El lateral izquierdo y capitán del Valencia, José Luis Gayà, no estará con España en la Eurocopa de Alemania. El jugador, que tenía hueco en la lista de 26 jugadores que el próximo lunes convocará el seleccionador Luis de la Fuente, se ha resentido de la lesión en el cuádriceps de la pierna izquierda y no podrá recuperarse antes de que arranque la competición.
El jugador se lesionó el pasado 18 de marzo en un duelo ante el Villarreal y, desde entonces, ha trabajado en su recuperación con vistas a la Eurocopa. Entró por primera vez en la convocatoria de Rubén Baraja para el duelo ante el Rayo en Mestalla, pero no salió del banquillo. Cuatro días después, ante la Real en San Sebastián, jugó 30 minutos en la segunda parte. Tampoco fue titular ante el Girona. Los planes, pactados entre técnico y jugador, era volver a darle media hora para que fuera recuperando sensaciones de cara a la llamada de la Selección. Saltó en el minuto 61 para sustituir a Cenk y, apenas 11 minutos después, fue sustituido por Almeida.
El jugador se marchó directo al vestuario y las sensaciones ya no eran buenas. Volvía a resentirse de la zona, las primeras pruebas señalaban que existía un edema y la resonancia ha confirmado que se trata de una rotura cuyo alcance aún no ha comunicado el club pero que le aparta de la convocatoria con España.
La mala fortuna vuelve a cebarse con Gayà. Tuvo que volverse del Mundial de Qatar en noviembre de 2022 por una lesión en un tobillo que Luis Enrique no quiso esperar a ver su evolución y también se perdió la Nations League de 2021, en la que España cayó ante Francia, y la de 2023 porque De la Fuente, tras una temporada de altibajos, no confió en él. Recuperada la fe del seleccionador, llega este varapalo.
La ausencia de Gayà se une a la de Balde y deja a De la Fuente una incógnita. Con Grimaldo apuntando a titular, Cucurella o Fran García han sido sus alternativas, pero el seleccionador podría tener que abrir el abanico.
No fue suficiente la irreverencia para deshacer el oficio. El Barça rozó la corona europea en esta primera fase pero el Atalanta evitó que se la ajustara sin que eso supusiera haber logrado el objetivo de colarse entre los ocho mejores. Se sostuvo el equipo de Flick en Lamine Yamal, inconformista como buen adolescente. No especuló, no echó cuentas y se agigantó ante las trampas de del rival buscando sin cesar, como si fuera un juego de escapismo, la manera de noquearles. Fue su irreverencia la que estuvo a punto de sorprender a un pegajoso Atalanta que no halló cómo frenarle. A fuerza de descaro y diabluras, los descosió, con su capitán Raphinha de escudero, pero se encontraron con que los italianos renacieron una y otra vez.[Narración y estadísticas: 2-2]
El Barça hubiera podido ver la superjornada por televisión con palomitas porque, contra todo pronóstico después de aquella primera derrota ante el Mónaco, había cuajado una competición casi perfecta, por momentos arrolladora, que le colocaba en octavos de manera directa librándoles de cualquier agonía. Sin embargo, en un momento álgido de la temporada, afianzarse en el segundo escalón tras un Liverpool que parecía inalcanzable no era suficiente. Hansi Flick mandó ese mensaje con un once en el que no falta nadie. Necesitaba todo el talento para vencer a un Atalanta incómodo que sí se jugaba esquivar una eliminatoria.
Fue tan previsible el equipo de Gasperini como efectivo, porque en la tela de araña que teje a sus rivales caía el Barça. Solo había un jugador capaz de liberarse por su imprevisibilidad. Lamine Yamal fue el quebradero de cabeza de los italianos. En su primera escapada por la banda filtró un balón prometedor a la carrera de Raphinha al que se anticipó De Roon. Primer intento. Respondió el Atalanta haciendo aparecer a Szczesny por primera vez a los diez minutos cuando Zappacosta se escapó por la orilla izquierda para poner el centro perfecto a De Ketelaere que tocó Balde para enviarlo al cuerpo del meta polaco. Se lamentaba Gasperini mientras Flick contenía la respiración por su apuesta, arriesgada, bajo los palos.
Era el partido un toma y daca entre dos equipos dispuestos a dañarse pero sin encontrar cómo. Probó de nuevo Lamine con un disparo de rosca desde la frontal marca de la casa, gemelo de aquel ante Francia, que esta vez rozó el palo. Él agitaba, y aunque Atalanta encontraba disparos como el de Retegui que salvaron los dedos de Szczesny, siguìó tirando de repertorio: un doble recorte a los defensas o un centro a Lewandowski que no cazó.
