Empieza la NBA y sólo nos queda Santi Aldama, con un papel, además, un tanto frustrante: es fijo en la rotación de Memphis, pero en tres años más adecuados que brillantes no ha encontrado acomodo como titular junto al intocable (cuando está sano) Jaren Jackson ni tiene visos de irlo a hallar tras la llegada del novato Zach Edey, el pívot puro que él no es. Hace no tanto, apenas ocho años, 10 jugadores españoles hacían las Américas. Y no 10 cualqu
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Ruud Gullit (Amsterdam, 1962) es un tipo feliz con el carisma eterno de quien, por más que se cortase las rastas hace 25 años, aún reside en la memoria colectiva con uno de los mejores pelos de la historia. Pero tras las carcajadas hay un hombre reflexivo y comprometido. Siempre fue una estrella diferente, también cuando provocaba pesadillas en el Real Madrid de la Quinta con el Milan de los holandeses, que ganó dos Copas de Europa, o guiaba, con su amigo Van Basten, a Países Bajos a su único gran título, la Eurocopa 88.
El Balón de Oro 1987 conversa con EL MUNDO en Madrid, donde ha viajado para los premios Laureus, en una etapa plácida: "Tengo una gran vida. Viajo, sigo involucrado en el fútbol como experto de televisión y no sufro. Ser entrenador fue una mala idea. Es un trabajo horrible. Siempre, siempre, la humillación te está esperando. Puedes aplazarla durante un tiempo, pero antes o después llega". Y se parte de risa por primera vez.
Para media España serás siempre un villano y para la otra, un héroe.
Sí, lo sé y lo noto especialmente cuando vengo a Madrid. A la gente no le gusto mucho y algunos me lo dicen [risas]. En Barcelona, sin embargo, me piden muchas más fotos. Lo cierto es que aquella rivalidad entre el Milan y el Real Madrid fue muy bonita. Ellos, con la Quinta del Buitre, eran un grandísimo equipo, pero tuvieron la mala suerte de que nosotros éramos mejores. En cualquier otra época creo que hubieran ganado la Copa de Europa.
Para saber más
¿Qué es lo que más recuerdas de esos duelos?
La sensación especial de salir ganador del Bernabéu. El Real Madrid era y es el club más grande del mundo y jugar bien en este estadio es una sensación fantástica. Luego hay otra cosa que siempre recuerdo de esos años y que te demuestra lo complejo que es el fútbol. La temporada anterior a las dos que eliminamos al Madrid y ganamos la Copa de Europa, nos eliminó a nosotros de la UEFA el Espanyol. Eso es el fútbol.
El legado de ese Madrid de la Quinta ha quedado marcado por no ganar la Copa de Europa.
Y no es justo porque si ganar la Champions es difícil ahora, entonces lo era mucho más. Sólo jugábamos los campeones de liga, así que no la disputabas todos los años. De hecho, el nombre Liga de Campeones ya no tiene mucho sentido cuando va el cuarto. Ganarla entonces era una misión de dos años: tenías que ganar la liga el primero y la Copa de Europa el segundo. Era muy complicado y, además, en las primeras rondas ya te podía tocar cualquier gran equipo a ida y vuelta, ni liguilla ni posibilidad de arreglar un error ni nada. La segunda vez, eliminamos al Madrid en segunda ronda, en noviembre. Era un grandísimo equipo.
Estaban Butragueño, Míchel, Hugo Sánchez… Sin embargo, al recoger el Balón de Oro de 1987, dijiste que lo merecía Gordillo.
Sí, y lo pensaba en serio. Me encantaba Gordillo porque tenía un carácter parecido al mío. Le divertía lo que hacía, que es algo que te sorprendería saber cuántos futbolistas hay a los que no les pasa. Yo siempre disfruté jugando y Gordillo era igual, aunque luego trabajase muy duro para el equipo también. Me gustaba su forma de entender el juego y la vida, me veía reflejado en él.
Tú te lo pasabas en grande y lo mostrabas.
Divertirse es lo más importante de la vida. Además, si no te gusta lo que haces es muy difícil que tengas éxito. Yo no creo en esos jugadores que simplemente juegan al fútbol para ser famosos y millonarios. No, eso es una mierda. Al fútbol se juega porque lo amas. Divertirme siempre fue mi prioridad. Nada más fichar por el Milan me llevaron a una concentración de dos semanas en unas instalaciones aisladas y a los tres días quise volverme a Holanda, no aguantaba eso. Se lo dije a Sacchi: "A mí no me puedes meter en una jaula, necesito ir al cine, necesito salir. Si no, no me puedo concentrar". Por suerte, se adaptaron un poquito a mí, me dieron más libertad y todo salió bien. Yo necesitaba divertirme y allí nadie parecía divertirse.
El fútbol italiano de los 80 no era una juerga.
No, no [risas]. Durante las comidas yo estaba feliz, charlando, riendo, haciendo bromas y notaba que la mayoría de jugadores me miraban con sospecha: "Este tío no es serio". Lo que pasa es que luego vieron en el campo y entendieron que era tan profesional como cualquiera de ellos y trabajaba duro, pero sencillamente no podía vivir sin risas.
Siempre tuviste muchos intereses más allá del fútbol. El Balón de Oro se lo dedicaste a Nelson Mandela.
Sí, era mi ídolo, mi ejemplo, mi causa. En Países Bajos había mucho remordimiento respecto a nuestro papel histórico en lo que sucedía en Sudáfrica y participé en organizar muchas manifestaciones contra el apartheid y de apoyo al ANC [el partido de Mandela]. Además, yo estaba muy metido en el mundo de la música reggae, cuya esencia es protestar contra el racismo, el fascismo, la violencia, el sufrimiento… Nelson Mandela o Steve Biko eran presencias constantes en nuestras canciones y en nuestra cultura. Teníamos una batalla que luchar y me involucré mucho en ello. Me reuní con muchos miembros exiliados del ANC y fue una decisión clara dedicarle el premio de Mandela, que aún estaba en prisión.
Luego le conocerías.
Sí, nos reunimos muchas veces. Estoy muy orgulloso de haber conocido a alguien con tanto carisma. No he conocido otra persona que tuviera semejante aura a su alrededor y mira que he conocido gente… Pero Mandela era especial y representa lo mejor del ser humano. Cuando salió de la cárcel, siempre fue humilde, intentó involucrar al enemigo en el proceso de reconstrucción de un país y una sociedad. Nunca quiso vengarse, sino crear juntos aunque le habían tenido 26 años en una celda. ¿Cómo una persona así no va a ser una inspiración enorme? Una de las últimas veces que nos vimos me invitó a Sudáfrica y me dio una medalla.
