En 2050 habrá la mitad de nieve en los Pirineos, pero las estaciones españolas se preparan con los avances de la nieve artificial. “Potenciamos mucho las actividades que no son esquí o snow”, dicen desde la estación de la Vall de Núria
Un saltador se eleva en el trampolín de la estación de Wisla en Polonia y vuela 10, 20, 30, 100, casi 150 metros y aterriza como siempre, sólo que hay algo raro, muy raro: no hay nieve, ni un centímetro de nieve. Ha tenido que saltar sobre plástico y posarse sobre el césped. Ocurrió el pasado noviembre en la primera prueba de la Copa del Mundo de saltos de trampolín y fue sólo el inicio: competiciones canceladas, estaciones cerradas… En fin, una serie de desgracias para los deportes de invierno por un simple motivo: cada vez nieva menos. Menos cantidad y menos días. En los Alpes, en los Pirineos o en las Rocosas. Y así un invierno tras otro. Uno de los efectos del calentamiento global.
Según el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC) antes del año 2050 «el espesor medio de la nieve podría disminuir a la mitad y la permanencia de la nieve en el suelo podría reducirse en más de un mes», y así… ¿Cómo sobrevivirán el esquí o el snowboard?
«Sobrevivirán, aunque de otra manera. Muchas cosas cambiarán. Las partes más bajas de las estaciones, por debajo de los 2.000 metros de altitud, no estarán siempre abiertas y es posible que muchos años no se pueda abrir en diciembre, es decir, en el puente de la Purísima y en Navidad. Pero seguirá habiendo deporte, seguro», pronostica Víctor Torres, director de sostenibilidad de la estación de Grandvalira, en Andorra, que advierte de la ventaja que los Pirineos tienen ante los Alpes o las Rocosas: «Aquí nunca ha habido abundancia de nieve y por eso hemos optimizado nuestros cañones de nieve de cultivo. Ha sido una evolución increíble. Con 15 centímetros de nieve prensada podemos trabajar. En los Alpes quizá necesitan 50».
«El cambio climático es innegable, nieva menos y todos intentamos adaptarnos. En todas las estaciones estamos potenciando nuestras actividades de verano e incluso las de invierno que no son esquí o snowboard: las raquetas, los trineos…», expone David Codony, responsable de eventos de la Vall de Núria, en Girona, una estación a la que sólo se puede acceder con tren cremallera y que pertenece a Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya, como La Molina, Vallter 2000, Espot, Port Ainé y Boí Taull.
Los profesionales piden soluciones
Según la Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña (ATUDEM), la temporada pasada se vendieron unos 5,8 millones de forfaits en España -lejos de los 6,5 millones de la 2008-2009-, pero se generó una facturación récord superior a los 160 millones de euros. Con menos días de nieve, el negocio está en diversificar actividades y en aprovechar los problemas en los Alpes para atraer a los esquiadores y snowboarders internacionales con más dinero.
Por eso Candanchú y Astún plantean hoy en día una ampliación en las alturas. Y por eso las estaciones de los Pirineos han organizado este año un calendario de competiciones nunca visto. Aparcado el fallido proyecto de los Juegos Olímpicos de invierno de Barcelona-Zaragoza-Pirineos, ha habido Copa del Mundo de freeride en Baqueira Beret o un Mundial de skimo en Boí Taull y la semana próxima se disputará la final de la Copa del Mundo de esquí alpino en Grandvalira. El deporte de élite sigue funcionando como reclamo, aunque también sufra para subsistir.
De hecho, en las últimas semanas, más de 300 profesionales de varias especialidades, como esquí alpino, nórdico o snowboard, entre ellos, Mikaela Shiffrin, la superestrella del mundillo, han firmado una carta abierta a la Federación Internacional de Esqui (FIS) para que trabaje contra el cambio climático y disminuye su huella de carbono. Por ejemplo, piden que la Copa del Mundo no vaya de un lugar para otro sin sentido. En realidad es lo único que puede hacer desde la élite: pelear para que su deporte no contribuya a su propia desaparición.
«Nuestra misión es impulsar el esquí, sólo nos dedicamos a productos de invierno, no queremos hacer zapatillas. Por eso tenemos un plan para reducir a cero nuestras emisiones, para frenar el calentamiento global que nos afecta directamente. Tenemos que poner de nuestra parte», comenta Irati Querejeta, especialista en marketing de Atomic, una de las marcas punteras en el sector, precisamente la que patrocina a Shiffrin. Cada vez hay menos nieve, pero los deportes de invierno intentan resistir.