hecho, durante el último lustro, su división de marketing ha incrementado el presupuesto en casi un 40%. Sin embargo, la coyuntura actual supone una anomalía histórica para New Balance, la firma que durante décadas diseñó el mejor calzado de running dejando de lado a los ídolos del deporte.
La idiosincrasia de New Balance, la que le permitió abrirse paso frente a competidores más poderosos, se ha cimentado en dos pilares: pragmatismo y calidad. "Han conseguido competir con Nike o Adidas, a pesar de vender zapatillas a precios elevados, gracias a una estrategia de promoción basada en demostrar que son tecnológicamente superiores", explica a este diario Kelly Cuesta, especialista en imagen de marca, marketing y comunicación de la Universidad Europea. Sólo así se explica que una firma con un diseño tan sobrio y con una paleta de colores tan reducida sea tan popular. Y sólo así puede entenderse el titánico esfuerzo de Jim Davis para edificar su imperio.
El 18 de abril de 1972 fue un día de esperanza para el atletismo. Por primera vez, tras 76 años de prohibición, ocho mujeres pudieron inscribirse en el Maratón de Boston. Aquel domingo, aprovechando el foco mediático, Davis cerró por 100.000 dólares la compra de una firma con más de seis décadas de experiencia en la fabricación de calzado deportivo. Aunque esa cantidad haya que multiplicarla por siete para adaptarla a los estándares actuales, lo cierto es que New Balance era una humilde empresa que elaboraba a mano un centenar de pares diarios. Un negocio pensado por y para el público estadounidense. De los antiguos dueños, Davis recibió un doble mandato: conservaría el tallaje del ancho de las zapatillas -su sello distintivo ante la competencia- y mantendría en nómina a ese puñado de trabajadores tan cualificados. Él aceptó gustoso. Su objeto era preservar el legado, aunque adaptándolo a las nuevas exigencias de una clientela cada día más volcada en el jogging y el running.
El diseñador de los Starbucks
Al poco de ponerse manos a la obra, el nuevo propietario otorgó plenos poderes a Terry Heckler para afrontar un rediseño integral. Por entonces, el diseñador del logo de los cafés Starbucks manejaba la opción de un cambio de nombre, dado que New Balance remitía a los albores de la marca, nacida en 1906 como fabricante de plantillas ortopédicas. Heckler, sin embargo, apostó por el continuismo, aunque redujo el logo a una N que a muchos les recordaba a Nike. A él no le importó en absoluto. Su otro precepto tampoco era negociable: cada modelo debía identificarse con un número. De este modo, la percepción no fluctuaría en función de los nombres y los clientes decidirían de un modo más objetivo. "De este modo comunica una sensación de orden y claridad en su oferta, lo que puede ser atractivo para los consumidores que buscan simplicidad y transparencia en sus decisiones de compra", abunda Cuesta, consultora y especialista en branding.
Allá por 1976, la N de Heckler apareció por primera vez en las 320, elegidas por la revista Runner's World como las mejores zapatillas de running de aquel año. En 1982, esa misma publicación volvería a coronar a las 420 por su tecnología Lunaris Pillow, que absorbía el impacto de la pisada. Las innovaciones y el reconocimiento de la crítica dispararon las ventas. Ni siquiera los 50 dólares de la 620, confeccionada en nylon y anunciada como "más ligera que el aire" -en clara alusión a Nike- disuadieron a los compradores. En aquel crucial 82 llegó otro salto al vacío con las 990, las primeras zapatillas que superaban los 100 dólares. "Cuando compras New Balance sabes que obtendrás productos que resisten la prueba del tiempo, tanto en calidad como en estilo. Han sabido posicionarse siempre como una marca confiable y de alta calidad, que prioriza la comodidad y el bienestar de sus clientes sobre la moda o las tendencias pasajeras", analiza Cuesta.
Pese a su indudable crecimiento, a finales de los 80, New Balance ni siquiera alcanzaba el 3% de cuota de mercado. Es cierto que en las tiendas podía competir de igual a igual frente a adversarios como las Adidas Oregon, las Nike Tailwind o las Saucony Jazz, pero el nicho del running ya no parecía lo bastante amplio. Así que hubo que recurrir al baloncesto. Davis pudo reclutar a Charles Oakley, Dennis Rodman o M.L. Carr, pero el golpe de efecto llegaría con James Worthy. Tras muchas discusiones, sus ejecutivos le habían convencido para que pagase un millón de dólares al alero de los Lakers. A partir de 1987 calzaría las 790, unas botas tan resistentes y elásticas como para anunciarlas como Trust-Worthy (dignas de confianza). Sin embargo, apenas tres años más tarde, Worthy fue sorprendido en un hotel de Houston por tres agentes de paisano cuando solicitaba los servicios de una prostituta. Fue la puntilla para Davis, un tipo de férreos principios morales. Harto de los caprichos y los divismos, Davis se lanzó en 1992 a la campaña publicitaria que le granjearía fama universal.