¿De qué tipo?
De comandante. Soy comandante de las Colonias Sudafricanas. ¡Es un gran título! [risas].
¿Por qué es tan difícil ver hoy a una estrella del fútbol involucrada en cuestiones políticas y sociales?
Porque la mayoría de las veces se vuelve contra ti. Los fans y los periodistas siempre están buscando historias y titulares y si te involucras, te están esperando. El mejor ejemplo de esto es Marcus Rashford. Hizo algo maravilloso liderando la lucha contra la pobreza infantil y denunciando la inacción del Gobierno. ¿Qué sucedió? Que cuando su rendimiento en el United bajó, un montón de gente le estaba esperando para decir que era porque estaba demasiado preocupado por otras cosas. No es cierto, no tiene nada que ver, todos los futbolistas pasamos por fases, pero eso les da igual: van a usar tu posicionamiento contra ti. Así que, aunque me duela, ahora mismo le aconsejaría a cualquier futbolista que se mantenga al margen. Como futbolista, es peligroso involucrarse en proyectos políticos y de derechos humanos porque se va a volver contra ti. Es horrible, pero es así. Por lo tanto, regla número uno: no te metas en política.
Tú no la cumpliste.
No, pero sí fui haciéndolo cada vez menos. Al final, es más sencillo vivir en tu burbuja. Lo primero que debes aprender cuando triunfas en el fútbol es a decir "no", porque todo el mundo quiere algo de ti y si no se lo das va a decir que eres un gilipollas. Bueno, pues a veces es mejor ser un gilipollas que dejar que te utilicen sólo por caer bien. Lo que me preocupa es que sigo viendo hoy muchos de los problemas que veía entonces. El racismo, el sexismo, la pobreza, las guerras… Y en cierto modo está yendo a peor porque, en buena parte debido a las redes sociales, la gente cada vez es menos receptiva hacia los demás, está más enfadada, se va más a la derecha, a la extrema derecha incluso… Teníamos una Europa estupenda y se está estropeando.
Estás en un comité creado en Países Bajos para fomentar la diversidad en cargos directivos.
Sí. Por ejemplo, la Federación Neerlandesa de Fútbol, pese a la cantidad de estrellas negras que ha tenido la selección, era sólo blanca y masculina. En muy poco tiempo hemos logrado que haya una mujer vicepresidenta [Marianne Van Leeuwen], que Nigel de Jong sea el director técnico y Clarence Seedorf esté en la directiva. El cambio no debe hacerse desde abajo, debe llegar desde la cima, porque es natural que los jóvenes busquen referentes en gente que se parece a ellos. Si sólo hay hombres blancos en puestos directivos es muy difícil para una chica negra creer que ella puede llegar allí. Hay cierta gente que no quiere asumir que la sociedad actual es diversa, le guste o no. Eso no es una opinión, es un hecho. Y si bloqueas a otras razas el camino hacia el éxito estás creando frustración, la frustración crea infelicidad y la infelicidad crea enfado. Y nada es más peligroso para una sociedad que tener a un montón de gente enfadada. Si quieres una buena sociedad es imperativo que haya igualdad de oportunidades. Me he encendido, hablemos de fútbol [risas].
Ruud Gullit, representando a los premios Laureus, posa en el hotel Palace.
Vale. Diría que eres el único futbolista de la historia que ha sido estrella como defensa, como medio y como delantero.
Es cierto. Empecé como líbero y así debuté en Primera con el Haarlem a los 16 años, pero en mi segunda temporada llegó un entrenador nuevo, Hans Van Doorneveld, y dijo que me quería convertir en delantero. Me resultó fácil aprender porque tenía la ventaja de que sabía cómo piensa un defensa y me anticipaba a ellos. Mientras, en las selecciones inferiores me ponían en el medio, de extremo derecho, y aprendía otras cosas. El problema de todo esto es que los entrenadores no utilizaban mi polivalencia en mi beneficio sino en el suyo. En vez de ponerme en el sitio donde yo más rendía, me ponían en el que mejor les cuadraba a ellos el puzle y eso me irritaba porque nunca me permitió especializarme en una cosa y refinarla totalmente. Al final era una desventaja poder hacer tantas cosas. Por ejemplo, en el Milan empecé de extremo, cuando se lesionó Marco [Van Basten], me pusieron de nueve, luego otra vez al medio… Me tenía que estar readaptando cada año y era frustrante a veces.
En el Feyenoord coincidiste con Johan Cruyff en la que fue su última temporada en activo (83-84).
Y ganamos Liga y Copa. Fue un maestro muy importante para mí, con esa mente privilegiada que le permitía ir muy por delante en todas las situaciones. Me dijo algo que yo no sabía en ese momento: "Rudi, tú eres diferente, vas a tener una gran carrera y debes estar preparado. Cuando vayas a un club nuevo, a los fans no vas a gustarles. Te van a gritar, te van a insultar, los demás jugadores te van a recibir mal pensando que no eres tan bueno. Entonces, lo primero que debes lograr es hacer mejor al resto. Eso te solucionará todos los problemas". Yo tenía 20 años, aún perseguía la atención, quería destacar yo y este señor me decía que pensara en gente que ni conocía [risas]. Por supuesto, tenía razón. Porque si eres realmente bueno jugando al fútbol, puedes leer y dirigir a tus compañeros hacia sus mejores versiones y eso acaba por protegerte a ti. Si vas a lo tuyo, sólo puedes hacer bien las cosas en las que tú eres bueno, pero si ves el fútbol como un todo, las virtudes de los 11 acaban siendo las tuyas. Eso me lo enseñó Johan, es la gran verdad del fútbol y una de las cosas más importantes que aprendí en mi carrera.
Tu gran amigo fue Frank Rijkaard.
En el fútbol y en la vida. Crecimos juntos en Ámsterdam, es como mi hermano. Frank siempre fue la última pieza que necesitaba todo rompecabezas. Hacía cada equipo mejor, pero no le gustaban la atención y la fama. Las odiaba y aún las odia, de hecho. Odiaba las conferencias de prensa, a los periodistas, los actos publicitarios… Sólo quería jugar y que le dejaran en paz. Era la columna vertebral del equipo tanto con el Milan como con Holanda, el que sostenía todo lo demás. Era un futbolista mucho mejor de lo que la gente se daba cuenta porque no tenía el más mínimo interés en que le aplaudieran y le dieran premios. Fuerte, atlético, inteligentísimo… Y una persona increíble. Un líder muy diferente a los habituales. Muy calmado, muy tranquilo, siempre acertado. Marco [Van Basten] y yo ya estábamos, pero hasta que no llegó Frank no ganamos la Copa de Europa y no es casualidad.
