Con 11 años, Carlos Alcaraz ya era tan extrovertido como ahora, pero los viajes le costaban. En sus primeros torneos internacionales, como el Longines Futures, una especie de Roland Garros sub-12, o el histórico Les Petits As, todavía no conocía a nadie y apenas hablaba inglés. Pero descubrió que un niño danés estudiaba castellano en la escuela y veraneaba en Málaga. Se le acercó, se presentó y tan simpático era que se hicieron amigos íntimos. Este domingo, ese chaval, Holger Rune, le arrebató su tercer título del Trofeo Conde de Godó de Barcelona al vencerle en la final por 7-6(6) y 6-2 e inauguró una preciosa rivalidad para la próxima década.
De aquellas bromas de infancia, como la coleta en la frente que Alcaraz le hizo a Rune en París, a jugarse los trofeos más importantes. Una historia bonita y que apunta a larga, con 21 años ambos.
Después de que Alcaraz ganase cuatro Grand Slam, para que los dos se igualaran en la élite sólo se necesitaba que Rune madurara y, al parecer, ya lo ha hecho. Tenista con un físico y un juego parecido al del español, en 2022 asombró ganándole el Masters 1000 de París-Bercy a Novak Djokovic, pero desde entonces siempre se quedaba a un paso.
Con mil cambios de entrenadores, más de una discusión con rivales e incluso una famosa riña con su madre, a quien expulsó una vez de las gradas de Roland Garros para concentrarse, su mente no estaba a la altura de su tenis. En Barcelona esta semana ha ocurrido todo lo contrario.
JAVIER SÁNCHEZ
@javisanchez
Actualizado Jueves,
9
noviembre
2023
-
23:04Ver 1 comentarioLas WTA Finals de Cancún evidencian la crisis del circuito por...
Cada cual decidirá si fue hermoso o fue cutre, pero durante un descanso del partido entre Carlos Alcaraz y Taylor Fritz, un hombre se levantó de su asiento en el Inalpi Arena de Turín, sacó un anillo del bolsillo de su chaqueta beige, se arrodilló sobre la rodilla derecha y le pidió matrimonio a su pareja. Ella respondió que sí -en este caso, «sì»- y se colocó la sortija en el dedo. Fue una sorpresa para ella, una de las dos que se vivieron este martes.
Nadie en el público esperaba la velocidad que demostró Fritz. De repente, un tenista distinto, ágil, un gigante de dos metros capaz de llegar a todas las bolas; en baloncesto le llamarían un unicornio. En sus enfrentamientos anteriores, Alcaraz siempre le había derrotado mareándolo, moviéndolo de un lado a otro de la pista, castigándolo con dejadas; pero esta vez no bastó. Ante su rapidez, el español tuvo que dar un paso atrás, resistir, defender. Finalmente, ganó por 6-7(2), 7-5 y 6-3 en casi tres horas de partido, se clasificó virtualmente para las semifinales de las ATP Finals y se acercó al objetivo de acabar el año como número uno del ránking mundial. Le bastará con derrotar a Lorenzo Musetti el jueves para confirmarlo.
«Intento no pensar en ello. Obviamente va a ser un partido muy importante para mí. Pero intentaré que los nervios no me jueguen una mala pasada. Intentaré controlar las emociones, controlarme. Hoy [por su partido ante Fritz] lo he pensado un poquito al principio, por eso no me he sentido tan bien como [en el debut el domingo] ante De Miñaur. He llegado a pensar que se me escapaba el número uno. Después he tenido que ver qué cambiar para darle la vuelta al partido», comentó Alcaraz, con sentimientos encontrados ante el hito que tiene ya tan cerca. Superar a Jannik Sinner al final del año, incluso teniendo en cuenta la sanción de tres meses del italiano, será una muestra de madurez. Quien crea que no es un tenista regular -una duda que él mismo ha confesado- se quedará sin argumentos. «El número uno es algo a lo que hay que darle mucho valor. Estoy peleándolo con Jannik, que es muchísimo más consistente», reconocía este martes, aunque sabe que la presión por mantenerse en lo más alto es enorme.
La broma de Samuel López
Durante la ausencia de Sinner en primavera, Alcaraz ya sufrió el peso del ránking con derrotas tempranas en el ATP 500 de Doha o el Masters 1000 de Miami, y podría ocurrirle lo mismo a comienzos de la próxima temporada, especialmente en el Abierto de Australia, el único Grand Slam que le falta. Por eso, cada vez que le preguntan por el número uno, el español prefiere hablar del tenis: del juego, de los golpes, de la técnica, de la táctica... en definitiva, de lo que sucede dentro de la pista.
ALESSANDRO DI MARCOEFE
Y este martes, por ejemplo, había mucho de eso de lo que hablar. Pese a su victoria esta temporada en el ATP 500 de Tokio, el dominio de las superficies duras bajo techo sigue siendo una tarea pendiente, y ante Fritz descubrió un camino. La teoría dice que en estas pistas debe ser más agresivo que nunca, restar sobre la línea, pegar más duro, pero... ¿y si eso no funciona? En lugar de desesperarse como hizo en el Masters 1000 de Shanghái, aceptó la situación y dio un paso atrás para desafiar al estadounidense: si quería derrotarlo, tendría que hacerlo él, punto a punto, a base de ganadores. Nada de riesgos, solo defensa y más defensa.
«Me he dado cuenta de que, aunque empiece mal, si insisto y tengo buen comportamiento siempre acabo jugando mucho mejor», analizaba Alcaraz, que se reconocía «exhausto» después del esfuerzo realizado. De hecho, al acabar el encuentro, se tomó una hora más de lo habitual para atender a la prensa: su rutina fue más relajada, con más tiempo en la ducha, un rato largo para comer y una extensa charla con su equipo. En estas ATP Finals cuenta con todos sus ayudantes al completo, incluidos sus dos entrenadores, Juan Carlos Ferrero y Samuel López, que normalmente se van turnando. Curiosamente, ante Fritz, López le animaba con unas palabras en catalán, aunque no es su lengua. «Es una cosa que tenemos Samu y yo. Me hace reír y ahí es cuando mejor saco mi tenis», aseguró quien ya está a un paso de cerrar el último objetivo de una temporada de ensueño.