El Team New Zealand hizo honor a su condición de favorito en la primera jornada de la final de la Copa América. El equipo neozelandés se hizo con la victoria en las dos primeras regatas imponiéndose en ambas de manera clara, por mucho que el INEOS Britannia tratara de apretar algo más las cosas en la segunda. Los actuales poseedores de la Copa de las 100 Guineas, con una navegación sin errores, dieron un primer golpe contundente sobre la mesa. Si logran imponerse también con esta misma claridad en la segunda jornada de competición, con las dos regatas siguientes previstas para este mismo domingo, su camino hacía el tercer triunfo consecutivo en la competición deportiva más antigua del mundo parecerá estar a todas luces más que allanado.
La falta de viento en Barcelona
Las condiciones meteorológicas marcaron tanto las dos regatas del día del evento principal de la Copa América como la final femenina, disputada a regata única, en la que el Luna Rossa italiano se impuso al Athena Pathway para hacer historia y sumar así este triunfo al ya conseguido en la categoría juvenil. La falta de viento, con el cielo de Barcelona completamente encapotado, obligó a retrasarlo todo durante algunos minutos. E, incluso, provocó que la primera regata se recortara a seis tramos en lugar de los ocho habituales.
El Team New Zealand firmó una gran salida y estuvo por delante prácticamente durante la totalidad de la regata, a pesar de que no había competido desde el pasado 9 de septiembre. Su victoria, con 41 segundos de ventaja por encima de los británicos, no dejó duda alguna sobre su tremenda competitividad.
El error de Ainslie
La segunda regata, disputada una vez terminada la final femenina, no obstante, tuvo un primer tramo mucho más igualado. El INEOS Britannia rubricó en este caso una mejor salida y las alternativas en el liderato se sucedieron durante varios minutos, con varias protestas de unos y otros desestimadas por la dirección de la prueba. La igualdad, de hecho, se mantuvo incluso, después de que sir Ben Ainslie, la cabeza más visible del equipo británico, cometiera un error de cálculo en la segunda puerta.
El Team New Zealand, con todo, logró abrir brecha a partir del trayecto hacia la quinta puerta y se las arregló para mantener su ventaja hasta un final en el que consiguió imponerse al equipo británico con una diferencia también nada desdeñable de 27 segundos. Si los neozelandeses son capaces de mantener este ritmo, la competición podría llegar a su fin el viernes que viene. Algo que el INEOS, sin duda, tratará de evitar a toda costa. Al menos, para prolongar su sueño de llevar la Copa América a casa.
La 37 edición de la Copa América, que tendrá por primera vez en su historia como sede la ciudad de Barcelona, apura la cuenta atrás. A partir del próximo jueves arranca un evento en el que la emoción sobre el agua se mezcla también con una serie de eventos dinamizadores en tierra que, de acuerdo con un estudio encargado por la Fundació Barcelona Capital Nàutica a la Universidad Pompeu Fabra hecho público el año pasado, el único que existe hasta el momento, puede llegar a tener un impacto económico superior a los 1.200 millones de euros. No en vano, se considera que esta prueba, la competición náutica más importante del mundo, es el tercer evento deportivo con mayor impacto para su anfitrión, por detrás de los Juegos Olímpicos y los Mundiales de fútbol.
Los gastos de organización, por supuesto, también son enormes. En total, se calcula que la inversión es de unos 1.115 millones de euros, de los cuales 195 corresponderían a gastos de organización y 231 serían los que invertirían todos los equipos participantes, contando tanto los seis del evento principal como los seis más que se les unen tanto en las categoría juvenil como en la femenina, novedad en esta edición. Los 689 restantes corresponderían a los gastos derivados de las visitas previstas para el evento. Unas cifras que, a pesar de que se toman con mucha cautela, podrían rondar los 2,5 millones de visitantes a lo largo de los dos meses en los que se prolongará el evento. A nivel de empleo, además, las previsiones también son muy positivas, dado que se contempla la creación de unos 19.000 puestos de trabajo.
La proximidad geográfica de cuatro de los países que cuentan con representación en el evento principal, Francia, Italia, Suiza, Reino Unido, el auge del turismo procedente de Estados Unidos en las últimas fechas, la nutrida representación de ciudadanos neozelandeses en Europa y el valor intrínseco de Barcelona como destino turístico hacen que, ahora mismo, sea muy difícil precisar cifras exactas de visitantes. No obstante, la organización ha trabajado mucho para que todos aquellos que quieran vivir las emociones de la Copa América lo más cerca posible del mar, pero sin dejar de pisar la tierra, lo tengan realmente muy fácil. Este mismo jueves ya se pondrán en marcha los espacios específicos para acoger a todos los visitantes que lleguen a lo largo de todos estos días a la ciudad atraídos por la náutica.