Vosotros dos erais buenísimos, pero Van Basten…
Él era excepcional. Es el mejor futbolista con el que he jugado y el segundo mejor contra el que he jugado, sólo porque lo hice contra Maradona. Y Marco, sano, no estaba lejos. Siempre conectamos muy bien, sabía dónde iba a estar sin mirarle, así que me centraba en darle el balón, era mi primera y mi segunda opción en cada jugada. Yo también era delantero, pero sabía que si me la jugaba yo, podía ser gol; si se la pasaba a él, era gol seguro. Así que, como lo que quería era ganar, se la daba todo el rato [risas].
Marcasteis ambos en la final de la Eurocopa 88 [2-0 a la URSS].
Y metimos dos cada uno en la final de Champions del año siguiente [4-0 al Steaua]. Teníamos una conexión increíble y yo amaba a ese tío, pero discutíamos porque él sólo pensaba en meter goles y las pocas veces que no se la pasaba venía a por mí muy cabreado: "¡Me duele lo que haces! ¡No me miras!". Y yo le mandaba a la mierda y me partía de risa. Eso le enfadaba aún más porque él se lo tomaba más en serio todo, pero es que me hacía mucha gracia verle dolidísimo porque no le había pasado un balón. Al final, siempre le acababa contagiando la risa y me decía: "Eres un imbécil, vete lejos" [risas].
No parece Arrigo Sacchi, vuestro entrenador en los dos títulos, el tipo más bromista del mundo a la hora de trabajar.
Buen tipo, pero muy serio. Fue mi primer entrenador en Italia y quien me convenció para ir. Al principio fue duro porque yo necesitaba divertirme y él nos tenía horas y horas trabajando durísimo en los sistemas defensivos. Una y otra vez ensayando la presión y la salida. Me parecía un coñazo, pero cuando entendimos lo que estaba siendo y que estaba revolucionando el juego, fuimos una máquina. Fue muy influyente para mí y para el fútbol mundial.
Le sustituyó Fabio Capello y con él no encajaste igual de bien.
No, tuvimos problemas y una vez casi nos pegamos de verdad, tuvieron que separarnos, pero aun así reconozco que era un gran entrenador. Yo empecé a tener lesiones y, además, se empezó a abrir el mercado a más extranjeros, por lo que se rotaba más y a mí no me gustaba. No estaba contento y me fui a la Sampdoria, pero luego se lesionó Marco y Capello me recuperó para el Milan, así que incluso con nuestras diferencias, nos respetábamos. Ahora somos muy buenos amigos y cuando nos vemos no le echo demasiadas cosas en cara [risas].
Tu compañero de habitación era Carlo Ancelotti.
Carlo es tu tío favorito, ese que cuando llega a la cena de Navidad todo el mundo se pone contento: "¡Viene el tío Carletto!". Y todo el mundo aplaude. Es una persona maravillosa, pero también extremadamente inteligente, que a veces se olvida. Nos reíamos muchísimo en la habitación, hablábamos de todo durante horas, pero a la hora de dormir la noche anterior al partido él se ponía siempre nervioso y yo dormía como un bebé. Y por la mañana me lo encontraba mirándome: "¿Cómo has podido dormir toda la noche? No he pegado ojo. Te da igual todo". Siempre supe que sería entrenador, era su plan ya en los últimos años. Es una gran persona para tener en tu vida y, si eres una estrella, vas a matar por él porque te entiende, es justo, empático y ha estado rodeado de grandes futbolistas toda su vida. Él mismo lo fue, así que sabe cómo lidiar con nuestras rarezas. Y tácticamente es brillante, nadie gana tanto como él sólo por ser buen tío.
Parece ya fuera del Madrid tras esta gris temporada.
Es injusto y un error, pero allá ellos. Ahí está Brasil esperándole, que no es un mal plan B, ¿no? De todos modos, lo que yo le diría ahora a Carlo es: "Ya lo has ganado todo, absolutamente todo. Con lo que te gusta la vida, comer, el buen vino… Tómate unas buenas vacaciones y disfruta. Ya te echarán de menos". A veces nos obsesionamos con que la vida empieza y acaba con el fútbol y no es cierto, por eso me alegro de no haber insistido en lo de ser entrenador. Nos creemos que no hay nada más y, luego, la gente lo deja y es feliz. Mira Xavi. Cuando llegó al Barça era joven y feliz, dos años después parecía un perrillo triste y abandonado. Habían pasado dos años y había envejecido 10. Sin embargo, le vi hace un mes y estaba radiante. Más alto, más guapo, de todo. ¡Eso es la vida! [risas]
Usted sí que tenía buena pinta con aquella melena.
Y el bigote. Un poco entre cantante de reggae y estrella del porno. He de decir en mi defensa que en esa época el bigote estaba de moda. Lo salvaba, ¿no?
Eso creo.
Me encantaba la música, tenía alma de estrella del rock y aquella imagen fue importante para que la gente todavía me recuerde. Lo que pasa es que en el año 2000 me cansé. Me rapé porque estaba harto de que la gente siempre me reconociera en cualquier lado, quería poder tomarme una cerveza sin que todos me miraran. Fue la mejor decisión de mi vida. Ahora estoy encantado: guapo y de incógnito.
Fabio Capello (1946) pasea por el hotel Palace de Madrid como si fuera su casa. Los empleados le saludan, él ejerce de guía por sus pasillos y el agua con gas le espera en la mesa de la sala Matahari (yo no elijo los nombres) antes de que se siente a charlar con EL MUNDO. La leyenda italiana está en la ciudad como embajador de los premios Laureus, cuya gala se celebrará el 21 de abril en el Palacio de Cibeles con gran presencia española entre los nominados (selección masculina de fútbol, Real Madrid, Aitana Bonmatí, Lamine Yamal, Carlos Alcaraz…).
El ex entrenador de Milan y Real Madrid, entre otros, cita a Nelson Mandela para explicar su vinculación con los Laureus ("Como él, creo firmemente que el deporte tiene el poder de cambiar el mundo") y demuestra su amor polideportivo comentando el último partido de voleibol que ha visto y recordando sus tiempos como fotógrafo submarino "cuando era joven, ya no tengo ni fuerzas ni tiempo", explica, casi resignado. Desde su retirada de los banquillos, en 2018, es comentarista estrella de la tele italiana y da charlas a empresas. "Me llaman de todos sitios", refunfuña con media sonrisa.
