Los Dodgers ganan las series mundiales de béisbol tras derrotar a Toronto en el séptimo partido de la final

Los Dodgers ganan las series mundiales de béisbol tras derrotar a Toronto en el séptimo partido de la final

Un partido emocionante como colofón a una final extraordinaria. “Algo increíble, indescriptible, largamente soñado y, sin embargo, totalmente inesperado”, en palabras de uno de los grandes cronistas californianos. Los Ángeles Dodgers derrotaron anoche, pasada ya la madrugada, a los Toronto Blue Jays en el séptimo partido de la final convirtiéndose en el primer equipo en un cuarto de siglo en ganar dos títulos consecutivos de las Series Mundiales de béisbol. Para el primero tuvieron que esperar 36 años; para el segundo, 366 días nada más. Era lo que el estado soñaba desde hace décadas, lo que sus rivales más temían, lo que la Liga todavía no sabe si es una bendición o una maldición.

El héroe inesperado de la noche no fue Shohei Ohtani, el mejor jugador del mundo y probablemente de la historia. Ni su compatriota Yoshinobu Yamamoto, MVP de las series, que se subió al montículo del pitcher en el momento más crítico de la novena y en teoría última entrada del partido (después de haber lanzado casi 100 veces el vieres para lograr que su equipo empatara la eliminatoria), sino Will Smith, uno de los catchers mejor pagados de la liga y que hace apenas unas semanas se perdió por lesión el final de la liga regular.

La victoria, 5 a 4, cimenta el inicio de una nueva era de dominio para el equipo californiano, que de la mano de Ohtani, el deportista mejor pagado y que cada día romper récords, lanzando y bateando, no tiene límites por delante. Fue una victoria de trabajo, de fe, de resiliencia. De esfuerzo más que de talento. De errores catastróficos y proezas nunca antes vistas en un estadio.

Durante toda la final, los Dodgers fueron por detrás, a remolque, sufriendo pero sin rendirse. Hasta ganar el título a domicilio tras remontar una serie que se puso cuesta arriba desde el primer momento, con una durísima derrota en el primer cara a cara. A pesar de sus muchas lesiones, venían de pasar por encima de Cincinnati Reds, Philadelphia Phillies y Milwaukee Brewers en los playoff.

Venían como favoritos indiscutibles, tras haber invertido casi 400 millones de dólares para formar una plantilla intratable. Y se encontraron una resistencia feroz, abrumadora por momento, liderada por Vladimir Guerrero Jr. la gran estrella de Toronto, probablemente el primer jugador que acompañe a su padre en el hall de la fama de la Liga.

El séptimo partido estuvo a la altura, del nivel y de la leyenda. Incluyendo un amago de tangana multitudinario en la cuarta entrada, con los banquillos enteros de los dos equipos acudiendo a la llamada de la violencia después de un bolazo involuntario y muchos insultos. Afortunadamente para el espectáculo, quedó en nada, no hubo expulsados y todo siguió como si nada.

Los Dodgers arrancaron abajo en el marcado hasta 3-0, pero lograron recuperar poco a poco, gracias en especial a un home run del inspiradísimo Max Muncy y al empate del infielder Miguel Rojas, que hasta el sexto partido de estas Series no pasaba de suplente. Llegaron empatados a la novena entrada, con la sensación de que los canadienses estaban mejor plantados y los lanzadores californianos, agotados y sin ideas.

Entre la espada y la pared, el entrenador optó por sentar a un fatigado y errático Blake Snell y encomendarse al talento, la esperanza y el aura de Yamamoto, muy tocado tras los 96 lanzamientos consecutivos de la víspera. No hay posición más devastadora para el cuerpo en el deporte profesional que la de pitcher, ni más solitaria. El propio Ohtani, fichado de Japón como lanzador pero reconvertido a fuerza de lesiones en mago del bate, tiene un calendario cuidadísimo y dosificado, y apenas ha tocado el montículo en la final, pues tras cada partido el brazo y el cuerpo acaban destrozados. Aun así, Yamamoto aceptó el desafío, la llamada de la historia, sin ningún tipo de descanso.

El japonés no estaba fino, ni cómodo, y su lenguaje corporal lo mostraba. Permitió que su primer rival llegara a la base. Golpeó al segundo, Alejandro Kirk, en el cuerpo con su segundo lanzamiento, llenando las bases. Y ahí llegó el milagro. Cuando peor estaba la situación, más respondió el equipo.

Daulton Varsho conectó un golpe rápido, pero la defensa rapidísima de Los Angeles logró una eliminación por centímetros. Literalmente. Los árbitros tuvieron que ver la jugada repetida en cámara lenta con el público contenido la respiración. El defensor levantó el pie pero logró volver a tocar la base milésimas de segundo antes que el corredor, confirmando la eliminación. Primera bala esquivada.

La siguiente fue, sin duda, una de las jugadas del año. Un tiro flojo de Yamamoto, un gran golpeo del bateador y la bola saliendo hacia el fondo del diamante. Cuando todo parecía perdido, el outfielder de los Dodgers, Andy Pages, corrió a la desperada y saltando sobre su compañero Kike Hernández, arrollándolo de hecho, logró atrapar el batazo del tercera base de Toronto, Ernie Clement, forzando la prórroga.

La décima entrada fue de respiro, y cuando los espectadores se iban mentalizando para una larga noche, como la del tercer partido, que llegó a las 18 entradas hasta lograr un vencedor, Will Smith en el ataque, y Mookie Betts en la defensa, dieron el golpe definitivo.

Un golpe excesivo, casi injusto, para los Blue Jays, que dominaron durante buena parte de la noche y de la semana. Cuya defensa secó cuatro noches a las estrellas angelinas, que anotaron más carreras y estuvieron más sólidos en general, gracias a la consagración del rookie Yesavage o del veterano Max Scherzer. Pero que abrieron la puerta cuando más peligroso era, y pagaron las consecuencias. Su cerrador, el pitcher Jeff Hoffman, había generado muchas dudas tras permitir 15 home runs en la temporada regular, pero había estado implacable en la postemporada, con solo una carrera en 11 entradas. Con la segunda, ya no hubo forma de remontar.

kpd