Su primera hora en Roland Garros fue angustiosa: le dolía la espalda, no sentía fuerza en las piernas, quería irse. Pero ahora, superada la adversidad, entregada a las infiltraciones, Paula Badosa está disfrutando de un momento dulce. Como en el pasado Masters 1000 de Roma, la española ha recuperado su mejor tenis, su capacidad de dominar, su lectura de juego, y está en disposición de llegar lejos en Roland Garros.
Su amargura es que en tercera ronda se enfrentará a su amiga Aryna Sabalenka, la número dos del ranking ATP, y la victoria se antoja complicada. No es imposible: este abril ya le arrebató un set en Stuttgart antes de retirarse. Pero es complicada.
Para tener opciones, Badosa deberá volver a poner su talento y, sobre todo, su carácter como hizo este jueves en segunda ronda ante la kazaja Yuliya Putintseva. Como le pasó en primera ronda ante la británica Katie Boulter, la española entró al partido muy fría, parada, lenta, pero al contrario que entonces supo mantenerse a flote. Cedió el primer set, pero huyó de la angustia y en los periodos restantes fue indomable. Ni las interrupciones por la lluvia le tumbaron su ánimo salvaje. Al final venció por 4-6, 6-1 y 7-5 con un nivel excelente en la última y decisiva reanudación.
“¡Vamos, vamos!”, gritaba al público de la pista 8, una de las pequeñas pistas a los pies de la Suzanne Lenglen, mientras agitaba su raqueta. En constante discusión con su equipo, como es habitual, Badosa fue construyendo su partido entre el cabreo y la decisión. “¡No me digáis nada!”, llegó a reclamarle a su entrenador, Jordi Verdaguer, para acto seguido conectar una derecha ganadora muy propia. Tiene el tenis para llegar lejos en Roland Garros, ahora también el carácter, sólo le obstaculiza el cuadro.