Siendo un hombre culto y con fama de bon vivant, ¿no le apetecía desengancharse del fútbol y dedicar su jubilación a cualquier otra cosa?
El problema es que el fútbol me viene natural aunque no quiera. Intento hacer cosas diferentes. Viajar, estar con gente, leer mucha Historia... Antes sólo tenía tiempo en verano para disfrutar de todo esto y ahora tengo algo más, pero tampoco mucho. Al final, eres lo que eres y yo soy un futbolista y un entrenador. No puedo evitarlo.
Un entrenador que, tras recoger el testigo de Sacchi y ganar la Champions con el Milan, dirigió al Real Madrid dos veces y en ambas ocasiones ganó la Liga (96-97 y 06-07) y duró sólo un año. ¿Cómo se explica esto?
Cada una fue diferente. La primera vez, ganamos el título y me llamó Berlusconi para pedirme que volviera a Milán. Se lo debía por la oportunidad y la confianza que me había dado al principio de mi carrera como entrenador. Por eso regresé. Se lo expliqué al presidente, Lorenzo Sanz, me entendió y así empaté las cosas con Berlusconi. La segunda vez, volví a ganar la Liga pero el club se había precipitado. En un momento de muchas dificultades que pasamos a mitad de temporada, ficharon ya a otro entrenador para el año siguiente (Bernd Schuster) y aunque luego remontamos y fuimos campeones, me echaron. La verdad es que no tenía buena relación con el presi, Ramón Calderón, y fue bastante bonito ganar esa Liga y demostrar que no sabía mucho de fútbol. El Madrid llevaba tres años sin ganar un título y decide despedir al que les da la Liga…
El trasfondo ambas veces fue que usted era un técnico defensivo y estricto en un estadio que pedía fútbol de ataque y unos vestuarios llenos de estrellas con una actitud, digamos, laxa.
Hay mucho tópico con eso de los estilos. Yo jugaba para ganar. Punto. Y ganaba. La cosa más importante para mí, la primera palabra que siempre salía de mi boca al llegar a un vestuario, no era defensa ni ataque, era respeto. El respeto por encima de todo. Todos tenemos problemas, todos podemos quejarnos, pero el respeto hacia la gente que trabaja en el club, hacia el staff y hacia el compañero es la base de todo. No quería retrasos, no quería malos gestos, no quería sobrepeso. A partir de ahí, para mí sólo existen el campo y el entrenamiento. Me da igual tu nombre. Este estilo lo cogí de Helenio Herrera, que siempre decía que se juega como se entrena. Pero a partir de ahí, cuando se duchaban y se iban a casa, cada uno era libre de hacer la vida que quisiera.
Su primer Madrid era el de la Quinta del Ferrari. Mijatovic y Suker nunca han ocultado que les gustaba salir con frecuencia.
Sí, pero luego entrenaban muy bien. Mi primera pelea con ellos fue porque les quité la botella de vino de las comidas. Protestaron, negociamos y me pidieron por favor que al menos les dejara tomar una caña antes de cenar. A eso les dije que sí [risas]. Pero la más gorda fue cuando vino un directivo y me dio el nombre de tres jugadores que habían salido por la noche.
¿Quiénes?
No te lo voy a decir y te explico por qué. Estábamos en un momento clave, recuperando puntos al Barça y me cogí un gran cabreo. Al día siguiente reúno a todo el equipo antes del entrenamiento y empiezo a echarles la bronca: "Aquí hay jugadores que no son deportistas serios, os gusta demasiado la noche, os da igual ganar y esto no puede ser porque es una falta de respeto al resto. Tú, tú y tú no podéis seguir con nosotros". Y en esas sale Fernando Hierro y dice: "Míster, déjelo, estuvimos todos". Me mató, sólo le pude decir: "Serás hijo de puta". Y a entrenar como si nada hubiera pasado [risas].
¿Es cierto que Raúl se quejó de que Mijatovic y Suker no le pasaban?
No sólo es cierto que se quejó, es cierto que no se la daban. Al principio le dije que eso era una tontería, pero después de cuatro o cinco partidos fijándome vi que era descarado. Llamé a Pedja y Davor y me lo negaron todo, pero les puse el vídeo: "Venid para acá. Mira, mira, mira, mira, mira, mira. Todos esos pases claro no se los habéis dado". "No le hemos visto", me decían. ¿Ninguna? Les exigí que no volviera a pasar y a los tres partidos ya estaban otra vez igual. Esta vez ya me puse serio y les dije que si pasaba una sola vez más, uno de los dos se iba al banquillo. Sólo así pararon.
El ex entrenador italiano, en el hotel Palace de Madrid.
Ese verano vuelve al Milan y el Madrid gana la Séptima la temporada siguiente. ¿No le dio rabia?
No, porque hice lo que debía, pero parte de esa Champions es mérito mío porque ese Madrid llevaba tres años sin ganar nada cuando yo llegué y construimos un equipo nuevo y campeón con chavales, como Víctor [Sánchez del Amo] o Álvaro [Benito], hasta su lesión, y buenos fichajes. Porque no era un Madrid con tanto dinero como ahora y teníamos que acertar mucho. El fichaje que lo cambia todo es el de Roberto Carlos al Inter, que todavía no entiendo cómo pasó.
¿Por qué?
Acababa de fichar por el Madrid, aún estaba en Milán, me llama un representante y me dice: "Fabio, el Inter vende a Roberto Carlos". Respondí: "No es verdad, nadie es tan tonto". Y me insiste: "Te lo prometo y cuesta 500 millones de pesetas". Yo no me lo podía creer, es que ni siquiera era caro. Le dije que sólo me lo creía si me mandaba un fax con los papeles del Inter escritos y firmados. Eran las cuatro de la tarde y a las ocho me llegó el fax a casa. De verdad pensaba que era una broma. Llamé de inmediato a Lorenzo Sanz y le dije que viniera en el primer vuelo, porque como se supiera que lo vendían a ese precio iba a ser la guerra. A las 11 de la mañana del día siguiente estaba todo firmado. Fue el fichaje más rápido de la historia, pero es que una oportunidad así te cambia el destino. A veces el fútbol es incomprensible… porque está lleno de gente que no lo entiende.
Su segunda etapa fue la famosa Liga del clavo ardiendo, el Tamudazo y los goles decisivos de Reyes.
Aquello fue, de verdad, una remontada única e histórica en la que superamos muchos problemas.
Era el ocaso de los Galácticos, una idea de equipo que chocaba con usted.
