El futbolista Nikola Pokrivac, ex miembro de la selección nacional croata y ex jugador del Dinamo, ha muerto de forma inesperada a los 39 años de edad, en un grave accidente de tráfico, informan este sábado los medios de su país.
Según fuentes policiales, Pokrivac y otra persona murieron en la noche del viernes, en un choque que involucró a cuatro vehículos cerca de Karlovac, a unos 50 kilómetros al sur de Zagreb, mientras que otras tres personas resultaron heridas.
La Policía ha abierto una investigación para esclarecer las causas del siniestro, indica el portal deportivo Sportske Novosti.
Tras comenzar su carrera futbolística en Varteks en 2004, Pokrivac jugó en diversos equipos, entre ellos el Dinamo de Zagreb, el Mónaco, el Red Bull Salzburgo y el Rijeka, y participó en 15 partidos de la selección nacional croata.
En 2015 sufrió una grave enfermedad de la que sin embargo logró recuperarse hasta el punto de poder regresar al fútbol de primera división. El equipo del que formaba parte al morir es el Vojnic, de cuarta división.
El Dinamo informó haber recibido con gran tristeza e incredulidad la noticia sobre su muerte.
“Nikola seguirá siendo para siempre parte de la familia Dinamo: como un talentoso mediocampista, un luchador en el campo y un hombre con un gran corazón. Jugó 69 veces con los Azules y participó en cuatro títulos de campeonato y tres Copas de Campeones” escribió Dinamo por la red social X.
También el Red Bull Salzburgo expresó su tristeza y condolencias a los familiares del fallecido.
“Lamentamos la pérdida de nuestro ex jugador Nikola Pokrivac, quien falleció trágicamente en un accidente automovilístico. Nuestros pensamientos están con su familia y amigos. Descansa en paz, Nikola”, dijo el equipo austríaco en su web.
No se le da bien el mes de marzo a España. Perdió hace dos años ante Escocia metiéndose en un buen lío. Perdió el año pasado ante Colombia en un amistoso intrascendente, y estuvo a punto de perder este jueves de nuevo ante Países Bajos, aunque un fallo de Verbruggen le permitó salvar los muebles en el descuento. Decidirá Mestalla el domingo en la vuelta de estos cuartos de final de la Liga de Naciones, con la campeona de Europa obligada a ganar después de una noche gris donde las piernas pesaron más de la cuenta, donde el balón no transitó como suele y donde, en fin, España fue mucho menos España. [Narración y estadísticas (2-2)]
La selección ya se fue al descanso con mala cara. Después de muchos meses sin verse, en mitad de una temporada asfixiante, Luis de la Fuente apenas había tenido tiempo de juntarles para descansar, relajarles y recordarles mínimamente los automatismos que les han llevado hasta aquí, ganando Liga de Naciones y Eurocopa por el camino. España se fue con mala cara al descanso porque hacía mucho tiempo que un equipo no le metía en su campo para no dejarle salir. Y eso fue lo que consiguió Países Bajos en la primera parte.
Y eso que la noche no pudo empezar mejor. Con la alineación que todo el mundo esperaba, porque el seleccionador no es amigo de experimentos, el partido se rompió enseguida gracias a un jugador mayúsculo, seguramente el mejor centrocampista del mundo hoy. En el minuto ocho, lo primero que pasó es que Hato se hizo un lío morrocotudo y Lamine Yamal porfió hasta quitarle la pelota. Se la dio a Pedri, ese jugador mayúsculo, ese que es seguramente el mejor centrocampista del mundo hoy, e hizo algo que muy pocos hacen. Casi en el área pequeña, recibió de espaldas. Paró el balón, se giró, levantó la cabeza (todo esto, conviene insistir, con un central encima y cerca del área pequeña) y se la dio a Nico, que finalizó con un giro sobre sí mismo.
Sin balón se apaga la luz
Muy pronto, pues, España estaba por delante y todo parecía ir cuesta abajo, en la línea que acompaña a este equipo desde hace tiempo. De hecho, un rato después Morata tuvo el segundo tras una jugada colectiva impecable. Pero ahí se apagó la luz. Epaña perdió el balón y se fue metiendo atrás. Le costaba incluso atravesar el centro del campo, y eso permitía a los holandeses merodear por el área hasta que encontraron el hueco tras una jugada de Frimpong que terminó Gakpo en el otro costado.
