Los galeses dominaron la primera mitad pero sólo se llevaron cuatro puntos de renta al descanso
El argentino Moroni evita un ensayo del galés Rees-ZammitLaurent CiprianiAP
Argentina, primero tapada, después dubitativa y en adelante una incógnita, se cuela en semifinales del Mundial tras imponerse a Gales en un partido que se presentaba con pronóstico incierto. Desde que se estrellara en su choque inicial contra Inglaterra, la selección americana había mostrado sobre todo inseguridades. El quince europeo, por el contrario, había contado en la primera fase sus partidos por victorias y llegaba a cuartos muy por encima de las bajas expectativas con las que arribó al torneo.
Gales se atuvo fielmente, no es sorpresa, a su plan. Colgar la patada e ir a la disputa, o bien, buscar las carreras de Rees-Zamitt por el ala. Y, sobre todo, la defensa: 87 placajes por 35 del contrario en la primera mitad. Con menos balón pero las ideas más claras, arrancó un ensayo tras una ruptura por el centro y sumó un golpe de castigo para abrir hueco en el marcador. 10-0 al paso por el minuto 20, una distancia apreciable. La briosa Argentina, siempre hacia adelante con el balón en la mano, se perdía en imprecisiones.
Y, sin embargo, Gales no supo sentenciar. Tres touches lanzó de aquella manera en la 22 rival, tres oportunidades sin premio, tres perdones para los Pumas heridos. Los argentinos también se habían ido sin puntos de una larguísima jugada a metros de la línea rival. En la segunda incursión no pudieron montar el maul pero al menos anotaron un golpe de castigo (10-3). Y en el último arreón, una evitable infracción galesa les regaló otro tiro a palos (10-6). Cuatro puntos abajo al descanso no parece un buen resultado; para Argentina, a tenor de lo visto, era buenísimo.
Con el ánimo recuperado y renovada intensidad saltaron los Pumas al segundo tiempo. En su primera ofensiva rozaron el ensayo y redujeron distancias (10-9). Y, sacando partida del dominio que iban conquistando en el suelo, Bofelli activó el cañón para meter un golpe de castigo desde 55 metros (10-12).
Cuando el equipo iba hacia arriba, la iniciativa argentina se desplomó por un despiste defensivo. En la 22 rival, el medio melé gales Williams arrancó por encima del ruck y no encontró oposición para posar (17-12). Los británicos tenían de nuevo el marcador y la voluntad de placar hasta la extenuación. El balón, a su pesar, ya tocaba más suelo que cielo, más cerca que lejos de su línea de ensayo. Argentina, cada vez más cómoda, vivía en territorio ajeno, ganaba metro a metro con la mirada en el césped. A falta de diez minutos, Sclavi marcó el ensayo para la remontada (17-19).
A Gales le tocaba jugar, un placaje de Moroni a la velocidad del AVE le robó la marca decisiva al peligroso Rees-Zamitt cuando iba a posar. Y al segundo intento, Sánchez robó el balón en el medio campo y se fue directo a los palos para sentenciar (17-26). Todavía llegarían tres puntos más. Los Dragones se marchan con la cabeza alta. Irregulares, con las ideas a ratos fundidas, fiados a su delantera, los Pumas pasan a semifinales. Y ahí ya no tienen nada que perder.
"¿Por qué no? Quizá algún día los españoles puedan ver a su equipo ganando a los All Blacks". Corría marzo de 2023 y Bill Beaumont, entonces presidente de World Rugby (la Federación internacional), respondía a los periodistas sobre las razones para que Madrid fuera una sede de las Series Mundiales de rugby a siete. Dos años después la selección masculina no sólo ha vencido varias veces a Nueva Zelanda sino que se ha proclamado subcampeona, por detrás de Sudáfrica.
Hace ahora un año, precisamente en esa serie final en Madrid, el equipo trataba de evitar el descenso. Se salvó con solvencia. Al inicio de esta temporada, el seleccionador Paco Hernández se planteaba meterse entre los ocho primeros para garantizar la permanencia. En el primer torneo España fue plata; en el segundo, cuarta. Al término del tercero, en el que hizo bronce, era colíder. "Ahí nos dimos cuenta de que podíamos mirar objetivos más grandes", contaba Hernández a EL MUNDO tras la final de este domingo.