No, no, ya ni Galácticos ni nada. Zidane y Figo ya no estaban. Roberto Carlos ya estaba acabando y tuvimos el problema de Beckham. Había firmado ya para irse a Los Ángeles y en el Madrid eso no había gustado nada porque le habían ofrecido renovar, así que Calderón y Mijatovic me pidieron que no volviera a jugar. Al principio obedecí, pero después de diez días viendo que Beckham entrenaba, entrenaba y entrenaba como el que más pese a estar apartado, dije: "Hasta aquí. Es un jugador de Madrid y va a jugar". No sentó muy bien en el club, pero me dio igual. Era lo justo.
Y estaba Ronaldo.
El mejor jugador al que he entrenado. Lo eché.
¿Cómo se despide a uno de los más grandes de la Historia?
Soy yo. Él estaba gordo, no quería bajar de peso y le gustaba demasiado la vida alegre. Además, lo peor no era eso, era que arrastraba a esa vida a los compañeros de equipo y me acababa creando un problema aún más grave. Le di la opción de adelgazar y comportarse, no quiso, fuera. No hay más. Pero igual que te cuento esto, te digo que Ronaldo, sin las lesiones y cuidándose, hubiera sido el número uno de la Historia, al nivel de Messi y Maradona. Por un lado no pudo y por otro no quiso. Hay futbolistas que son así. ¿Recuerdas a Guti?
Claro.
Un talento increíble, podía haber sido lo que le diera la gana. Yo hablaba con él todo el rato: "¿Por qué no te sacrificas un poco, llevas un tiempo una vida ordenada y con 36 años, cuando lo hayas hecho todo, ya te dedicas a disfrutar?". Y él me respondía: "Míster, hay que pasarlo bien ahora que luego es tarde". No hubo manera de convencerle. Y era talento puro porque mira la carrera que hizo sin poner interés. Por jugadores como Ronaldo o Guti me gusta destacar siempre lo importantísimo que ha sido Raúl en el Madrid. Cuando el equipo estaba durmiendo, él se ponía a correr, a presionar y los despertaba a todos. No tenía el talento puro de los otros, pero era tan inteligente y tan ambicioso que daba lo mismo. Ese es el futbolista que yo quiero.
El que lidia ahora con las estrellas del Madrid es su alumno Carlo Ancelotti.
Pero lo lleva de maravilla. Es el mejor del mundo en eso. Carlo ha sido inteligente como jugador y ahora es inteligentísimo como entrenador. Entrenar al Madrid no es fácil y a un Madrid con muchas estrellas es aún más difícil, pero él lo hace, como decís aquí, de puta madre. A veces la gente que no sabe de fútbol le desprecia, pero los que sabemos lo tenemos muy claro. Sabe cuándo necesita hablar alto y cuándo de cachondeo. Esa es la inteligencia que le ha permitido triunfar en todos los sitios. Como jugador, él se retira conmigo, en el Milan, y le ofrezco incorporarse de inmediato a mi equipo, pero ya tenía un compromiso con Arrigo [Sacchi] para ser su ayudante en la selección italiana. Como verás, los dos entrenadores que mejor le conocíamos ya sabíamos el gran técnico que iba a ser.
¿Será capaz de encontrar la fórmula para que Mbappé y Vinicius den su máximo nivel a la vez?
Seguro. Los grandes futbolistas siempre pueden jugar juntos… [Capello medita unos segundos]. Bueno, igual eso es un tópico. Cuando tuve en el Madrid a Van Nistelrooy y Ronaldo pensé: "Estos dos me meten goles, los pongo juntos y ya se arreglarán". Fueron titulares tres partidos y perdimos los tres. Así que los grandes futbolistas pueden jugar juntos menos Van Nistelrooy y Ronaldo [risas]. Ahora Mbappé se ha adaptado y ya no va a bajar el nivel porque es así de bueno. Vini tiene que lograr que no le afecte todo el ruido que hay a su alrededor. En lo del racismo tiene más razón que un santo, pero se descentra con mucha facilidad con cosas deportivas: los rivales, la grada, los gestos… Tiene mucho carácter y eso es bueno si sabe enfocarlo sólo al juego porque el talento le sobra.
Sin embargo, usted defendió el Balón de Oro a Rodri.
Sí, creo que fue el justo ganador: la Premier, la Eurocopa... Todo el mundo ha visto que es el director de orquesta de cada equipo en el que juega, que sin él todo funciona peor. ¿No estás viendo al City ahora?
Sí, claro. Usted nunca ha sido muy guardiolista, ¿está disfrutando esta caída?
[Risas] No, no, para nada. Además yo valoró mucho a Guardiola como entrenador, ha hecho cosas maravillosas. Yo he vivido tres revoluciones en el fútbol, una cada 20 años o así: el Ajax de Cruyff, el Milan de Sacchi y el Barça de Guardiola. No tengo ningún problema en decirlo.
El embajador de los Premios Laureus posa para la entrevista.
Entiendo, pues, que el choque es más personal que futbolístico, ya discutieron cuando coincidieron como entrenador y jugador en la Roma.
No discutimos nada. El vino a decirme cómo tenía que hacer mi trabajo y yo le respondí: "Ponte a correr y luego hablas". Es que andaba por el campo y yo no iba a sacarle antes que gente que tenía muchas cosas mejor que él. Sin más. Ahí se acabó el debate. ¿sabes lo que no me gusta de Guardiola? Su arrogancia. La Champions que ganó con el City fue la única en la que no intentó nada raro en los partidos decisivos. Pero todos los demás años, en Manchester y en Múnich, en los días clave siempre quería ser el protagonista. Cambiaba cosas y hacía inventos para poder decir: "No ganan los jugadores, gano yo". Y esa arrogancia le ha costado varias Champions. Yo lo respeto, pero eso lo veo claro. Además, aunque eso ya no es culpa suya, ha hecho un daño tremendo al fútbol.
¿Por qué?
Porque todo el mundo se ha pasado 10 años intentando copiarle. Eso se ha cargado el fútbol italiano, que ha perdido su naturaleza. Yo decía: "¡Parad ya, no tenéis los jugadores de Guardiola!". Además se impuso la idea absurda de que jugar bien sólo era eso. Toque, toque, toque, toque, toque, toque, toque, toque... ¡Ahora en el fútbol italiano el portero juega el balón! Un desastre y además un aburrimiento que ha espantado a mucha gente del fútbol, les basta con ver los highlights. ¿Para qué vas a ver 90 minutos de pases y pases horizontales sin lucha, sin carreras…? Por suerte el fútbol está cambiando. Lo ha cambiado, la primera, España al ganar la Eurocopa con dos extremos y jugando rápido.
