La disminución de la libido se considera una muestra fiable de sobreentrenamiento. El límite para el deportista amateur se sitúan alrededor de las 10 horas semanales
Con las primeras salidas, la explosión de las ganas. Al empezar a hacer deporte, cualquiera se encuentra mejor, se ve mejor, se siente mejor y crece la apetencia sexual. Pero van pasando los años, van aumentando los entrenamientos y el efecto es el contrario. Cuantas más horas corriendo, yendo en bici o nadando, menos libido. ¿Por qué ocurre?
“Hay que remarcar que el deporte en general ayuda a perder peso, mejora la circulación, disminuye los niveles de estrés y aumenta los niveles de testosterona y estrógenos. Eso no debe olvidarse. Pero es cierto que los entrenamientos de resistencia pueden perjudicar la apetencia sexual. Existe una correlación entre las horas de ejercicio y los niveles de testosterona y estrógenos. A partir de cierto punto se produce una reducción de las hormonas sexuales”, expone Pedro L. Valenzuela, investigador del Hospital 12 de Octubre de Madrid y editor de la revista científica Fissac, que reconoce que es una materia escasamente estudiada.
En la correspondencia entre sexo y deporte posiblemente la pregunta más recurrente es la que atañe a las relaciones previas a las competenciones. Para resolver si éstas son perjudiciales sí se han hecho estudios de rendimiento que siempre han concluido de la misma forma: fisiológicamente no son un problema, no afectan. Pero hay pocos trabajos sobre cómo el ejercicio deteriora el ánimo sexual. Y eso que puede ser un indicador claro de que algo no va bien.
“La pérdida de la libido es una consecuencia identificable de lo que llamamos el sobreentrenamiento, es decir, el síndrome de deficiencia energética. Cuando un deportista gasta más energía de la que ingiere, cuando no llega a los requerimientos calóricos, su apetito sexual se ve perjudicado. En el caso de los hombres, por ejemplo, más allá del hecho subjetivo de las ganas de tener relaciones, ese déficit puede medirse a través de la falta de erecciones matutinas: éstas desaparecen. En el caso de las mujeres las consecuencia del proceso hormonal van más allá, con la amenorrea, la ausencia de regla”, apunta Valenzuela que acepta que la mayoría de ‘papers’ realizados sobre este tema se basan en encuestas.
La regla de las 10 horas
Hace cinco años, varios investigadores de la University of North Carolina concluyeron que “los entrenamientos de resistencia de manera regular se asocian significativamente con la disminución de la libido en los hombres”, pero su análisis se basaba en preguntas a algo más de un millar de atletas. Al año siguiente, a partir de esa hipótesis, corroboraron esa pérdida de testosterona sin más continuación de esa línea de investigación.
“Para los atletas sería muy interesante el control de esas hormonas sexuales, al igual que el cortisol, que es la hormona relacionada con el estrés. Si un corredor o un ciclista se hace una analítica y le sale baja la testosterona y alto el cortisol podrá concluir que se está sobreentrenando”, advierte el investigador español ante un mal más común de lo que parece.
Es común pensar que el sobreentrenamiento sólo amenaza a los deportistas profesionales, que pueden superar las 20 o 25 horas semanales de entrenamiento, que suman kilómetros de manera desproporcionada, pero no es así. De hecho, los profesionales son quienes más controlan su trabajo, quienes más miden las cargas, quienes mejoran de una manera más progresiva. En realidad el sobreentrenamiento es un peligro muy serio sobre todo para aquellos atletas, ciclistas o nadadores populares que preparan Ironmans, maratones, carreras de ultradistancia o largas pruebas cicloturistas. De la fatiga al déficit calórico y al sobreentrenamiento hay pocos esfuerzos.
“La generalización es un peligro, pero un estudio estableció que, para el deportista amateur, el umbral a partir del cual se veía afectada la libido estaba en las 10 horas semanales. En todo caso, hay que contar que lo importante es si ese deportista consume la suficiente energía, si se alimenta bien, si no tiene un déficit calórico. Y además hay que destacar que es un proceso reversible, que esos niveles hormonales se recuperan con el simple descanso”, finaliza el investigador Pedro L. Valenzuela.