La explosión de 'los hombres de Paco', como se les ha llamado en las redes sociales de la Federación, se ha producido en los últimos meses pero se debe a un trabajo de años en un contexto favorable. El seven es olímpico desde 2016. En paralelo, constituye la apuesta de World Rugby para atraer nuevos públicos. Estadios grandes, con sucesión de partidos (14 minutos cada uno) sobre el césped, juego siempre en movimiento y ambiente festivo. La espectacularidad como principio y las redes sociales, en los últimos años, como escaparate.
En el rugby a siete han dominado las grandes potencias del rugby tradicional. Pero abre una ventana a los países emergentes: no hace falta una plantilla de cuarenta jugadores y quince personas de staff. Con la mitad se puede competir en la élite. Es más barato y permite la entrada de fondos adicionales vinculados al olimpismo.
Para saber más
"Desde que terminó el covid este equipo lleva años junto", recordaba el jueves pasado Manu Moreno, incluido junto a Pol Pla en el equipo ideal de la competición. Es otra clave del despegue español. A las órdenes de Paco Hernández y del preparador físico Manuel García Sillero -también decisivo en la subida de nivel-, desde hace dos temporadas una veintena de jugadores pagados por la Federación están concentrados todo el año en Málaga -la selección femenina, en Madrid- y dedican al rugby su jornada laboral. Su rendimiento se ha multiplicado. "Se han convertido en mucho más profesionales de lo que eran, son compañeros de trabajo que funcionan muy bien", explica el seleccionador. A la vez, tratan de evitar la sobrecarga. Con el dinero que recibe cada uno se organiza para vivir, ya sea con compañeros o con personas ajenas al deporte.
Al éxito ha contribuido cierta continuidad. Hace más de una década la selección masculina, dirigida por Tiki Inchausti, ya estuvo en la élite. Pero sobre ella pesaron siempre las estrecheces presupuestarias. Pese a la clasificación para los Juegos de Río 2016, el plan no continuó. Volvió a coger impulso con Pablo Feijóo y ahora Paco Hernández ha llegado al vértigo de firmar seis semifinales en siete torneos. Incide también la especialización. Los seleccionadores detectan jugadores con capacidades para esta modalidad explosiva y les ofrecen probar. Excepto en algunos casos, eso supone la renuncia al rugby de quince, pero otorga la posibilidad de ingresar en un entorno muy competitivo con viajes por todo el planeta.
Hace unos años, además, que a las selecciones de rugby llegan jugadores con muchos años de bagaje porque se iniciaron de niños. España disfruta ahora de un conjunto con enorme competencia interna. Tiene un gran veterano, Pol Pla, 110 ensayos en Series Mundiales. Otros compañeros con mucha calidad, aún jóvenes pero con mucha experiencia en el circuito. Y jóvenes capaces de desatascar los partidos con descaro y velocidad.
Por último, la química interna del grupo humano funciona. Deportistas que lo pasan bien, que transmiten optimismo cuando se arrancan a cantar 'La Morocha', el altavoz siempre a mano. "Somos un equipo muy joven, muy alegre, tenemos muchas ganas de estar aquí, eso también es importante, porque es un deporte que quema bastante", cuenta Moreno. Una prueba de su aceptación popular es que en los contratos con la Federación se han incluido cláusulas para regular las acciones publicitarias.
Selfie de Tobías Sainz-Trápaga con el equipo y el staff
Este excelente momento de la selección masculina se ha consolidado días después de que World Rugby, que se financia sobre todo con los mundiales de rugby a quince, redujera los equipos de seven en las Series Mundiales para la próxima temporada en un intento de limitar gastos. A los Leones, subidos al podio, no les afecta. Las Leonas, duodécimas en la temporada regular, han quedado fuera. Al circuito le hace falta dinero privado. A nivel nacional, lo señalaba Pla con la plata colgada al cuello. "Ojalá tengamos más apoyo económico de empresas que apuesten por nosotros, y seguimiento, que vean que jugamos contra los mejores y se diviertan con nosotros".
