El golfista nació en Cantrabria hace 31 años con una malformación congénita de su pierna derecha, tan corta que no llegaba a la rodilla, y con el pie pegado al muñón. Acaba de ganar en Abu Dabi la primera prueba del año del G4D, el tour de Golf para discapacitados
Juanele Postigo no sabe lo que es atarse los cordones de los dos zapatos. “Nací tal cual estoy”, dice el golfista cántabro de 31 años, lo que se traduce en una malformación congénita de su pierna derecha, tan corta que no llega a la rodilla, y con el pie pegado al muñón. Una discapacidad que no le ha impedido triunfar en el mundo del golf.
Postigo acaba de ganar en Abu Dabi la primera prueba del año del G4D, el tour de golf para discapacitados, una iniciativa creada por el DP World Tour, que arrancó el año pasado con siete torneos, que este año crecerá hasta los nueve, y cuyo objetivo es llegar a 15.
Cuando Juanele tenía 16 años le propusieron amputarle el pie para acoplarle una prótesis. “Fue una de las peores decisiones de mi vida”, recuerda. La intervención no salió bien y le dejaron un nervio tocado. Los dolores entraron en su vida y ya no le han dejado. El golfista juega como llego al mundo, es decir, sin prótesis. “Empecé jugando con ella, pero en 2012 me operaron para una mejora y la empeoraron, desde entonces no tengo ni ganas ni interés de volver a intentarlo”, explica.
En el ranking de discapacitados, el español ocupa la cuarta plaza, pero su historia de superación parece que acaba de empezar, con la primera victoria de la semana pasada y su salto al profesionalismo. Atrás quedan sus años trabajando en la sección de golf de la tienda del Decathlon en Santander. “Ahora me dedico al golf”, comenta orgulloso. Incluso tiene algunos patrocinadores gracias a su manager, Javier Ballesteros, hijo de Seve y también profesional del golf.
Entrena unas 3 o 4 horas diarias. “No las que debería, pero tengo que proteger mi cuerpo. Donde sí metemos mucha caña es en el gimnasio, porque tengo que fortalecer el abdomen y la única pierna que tengo”, explica.
Aunque su foco seguirá siendo el G4D, pretende compaginarlo con algún torneo de la PGA de España, del Alps Tour y del Challenge Tour: “Aún sabiendo que no es mi espacio, porque soy consciente de que el juego y el nivel es diferente”. El hándicap está en la distancia desde el tee de salida. “Nosotros generamos una velocidad de 105 -107 millas por hora que se traduce en unos 245 metros. Para ser competitivo en estos campos tienes que generar como mínimo 115 millas por hora, y hay que volar la bola alrededor de 270 metros o estas muerto. Ahí viene nuestra gran desventaja”, afirma quien además es uno de los grandes pegadores del circuito junto con el número uno y principal rival, el inglés Kipp Propert, quien con una parálisis cerebral se llevó cinco torneos en 2022.
Otra dificultad, especialmente en el caso de Juanele son los bunker de calle y los desniveles. En definitiva, “mantener el equilibrio”, explica, “algo que en los días de mucho viento es difícil”.
El G4D ha prometido que este año pagará a sus jugadores. “Están vendiendo nuestras caras y eso genera un valor que poco a poco tiene que estar remunerado”, dice el golfista. De momento el DP World Tour cubre los gastos de los participantes pero, como afirma Juanele, “siempre te gastas algo”.
El jugador cántabro cree que el golf es un deporte idóneo para no establecer categorías: “Hay un mínimo que deben respetarse, porque no es lo mismo ir en silla de ruedas, que no puedes pegarle igual a la bola, o los ciegos, que requieren de unas condiciones de competición específicas, pero luego están todos los demás: amputados de brazo, de piernas, parálisis cerebral, escoliosis de espalda, hay muchas discapacidades y todos se esfuerzan por dar espectáculo”.