El peor gesto de Carlsen: un puñetazo en la mesa tras perder una partida

El peor gesto de Carlsen: un puñetazo en la mesa tras perder una partida

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Los genios del ajedrez suelen llorar sus derrotas de niños y maldecirlas de adultos. En ese dolor insoportable ante la idea de perder reside gran parte de su fuerza. Magnus Carlsen, número uno del mundo, reaccionó este domingo de una manera muy poco deportiva, sobre todo en un juego que solía presumir de ejemplar. El gran maestro noruego dio un puñetazo en la mesa en el momento en el que abandonaba su partida contra Gukesh Dommaraju, campeón del mundo. El joven indio, de 19 años, lograba así su primera victoria en ajedrez clásico contra el mejor jugador del planeta. Era un duelo cargado de morbo, en el que ambos tenían muchas cosas que demostrar.

El propio Gukesh reaccionó con deportividad al feo gesto de Carlsen. “Entiendo su reacción, porque yo mismo he golpeado muchas mesas”, disculpó el campeón. Cabe aclarar que el enfado de Magnus estaba dirigido sin matices contra sí mismo, por malograr una clara ventaja trabajada durante horas, con un porcentaje de precisión que poco antes de su pérdida de papeles era del 99 por ciento. Carlsen asestó su puñetazo sobre la mesa, que hizo que las piezas saltaran por el tablero; curiosamente, el rey y algunas piezas del indio fueron las únicas que se mantuvieron en pie. Inmediatamente después, Magnus le dio la mano a su rival, que seguía lidiando con sus propias emociones. Acaba de cumplir 19 años y todavía hay críticos que lo consideran indigno de llevar la corona.

En los vídeos se ve cómo poco después del golpe, mientras Gukesh aún contiene su alegría, el noruego pasa a su lado como un ciclón, pero tiene tiempo de darle un toquecito cómplice en la espalda, casi cariñoso. La relación entre ellos sigue siendo cordial, eso es seguro, y lo único dañado ha sido la imagen del número uno.

Exceso de motivación

En la primera vuelta, el jugador vikingo ya superó al campeón, todavía líder del Norway Chess, el torneo más fuerte del año, ya que participan los cinco mejores del mundo, además del chino Wei Yi, número 19. Entonces publicó un tuit (después de su derrota no ha sido tan rápido en reaccionar) con una frase de la serie ‘The Wire’: “Si vienes a por el rey, es mejor que no falles”. Ganar de nuevo al campeón y colocarle un 2-0 habría supuesto un golpe de autoridad sobre la mesa. Al transformar esa autoafirmación moral en una prueba física de frustración, en un impacto real, Carlsen se coloca a sí mismo en una posición delicada.

Por desgracia para él, es reincidente, ya que no es la primera vez que reacciona airado a alguna derrota inesperada. Algunos grandes maestros, como Ivan Sokolov, se apresuraron a defender su gesto, que en todo caso cualquier ajedrecista puede entender. Hay pocas cosas más duras que dejar escapar una partida importante por un error postrero, después de horas de concentración. “Tuvo una reacción emocional normal después de su error… perdiendo una partida que estaba ‘ganando’ durante bastante tiempo… Inmediatamente reajustó las piezas. Mostró respeto a Gukesh y salió. No hay nada malo en su comportamiento”, explicó el gran maestro neerlandés.

Calma extrema del joven campeón

De Gukesh cabe admirar varias virtudes, no solo la naturalidad con la que entendió el enfado de su oponente. Durante la partida, se vio sometido por una fuerza de la naturaleza, pero nunca se rindió. Primero, tras ser neutralizado en las primeras jugadas, pese a que él llevaba las piezas blancas, tuvo que decidir si seguía jugando a ganar y volvió a apostar por el riesgo, en lo que ya es una de sus señas de identidad.

En el confesionario, una de las aportaciones del Norway Chess al panorama ajedrecístico (la otra es que los duelos nunca terminan en empate), Carlsen ya había comentado esta circunstancia. Conocedor de que Gukesh es “muy ambicioso”, incluso contra él, Magnus esperaba que su enemigo jugara a ganar, en lugar de buscar un sencillo empate. Pronto vio que desde un punto de vista objetivo era el camino erróneo, pero el indio no dejó que el arrepentimiento hiciera mella en su voluntad y nunca se vino abajo. Siguió luchando y resistió de forma heroica para mantener la partida viva hasta la fase final, en la que la presión del tiempo se convierte en un factor crucial. Cuando escasean los minutos, y en Noruega se juega a un ritmo más alto de lo normal, los errores empiezan a aparecer incluso cuando el protagonista es Magnus Carlsen, que hasta ese momento había jugado al nivel de las máquinas.

A falta de cuatro partidas, todo está por decidir en la ciudad noruega de Stavanger, pero hay algo que no tiene vuelta atrás. El joven tiburón ha probado la sangre de quien muchos consideran el mejor jugador de la historia. El veterano número uno, dolido y arrepentido, sabe bien que la relación entre ambos ha entrado en otra dimensión. La posibilidad de someterlo en los próximos enfrentamientos está más lejos que antes. Una vez roto el cristal del respeto, este ya no se recompone jamás. Las próximas partidas entre ambos serán un espectáculo de primer nivel. Quién sabe incluso si a Carlsen no le servirá como estímulo para intentar recuperar una corona a la que renunció de forma voluntaria, aburrido de no encontrar enemigos de su talla.

kpd