¿Cuántas vidas tiene Ding Liren? El domingo parecía muerto, después de que Gukesh Dommaraju gananara la undécima partida, tras una sucesión de siete tablas. El indio se había metido medio Mundial en el bolsillo. Hoy, el campeón aplastó a su rival, casi con furia. Le dio una lección de estrategia cuando lo tenía todo en contra y da la sensación de haber recuperado tres cuartos de la corona. El marcador solo habla de igualdad: 6-6 a falta de dos partidas. Si se mantiene el equilibrio, se jugarán cuatro rápidas de desempate, un ritmo que en teoría favorece al campeón, pero a estas alturas la teoría es un concepto demasiado etéreo.
Los periodistas presentes en Singapur repetían una y otra vez la misma pregunta, con pequeñas variaciones. ¿De dónde saca las fuerzas Ding Liren para levantar tantas bolas de partido? El gran maestro Anish Giri, uno de los mejores del mundo, confesaba su estupor: “Simplemente, no entiendo lo que está pasando con Ding… Es un gran misterio para mí. Ayer parecía tan roto y ahora juega de manera absolutamente increíble”.
Llueve sobre mojado, porque cuando ganó el título, Ding Liren hizo lo mismo contra Ian Nepomniachtchi, ¡hasta en tres ocasiones! Contra el ruso remontó por última vez justo en la partida 12. Antes de abandonar la sala de prensa, el campeón recordó el domingo ese dato, como para darse ánimos a sí mismo, más que para convencer a una audiencia escéptica.
El 17, su número favorito
Este lunes le preguntaron al gran maestro chino si cree en la numerología y aseguró que, en todo caso, su favorito es el 17, que no le sirve de mucho porque en el Mundial solo se juegan 14 partidas. En realidad, si son necesarios los desempates, sí llegaremos a ese número. Como curiosidad, en Kazajistán Ding le ganó la 18 a Nepo y se aseguró el título de campeón, que quizá le dure más de lo esperado.
El propio Ding Liren no se explica del todo su fortuna cuando más la necesita. Él dice que ni siquiera altera sus costumbres. “Ayer continué con la rutina normal, cené y me fui a dormir pronto, antes de una partida tan importante”. Luego añadió que además de recuperar fuerzas en la cama, en el desayuno se tomó dos cafés, que lo llenaron de energía. El chino es una persona sencilla, cuyo aspecto frágil solo es un trampantojo que ya solo engaña a los más inocentes de sus rivales.
Gukesh lo tenía todo de cara. Su rival preparó una línea, por supuesto, pero no la llegó a materializar porque el indio se adelantó con una sorpresa, con lo que parecía llevar la partida a su terreno. Se jugó una inglesa que derivó en una defensa neocatalana, sutilezas modernas en las que no hay que buscar paralelismos políticos. De cualquier modo, algo falló en la preparación del aspirante, porque su procés fue a peor. Ya en la jugada 20, Vishy Anand, pentacampeón del mundo, anunciaba con pena que no veía esperanzas para su compatriota.
Ding, que si ha pecado de algo en este Mundial es de pesimismo, no lo vio claro hasta la 23, justo después del único error obvio de Gukesh. Lo más sorprendente de la partida fue precisamente que el indio no cometió grandes errores. Simplemente, fue superado centímetro a centímetro. La fuerza invisible que genera Ding lo aplastó sin violencia, pero sin compasión. El chino se negó a revelar sus verdaderos secretos, si acaso los tiene, y se limitó a explicar que la posición encajaba muy bien con su personalidad.
En un juego tan racional como el ajedrez, sorprenden estos factores misteriosos. Hay algo inexplicable en el estado mental que alcanza el campeón cuando lo necesita. En un momento dado, pudo capturar una torre con su caballo, lo que suele representar una ventaja de material insuperable. Los comentaristas especulaban sobre los motivos que llevaron a Ding a ignorar esa posibilidad. Parecía un lujo o un adorno innecesario, impropio de un jugador nada exhibicionista. La verdad era mucho más prosaica según comentó: “Simplemente, no vi que me podía comer la torre”. Así es Ding, no se da cuenta de jugadas al alcance de cualquier aficionado, pero ve cosas que muchos maestros no pueden ni soñar.
Para Gukesh, el golpe es devastador. Ahora tiene que partir de cero, en mucha peor situación que si las dos últimas partidas hubieran terminado en tablas. El indio reconoció que se sentía “muy decepcionado”, pero que intentaría recuperarse y jugar bien las dos partidas que faltan. Su discurso no daba para más y la mera presencia de este chico de 18 años en la rueda de prensa ya era una demostración de entereza, porque al final de la partida se quedó hundido, sin poder despegarse del tablero, con aspecto de que podía romper a llorar en cualquier momento.
Por suerte o por desgracia, porque pensar demasiado también puede ser contraproducente, mañana hay jornada de descanso. El aspirante necesita un milagro como el de Ding, encontrar su fuerza interior con ayuda de la meditación y la exterior que le pueda proporcionar su equipo. Liren contó otra cosa, quizá más fácil de imitar: “Mi madre también me ayudó. Me dio confianza y me dijo que podía volver a conseguirlo”.