En conversación con EL MUNDO, el seleccionador Paco Hernández manifestaba sus deseos para llegar aún más lejos. "Intentar generar un campeonato de España de rugby a siete, seguir trayendo chavales, que los jugadores y jugadoras quieran estar en este entorno". Hace unas semanas, en el entrenamiento abierto que el equipo hizo en Madrid, él deslizaba en privado que en Los Ángeles miraban al podio. En el torneo que decidía el título han dado otro paso más. Del tercer puesto de la temporada regular han avanzado hasta el subcampeonato.
De Los Ángeles a Los Ángeles, "volver a los Juegos Olímpicos" es la meta que a medio plazo se marca el seleccionador. Significan reconocimiento, dinero, visibilidad. Pero después de una temporada deslumbrante que les sitúa bajo los focos de la élite internacional, los jugadores españoles, cuando se plantean objetivos antes utópicos, coinciden sin saberlo con aquella reflexión que entonces sonó a cumplido algo sorprendente. "¿Por qué no?"
En el rugby a siete pasan cosas. Muchas cosas. En muy poco tiempo. En segundos. "Es muy dinámico y cambiante", arranca el argentino Rodrigo Isgró, mejor jugador del mundo en la temporada pasada. "Espectacular, súper entretenido", acelera Pol Pla, 96 ensayos con la selección española masculina. "Una forma de vida", posa la definición Olivia Fresneda, 25 años, internacional española de rugby a quince y volcada ahora en la modalidad olímpica.
Siete contra siete en dos tiempos de siete minutos. En todo el campo. Carreras y placajes, balón en movimiento, a la caza de un hueco para escaparse. Las HSBC Sevens Series, la competición anual que reúne a las mejores selecciones del mundo (All Blacks, Australia, Argentina, etc.. y, entre ellas, España) se decide por primera vez en Madrid. A todo o nada. El equipo que gane el torneo que se disputa de viernes al domingo en el Cívitas Metropolitano se proclamará campeón de la temporada.
Si en el césped los partidos se suceden, la idea es que el espectador también esté activo. "El rugby va a ser lo más importante, pero queremos convertirlo en un festival, tenemos que dar un plus, de entretenimiento o gastronomía", asegura Paula Hernández, de World Rugby -la Federación Internacional-, directora de esta serie en Madrid.
Los palos de rugby, en el estadio Cívitas Metropolitano
Los partidos arrancan el viernes y el sábado a las doce del mediodía y el domingo, a las diez de la mañana. Como cada jornada dura al menos 10 horas, las entradas permiten salir a la fan zone y volver a entrar. Hasta este miércoles se habían vendido unas 40.000 repartidas entre los tres días, con precios a partir de 10 euros.
Si el seven puede perder en tempo, complejidad y épica respecto al quince, gana en continuidad y velocidad. La exigencia, en eso no varía, es máxima. Rodrigo Isgró debutó en 2020 y ahora ve cómo Argentina, tras quedar primera en la suma de los torneos previos, es una de las favoritas. "Dos minutos de desconcentración te pueden hacer perder un partido, hay muchos ensayos, puede pasar cualquier cosa hasta el último minuto". No queda margen para el fallo ni tiempo para rectificar. "Puedes estar mucho tiempo defendiendo, tienes un error y es un ensayo en contra", confirma Olivia Fresneda.
Aunque el juego es cada vez más físico, apunta Pol Pla, "en un campo tan grande siempre hay espacio para el jugador habilidoso o que tiene otras virtudes". Velocidad, fuerza y resistencia han convertido esta modalidad en un deporte para superatletas. "El jugador de seven dedica mucho tiempo a la parte física", corrobora Isgró. Y, subraya, no sólo a eso. "La mayoría de las veces es la cabeza la que le da señales al cuerpo para poder seguir". La española Olivia Fresneda destaca cómo, incluso en los viajes, el tiempo libre suele dedicarse a la recuperación. "Te exige estar las 24 horas del día", dice. Pol Pla se recuerda "reventado" tras su primer torneo y sin fuerzas para afrontar otro al siguiente fin de semana. Hoy es un referente en la selección masculina.
