Pimientos del piquillo, jamón, chistorra, pinchos con trufa, ensalada de ‘Txangurro’ y chuletón son algunas de las especialidades españolas que incluye el menú preparado por Jon Rahm junto al chef José Andrés para la cena que ofrecerá antes de la defensa de su corona en el Masters de Augusta.
El golfista de Barrika, que hizo historia en 2023 al hacerse con la icónica chaqueta verde del Masters, repasó en una rueda de prensa virtual el menú que preparó para la cena previa a la competición en el Augusta National Golf Course, con algunos de los platos que comería si estuviera “en casa”.
La carta incluye anchoas, pimientos del piquillo, lentejas (“guiso de lentejas de la madre de Rahm”, se lee en la carta), pinchos con trufa, huevos revueltos, ensalada de Txangurro, aceitunas, jamón, chorizo, lomo, chistorra, croquetas, chuletón, pescado blanco, así como milhojas de postre, todo acompañado por una selección especial de vino blanco y tinto de su zona.
“Llamé a José Andrés y en diez segundos me hizo el menú. Yo le dije ‘mete esto’, fue una llamada muy rápida y me dio el mejor consejo, ‘haz el menú, haz la cena que tú quieras para ti mismo como si estuvieras en casa'”, contó Rahm.
“Y es lo que hice. Son cosas tradicionales. Son cosas que a mí me gustan. José tomó las riendas, no le voy a limitar en nada, pero sí que me dio ese consejo. Que no pensase en lo que va a gustar más, sino en lo que me gustaría a mí”, agregó.
Con tono de broma, Rahm avisó a los invitados de que el chuletón se debe comer “poco hecho” y que quienes lo pidan más cocinado recibirán “unas miradas raras”.
“Normalmente no tengo problemas hablando en público, pero la idea de levantarme y tener a todos mirándome y hablar a estos campeones, es un poco preocupante. No voy a preparar una charla, voy a ir con lo que me salga. Hablaré desde el corazón, y normalmente es lo que hace los mejores discursos. Un par de vasos de vino me ayudarán con esa charla”, dijo al enfocarse en el discurso que dará en la cena.
"Estoy trabajando en mis nervios. Tener nervios es normal, es algo bueno, pero tengo que controlarlos. En Roland Garros lo hice mejor en ese sentido, excepto en la final, pero aquí en Wimbledon me noto más tenso. Quizá es lo que me genera el torneo, jugar en esta Central, no sé", reconoce Carlos Alcaraz y parece tan lógico y natural, pero es algo así como una revolución. Un cambio de paradigma. Hasta hace unos pocos años la mayoría de estrellas repetían que ellos dominaban los sentimientos a su gusto, que en su mente sólo cabían pensamientos positivos y, por supuesto, que no sufrían los nervios. Los nervios, ¡ja!, cosa de perdedores.
Muchos profesionales de la psicología deportiva, de hecho, todavía sostienen que admitir una debilidad en público es un error, pero Alcaraz demuestra que algo está cambiando. A las puertas de otra final en Wimbledon este domingo (15.00 horas, Movistar), su segunda final consecutiva, ante Novak Djokovic, el mito de los 24 Grand Slam, el español asume que su madurez pasa por su mente más que por su saque, su derecha o su revés.
"Cuando me noto muy nervioso opto por una dejada, por un hot shot, un golpe complicado, porque me relajan. Me dan confianza, me sirven para recuperar mi juego, para volver a divertirme", explica quien todavía tiene 21 años pese a que ya puede sumar su cuarto grande. Hasta el momento ha ganado todas las finales de Grand Slam que ha jugado, hecho que niega que sufra por los nervios, pero los nervios están ahí, vaya si están.
"Es un jugador muy emocional"
"Para mí es el aspecto en el que más está creciendo, aunque todavía le cuesta. Es un jugador muy emocional, pero cada vez lo maneja mejor y ya se ha dado cuenta que la fortaleza mental gana partidos. Está trabajando en ello. Por ejemplo, ante Djokovic sabe que tiene que empezar mejor que el año pasado [perdió el primer set por 6-1], más calmado, para afrontar el partido de tú a tú", analiza su entrenador, Juan Carlos Ferrero, que reconoce que esa calma no es fácil de conseguir.
ANDREJ ISAKOVICAFP
Como reconocía Alcaraz le ayudará ya haber vivido una final en el All England Club, saber qué le espera las horas previas, los minutos previos. Como aseguraba Ferrero, todos en su equipo conocen la importancia de que esté fresco, por eso ayer volvieron a ir a jugar a golf y hoy posiblemente estarán de bromas hasta que toque saltar a la pista. Pero igualmente la serenidad no aparece de repente.
"Ya era un niño con mucha activación"
"No hay varita mágica que haga desaparecer los nervios y, de hecho, tampoco hace falta. Los nervios no dejan de ser una mezcla de sentimientos como la ansiedad competitiva, que es buena, que se puede transformar en activación. Carlos lleva toda la vida preparándose para esto. Cuando empezamos a trabajar juntos, uno de los primeros factores de aprendizaje fue cómo lidiar con estos picos de estrés, pero está claro que exige entrenamiento continuo como la técnica o la táctica", analiza Josefina Cutillas, psicóloga deportiva que acompañó a Alcaraz en la adolescencia, en su crecimiento, en los primeros pasos en la élite.
"Entonces Carlos ya era un niño con mucha activación, no diría que nervioso. Necesitaba buscar recursos para focalizar esa activación, pero emocionalmente siempre fue muy equilibrado. De manera natural no se quedaba mucho tiempo en la victoria o en la derrota y es algo muy positivo para un deportista", añade Cutillas que señala los ejercicios que el ahora número tres del mundo puede hacer en busca de la calma. Uno de ellos es muy sencillo: repasar mentalmente o volver a ver en Youtube la final de Wimbledon del año pasado y recordar que él ya remontó y ganó a Djokovic (1-6, 7-6, 6-1, 3-6, 6-4).
Kirsty WigglesworthAP
Esta vez otros factores le favorecen, como la reciente operación del serbio o la guerra que mantiene estos días con el público inglés -Nole fue abucheado en cuartos y semifinales-, pero Alcaraz también tiene algo en contra. Ahora es favorito. Su estado de forma desde Roland Garros o su evolución sobre la hierba de Wimbledon le ponen por delante de Djokovic en las apuestas y eso siempre crea inquietud. Hoy, otra final para la historia. Qué nervios.
Un mal paso, un apoyo de más es una derrota en una embarcación de 4,99 metros de eslora, longitud de proa a popa, y 1,75 de manga, la anchura. Cada movimiento, pues, tiene que estar sincronizado, como en una coreografía, mientras la embarcación llega a alcanzar los 30 nudos de velocidad, más de 50 kilómetros por hora, sobre una superficie cambiante, el mar. Los dos hombres han de formar, pues, una pareja perfecta, sincronizada y a la vez compleme
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