La esquiadora italiana Matilde Lorenzi ha muerto este martes a los 19 años en el hospital de la ciudad Bolzano, donde había sido ingresada un día antes tras sufrir una caída entrenando en una pista de los Alpes.
Lorenzi formaba parte del equipo deportivo del Ejército italiano, especializada en pruebas de velocidad, y la pasada temporada había destacado ganando el campeonato italiano de esquí absoluto y en la modalidad supergigante en Sarentino.
El Ministerio de Defensa ha confirmado el fallecimiento esta mañana de esta esquiadora “promesa del esquí nacional” y ha transmitido su pésame a sus allegados.
Lorenzi, natural de Turín, habría cumplido 20 años el próximo 15 de noviembre pero su vida se truncó este lunes al sufrir una grave caída mientras entrenaba descendiendo una de las pistas de la estación de Val Senales, en Alto Adige.
El ministro de Exteriores, Antonio Tajani, también ha lamentado su muerte y recordado su “talento cristalino roto por el destino”.
La Federación Internacional de Esquí también ha emitido un comunicado de pésame en X. “FISI está de luto, junto a su familia, amigos y todos los que amaron a Matilde, honrando su memoria hoy y siempre”.
Del mar a la montaña. Hace unos años una pequeña marca deportiva vasca, Ternua, le pidió a tres cofradías de su zona, las de Bermeo, Getaria y Hondarribia, que les guardaran las redes de pesca rotas o desgastadas y en unos meses se encontraron en sus instalaciones con 12 toneladas de malla para tirar, inservible, hecha polvo. Era más de lo que esperaban, pero era mejor que sobrara. Pese al enorme volumen recibido, siguieron con su proyecto y, después de reciclar las redes y de convertirlas en hilo, presentaron su innovación: 50.000 pantalones de esquí -entre ellos los de competición de varias federaciones- hechos con material de pesca. Del mar a la montaña. Luego harían lo mismo con cáscaras de nueces o huesos de aceituna, con posos de café o con sábanas de hoteles desgastadas.
«Desde nuestro nacimiento en 1994 siempre hemos querido hacer ropa deportiva que significa algo y ahora creemos que todo el sector va hacia ahí, es el futuro porque tiene que ser el futuro», comenta Eduardo Uribesalgo, director de innovación de Ternua. Su propuesta es modesta, producción contenida, muy local, pero, en realidad, está en la línea de lo que vendrá. La ropa deportiva del futuro estará hecha de materiales que ahora ni imaginamos, durará más y será circular.
Adiós al petróleo
Las multinacionales, como Nike y Adidas, ya tienen ropa y zapatillas hechas con botellas (Flyknit) o residuos de los océanos (Parley), pero ese reciclaje cada vez es más controvertido -al fin y al cabo, es plástico-, y, además, avanzan propuestas mucho más rompedoras en ese sentido. Según un estudio de la Fundación Changing Markets el 69% de las fibras que se utilizan en el deporte todavía proceden del petróleo, como el poliéster o el nylon, y el objetivo de varias empresas es disminuir ese porcentaje drásticamente. La biotecnología ya ha creado poliéster a partir de la yuca, la caña de azúcar o el maíz, muy parecido al actual; la goma EVA, presente en muchísimas zapatillas, se podría sustituir por Bloom, hecha por algas, que ya usan Puma o Merrell; el neopreno petrolífero tiende a ser sustituido por el Yulex, hecho de planta de yute -Decathlon ya tiene un modelo 100% Yulex-; y así múltiples innovaciones.
Hay postureo, el llamado greenwashing, pero también cierta presión legislativa -nuevas directrices europeas e iniciativas como la francesa Ecoscore-, y sobre todo más conciencia de los deportistas aficionados que, al final, son los que compran. Según una encuesta de la competición de vela SailGP realizada entre sus aficionados en Estados Unidos, Reino Unido y Suiza «el 72% de la población no quiere hacer deporte con ropa hecha con combustibles fósiles», pero en las tiendas se encuentran varios obstáculos. Uno es la variedad, otro es el rendimiento, pues aún es imposible encontrar zapatillas rápidas y verdes, pero el principal es el precio.
«Tarde o temprano va a llegar: un atleta ganará un maratón con unas zapatillas reciclables. Pero mientras tanto es un camino lleno de retos. Especialmente hacer llegar al público todos esos materiales. Varias marcas han hecho camisetas con fibras muy sugerentes, de algas o fibra de coco, pero costaban 80 o 100 euros. Hasta que los procesos no sean más baratos no se podrá generalizar su uso», expone Juan González, probador de varias marcas y responsable del podcast sobre material El laboratorio de Juan.