El empate no era, sin embargo, la peor noticia. La peor noticia es que no había noticias de jugadores como Zubimendi, Fabián o Pedri. Tampoco de Nico ni de Lamine. Morata bastante tenía con ayudar a achicar agua allá donde hiciera falta, lo mismo daba en una banda que por el centro que defendiendo un córner.
Al ritmo de De Jong, que ha recuperado el nivel con el que un día deslumbró, el equipo de Koeman se sintió cómodo ante la campeona, a la que arrinconó en su propio campo y a la que hizo correr detrás de la pelota durante demasiado tiempo. Porque a España, a esta España, no le incomoda meterse atrás. Pero un rato. No durante casi media hora. La lesión de Cubarsí, que dio paso a otro jovencísimo que llega, Huijsen, cerró un primer asalto en el que Reijnders pudo haber puesto las cosas peor si su remate desde la frontal hubiese encontrado la red en lugar del larguero.
Van Hecke salta con Ayoze.NICOLAS TUCATAFP
Falló antes del descanso, pero no después. No tardó ni un minuto en marcar el segundo gracias, de nuevo, al velocísimo Frimpong, cuyo pase atrás lo estampó el jugador del Milan en la red. Por debajo en el marcador, la selección reaccionó y al menos tuvo la pelota. No hizo gran cosa con ella, pero jugó en campo contrario. A falda de media hora, De la Fuente renovó al equipo metiendo a Oyarzabal por Lamine, a Olmo por Pedri y a Ayoze por Morata.
No cambió el panorama. Olmo sí fue capaz de hilar un poco más el ataque español, que terminó el partido en busca del empate, más cuando Países Bajos se quedó con uno menos por una entrada a destiempo de Hato sobre Le Normand. Pudo en un último suspiro igualar gracias a un error grosero de Verbruggen a disparo de Nico. Mikel Merino, que pasaba por allí y que le está cogiendo el gusto en el Arsenal a esto de jugar como delantero, salvó los dos años sin perder un partido oficial y puso a Mestalla bajo el foco.
Ni proeza ni dignidad. Otro revolcón de una maquinaria engrasada y con colmillo que tritura sin piedad. El Barça es semifinalista de la Copa del Rey volviendo a aplastar sin necesitar más ritmo que el de un entrenamiento a un Valencia hecho añicos y convertido en un espectro. Nadie en Mestalla pensaba que obraría el milagro, pero sí esperaba que su equipo fuera capaz de esquivar una nueva humillación. La voracidad de Ferran, la clarividencia de Pedri, suelto y cómodo, y la pillería de Fermín y Lamine Yamal culminaron otro varapalo histórico. [Narración y estadísticas: 0-5]
Este equipo de Hansi Flick no tiene piedad y el técnico no pensó en recostarse en Mestalla. No se guardó mas que a Lewandowski. Sabe que cuando sus jugadores huelen el miedo son letales y la alineación del Valencia desprendía ese aroma a partido desechado. Con la salvación entre ceja y ceja, la Copa es un lujo que no se puede permitir y la proeza una palabra que aparece en el vocabulario valencianista desde hace demasiado tiempo.
Como un dejavú del guion del 7-1 en Montjuïc, el Barça marcó en el minuto tres. Como la carencias del rival fueron muy evidentes, probó dos veces a poner la pelota entre dos de los tres centrales con los que Corberán, sin fortuna, había querido protegerse. Primero salvó Dimitrievski, después a Lamine no encontró a Ferran y a la tercera fue Balde quien telegrafió la pelota al agujero entre Diakhaby y Yarek, por donde apareció el Tiburón para soltar el primer bocado. El valenciano, desterrados los demonios de otras temporadas, vive momentos dulces apretando al pichichi polaco.
Para alimentar su voracidad tiene como aliado a Pedri. En sus botas amasó el Barça la goleada. Al canario le defendieron con la mirada, con metros para pensar y maniobrar. Un suicidio de Guillamón y Pepelu que no tardaría en pagar. Sadiq intentaba pelear buscando probar qué noche tenía Szczesny y Fran Pérez fue capaz de robarle la pelota en la salida a Cubarsí y tardar tanto en armas un disparo que el propio central se rehizo y lo atajó. No daba síntomas la unidad B valencianista de resurrección pero, por si acaso, Pedri encontró a Raphinha en la frontal y con una media vuelta le dejó de cara a Lamine un disparo que se estrelló en el poste y, escupido, lo rebañó Ferran para lograr el segundo. El ridículo lo cerró Fermín burlándose de Yarek para cazar una asistencia llovida del canario y batir a Dimitrievski.