Supongo que está al día de la que hay montada en España con los árbitros.
En España, en Italia, en Francia… Donde menos en Inglaterra, por cultura, y ya empiezan a caer en esto también.
¿Cómo valora que el Real Madrid diga que existe una campaña arbitral en su contra?
Yo no creo en esas cosas. Al Madrid, como a todos, un día le perjudican y otro le favorecen y no es algo premeditado. Lo que pasa es que si hablamos de lo que ha pasado con los árbitros y el Barcelona, es normal que la gente sospeche porque todo lo demás son sólo teorías, pero que el Barcelona pagó al vicepresidente de los árbitros está demostrado.
Sus dos etapas en el Madrid coincidieron con esos pagos a Negreira. ¿Alguna vez sospechó?
No, ¿cómo iba a pensar algo así? Ni se me pasaba por la cabeza que alguien pudiera hacer eso.
Bueno, usted vivió un caso similar en Italia, el Calciopoli, en el que varios equipos fueron sancionados por manipular las designaciones arbitrales. La más castigada fue la Juventus que usted dirigía, a la que descendieron a segunda y le quitaron dos ligas.
Eso fue… [Resopla] Ganamos el título porque teníamos un equipazo, no necesitábamos ayudas ni teníamos ni idea de lo que podía estar haciendo la directiva. De todos modos, las sanciones fueron poco serias, porque se demostró que eran todos los clubes grandes de Italia y a unos nos castigaron mucho más que a otros. Lo del descenso, sin se hizo que se pague, lo injusto fue que nos quitaran los scudettos porque fueron legítimos. En la final de ese Mundial 2006, Italia-Francia, había nueve jugadores de la Juventus. Éramos los mejores.
¿Le sorprende que no haya habido castigo deportivo al Barça?
Sí, me sorprende mucho que no haya pasado nada. La justicia normal va lento, vale, ¿pero para qué está la justicia deportiva? Es un caso muy grave y no se entiende que el Barcelona pueda salir de algo así sin ninguna sanción, me da igual los años que hayan pasado, que tampoco son tantos.
En el número 23 de Ronda de la Universidad, en pleno centro de Barcelona, había una casa que es historia del periodismo. ‘La Ronda’, como acabó por conocerla toda la ciudad, era el hogar de los Pérez de Rozas, la saga de fotógrafos que empezó a principios del siglo XX, cubrió tres generaciones y sigue vigente en Emilio Pérez de Rozas (Barcelona, 1952), al que todo el mundo conoce como reportero y columnista de ‘El Periódico de Catalunya’ y ‘Sport’ y tertuliano sin freno en la COPE y Radio Marca, pero se niega a renunciar a su herencia. "La foto va en la sangre. Si no hubiera sido lo que soy, que es mitad fotógrafo y mitad periodista, sería simplemente un idiota", resume.
A otros puede haberles sorprendido el periodismo, pero tú sabías perfectamente dónde te metías.
Mi padre tenía nueve hijos y a las ocho, cuando nos levantamos para desayunar e irnos al cole, llegaban mis dos tíos, Manolo y Kike, y se ponían a trabajar. La casa de papá era el laboratorio y el despacho donde trabajaban las fotografías los Pérez de Rozas para tres periódicos y para la agencia EFE. Y ahí vivía una familia con una abuela, tres hermanos fotógrafos trabajando todo el día y nueve niños. ¿Qué otra cosa habría podido ser yo?
Hippie.
[Risas] Sí, algo de comuna hippie tenía, pero sobre todo era un polvorín. Como mi padre estaba bastante ausente haciendo fotos, allí todo el mundo podía castigarte si te portabas mal. Me pasé muchas horas en el pasillo por haber hecho travesuras. Era muy divertido vivir allí. No había otra posibilidad para mí que dedicarme a esto. Se nos caía la baba viéndoles trabajar y mi hermano Carlos y yo conseguimos continuar la tradición. Lo que pasa es que, como han compartido todos los compañeros veteranos que han salido en esta sección, aquel periodismo que nosotros vivimos ha desaparecido. Totalmente. Y ahí se ha acabado también la saga Pérez de Rozas.
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Tus dos hijos se dedican a otras cosas.
Sí. Tienen una mezcla extraña porque les gusta lo que hace su padre, pero como curiosidad. No leen demasiada información, como casi todos los jóvenes ahora, y uno es informático y otro es productor de publicidad y cine. Han salido a su madre, que es bióloga, y ni siquiera leen lo que escribe su padre y esposo. Qué se le va a hacer…
Vives en Mallorca pese a informar sobre el Barcelona. Buen chollo.
Sí, soy un pionero en esto del teletrabajo, debo ser de los primeros periodistas que lo logró. Primero estuve a caballo entre los dos sitios y ahora llevo nueve años ya instalado aquí. Hace más de 50 años que conocí a Araceli, mi mujer, que es mallorquina y fue estudiar a Barcelona. Cuando murieron mis papás, decidimos venirnos a Palma porque creímos que era muy importante que los niños crecieran con los abuelos maternos y fue una estupenda decisión. Tuve la suerte de que Antonio Franco [director histórico de ‘El Periódico’] me lo permitió. Yo he tenido muchos maestros. Si me gusta esta profesión es porque he estado siempre colgado de los mayores, de aquellos periodistas y amigos que tenían unos años más que yo y me lo enseñaron todo: mi hermano Carlos, Antonio Franco, Àlex J. Botines, José Antonio Sorolla… Un montón de periodistas en los que me pude fijar. Eso también ha desaparecido ahora, ya nadie ejerce de maestro en el periodismo.
¿Has sentido esa distancia?¿Ha afectado a tu carrera no estar en Madrid ni, ahora, en Barcelona?
Lo de Barcelona no, porque a efectos prácticos es como si estuviera. Hay aviones cada rato y me planto allí en nada, pero lo de Madrid… Ese madridcentrismo de los medios españoles lo he sufrido posiblemente más que nadie. Del año 82 al 92 estuve de responsable de Deportes de ‘El País’ en Barcelona y hubo una frase funesta que aprendí ya la primera semana: "Mira, es que en Madrid hacemos las cosas así". Tú proponías determinadas cosas desde Barcelona y siempre había un jefe en Madrid que te decía que no porque allí no se hacía así. Y punto. Ni se debatía si tu idea podía estar bien ni se probaba a ver si funcionaba. No había esa posibilidad. Al final eso sí te da la sensación de que te limita. Otro ejemplo tonto. Tengo una relación maravillosa con Raúl Varela, de Radio Marca, y entro en su tertulia de ‘La Tribu’ los lunes por la mañana. Cuando cuentan el parte meteorológico de Madrid y que hay atasco en la M-30… No sé qué pensará el que lo escucha en Mataró o en Dos Hermanas. Es una anécdota, pero pasa siempre en todos los medios nacionales.
