Tras una destitución que pocos comprendieron, el ex entrenador del Real Madrid, lejos ya de polémicas, repasa el pasado de una era inigualable y muestra su lado más personal. “Para mí, el reconocimiento de un camarero es tan grande como un título”, admite
Pablo Laso pide un café solo y un agua con gas. Está algo más delgado y bastante más sonriente. Han pasado seis meses desde aquella noche que recuerda «sin miedo» que desencadenó los acontecimientos que iban a poner fin, no sin polémica, a una era en
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"No soy idiota, la temporada no ha sido buena. Y, a partir de aquí, ya veremos qué pasa". La era Roger Grimau en el Barça no pasará a la historia. Si sustituir el pasado verano a un entrenador con el carácter, el prestigio y el salario de Sarunas Jasikevicius recién conquistada la Liga Endesa ante el Real Madrid campeón de Europa por un técnico de perfil bajo y sin ninguna experiencia en la élite como el ex alero parecía una apuesta arriesgada -"radical" la calificó el domingo mismo quien la tomó, Juan Carlos Navarro-, el año en blanco de los azulgrana ha confirmado los peores presagios.
Grimau comenzó y terminó de idéntica manera, con una derrota ante el Real Madrid. La primera, allá por septiembre en la Supercopa en Murcia, tenía todas las justificaciones posibles. Ante un rival sin apenas cambios en su plantilla y reforzado con Facundo Campazzo, se plantaba un Barça bisoño y remozado. Ahora en junio, el 3-0 en semifinales de la ACB no puede resultar, sin embargo, más doloroso. Confirma el fracaso de un colectivo que quedó tocado de muerte tras perder el quinto de la serie de cuartos contra Olympiacos y no acceder por primera vez en cuatro años a la Final Four. Y que apenas puede rescatar de su camino algunos destellos, la pulcra temporada regular en la Euroliga y quizá la disputadísima final de la Copa en Málaga (donde, de nuevo, perdió contra el Madrid, como en siete de las nueve ocasiones en que se las vieron).
Grimau y Chus Mateo se saludan tras la victoria del Madrid en el Palau.ACB Photo
A Grimau, cuya hoja de servicios apenas incluía un paso por el filial y que se rodeó de ex compañeros como Víctor Sada, Carles Marco y Rafa Martínez en el cuerpo técnico, ya le buscan sustituto a pesar de tener un año más de contrato. Suena ya Xavi Pascual y sonarán algunos más (Dimitris Itoudis, Jaka Lakovic...), todos con salarios más elevados y mejores currículums. Y una misión casi desesperada, devolver al Barça a la primerísima plana, algo que no logró del todo ni Jasikevicius y esas Final Four que no remató. En las últimas 10 temporadas, los azulgrana, campeones de Europa por última vez en 2010, han sumado dos ligas (ambas con Saras) y cuatro Copas. Un palmarés incomparable al del eterno rival con Pablo Laso y Chus Mateo: en el mismo tiempo, tres Euroligas, cinco Ligas y cinco Copas.
El propósito de enmienda de Juan Carlos Navarro en la dirección deportiva junto a Mario Bruno Fernández fue el de españolizar la plantilla como clave de la competitividad perdida. Finiquitó al carísimo Nikola Mirotic y se la jugó por el no menos caro Willy Hernangómez de vuelta de la NBA, por pagar la cláusula de Darío Brizuela al Unicaja, por Joel Parra y por otra apuesta que, esta sí, iba a resultar lo más ilusionante que le ha sucedido al equipo durante todo el curso: Jabari Parker. En febrero, además, se incorporó Ricky Rubio tras su año apartado por sus problemas de salud mental, lo que parecía un plus para la hora de la verdad donde se disputan los títulos. "No he sido todo lo que esperaba", reconoció él mismo.
Pero, por primera vez desde 2017 con Bartzokas, el Barça se despide sin ningún título. Sin ni siquiera pisar la Final Four ni la final de la ACB por tercera vez en 18 años. Recibiendo casi 300 puntos en tres partidos del Madrid. Y volviendo a recurrir (como en la final de Copa) al arbitraje como excusa ("Estamos siempre supercondicionados").
Abrines, tras la derrota contra el Madrid.ACB Photo
Con sensaciones poco esperanzadoras en la plantilla y el vestuario, donde Willy, señalado por estatus y salario como el referente que se necesitaba, no sólo no ha estado a la altura en lo deportivo, también ha mostrado evidentes signos de poco feeling con Grimau. Con Kalinic, otro peso pesado, sin convocar para el tercero en el Palau. Con Vesely expulsado, Jokubaitis inédito y Ricky superado claramente por Campazzo. "Estamos en el Barça, el balance es malo porque no hemos ganado nada. Aquí hay que ganar. Es complicado en caliente ver más allá. Hemos tenido momentos en la temporada en los que hemos jugado muy bien al baloncesto, pero evidentemente esto no sirve porque hay que jugar bien cuando toca, cuando nos jugamos títulos. Y hay que luchar por ellos. Como mínimo, aquí en el Barça hay que estar en disposición de ganarlos. La temporada, a excepción de la final de Copa del Rey...", pronunciaba un Grimau con aroma de despedida.
