El segundo récord del mundo del campeonato certificó el éxito de una edición sobresaliente en conjunto y excepcional en el capítulo de plusmarcas. Dos. Ambas femeninas. Después del primado de Femke Bol en los 400, Devynne Charlton, el bólido bahameño
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Escaños y podios. Los ciudadanos europeos votaban en sus respectivos países. Y, en Roma, donde se firmó en 1957 el Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea, embrión de, en 1993, la Unión Europea, los atletas del continente se esforzaban, en sus respectivas pruebas para alcanzar sus metas. Los políticos estaban a merced de la decisión de los ciudadanos, de las urnas, para llegar a las suyas. Los deportistas dependían de sí mismos.
Dentro de la incertidumbre de toda competición, Ana Peleteiro, en su superioridad teórica, dependía especialmente de sí misma en el triple salto. Ella ganaba o ella perdía. Su mano mecía la cuna y aferraba las riendas. Las rivales estaban a sus expensas, por no decir a su merced. Ganó, pero penando un poco. Desde el primer salto pareció dejar las cosas en su sitio: 14,37, aunque batió a 21 centímetros de la tabla. Luego no hizo más que ampliar las diferencias. En el segundo, 14,46. El camino se le despejaba. Y, de pronto, la turca Tugba Danismaz, de modo insospechado, con récord nacional, se fue hasta 14,57.
Peleteiro, en el salto con el que consiguió el oro en Roma.ANNE-CHRISTINE POUJOULATAFP
Ana cambió de expresión, que mudó de serena a preocupada. Departió con Iván Pedroso. Se tambaleó su seguridad, pero no su determinación. Respondió a la turca con 14,52. Mejor, pero insuficiente. En el cuarto dio carpetazo al asunto: 14,85, a dos centímetros de su récord nacional, el del bronce olímpico. Ya campeona, el quinto intento, nulo, y el sexto, largo, pero no tanto, remataron, en conjunto, una serie espléndida. El oro se le rindió, enamorado, para proporcionar a España el metal más precioso posible, el auténticamente diferenciador. Los otros son siempre bien recibidos, pero mucho menos celebrados. Ana refuerza su moral de cara a los Juegos Olímpicos, en los que a ausencia de Yulimar Rojas abre el abanico para todas. También para Ana, que ya debe afrontar directamente, sin titubeos ni complejos, la barrera de los 15 metros, la frontera de las elegidas. A los 28 años, Ana, en su madurez, los contempla cada vez más cerca.
Entre ocho atletas en los 800 metros, la presencia de tres españoles ofrecía un prometedor cálculo de probabilidades para agarrar una medalla. Casi era imposible no acceder a, al menos, una. Fue, sí, una. De plata a cargo de Mohamed Attoui. Y quizás hubiera sido de oro si Attoui no hubiera hecho un esfuerzo extra adelantando como un poseso por el exterior, en la última curva. Corrió unos cuantos metros de más. Debería haber estado mejor colocado antes para no padecer ese esfuerzo suplementario. Pero sería injusto y absurdo reprocharle nada. Su 1:45.20 sólo se inclinó ante el 1:44.87 del francés Gabriel Tual. Álvaro de Arriba fue cuarto (1:45.64) y Adrián Ben, posiblemente perjudicado por un tropezó y un traspié al comienzo de la prueba, acabó sexto (1:46.54). Los tres defendieron con solvencia y provecho el prestigio del mediofondo español. Son dignos representantes de una larga tradición de medallas, marcas y buenos puestos.
Attaoui, entre Gabriel Tual y Catalin Tecuceanu.ANDREAS SOLAROAFP
Ana, regresamos a ella, es ahora Ana Peleteiro-Compaoré. Ha adoptado el apellido de su marido, el también triplista Benjamin Compaoré, con quien contrajo matrimonio en septiembre de 2023. Pero ha tenido la deferencia de situarlo en, digamos, segunda posición para no despistar. Generalmente, las atletas que se casan anteponen al suyo el apellido de su esposo y llaman a la confusión. Quizás más de uno ha reparado en este Campeonato en el sorprendente parecido de la vencedora en el lanzamiento de disco, la croata Sandra Elkasevic con Sandra Perkovic, bicampeoa olímpica y mundial, y siete veces europea. Son, obviamente, la misma persona. Compaoré, en justa y amorosa reciprocidad, es ahora Benjamin Compaoré-Peleteiro. El matrimonio está bien avenido.