«El coste se reducirá a medida que más marcas se comprometan con la verdadera circularidad», asevera Ramesh Kesh, vicepresidente de Milliken & Company y responsable de Polartec, marca líder en forros polares y por lo tanto con la dependencia del petróleo como reto. "Como industria, es hora de que abordemos algunas de las causas más profundas en lugar de poner tiritas a otros temas que tienen poco impacto a largo plazo", añade en el final del proceso para que toda su colección sea de poliéster reciclado, sea circular.
«El precio es un desafío, eso está claro. Pero hay que darles a estos materiales el valor que tienen», subraya por su parte Joel Gómez, manager en España de la marca italiana Uyn, que está marcando el camino. Con mucha implantación en el esquí -su embajadores es el estadounidense Bode Miller, campeón olímpico-, toda su ropa está hecha de fibras nuevas procedentes del maíz, del ricino o del eucalipto, tienen una lana vegetal...
«Es actual porque lo pide el público y futurista a la vez, hay mucha investigación detrás y no siempre sale cómo deseamos. Pero esa esencia bio se acabará imponiendo», añade Gómez, que sabe que en la vanguardia hay riesgo.
¿Unas zapatillas para toda la vida?
En los últimos años, por ejemplo, varias marcas, como Salomon, han presentado zapatillas 100% reciclables, pero su éxito ha sido limitado. Quizá el camino sea otro, utilizar un un material más resistente como el grafeno como hace Inov, o directamente crear unas zapatillas desmontables. En ello está embarcado actualmente Kilian Jornet. Su marca, Nnormal, triunfó en el mercado de la montaña con sus modelos duraderos, pero ahora quiere más. En los últimos meses está trabajando en unas zapatillas modulares, las Kboix, que ya han recibido un premio ISPO, por lo que proponen: que sirvan para todo, que duren toda la vida.
La idea es que la mediasuela, es decir, el bloque de goma que hay entre la suela y la cubierta, pueda irse cambiando cuando se desgaste o cuando se necesiten otras prestaciones. Para salir a correr tranquilamente, se monta una zapatilla, para competir a toda prisa, una distinta, y para abordar una montaña muy técnica, otra distinta. «Queremos evitar el sobreconsumo y creemos que esta zapatilla puede ser útil para ello. Está diseñada para ser extremadamente duradera y ser reparada cuando se acabe la vida útil de sus partes», apunta Birte Fahrbach, jefa de producto de Nnormal, que no niega las dificultades: «El desafío es unir las partes del calzado y conseguir una buena estabilidad. No puede compararse con el proceso de producción habitual de unas zapatillas».
Algún día el calzado durará siempre, algún día la ropa estará hecha de plantas o de algas: la ropa deportiva del futuro ya está aquí.
Temporada 2024-25. Con el eslalon gigante femenino arrancó el esquí en el tradicional feudo tirolés austriaco de Sölden. El triunfo de Mikaela Shiffrin en la primera manga pareció anunciar el 98º de la estadounidense, una cifra casi impensable. El segundo asalto, sin embargo, contempló una actuación extrañamente floja de la reina rubia del circo blanco. Mikaela, sin punch ni el necesario pulso, acabó quinta en la general final, por detrás incluso de su compatriota Katie Hensien.
El triunfo, el segundo en Sölden y el 28º de su carrera, sonrió a la expresiva y enérgica italiana Federica Brignone. La acompañaron en el podio la fiable neozelandesa Alice Robinson y la austriaca Julia Scheib, en su primer podio en la Copa del Mundo y de regreso de distintas lesiones. Fue baja de última hora Lara Gut, la mejor en gigante la temporada pasada, a causa de molestias en una rodilla, que le vienen de la pretemporada en Sudamérica. Prefirió no arriesgar.
Esperar la victoria número 100 de Shiffrin (29 años), que sin duda llegará más temprano que tarde redondeando un historial todavía creciente, es el principal atractivo de una campaña que tiene al suizo Marc Odermatt en la cima masculina, y a su país en lo más alto del escalafón de naciones, por delante de Austria, el otro gigante alpino. Ese viejo duelo entre naciones, con otras entrometiéndose de modo estimulante en el duopolio, pertenece al mejor catálogo del esquí histórico.
Mikaela, casada este verano con una de las grandes estrellas del circuito, el noruego Alekxander Aamodt Kilde, está cerca también, en eslalon, de su noveno Globo de Cristal. Un récord que superaría el compartido con ocho de Ingemar Stenmark en eslalon y en gigante, y Lindsey Vonn en descenso. La temporada está presidida, en la primera quincena de febrero, por los Mundiales de Saalbach (Austria). Las finales de la Copa del Mundo las acogerá, ya en marzo, la estación estadounidense de Sun Valley (Idaho).
El calendario masculino comienza asimismo en Sölden. Y, como el femenino, en una excesiva pausa, se trasladará, ya muy entrado noviembre, a Levi (Finlandia).