El partido, a los 23 minutos, ya se estaba haciendo largo para el valencianismo. Respondió Pepelu con un tiro de rabia desde la frontal que fue la primera vez que Szczesny tuvo que parar, pero era imposible frenar el torrente. El omnipresente Pedri se alió de nuevo con Raphinha, que el regaló a Ferran el hat trick. No hay lugar para la piedad en el fútbol.
Pretendía Corberán enmendar la imagen de descomposición que exhibió su equipo en Montjuïc, encapsular aquel marcador en el olvido, y permitir a sus jugadores que se reivindicaran. Nada ocurrió. Al regreso del vestuario Sadiq quiso volver a inquietar, pero cayó en la trampa del fuera de juego una y otra vez, y retrucó el Barça con la aparición de Lamine Yamal. Después del palo en la primera parte ni siquiera le había hecho falta brillar, y era el momento de sumarse a la fiesta, Ferran empezó a repartir, le encontró en la derecha para que hiciera diabluras y, si la primera volvió a escupirla el poste, en la segunda sacó un tiro que se metió Dimitrievski. La mano no la puso firme el macedonio sino los azulgranas en el marcador. Incontestable el juego, cómodo, y más aún el resultado.
Comenzó a proteger el técnico alemán a sus estrellas y puso en el césped a Dani Olmo e Iñigo Martínez lo que se tradujo que en que no llegaron más goles, pero tampoco más inquietud porque ocasiones hubo. El Valencia estaba deseando que pitara Ortiz Arias el final, con Mestalla silbando de manera atronadora el regreso de Rafa Mir al estadio, donde no le quieren, haciendo pagar los platos rotos a jugadores como Guillamón y viendo impasibles el debut de refuerzos que lo parecieron poco. El entretenimiento fue corear cualquier ataque de sus jugadores, una forma de combatir con humor la tremenda desazón que viven cada jornada. El Barça letal armado por Flick ya no es rival para este Valencia de desguace.
La historia de amor de Lester Lescay ya es de bronce. En una concentración en el Eurohotel de Castellón en 2020, justo antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, todavía compitiendo por Cuba, el saltador empezó a charlar con una trabajadora del establecimiento, Beatriz, y aquella conversación se alargó durante días, durante meses, durante años pese a la distancia, pese a su regreso a La Habana.
Dos años después, Lescay decidió abandonar su país e instalarse en la casa de su ya novia en Burriana. Cinco años después, nacionalizado español por matrimonio, "con exámenes, a través de la justicia", se subió al podio en la longitud del Europeo indoor de Apeldoorn con un salto válido, el único que le permitió hacer la lesión en los isquiotibiales de la pierna izquierda que arrastra desde unas semanas.
En su segundo intento, Lescay alcanzó los 8,12 metros y ya fue imposible bajarle de los puestos de honor. De hecho, en otro concurso barato, se le escapó el oro por sólo un centímetro. En su último salto, el búlgaro Bozhidar Saraboyukov se fue hasta los 8,13 metros y dejó así con la plata al favorito, el italiano Mattia Furlani, que aunque lo intentó tuvo que conformarse con la plata. Furlani también llegó a los 8,12 metros, como Lescay, pero desempató con el resto de sus marcas.
La lesión de Llopis
Pese a la igualdad, el saltador español, que debutaba con la selección, se mostró eufórico. Los dolores le obligaron a renunciar a sus tres últimos intentos, pero no a una celebración más que merecida. "La medalla todo lo limpia. Estoy super contento con todo, una adrenalina sabrosa. Estoy loco por volver a repetir de nuevo", comentó.
Su sonrisa y la sonrisa de Ana Peleteiro por su oro contrastaban con las desgracias que se le fueron acumulando a la selección española durante la jornada. Junto a Lescay, competía Jaime Guerra en la longitud y, pese a su potente batida, al final tuvo que marcharse en camilla, lesionado, del pabellón Omnisport de Apeldoorn.
Mientras lo hacía, exactamente al mismo tiempo, Quique Llopis, el máximo favorito español a las medallas en los 60 metros vallas se lesionaba en el calentamiento de la final y esquivaba la historia. Tres españoles iban a tomar la salida y al final fueron solo dos: Abel Jordán terminó cuarto, con 7.54 segundos, a cuatro centésimas del bronce, y Asier Martínez finalizó último.