Con 11 años, Carlos Alcaraz ya era tan extrovertido como ahora, pero los viajes le costaban. En sus primeros torneos internacionales, como el Longines Futures, una especie de Roland Garros sub-12, o el histórico Les Petits As, todavía no conocía a nadie y apenas hablaba inglés. Pero descubrió que un niño danés estudiaba castellano en la escuela y veraneaba en Málaga. Se le acercó, se presentó y tan simpático era que se hicieron amigos íntimos. Este domingo, ese chaval, Holger Rune, le arrebató su tercer título del Trofeo Conde de Godó de Barcelona al vencerle en la final por 7-6(6) y 6-2 e inauguró una preciosa rivalidad para la próxima década.
De aquellas bromas de infancia, como la coleta en la frente que Alcaraz le hizo a Rune en París, a jugarse los trofeos más importantes. Una historia bonita y que apunta a larga, con 21 años ambos.
Después de que Alcaraz ganase cuatro Grand Slam, para que los dos se igualaran en la élite sólo se necesitaba que Rune madurara y, al parecer, ya lo ha hecho. Tenista con un físico y un juego parecido al del español, en 2022 asombró ganándole el Masters 1000 de París-Bercy a Novak Djokovic, pero desde entonces siempre se quedaba a un paso.
Con mil cambios de entrenadores, más de una discusión con rivales e incluso una famosa riña con su madre, a quien expulsó una vez de las gradas de Roland Garros para concentrarse, su mente no estaba a la altura de su tenis. En Barcelona esta semana ha ocurrido todo lo contrario.
En el agua, siempre en el agua. Támara Echegoyen (Ourense, 1984) creció sobre un barco, maduró sobre un barco, triunfó sobre un barco y, cómo no podía ser de otra manera, hoy disfrutará sobre un barco, el que llevará a la delegación española por el Sena con ella al frente. «Me encanta que la ceremonia de inauguración se haga dividiendo a los equipos en barcos, ¡imagínate! Los estadios están muy bien, pero para mí será como un sueño. Estoy disfrutando mucho de los momentos previos. Estas ceremonias cansan, son muchas horas de pie, pero se pueden vivir muy pocas en la vida», asegura a EL MUNDO.
La vela, el deporte que más medallas ha dado a España, tendrá otra abanderada, una campeona olímpica, aunque de aquello hace 12 años y la lejanía duele. Por el camino, Echegoyen ha logrado el récord que nadie querría: tanto en los Juegos de Río 2016 como en los Juegos de Tokio 2020 acabó cuarta, dos medallas de nada. En París quiere olvidar la racha.
Su padre tenía un barco en Sanxenxo, navegaba con la familia desde que era una niña. No imagino unos inicios tan idílicos.
Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia en el mar, pero aquello tenía poco que ver con el deporte, menos aún con la competición. Te lo contaría de manera muy romántica, pero sería mentira. Mi familia sólo tenía un barco de ocio y yo quizá probé 10 deportes antes de decidirme sólo por la vela.
Cuentan que ahora es imposible sacarla del mar, que no sale ni para ir a tomarse algo.
(Risas) Totalmente. En mi vida hay muy pocos días sin mar. Incluso de vacaciones estoy en el agua. A veces necesito desconectar de la competición, pero nunca del mar. Lo único que me cuesta es convencer a mis amigos a que salgan conmigo porque siempre voy al 100%, me sale sin querer, y ellos quieren que el barco vaya tranquilito, plano, para que no se vuelquen las cervezas.
RFEV
En los Juegos Olímpicos de Londres 2012 apareció de la nada, junto a sus compañeras Ángela Pumariega y Sofía Toro, para ganar el oro en aquel barco Elliot 6m.
Es inolvidable, aquello fue una sorpresa incluso para nosotras. Nos costó clasificarnos y llegamos a los Juegos con un objetivo muy realista, conseguir un diploma. Quizá esa fue la clave. No presionarnos nos permitió disfrutar de los Juegos al máximo, centrarnos en nuestra rutina, hacer lo nuestro. Aún tenemos las tres un grupo de Whatsapp y la relación es muy, muy buena. Muchas veces sólo nos centramos en el resultado, pero el valor de lo vivido es enorme.
Fueron el 'Chiquitas Team'.
¡Eso es! En mi casa siempre me han llamado 'chiquita' y de ahí vino. Luego, como estaban empezando las redes sociales, nos pusimos ese apodo y aún hay gente que lo recuerda.
Luego vinieron dos 'casi' consecutivos. ¿Cómo los vivió?
El tiempo es necesario para asimilar que has acabado cuarta. Las dos veces me sentía igual, desolada, triste, frustrada... ¡uf! Sería injusto no llorarlo, pero luego vas dándole el valor que tiene. En tres Juegos Olímpicos he acabado con opciones de medalla. Es difícil relativizarlo, pero el deporte es así, no todo es bonito.
RFEV
¿Seguiría aquí si se hubiese colgado un bronce en Tokio?
No lo creo. Ese diploma me ha permitido llegar a París, puedo decir que soy abanderada gracias a mis derrotas. Con una medalla no hubiera seguido navegando y no estaría aquí, pero la cabezonería siempre ha sido mi tripulante. Acabar cuarta es doloroso, pero hay que apreciarlo.
Ahora que lo aprecia, ¿Se retiraría tranquila sin otra medalla olímpica, con el oro de Londres 2012?