Has ido arrinconando la faceta de fotógrafo. ¿Por qué?
Yo nací fotoperiodista y soy fotoperiodista, pero es cierto que al final ha sido más un complemento que una dedicación completa. Evidentemente, no hago las fotos como mi compañero Jordi Cotrina, como mi amigo Alejandro Ceresuela, que es el fotógrafo personal de Marc Márquez, o como el portentoso Raúl Cancio, pero me defiendo y son suficiente para completar mis informaciones y las historias que cuento. La profesión fotográfica me respeta y no me ve como un intruso. El de fotógrafo es el trabajo peor tratado y peor considerado que hay en el periodismo. Es una vergüenza. Ahora quieren reciclarlos para hacer vídeo, se los ha metido en las redacciones para solo editar, salen cada vez menos a la calle a hacer fotos… Es una pena, es a nivel mundial y no es nuevo. Mi serie de periodistas favorita es ‘Lou Grant’, que es de los 70 y 80, ¿y sabes cómo llamaban al fotógrafo?
No.
Animal. Directamente le llamaban Animal. Eso ya te da una idea de cómo ha visto siempre el periodismo a los fotógrafos.
También te has movido entre dos mundos en que, aunque el fútbol es lo que te ha dado la popularidad, por encima de todo eres un periodista de motociclismo.
Sí. Empecé en las motos al principio de los años 80 y ahí sigo por dos motivos. Primero, porque ese mundo ha ido ofreciendo constantemente generaciones de pilotos estupendas y siempre tenías un español que ganaba y, segundo, por una cosa muy importante que se ha perdido en todos los demás deportes grandes, especialmente en el fútbol: el contacto con los deportistas. Todavía hoy te permiten acceder a los pilotos, si necesitas tres minutos con Marc Márquez en un gran premio para completar un reportaje, los vas a tener. Eso es maravilloso porque aún te permite construir historias humanas paralelas a la carrera. Eso ya no lo puedes lograr en ningún otro deporte, sólo en las motos. Ojalá Carmelo Ezpeleta, que es el gran monstruo que ha creado este fantástico Mundial de motos, no se contagie nunca de la Fórmula 1 en esto.
Tienes muy buen trato con Marc desde el principio. ¿Esperabas esta resurrección?
Sí, ya el año pasado pensé que si le daban moto… Toda la familia Márquez, los papás y los hermanos son unos seres excepcionales que son tal y como se muestran, lo que parece ya imposible en el deporte de élite. Sólo tengo palabras de elogio. Siempre se han portado conmigo de una manera maravillosa y es un placer tener esa relación con ellos. Hay una cosa que me pasa con Marc y con otros amigos deportistas que tengo como Andoni Zubizarreta o, en menor medida, Rafa Nadal. Mucha gente en la profesión trata de dañarme lanzándome un "mira, tu amigo". Dicen eso como si fuera algo negativo cuando es un elogio sensacional. Sé que periodísticamente no está bien ser amigo de los protagonistas, pero, lo siento, para mí esas amistades tienen un valor tremendo por encima de lo laboral.
¿Qué tal conviven el periodista serio y el tertuliano polémico que también eres?
Llevo bien esa dicotomía porque tengo un trabajo diario en un periódico y, luego, hago ese segundo papel en la radio. Están bien diferenciados. Con la televisión he tenido muy poco contacto, sólo en los tiempos de ‘El Rondo’ de Alfonso Arús, que es un auténtico monstruo de la televisión. Es el tío que inventó todo lo que se hace ahora en televisión deportiva, un innovador absolutamente brutal.
Las tertulias de éxito como ‘El Chiringuito’ provienen de él.
Claro, ‘El Chiringuito’ es una copia de ‘El Rondo’, aunque no sé si a Pedrerol le molestará esto. Lo siento, pero tú puedes ser el inventor de algo que no has inventado y el maestro de esto se llama Alfonso Arús. Mala suerte. Pedrerol no debería de tomárselo como una ofensa porque ha imitado algo muy bueno, le funciona, le gusta a una determinada gente en un determinado horario, con un determinado estilo y ya está. Pero la verdad es la verdad: esto lo inventó Arús.
Hablábamos de tu papel como tertuliano.
Sí, te decía que a mí la radio me parece atómica. Cuando todo el mundo está diciendo, y a lo mejor hay parte de verdad, que las redes sociales, los tuiteros, los influencers y la inteligencia artificial van a acabar con el periodismo, la radio está ahí, inmutable y con audiencias enormes. Yo he tenido la inmensa suerte de que los auténticos gigantes de la radio me han querido para trabajar con ellos. He estado con De la Morena, con García, con Paco González y con Manolo Lama, que es un tipo tan generoso que tú le pides la hora y él te da el reloj. Entonces, estás en ese ambiente y te ayuda mucho a soltarte, porque estás como en casa, entre amigos y sin nada guionizado. Lo grandioso de la radio es que es inmediatez, improvisación y originalidad.
También ese es el peligro.
Claro, porque muchas veces metes la pata, por supuesto que sí. Es todo tan rápido que te animas y te calientas tanto que existe la posibilidad de equivocarte. Yo lo he hecho y me he disculpado, pero entiendo que es parte del juego. Además, cada uno sabemos qué papel jugamos en las tertulias y en el mundillo. Por ejemplo, cuando me llaman para intervenir en tertulias de Catalunya Ràdio, sé que lo hacen porque quieren a alguien que le dé un palo al Barça. Yo soy consciente de mi papel, pero también es verdad que nunca digo lo que no pienso. Si me piden una opinión, doy la mía. Otra cosa es que la mía les va bien y la buscan porque contrasta con la de los demás.
Pérez de Rozas posa con su pincher, Anubis, en Palma de Mallorca.Araba Press
¿Se toma esta sociedad el fútbol demasiado en serio?
Creo que no hay que trascendentalizar las cosas que no tienen trascendencia y el fútbol es una de ellas, aunque no la única con la que lo hacemos. En casa se rompe un vaso y se monta un drama que no te lo puedes imaginar y luego lo piensas y, coño, sólo es un puto vaso. Recoge los cristales y a otra cosa. Nos montamos demasiados traumas ficticios, luego hay un drama de verdad y ¿ahora qué hacemos? Es fútbol, por favor. Vamos a tomárnoslo estupendamente y a disfrutarlo sin dramas. Además, los clubes, los presidentes, los entrenadores y los futbolistas no se merecen que nos volvamos locos por ellos, con una defensa a ultranza que no tiene ningún sentido. A mí me gusta que gane el Barça, pero también me gusta ver partidos estupendos donde gana el otro. Jamás dejaré de dormir por un resultado.