"Endorsed by no one (Respaldados por nadie) les posicionó como una marca auténtica y centrada en el producto. A lo largo de los años, les ha ayudado a consolidar su reputación como una firma innovadora y de calidad, atrayendo a consumidores que valoran la originalidad, la autenticidad y la excelencia", añade Cuesta sobre aquella apuesta. La que, según otro de sus eslogan, les permite "vestir a las top-model en Londres y a los padres en Ohio". La estricta ética de trabajo de Davis es leyenda en el cuartel general de Boston. Por allí aún cuentan una vieja historia. Tras ser contactado por la Casa Blanca, el jefe no pudo devolver la llamada al Despacho Oval porque años atrás había prohibido a sus empleados usar el teléfono para estos fines.
Clinton, Obama y Trump
Davis apostó siempre por la eficiencia y la perdurabilidad, por unas zapatillas azules o grises con las que cualquiera se sintiera cómodo, fuese corriendo la Maratón de Nueva York o comprando un bolso en la Sexta Avenida. Ese fue la herencia recibida por la familia de Arthur Hall y la que ha ido inculcando a su hijo Chris, actual jefe de marketing. Para mal o para bien, New Balance sigue siendo un negocio familiar que no responde ante ningún consejo de administración. Por eso se ha resistido a la deslocalización en países asiáticos, limitándose a sus cinco factorías de Estados Unidos e Inglaterra. Aunque utilice materiales importados, el objetivo prioritario pasa por obtener la preciada etiqueta Made in USA, otorgada por la Federal Trade Commission (FTC).
El patriotismo sigue otorgando jugosos beneficios a una marca anclada en la tradición e identificada con el hombre blanco estadounidense. Entre otros, Bill Clinton, un fanático del jogging que llegó a construirse unas instalaciones privadas en los alrededores de la Avenida Pennsylvania para mantener a raya los gastos de seguridad. Barack Obama recibió asimismo unas 990 customizadas antes de verse envuelto en una virulenta controversia a propósito del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP). "Con el presidente electo Donald Trump creemos que las cosas van a avanzar en la dirección correcta", advirtió Matt LeBretton, un alto ejecutivo de New Balance. El populismo de Trump se oponía a un acuerdo de libre comercio presuntamente perjudicial para los productos Made in USA. En cualquier caso, unas horas más tarde centenares de zapatillas New Balance ardían en llamas a lo ancho del país como señal de protesta.
"Hay una buena razón por la que cuesta más que cualquier otra zapatilla de running. Cuesta más porque ofrece más"
Campaña publicitaria de las 1500
Mucho más digerible fue el aura beatífica de Steve Jobs, que guardaba en el armario unas 990 para cada día de la semana. Tras su muerte, la revista Time dedicó al cofundador de Apple un especial a título póstumo con una portada donde sólo ese modelo destacaba entre su espartano outfit. El precio de aquel modelo aún fue superado por las 1300, que en 1984 se vendían a casi 150 dólares (en torno a 400 al cambio de hoy). Una cifra exorbitante que mereció otro anuncio inolvidable bajo el titular Hipoteca tu casa. "Hay una buena razón por la que cuesta más que cualquier otra zapatilla de running. Cuesta más porque ofrece más". Según varios estudios, podían resistir sin deteriorarse algo más de 1.600 kilómetros.
En el mundo de la farándula (Timothée Chalamet, Emily Ratajkowski, Kanye West, Pharrell Williams...) hoy todos suspiran por unas New Balance, la marca que hasta hace nada los adolescentes rechazaban por demodé; quien sale a correr a diario conoce de memoria el canónico perfil de las 574, con su fantástica amortiguación ENCAP; por no hablar de aquellos atletas profesionales que a finales de los 80 recomendaban el uso de las estilizadas 1500 porque, según decían, aceleraban el proceso de recuperación de las lesiones. "Lo más increíble de New Balance es su capacidad para trascender las barreras socioeconómicas. Siempre entendieron cómo posicionar su producto ante diferentes segmentos de clientes, algo difícil de alcanzar", finaliza Cuesta.
Con 14 años colocaron el peso del futuro sobre sus adolescentes hombros. Un crío, todo pelo y nariz, designado como the next big thing. Era Magic Johnson, era Pete Maravich, era El Elegido.
Con 15 años, llevó a España al oro en el Europeo cadete con,
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