Pol Pla (primero por la izquierda) intenta alcanzar a Rodrigó Isgró (tercero por la izquierda)World Rugby
Pasan cosas en el campo y pasan cosas fuera. Como el rugby es, además, diversión, en el exterior del Cívitas Metropolitano se celebra el sábado un torneo de rugby playa y otro de cinta, el domingo, para niños. El sol lo pondrá Madrid, la arena ha llegado desde una cantera. Puestos de comida, un beach club con música, tumbonas, piscina y pantalla gigante. "La gente no sólo va a ver rugby, también va a ser parte del rugby", sugiere Paula Hernández. La directora de la organización explica que "el público objetivo es entre los 20 y los 30 años, pero pueden ir familias, intentamos tener ofertas para todos". Su objetivo, que esta cita - en la que participan la Federación Española, el Ayuntamiento de Madrid y el Atlético de Madrid- se asiente en la ciudad.
Los jugadores, sin embargos, no pueden permitirse distracciones. Las selecciones españolas, masculina y femenina, han quedado décima y duodécima en la suma de los torneos anteriores. Por eso su reto en Madrid es la permanencia en este club tan selecto que les fuerza a progresar o descender. Compiten contra otros siete equipos por cuatro plazas. Su destino se decide, al igual que el título, en las eliminatorias del domingo. A un partido. Presión absoluta.
Las dos escuadras muestran confianza. "Tenemos muchísimo corazón, muchísimo juego en equipo, muchísima garra, muchísimo espíritu de competición", asegura Olivia Fresneda sobre las Leonas. El conjunto masculino ha obtenido sus mejores resultados cuando ha controlado la posesión. "Jugar con el balón más que ser verticales, no ir a chocar, aunque a veces lo tenemos que hacer, nuestro juego es mucho más de mover el balón de una banda a otra, de jugar con las carreras", resume Pol Pla.
Frenazos, cambios de pie, aceleraciones. Ritmo habrá también en las gradas. El sábado, con el dj Luc Loren. El domingo, con actuaciones de Ptazetay Chanel. Paula Hernández apunta a nuevos públicos al convertir en "experiencia 360" esta competición deportiva de élite: "Apostamos por cosas rápidas, la gente joven no tiene paciencia, quiere que pasen cosas, no estar sentada".
Olivia Fresneda, en una serie anteriorMike LeeWorld Rugby
Dubai, Ciudad del Cabo, Los Ángeles, Hong Kong... Las Series Mundiales han brindado a los jugadores españoles la oportunidad de dar la vuelta al mundo. "Nos conocemos los aeropuertos de memoria, no vas a ver esos países, vas a competir, a entrenar y a jugar", asegura Olivia Fresneda. Pol Pla, asumiendo ese desgaste, agradece "viajar, conocer personas, distintos lugares, culturas diferentes".
Con la presencia del francés Antoine Dupont como uno de los principales reclamos, la final de las HSBC Seven Series en Madrid pone a España en el mapa del rugby internacional. Los Leones y las Leonas esperan, además, sentir el impulso de su afición. Para Olivia Fresneda será "espectacular"; para Pol Pla, "una motivación extra". Con los Pumas entre los favoritos al título absoluto, también lo reclama Rodrigo Isgró. "Espero que muchos argentinos puedan acercarse a alentarnos". Describe como "una familia" a su selección porque "para expresarte bien adentro de una cancha, primero tenés que sentirte cómodo afuera".
Los deportistas se exprimirán mientras el público se esfuerza en pasarlo bien. Es el espíritu festivo al que se vincula el rugby a siete internacional. Pol Pla expresa tres deseos. La permanencia, los Juegos de París y un tercero para después de retirarse. "Algún día tengo que ir de espectador, cuando ves a los aficionados disfrutar así, pues te apetece hacerlo".