Compaoré es un atleta francés de gran nivel, campeón europeo en 2014. Pero ya, 10 años después, a los 37, que cumplirá en agosto, en retroceso y que se clasificó con apuros para la final del martes, con 16,72. No pasó ningún apuro Jordan Díaz, imponente en su estreno con España. Después de un salto nulo, se plantó en 17,52, casi un metro más de lo que se pedía para pasar a esa final, y eso que se dejó 18 centímetros en la tabla.
Rozó su marca, con un único intento, Pedro Pablo Pichardo (17,48), el campeón olímpico, amén de otros laureles. Ambos comparten una historia. Nacieron en Cuba, pero uno se marchó-fugó a Portugal, y el otro se exilió-refugió en España. Parece que no se llevan del todo bien y se lanzaron unas pullitas que no vienen a cuento en un deporte como el atletismo. Bueno, y en ningún otro. El triple salto puede ser la prueba bendecida para España.
Por la mañana, en el medio maratón femenino, el equipo español había arrancado por un único segundo -contaban los tiempos, no los puestos- un bronce colectivo que también pesa, pero no brilla mucho viendo las posiciones. Laura Luengo, duodécima con 1:10:54, Esther Navarrete, decimotercera con 1:11:08 y Azzahraa Ouhaddou, decimocuarta con (1:11:14), puntuaron. Los hombres fueron cuartos.
La keniana Ruth Chepngetich firmó este domingo un nuevo récord del mundo femenino en el Maratón de Chicago, en el que se coronó campeona por tercera vez en su carrera con una marca de dos horas, nueve minutos y 55 segundos.
Chepngetich, de 30 años, dominó el Maratón de principio a fin y rebajó el registro de la etíope Tigst Assefa (2h.11.53) logrado en Berlín en 2023.
En categoría masculina, el keniano John Korir triunfó con un tiempo de 2h.02.42.
Fue un día glorioso para el atletismo de Kenia, que firmó un doblete en Chicago, donde el año pasado Kelvin Kiptum estableció el récord del mundo masculino: dos horas y 35 segundos.
Chepngetich dedicó su victoria y su récord a Kiptum al acabar la prueba. Ahora, tanto el récord de maratón en categoría masculina como femenina se establecieron por las calles de Chicago.
La atleta keniana reconocía el pasado viernes a EFE que llegaba con gran confianza a Chicago, al asegurar que "nunca" había tenido "mejor preparación" para esta prueba.
En 2022, cuando firmó su doblete, se quedó a catorce segundos del récord mundial y este domingo dio un paso más con un magistral monólogo por las calles de la Ciudad del Viento.
"Regreso por cuarta vez, así que ya conozco muy bien el recorrido. Antes de la carrera te da un poco de tensión, pero todo se va cuando empiezas a correr", decía Chepngetich a EFE.
Y la atleta keniana comenzó con un estilo elegante y un ritmo asombroso que, en los primeros 20 minutos, bastaría para cerrar la prueba en dos horas y siete minutos.
Corrió pegada a las liebres y a los 30 kilómetros lucía casi dos minutos de ventaja sobre el grupo de sus primeras perseguidoras.
Mantuvo un ritmo impecable, con aparente facilidad y gran concentración, y siguió apretando hasta el final. Encaró la única subida real de este maratón en la calle Roosevelt, a pocos metros de la línea de meta, y llegó al parque Grant en solitario.
Levantó las manos al cielo y por primera vez paró el cronómetro antes de la barrera de las dos horas y diez minutos. Nada más terminar, recibió una bandera de Kenia y siguió corriendo para ir a celebrar su éxito junto a los miles de aficionados presentes en la zona de la meta.
Korir
En categoría masculina, como se esperaba, nadie pudo acercarse a las dos horas y 35 segundos de Kelvin Kiptum, que el año pasado escribió en Chicago una página para la historia del atletismo mundial.
Su memoria fue honrada este fin de semana por la organización y muchos corredores manifestaron su dolor por el trágico fallecimiento del keniano.
Korir dominó la prueba y pisó el acelerador a los 33 kilómetros para tomar una ventaja de cerca de 90 segundos sobre Amos Kipruto. La defendió con autoridad hasta el final y paró el cronómetro en 2h.02.42.
El Maratón se abrió a las 07.21 h. con la salida de la prueba en silla de ruedas, en la que el suizo Marcel Hug encadenó su tercer título consecutivo en Chicago.
En categoría de silla de ruedas femenina también triunfó una deportista suiza, Catherine DeBrunner, quien firmó su segunda victoria consecutiva en la Ciudad del Viento después de llevarse cinco medallas de oro en los Juegos Paralímpicos.
Su marca, de 1h.36.12, es un nuevo récord en Chicago.