Desde el día 22 al 25 de agosto, mientras dure la regata preliminar, y a partir del 29 de agosto y hasta el final de la competición, con el arranque de la Copa Louis Vuitton, que decidirá el rival del Team New Zealand en la lucha final por el trofeo, estarán abiertos el Village, situado en el emblemático Moll de la Fusta y que dispone de un aforo máximo de 8.500 visitantes, y las dos fan zones, de tamaño más reducido y ubicadas en la plaza del Mar y las inmediaciones del Bogatell. Todos estos espacios contarán con pantallas gigantes para seguir las regatas, servicios para los visitantes, barras de bar y diferentes propuestas gastronómicas, hasta un total de 40 diferentes, que irán rotando a lo largo de las semanas que dure la competición y que se centrarán al máximo en ofrecer productos de proximidad.
En el Village, donde se llevarán a cabo eventos como las entregas de premios, además, se habilitará un espacio para que se elaboren a la brasa tanto pescados comprados diariamente a la cofradía de pescadores como carnes y verduras adquiridas en el cercano mercado de La Barceloneta.
Todo, además, aderezado con diferentes eventos culturales, diseñados para captar y mantener la atención de un número de visitantes diarios que, de acuerdo con las previsiones, crecerá desde los 10.000 en el arranque hasta los 100.000 en cuanto la competición de la Copa América afronte su momento más decisivo, a mediados o finales del próximo mes de octubre.
Con dos foils por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero de la Copa América, como diría José de Espronceda si estuviera hoy en el Puerto Olímpico de Barcelona, asombrándose con el espectáculo que ofrecen los barcos que compiten en la 37 edición de la Copa América de vela.
Hoy comienza la final que enfrentará al actual poseedor de la Copa, el defensor neozelandés Emirates Team New Zealand, contra el INEOS Britannia de Reino Unido, ganador de las regatas preliminares Louis Vuitton donde se enfrentaron cinco equipos aspirantes. Los veleros más modernos y rápidos jamás vistos en un campo de regatas se disputan la competición más antigua del mundo, navegando prácticamente la totalidad de la prueba por encima de la superficie del mar, casi sin tocarlo.
Estas invenciones voladoras son el resultado de la evolución tecnológica más puntera en el mundo de la vela de competición, similar al desarrollo continuo de la Fórmula 1. Los veleros reciben el nombre de AC75 por America's Cup 75, debido a los 75 pies de largo o eslora, y 4,8 metros de ancho o manga.
La Copa América de vela ha sido el escenario, a lo largo de sus 173 años, donde se han llevado al límite los avances de esta industria. En el año 1851, en su primera edición, disputada en la Isla de Wright, Reino Unido, la goleta norteamericana 'America' sorprendió por su tecnología a los demás regatistas. La novedad estaba en el diseño de sus velas, más planas, que facilitaban su navegación. Los norteamericanos ganaron la regata llevándose la Jarra de las Cien Guineas como trofeo y conservándola hasta 1980.
Hoy en Barcelona el AC75 representa claramente ese espíritu. Cada detalle de la estructura de su casco, de las velas o de su tripulación es el resultado de muchos años de investigación y desarrollo en ingeniería naval.
Los ocho tripulantes del AC75 se reparten simétricamente en cada banda, cuatro a babor y cuatro a estribor, y permanecen parcialmente ocultos en sus cabinas para reducir su huella aerodinámica. Todo a bordo del AC75 está cuidadosamente diseñado para volar sobre el agua y deben ser minimizados los elementos que ofrecen resistencia al viento. Cada barco cuenta con dos timoneles o pilotos que gobiernan el velero, con dos trimmers que se encargan de ajustar las velas y las hidroalas o foils y con cuatro cyclors, que se encargan de hacer funcionar las velas. Los timoneles o pilotos y los trimmers son expertos regatistas, reconocidos mundialmente y con experiencia en anteriores ediciones de Copa América, olimpiadas y mundiales de vela. Los cyclors, en cambio, tienen poca o nula experiencia en la competición de vela. El término cyclor ha sido acuñado tras unir las palabras inglesas cyclist y sailor, o sea, ciclista y marinero. Aparecieron por primera vez en la edición de 2017 en Islas Bermudas, pedaleando para mover las velas a bordo del catamarán neozelandés 'Aotearoa'. Ganaron y se llevaron la preciada Copa a las Antípodas, entonces en manos de los norteamericanos, defensores del trofeo en las dos ediciones anteriores. Los kiwis, apodo con el que se conoce a los habitantes de Nueva Zelanda, sorprendieron a sus oponentes, quienes hasta la fecha realizaban la extenuante labor de mover las velas con sus brazos mediante unos molinillos. Estos navegantes, conocidos como grinders, lo hacían así desde la primera regata en 1851. ¿Por qué ahora se pedalea y no se usa la fuerza de los brazos?
