El catalán batió el récord de los Campeonatos, con Katir segundo y Mario García Romo, tercero
Mechaal, en meta, junto a Katir.RFEA/EFE
Los 1.500 metros, la prueba más esperada y de mayor nivel de los Campeonatos de España de Atletismo, que se disputan en Torrent (Valencia), deparó un espléndido duelo entre dos de los favoritos, Adel Mechaal y Mohamed Katir, dos atletas, especialmente Katir, de talla mundial.
La carrera fue muy rápida desde el primer momento, lanzada por un entusiasta y “suicida” Abderrahman El Khayami. Los grandes (Mohamed Katir, Adel Mechaal y Mario García Romo) aguardaban, mimetizados con el paquete, acontecimientos. Unos acontecimientos que dependían fundamentalmente del trío y que empezó a desencadenar Katir.
El plusmarquista nacional alargó el paso poco antes de la última vuelta. Al sonar la campana, su táctica quedó meridianamente clara, resumida en un ataque brutal y sostenido. Sólo Mechaal le siguió. García Romo pareció sorprendido y, reaccionando, trató en vano de unirse al dúo. No perdió mucho terreno, pero tampoco ganó ni un metro.
La recta final contempló un soberbio pulso entre Katir, aún en cabeza, y Mechaal. Dientes apretados, esfuerzo máximo, determinación equivalente. Fuerza, clase, rabia. Centímetro a centímetro, Mechaal le fue comiendo terreno a Katir, quitándole aire, restándole tiempo. Lo rebasó en los últimos suspiros para acabar en 3:33.44, récord de los Campeonatos, arrebatándoselo a Fermín Cacho. Katir realizó 3:33.76. García Romo, 3:34.77, aguantó el ataque de Ignacio Fontes (3:34.95). Los tres confirmaron su viaje al Mundial de Budapest. Y no irán precisamente de turistas.
Mundial de atletismo
Entrevista
JAVIER SÁNCHEZ
Enviado especial
@javisanchez
Budapest
Actualizado Sábado,
19
agosto
2023
-
01:28La plusmarquista mundial de los 35 kilómetros marcha atiende a...
«Yo me siento más español que...», bromea Mohamed Attaoui (Beni Melai, Marruecos, 2001), rematando cada frase con media carcajada, entre la timidez y la ambición, una perla que llegó a Torrelavega con seis años y que ahora se pule en los cielos de los Alpes, en la coqueta St. Moritz (Suiza), donde pasa frío y aburrimiento dice, pero donde su rendimiento se empieza a disparar gracias a uno de esos «trenes que pasan una vez en la vida». «Al principio, me daba miedo. Cambiar de grupo de entrenamiento, otro idioma, otro entrenador. Pero me está yendo todo súper bien...», cuenta de su fichaje por el On Athletics Club Europe a finales de 2023.
Hasta entonces, Attaoui hacía lo que podía. Ochocentista con talento innato, fue subcampeón de Europa sub 23, pero se pagaba de su bolsillo concentraciones en Ifrane o Sierra Nevada. Ahora empiezan los frutos de la profesionalización, de sus «durísimas» sesiones con el gurú alemán Thomas Dreissigacker: «No hay ni un día de descanso». Hace unos días logró la mínima olímpica en Nerja (1:44.88) que rebajó después en Nancy (1:44.57), credenciales para el Europeo que arranca este viernes en Roma, para el próximo campeonato de España y, por qué no, para los Juegos Olímpicos, pese a la competencia nacional en la distancia sea durísima (Mariano García, Adrián Ben, Álvaro de Arriba, Saúl Ordoñez...).
«Nos hace mejor a todos, así nadie se duerme. No vale con el 100%. Y prefiero estar en esta época, con tantos que destacan, a ser el rey absoluto, que con 1:45 me valiera para todo y luego llegara al Mundial y no hacer nada. En España, el que vaya a los Juegos puede estar en la final perfectamente», razona y habla de algo que le hace especial, ese punch como lo define su propio entrenador, ese cambio de ritmo que en su mente es Pogacar atacando -«madre mía, pega un cambio endiablado. ¡Pero quien le va a seguir! Me encanta»-, su ídolo junto a Messi, pero también El Guerrouj, del que confiesa ver vídeos, «carreras míticas para aprender».