Esa sensación de inferioridad ante el Real Madrid será, de nuevo, clave en los movimientos de mercado que intentarán reiniciar de nuevo el proyecto. "No será una revolución, a veces dos o tres piezas son muy importantes", admite un Navarro consciente de que las arcas culés no están para fiestas y que la mayoría de jugadores de la plantilla tienen contrato en vigor: sólo finalizan Oriol Paulí, Kalinic y un Ricky cuyo futuro es toda una incógnita. Los nombres de refuerzos ya han empezado a sonar, empezando por el ex madridista Juan Núñez.
Las rentas alivian al Real Madrid, un equipo algo perdido en estos momentos. El enorme inicio de temporada y la Copa recién y brillantemente conquistada en Málaga ocultan un presente dubitativo y gris. Jasikevicius hurgó en esa herida: su Fenerbahçe, posible rival en otras cumbres próximas, propinó la tercera derrota consecutiva en Euroliga, segunda en el WiZink. Un triunfo sin discusión, de principio a fin, tan contundente que debe preocupar. Y que no termina de cerrar la clasificación matemática de los blancos para los playoffs. [79-89: Narración y estadísticas]
Volvía Saras al WiZink y eso retrotraía a tiempos cercanos, a una rivalidad con el Barça que él revitalizó, que por momentos incluso pareció que iba a voltear, aunque el Madrid, especialmente con sus victorias en los clásicos de las dos últimas Final Four, logró mantener su hegemonía y cerrar en falso la era del técnico lituano como azulgrana. Pese a todo eso, a Jasikevicius siempre se le dio bien el feudo blanco.
Su Fenerbahçe, que nunca fue lo mismo que con Obradovic, sigue teniendo una plantilla completa, cara y temible. Fue el primero en batir al Madrid esta temporada en Europa, aún con Itoudis. Y puja fuerte por los playoffs, por adecentarse su camino a Berlín, 11 triunfos (con el de ayer) en los últimos 15 partidos. En el Wizink se encontró a un Madrid extraño, como si le estuviera pasando factura la resaca copera e incluso su poderoso inicio de temporada.
Como contra el Panathinaikos la semana pasada, pronto se comprobó que los blancos no eran los dueños del escenario. Que avanzaban a trompicones, a remolque de Calathes. Sin chispa. Anotaron 15 puntos en cinco minutos y luego se quedaron secos hasta el segundo cuarto, cuando se encendieron las primeras alarmas. Porque el rebote ofensivo era un agujero enorme y el Fenerbahçe, pese a fallar demasiado, se encontraba cómodo y con una ventaja que pronto sobrepasó la decena (25-36). El Madrid se fue al descanso con una preocupación, sin ningún triple (0/6) y sólo con Tavares teniendo las cosas algo claras.
Nigel Hayes y el rebote
Hacía falta energía, era tan evidente que cayó por su propio peso a la vuelta, cuando el Madrid regresó del descanso con otra marcha más, con Campazzo y Llull tocando a rebato y espabilando al WiZink a base de dos más unos, más de amor propio que de baloncesto. Porque pese al arreón, el Fenerbahçe ni se inmutaba. Nigel-Hayes, otro ex Barça, era el paradigma de la eficacia. Pero también funcionaban Motley, Biberovic, Guduric, Wilbekin...
Y los nervios se disparaban. Campazzo, algo desquiciado, se enzarzó con Calathes. Cuentas pendientes que después del partido zanjaron con un amistoso abrazo. Cuando más lejos estaban los turcos (59-71), al final llegó el primer triple del Madrid tras 11 intentos (Llull, claro), pero era un querer y no poder. Y el rebote, una auténtica tortura (17 ofensivos y 15 más en total de los de Estambul). Tan grave todo, que restaban más de cinco minutos y ya la derrota estaba firmada (64-81 fue la máxima).
El Madrid sigue líder de la Euroliga (también de la ACB) y le resta un suspiro para sellar su clasificación para los playoffs, en los que será cabeza de serie. Y, sin embargo, no es buen momento para entrar en barrera.
LUCAS SÁEZ-BRAVO
@LucasSaezBravo
Actualizado Miércoles,
31
mayo
2023
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