Con las piernas se consigue un 20% más de potencia. Más fuerza y menos marineros. Con el propósito de sumar a estas tripulaciones hombres que generen la potencia necesaria para mover las enormes velas del AC75, los equipos han reclutado a ciclistas y remeros de élite. Estos destacan sobre los demás miembros de la tripulación por su corpulencia, ya que son atletas de entre 90 y 100 kilos de peso. Los cyclors pedalean durante toda la regata llegando a generar en picos de esfuerzo 500 vatios de potencia. Pedalean entre 20 y 30 minutos para mantener la presión hidráulica en un circuito de aceite y bombas que, colocados bajo el casco, mueven las velas y giran el mástil. Sin esa presión el barco no navega. De la cubierta de la nave hacia arriba, es decir, las velas y el mástil, todo funciona mecánicamente gracias a ellos a través de la fuerza humana.
La excepción está bajo la cubierta: un sistema electrohidráulico mueve los brazos con los foils o hidro-alas gracias a una batería. Este sistema de hidroalas permite al barco volar y alcanzar velocidades de vértigo en condiciones de poco viento, al eliminar casi por completo el rozamiento con el agua y las olas. En las regatas previas las naves han alcanzado 50 nudos de velocidad, unos 90 km/h, con vientos de tan solo 17 nudos, unos 30 km/h. La velocidad que estas naves alcanzan ciñendo, navegando hacia la dirección de donde viene el viento en el menor ángulo posible, es uno de los mayores logros conseguidos con esta tecnología.
La organización tiene unas reglas y restricciones muy estrictas. A cada equipo le dan una serie de velas mayores, velas foques y el mástil, además del sistema electrohidráulico antes mencionado. Los equipos se encargan de desarrollar, siempre dentro de las medidas y restricciones de la organización, el resto del barco. De esta forma, aunque el casco de cada competidor tenga unas dimensiones comunes, la parte sumergida, denominada carena, tiene un diseño diferente en cada velero. Lo mismo ocurre con las hidroalas colocadas en el extremo de los brazos laterales del barco o con la posición que ocupan sus tripulantes. Cada equipo ha optado por variaciones sutiles en busca de arañar unos nudos de velocidad a sus contrincantes.
En cuanto a las velas, llama la atención la ausencia de la botavara, la barra que sujeta firmemente el perfil inferior (pujamen) de la vela mayor. Se ha sustituido por un carro donde se ajusta el puño de escota y que oculto bajo la cubierta del casco se desplaza de un lado a otro para dar forma a la vela. De esta manera la vela llega a tocar la cubierta eliminando por completo ese espacio bajo la botavara por el que se desaprovechaba el viento. Así, los trimmers dan mayor amplitud, redondez o aplanamiento a las velas, y se benefician de la más mínima brisa disponible en el campo de regatas.
Se ha conseguido una mayor eficiencia aerodinámica colocando dos velas mayores idénticas en paralelo e insertándolas en la parte posterior del mástil. Si cortásemos una sección de estos elementos, la forma que obtendríamos el perfil de un ala. Los trimmers pueden controlar la tensión y forma de cada una de las dos caras de la vela, además de la orientación del mástil, que se puede girar un máximo de 45 grados. Con una cara más plana y otra más curva, como las alas de los aviones, se produce una diferencia de presión en la vela mayor y con ello un empuje adicional, que incluso en condiciones de poco viento hace volar a estos navíos.
FUENTES: The Institute of Marine Engineering, Science and Technology, University of the West of England, Bristol, 37th Americas Cup, Yachting World Sailing World.
AMADEU GARCÍA
@amd_garcia
Barcelona
Actualizado Sábado,
14
octubre
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