Moha Attaoui.ON / LOGAN SWNEY
La vida de Moha es un viaje a los seis años, desde Beni Melai, donde recuerda a sus hermanos «llevando a las ovejas a pastar con 12 años», a Torrelavega. De la «dureza» de Marruecos al sueño de Cantabria, donde su padre había llegado dos años antes para trabajar en la construcción, ahorrar y traer a sus cuatro hijos y su mujer. «Fue un cambio de vida a mucho mejor. Aunque al principio, que no sabía hablar castellano, se me hizo bastante duro. Estaba solo en el cole, nadie quería estar conmigo», rememora.
El atletismo se cruzó en su camino de casualidad, en los cross escolares que ganaba sin entrenar, sólo «jugando y corriendo en el parque», después el club del pueblo y esas carreras de adolescencia en las que permanentemente quedaba segundo porque Marco Gómez siempre le ganaba. «Qué pesadilla. Ahora él me dice: 'Qué cabrón'». Tuvo dudas, fue y volvió, le visitó la desmotivación. «Falleció mi padre y ya los entrenamientos no eran juegos, pasabas a entrenar duro, series, rodajes. Y eso lo odiaba. Me puse a jugar al fútbol unos meses. Ya con 18 regreso y me empiezan a salir las marcas».
«Voy a sorprender», pronuncia ahora rotundo, ante el verano de su vida. Aún en el 800, aunque lo que a él le gusta es el 'milqui'. «Tienes más tiempo para maniobrar. En el '8', al mínimo error, estás fuera. Igual el año que viene...», augura.
Moha, si no fuera por el atletismo, ¿dónde estarías?
Trabajando. En Torrelavega, con mi hermano, montando parques infantiles. Siempre me decía que me fuera con él los veranos. Ahora, después del atletismo me gustaría ser profesor de educación física.
La historia de amor de Lester Lescay ya es de bronce. En una concentración en el Eurohotel de Castellón en 2020, justo antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, todavía compitiendo por Cuba, el saltador empezó a charlar con una trabajadora del establecimiento, Beatriz, y aquella conversación se alargó durante días, durante meses, durante años pese a la distancia, pese a su regreso a La Habana.
Dos años después, Lescay decidió abandonar su país e instalarse en la casa de su ya novia en Burriana. Cinco años después, nacionalizado español por matrimonio, "con exámenes, a través de la justicia", se subió al podio en la longitud del Europeo indoor de Apeldoorn con un salto válido, el único que le permitió hacer la lesión en los isquiotibiales de la pierna izquierda que arrastra desde unas semanas.
En su segundo intento, Lescay alcanzó los 8,12 metros y ya fue imposible bajarle de los puestos de honor. De hecho, en otro concurso barato, se le escapó el oro por sólo un centímetro. En su último salto, el búlgaro Bozhidar Saraboyukov se fue hasta los 8,13 metros y dejó así con la plata al favorito, el italiano Mattia Furlani, que aunque lo intentó tuvo que conformarse con la plata. Furlani también llegó a los 8,12 metros, como Lescay, pero desempató con el resto de sus marcas.
La lesión de Llopis
Pese a la igualdad, el saltador español, que debutaba con la selección, se mostró eufórico. Los dolores le obligaron a renunciar a sus tres últimos intentos, pero no a una celebración más que merecida. "La medalla todo lo limpia. Estoy super contento con todo, una adrenalina sabrosa. Estoy loco por volver a repetir de nuevo", comentó.
Su sonrisa y la sonrisa de Ana Peleteiro por su oro contrastaban con las desgracias que se le fueron acumulando a la selección española durante la jornada. Junto a Lescay, competía Jaime Guerra en la longitud y, pese a su potente batida, al final tuvo que marcharse en camilla, lesionado, del pabellón Omnisport de Apeldoorn.
Mientras lo hacía, exactamente al mismo tiempo, Quique Llopis, el máximo favorito español a las medallas en los 60 metros vallas se lesionaba en el calentamiento de la final y esquivaba la historia. Tres españoles iban a tomar la salida y al final fueron solo dos: Abel Jordán terminó cuarto, con 7.54 segundos, a cuatro centésimas del bronce, y Asier Martínez finalizó último.