Se llevaron los azulgrana el susto de un tanto anulado a Zappacosta, pero al regreso del vestuario Lamine encontró el premio. Una jugada que nació en Koundé, que Lewandowski, arrastrando a su par a la medular, descargó en la banda para que Raphinha asistiera al chiquillo, que iba a jugar. Escondió la pelota a Kolasinac y batió a Carnesecchi. El golpe espabiló a los italianos, fuera de los ocho primeros con la derrota.
Respiraron cuando Lamine volvió a inventar un golpeo de exterior que salvó su portero y, sobre todo, con un disparo desde la frontal de Éderson que fue el empate. Lejos de tranquilizarse, el duelo se volvió a romper. En el intercambio de ataques, Araújo cabeceó al segundo palo un córner de Raphinha y Pasalic fusiló la portería culé tras un centro de Zaniolo. Fue entonces cuando Flick tuvo que explicarle a Lamine, enfuruñado, por qué le sacaba del campo. El empate no les servía a Atalanta para librarse de una eliminatoria y tampoco permitía al Barça aprovecharse del tropiezo del Liverpool .
No hay quien lo ponga en duda: el Barça va a descansar en Lamine Yamal y en los goles de Lewandowski. Lo harán rodeados de Raphinha, de Dani Olmo, de Fermín y de otro puñado de canteranos novatos, pero siempre será él quien silencie los estadios e intimide a los rivales. Lo sabe y ayer, durante algunos minutos y con la carga anímica que lleva a la espalda tras la agresión a su padre, le costó liberarse. Su equipo sólo se volvió incisivo cuando se vio con el marcador, y el juego en contra, y él pudo deshacerse, por un instante, de la sombra pegajosa de Jesús Vázquez. Lamine pareció no haber pisado Mestalla hasta que en el último balón del tiempo añadido en la primera parte rescató un centro de Balde al segundo palo y le sirvió el gol a Lewandowski para los azulgrana salieran del ahogo. Mostró el delantero polaco un acierto que la afición azulgrana espera mantenga esta temporada impulsado por su complicidad con Hansi Flick.
Fue una reacción para golpear a un Valencia que se fue creciendo a medida que el equipo de Hansi Flick dudaba. Le dio el alemán la sala de máquinas a dos chavales, Casadó y Bernal, a sus 17 años, para que dirigieran el juego a las bandas donde Ferran y Lamine debían ser puñales y Raphinha, como enlace, y el polaco recoger las ocasiones. El plan apenas se dibujó. Tuvo el Barça más dominio y fue acorralando a los hombres de Baraja, que salían airosos pese a una defensa juvenil con Mosquera y Yarek y aún con la retaguardia cubierta por Mamardashvili. En dos jugadas intervino Yamal y un solo caracoleo en el área. Tampoco lo hizo el resto del ataque. La espesura en las ideas hizo que los valencianistas nunca se bajaran del partido. Pese a la falta de recursos y de inversión, jamás bajan los brazos. Había espacios para recuperar y correr, sólo había que intentar eligir bien.
Diego López lanzó a la carrera a Rafa Mir, que se apoyó el Hugo Duro antes de correr al área para rematar al primer palo un balón que olía a gol. Después fue Almeida quien le ganó el duelo a Casadó y su centro paralelo a la línea de fondo evitó Cubarsí que se paseara por el área buscando embocador. Hasta un cabezazo rozó el larguero. Mientras, Mamardashvili era un espectador que tan solo salvó un disparo.
Buscaba el Valencia un gol del que le privó Ter Stegen con una mano extraordinaria que enmendó un error de Cubarsí. Sabían los locales que tenían que tumbar a este Barça noqueado y lo logró con un centro de Diego López a la cabeza del 9 valencianista, que voló solo en el área. Era el minuto 44 y el momento en que el partido enloqueció. Casadó se animó con un lanzamiento en un barullo en el área que Yarek sacó bajo palos y después fue Cubarsí quien le devolvió el favor a su portero sacando en la línea de gol un remate de Hugo Duro.
En un alargue eterno parecía que el Valencia podía aguantar la ventaja en el marcador. Apareció Balde, renqueante por un golpe, y Lamine Yamal para servir a Lewandowski el empate. El paso por el vestuario electrificó al Barcelona. El abrazo de Hansi Flick a Lamine y Raphinha en la pausa de hidratación debió reproducirse en la caseta, porque ambos volvieron al campo con una marcha más. El campeón de Europa se plantó el área y estrelló en el guardameta georgiano un disparo que no tuvo tiempo de armar. Si hubiera podido hacerlo, habría acabado en la portería.
El brasileño se lanzó y le sacó un penalti por atropello a Mosquera. Una jugada gris que protestó Mestalla y que Lewandowski, pese a la estirada de Mamardashvili, envió al fondo de la red con un lanzamiento extraordinaria. Cogió aire el Barça, que se encontró también con el 'perdón' de la segunda amarilla a Cubarsí, y otra vez un endiablo Yamal lanzó a la carrera a Ferran para que se estrellara con el cancerbero valencianista.
