2023 fue el año de las (falsas) bolas anales y de la demanda de Hans Niemann contra Magnus Carlsen por llamarlo tramposo sin demostrarlo. La temporada parecía imposible de superar, pero la serie de intriga en la que se ha convertido el ajedrez mundial, no exenta de toques de comedia, ha estirado los límites de lo posible. En el Mundial de partidas relámpago que ha terminado en Nueva York hace apenas unas horas, justo después de las campanadas para los seguidores españoles, dos ajedrecistas han compartido la corona por primera vez en la historia. Lo ocurrido dejó estupefactos a comentaristas, grandes maestros y espectadores y fue idea del vigente campeón. Después de siete partidas sin ser capaz de doblegar a Ian Nepomniachtchi, aunque llegó a llevar dos puntos de ventaja, Magnus Carlsen tuvo la idea de repartirse el título con el ruso. La FIDE, todavía escarmentada por el escándalo de los pantalones vaqueros, no supo negarse.
Hay precedentes en el salto de altura y el salto con pértiga, pero en ajedrez no se había visto nunca nada parecido, y eso que los tableros han sido testigos de grandes dramas en el pasado: Florencio Campomanes suspendió el Mundial de 1985 entre Karpov y Kasparov por motivos de salud y Bobby Fischer, después de no presentarse a una partida en el de 1972, accedió a volver tras convencer a la FIDE y a su rival, Boris Spassky, de jugar en una sala sin público ni cámaras. La jugada de Magnus puede compararse a estos dos antecedentes todavía no explicados. El noruego hizo feliz a Nepo, por fin campeón del mundo, pero frustró a decenas de miles de aficionados y despertó las críticas de destacados grandes maestros.
El propio Niemann fue de los más agresivos. “El mundo del ajedrez es oficialmente una broma”, escribió. “Esto no se ha hecho nunca en la historia. No puedo creer que el organismo oficial del ajedrez sea controlado por un jugador por segunda vez esta semana. ¡Solo puede haber un campeón del mundo!”. El americano aludía al cambio de reglamento aplicado en el código de vestimenta después de que Carlsen fuera castigado por llevar pantalones vaqueros en el Mundial de Rápidas. Gracias a esta modificación de las normas, y a intensas negociaciones en las que participó el patrocinador, el noruego accedió a regresar para jugar el campeonato de partidas relámpago. Poco importó que 24 horas antes hubiera insultado a los responsables de la FIDE: “Que os jodan”, les dijo, minutos después de abandonar el torneo.
La negociación posterior fue vista como una reconciliación positiva, pero dejar que el número uno pusiera fin a la final saltándose el reglamento ha sido una decisión más controvertida, aunque tampoco faltan entusiastas defensores de esta demostración de deportividad en fechas navideñas. El conocido árbitro estadounidense Chris Bird, por ejemplo, lo considera “el final más apropiado”, “teniendo en cuenta todo lo que ha pasado esta semana”. La ajedrecista alemana Elisabeth Paehtz, sin embargo, está con los críticos: “Entonces, ¿Carlsen decide sobre el formato, el código de vestimenta y las reglas para el título?”.
“Estábamos cansados y nerviosos”
El propio Magnus explicó su postura sin demasiado entusiasmo: “La gente entiende que estábamos cansados y nerviosos. A algunos les gustará, a otros no. Así son las cosas”. Otros participantes, como el estadounidense Daniel Naroditsky, que se quedó fuera de la final a ocho pese a haber empatado a puntos con los clasificados, expresó su disconformidad: “Si hubiera sabido que las reglas eran flexibles, habría presionado para que los 10 jugadores que empataron en el primer puesto fueran incluidos. Si podemos tener dos co-campeones, ¿por qué no 10?”.
Lo cierto es que la fase final del Mundial de Blitz fue muy duro para el número uno. En cuartos de final, sufrió lo indecible para superar a Niemann, el único jugador que parece capaz de ponerlo nervioso. El americano se adelantó y tuvo contra las cuerdas al campeón, quien dio lo mejor de sí mismo para remontar la eliminatoria. Después, barrió al polaco Jan-Krzysztof Duda en semifinales y vivió un carrusel de emociones en la final contra Nepo. Ganó las dos primeras partidas, perdió las dos siguientes contra todos los pronósticos imaginables y fue entonces cuando llegaron tres tablas de infarto en la muerte súbita. Agotado y al borde del abismo, fue cuando se le ocurrió proponer a su rival partir la corona. Para el público, que estaba vibrando con el duelo y la lucha a muerte entre dos genios, este abrupto final supuso una decepción inmensa.
El resultado contrasta además con lo que ocurrió en el Mundial femenino, en el que la china Ju Wenjun y su amiga y compatriota Lei Tingjie hicieron seis tablas seguidas, antes de que la primera se anotara por fin el séptimo juego. Si hubieran imaginado que era posible, seguro que también habrían compartido el título. Y con toda seguridad habían sido criticadas por el resto del universo ajedrecístico.