Eres un culé anti Laporta, que no abundan.
Lo que está pasando en el Barcelona con Laporta, su directiva, sus amigos, sus familiares y la manera de gobernar el club es escandaloso. Es una muestra de que la prensa ha dejado de tener poder y ya no se carga a nadie. Si el periodismo tuviera poder, Laporta no sería presidente del Barça como Mazón no lo sería de la Generalitat Valenciana, no hubieran podido soportar el justo aluvión. En Barcelona ha habido periodistas como Toni Frieros, Sique Rodríguez, Albert Guasch, Paco Cabezas, Xavi Hernández, Sergi Escudero, Xavi Bosch, Andreu Rauet o Joan Josep Pallás que han publicado cosas de Laporta que deberían haber provocado que pasara algo… y no ha pasado absolutamente nada. Yo intento cumplir una frase que me solía decir papá: "Emilio, en esta vida, sobre todo que no te tomen por tonto". Cuando doy mi opinión sobre la vergüenza que es Laporta lo hago fundamentalmente para decir: "Oiga, usted está comportándose así, está gobernando en su beneficio propio y está consiguiendo negocios para sus amigos, pero que sepa que le estamos viendo, nos hemos dado cuenta, no somos tontos". A lo mejor no sirve para nada y se sale con la suya, pero sobre todo que no me tomen por tonto.
¿Tienes algún contacto con Laporta?
No, cero absoluto. Ni con él ni con el club. Tampoco lo quiero. Soy perfectamente consciente de que con este punto de vista crítico hago muchos enemigos y habrá presiones, pero por suerte me siento tremendamente protegido por mi periódico. Eso es importante y no tan frecuente como debería. Recuerdo una anécdota cuando Antonio Franco era director y yo llevaba la sección de Deportes, que aún éramos 10 o 12 redactores y hacíamos nueve páginas diarias. Se ponía delante de mí y me soltaba: "¡Vaya mierda de sección estamos haciendo!". Éramos la mejor sección de Barcelona, yo se lo decía, que era estupenda, y me respondía: "Hace un mes que no llama nadie cagándose en mí y eso es mala señal. Yo estoy aquí para pararos las balas. Haced lo que tengáis que hacer, pero hacedlo". Poder trabajar en un medio que te permite eso es sensacional.
¿Cómo valoras esa alianza estratégica entre Laporta y Florentino?
Forma parte de la anestesia general que están viviendo la afición, los socios y los abonados del Barça. Han vuelto a disfrutar del fútbol de la mano de Hansi Flick, Pedri y Lamine Yamal y pasan absolutamente de todo lo demás, están desconectados de la realidad. Estoy convencido de que esa complicidad con el Real Madrid no gusta, pero tragan porque saben que Florentino Pérez ha puesto los contactos financieros y económicos que posee, que son los mejores de España, a disposición de Laporta para que pudiera hacer las tropecientas palancas y endeudar por los próximos 25 años al Barcelona. Es otra de las cosas que el socio, que es el propietario en teoría del Barça, tiene guardadas en un armario para no verlas junto a la manera de distribuir comisiones en el contrato de Nike, que una empresa subcontratada meta 350.000 euros a una cuenta de los directivos para su aval o los retrasos del Espai Barça.
Antes, cuando has nombrado a los grandes de la radio con los que has trabajado, has obviado a Juanma Castaño.
No crees que haya sido casualidad, ¿no? Efectivamente, no lo ha sido.
¿Es porque esta temporada decidió prescindir de ti y de Tomás Guasch en ‘El Partidazo’?
Tomás te dijo que no le sabía mal por él sino por mí y yo te digo lo contrario, me sabe mal por él porque le considero uno de los grandes y además, y esto es lo peor para mí, es que Tomás sí es uno de ellos, del núcleo duro que pasó de la SER a la COPE. Yo no lo soy aunque llevo muchos años trabajando con ellos, sigo con Lama y creo que fui el primero que llamó a Paco González cuando dejó la SER y le dijo: "Me voy contigo". Lo cogí por las escaleras, saliendo del edificio. Lo de Castaño no quiero ni comentarlo. Lo que sí me supo mal fue que me lo dijera en pleno agosto, tres días antes de que empezara el programa y sin tiempo para buscar otra cosa. Por lo demás, es un programa de autor donde él elige a su gente y, de pronto, Tomás y yo dejamos de ser su gente. A mí me pareció mal, pero a Tomás le dolió bastante más.
¿Por qué crees que dejaste de ser de su gente?
Creo que fue por el ruido que hacía, el descontrol que yo provocaba. No lo comparto, pero es su opinión. De todos modos, no quiero centrarme en lo malo porque esta vida que he tenido ha sido la hostia. No, está mucho más allá de la hostia. Cuando te digo que me duele que la forma de trabajar que teníamos antes haya desaparecido totalmente es porque considero que ser periodista como lo éramos hace 50 o 30 años es de las cosas más grandes que se puede ser en esta vida. Es una manera de disfrutar tremenda. Es cierto que no tienes tiempo para la familia, los hijos ni los amigos, pero ¿por qué? Porque cuando te gusta el periodismo y contar historias, te vuelves loco. Felizmente loco. Eso es brutal y ahora ya nada de todo esto existe.
Hombre, algo quedará.
Muy poco. Los jóvenes periodistas creen que todo está en el móvil y, encima, los periódicos han dejado de tener dinero para ir a los sitios. Y si no estás en los sitios, no hay periodismo. La gente sólo copia, recopila e imita. Eso tiene poco valor. En mi época nadie se dignaba a escribir un texto si no había estado allí. Ahora todo el mundo escribe de todo desde la silla y, lo que es peor, todo el mundo se cree lo que esos publican. La manera de conseguir las fuentes de información en estos momentos es muy frágil, te puede engañar muchísimo, no las ves, no las tocas, no las tratas y puedes estar escribiendo una historia que se ha inventado alguien con el que has contactado por Instagram. El buen periodismo cuesta dinero y ya nadie tiene dinero. Tengo la impresión de que si mis hijos hubieran escogido esta profesión, me hubiera frustrado porque no hubieran disfrutado ni la mitad de lo que he disfrutado yo. Ese es el drama.