Regreso de Pedri
Incapaz de cerrar el duelo, Hansi Flick no quería jugársela al intercambio de golpes y enmendó su propio once. Buscó el orden de Eric García en la medular y, sobre todo, la jerarquía de Pedri para catalizar el ataque. Recuperado el canario de su lesión en la rodilla en la Eurocopa, necesita el alemán que se active para alimentar las revoluciones de su ataque. El Barça , con una alta expectativa de mejora y el 1-3 erró Casadó, salió muy vivo de un duelo pegajoso e incómodo ante un Valencia que sigue librando cada batalla con una alarmante falta de recursos.
Georgia fue la última selección que consiguió billete a la Eurocopa y para su cuartel general se tuvo que conformar con lo que había disponible en la zona donde más sedes se concentran. Ni la idílica Selva Negra ni el castillo de Inglaterra ni la elegante Paderborn de Francia. Su guarida está en Velbert, en la cuenca minera, a medio camino entre Düsseldorf y Dortmund, en las pequeñas pero coquetas instalaciones del Sport Und Spielvereinigung, un equipo de la quinta división alemana.
Eso sí, las vistas no son paradisiacas: una fábrica y el aparcamiento de camiones de una cantera cercana. Nada importaba ayer cuando volvió al trabajo el equipo de Willy Sagnol tras un día con sus familias. «Ya hemos hecho una buena Eurocopa, ahora toca disfrutar. Vamos a competir porque, aunque somos un país pequeño, tenemos un corazón grande». Fue el mensaje que lanzó Giorgi Mamardashvili, uno de los tres mosqueteros que han impulsado la proeza de la selección debutante.
El guardameta del Valencia tenía un valor doble como protagonista: es el mejor portero del torneo, la revelación, y es, además, él único que habla castellano, junto a Kochorashvili, centrocampista del Levante que lleva años en España. La decena de periodistas que acompaña a los georgianos se multiplicó por tres. La clasificación y, sobre todo, el rival, les han puesto en un foco que no esperaban. Por eso su mensaje estaba muy claro: «España es la gran favorita para ganar el torneo. Los conocemos, sabemos de la calidad de los goleadores, de sus asistencias, y tienen en mejor portero de esta temporada en LaLiga», confesó Mamardashvili, que admira a Unai Simón. A quien más teme es a Lamine Yamal. Como diría cualquier equipo. Y eso que quien le batió en la fase de clasificación fue Nico Williams.
La parada a Dalot
Una vez puesta la piel de cordero, comenzaron a lanzar órdagos. «En el 7-1 hubo mala suerte. Nosotros tenemos que estar concentrados, defender muy bien y salir al ataque», advertía el portero. «Debemos estar muy juntos y muy atentos. Somos pequeños, pero no tenemos miedo», subrayaba el central Luka Lochoshvili.
Han interiorizado que son todos para uno, Khvicha Kvaratskhelia, y tres para todos: el jugador del Nápoles, Mamardashvili y Georges Mikautadze. El líder conocido y los dos inesperados, que siguen dejando que el peso recaiga sobre el veloz extremo. «Kvaratskhelia es mejor que toda España junta», se despachó el arquero, que aseguro haberse «preparado todo el año para llegar aquí en estas condiciones». Se ha convertido en estrella por sus paradas, de las que se queda como la mejor con la que le hizo al portugués Diogo Dalot. «Aunque no sirviera porque pitó el penalti», se lamenta.
Tranquilo está el portero y también el máximo goleador de la Eurocopa que, como otros compañeros titulares, saltó al césped en zapatillas y mantuvo una larga charla con uno de los ayudantes de Sagnol. Quizá fuera sobre el reparto de la prima de 10 millones que Mamardashvili confirmó que les ha ofrecido el oligarca Bidzina Ivanivishvili si eliminan a España. O quizá su fichaje por el Mónaco, que le libra de jugar en la segunda división francesa tras el descenso del Metz.
Los futbolistas de Georgia, el viernes en Velbert.EFE
Menos claro está el futuro de Mamardashvili. Peter Lim le tiene en el escaparate con la etiqueta de 35 millones de euros. Ha pulido un diamante que cobró en su primer año 70.000 euros de ficha y 7.000 por partido con el primer equipo. Jugó 21 en total y se embolsó más del doble que su sueldo bruto.
No había presión alguna en el ambiente del equipo georgiano. Los titulares corretearon por el campo, dejando muy claro que Sagnol no prepara cambios, y los suplentes aumentaron el ritmo. Nada reflejaba que las tímidas quejas del técnico francés por contar con menos descanso que España hubieran acelerado sus planes. Lo tienen claro. «Es en el césped donde ha de ejecutarse lo planeado», advertía Lochoshvili, mientras Mamardashvili se colocaba los guantes y Kvaratskhelia, con tres saltitos sobre el pie izquierdo y santiguándose, saltaba al césped.