Tendría que hacerlo, ¡Qué remedio! Pero me quedaría una espina clavada, no te lo puedo negar.
Ya ha vivido varias aventuras fuera de la vela olímpica. ¿Hasta qué punto llegó al límite en sus dos vueltas al mundo a vela en 2018 y 2023?
¡Buf! Hasta límites insospechables. Llegué a estar completamente agotada. Antes hablábamos de estar siempre en el mar y ahí sí que deseé pulsar un botón que me devolviera a tierra. Pero siempre había algo que me empujaba a seguir adelante. Unos Juegos Olímpicos tienen dificultades, tienes que navegar muy rápido, con presión, pero no llegas al límite. En la vuelta al mundo pude comprobar qué es realmente la extenuación.
"Había pensado en ello varias veces. En Cuba no tenía opciones de competir, tenía muchas dificultades para entrenar y sabía que ése era el momento. Del 6 de mayo al 26 de julio de este año estuve en París ayudando a las judocas de mi país clasificadas para los Juegos Olímpicos y el día de la inauguración, cuando llegué al aeropuerto para regresar a La Habana, me separé del grupo".
A los 31 años, a la judoca Dayle Ojeda se le escapaba la carrera, la vida. Nacida en La Habana en 1993, entre 2019 y 2020 ganó un Campeonato Nacional, compitió en los Grand Slam de París y Dusseldorf e imaginó un futuro mejor, distinto, próspero. Pero después todo se desvaneció. En su categoría, de más de 78 kilos, Cuba contaba con una leyenda algo mayor que ella, Idalys Ortiz, cuatro veces medallista olímpica, campeona en Londres 2012, y no había dinero para ambas. En cuanto las autoridades escogieron a Ortiz, acabaron los viajes para Ojeda y hasta se limitaron los entrenamientos.
"A los Juegos Olímpicos viajan más, pero al resto de competiciones sólo van las primeras figuras de Cuba, apenas tres o cuatro judocas. No había recursos para nada, no había manera de desarrollar una carrera deportiva y no tenía medios para vivir. Recibía un salario mínimo que no alcanzaba para las cosas fundamentales y me tenían que ayudar mis padres. Sólo había dos caminos: o salir de Cuba o dejar el deporte", comenta Ojeda a EL MUNDO desde Valencia, donde llegó después de todo un periplo. Porque viajar de La Habana a Valencia con escala en París es relativamente fácil, pero desertar de un país es otra cosa.
"No sabía qué pasaría, unas amistades me recogieron"
"Estaba nerviosa, miraba atrás por si me seguían, no sabía qué pasaría. Por suerte unas amistades me recogieron en el aeropuerto. Después cogí un autobús hasta Barcelona, me quedé allí unos días con una amiga y luego llegué a Valencia, donde me esperaba Ayumi".
Subcampeona en los dos últimos Abiertos Panamericanos de Varadero, Ojeda podía haberse marchado a Estados Unidos, a Miami, donde tiene familiares, o podía haberse quedado en Francia, una potencia mundial en judo, pero escogió España porque "nos parecemos en muchas cosas" y por Ayumi Leiva, compatriota suya nacionalizada el año pasado y aspirante a medalla en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 2028. Ella le explicó las bondades del sistema español y le introdujo en el Centro Especializado de Alto Rendimiento (CEAR) de Benimaclet, donde entrenan los recientemente olímpicos Salva Cases y Tristani Mosakhlishvili 'Tato'.
"El judo es judo en todo el mundo, pero la preparación en España no tiene ni punto de comparación con la de Cuba por muchos motivos. En primer lugar porque aquí la preparación física es más profesional, está más estudiada, hay más recursos. Y en segundo porque aquí hay muchísima gente de nivel. Hay muy buenas judocas en España y, además, cada semana viene gente de nivel de otros países. Sólo llevo aquí dos meses, pero noto que he mejorado más que nunca en mi vida", reconoce Ojeda, a quien aún le queda un camino largo.
Dayle Ojeda.David GonzálezAraba
"En mi mente sé que es lo mejor, pero en mi corazón me cuesta porque voy a pasar tiempo sin ver a mi familia. En Cuba tengo a mi mamá y se me hace duro. Hablo todos los días con ella, también hablo con mi hermana, con mis sobrinos, pero no es lo mismo que verlos en persona. Eso es lo más difícil".
Con la añoranza a cuestas, Ojeda ahora intentará destacar en el Campeonato de España que se celebrará en diciembre -en su peso la selección no tiene representantes olímpicos o mundialistas- y poner en orden su situación. La Federación Valenciana de Judo le ha ofrecido una plaza en su residencia y le ayuda con la manutención y el material, pero necesita competir cuánto antes. El proceso de nacionalización es complicado y, más allá del apoyo institucional, los resultados ayudan.
Como demostraron los casos de compatriotas suyos como el saltador Jordan Díaz o el boxeador Enmanuel Reyes Pla, si Ojeda se confirma como una opción de medalla para los Juegos Olímpicos de Los Angeles 2028 el Consejo de Ministros no tardará en actuar. "Ahora mismo mi motivación es trabajar al máximo para estar preparada cuando llegue mi momento. Me encantaría poder ir a los próximos Juegos Olímpicos y devolver a España toda la ayuda que me está dando", finaliza Ojeda.