Olga Viza: “¿Machismo en el periodismo? Lo importante no es dónde trabajas sino con quién”

Olga Viza: "¿Machismo en el periodismo? Lo importante no es dónde trabajas sino con quién"

Olga Viza (1958) es una leyenda viva. Muy viva. También es amiga y residente en Barcelona, pero aún así me regatea durante meses antes de ceder a mi asedio para hacer esta entrevista, sospecho que porque asume que es mejor aguantarme una hora un día que una turra todas las semanas. Fue pionera referencial como mujer en el periodismo deportivo, presentadora estrella de informativos y hasta debates presidenciales y sigue trabajando en Y ahora, Sonsoles, Radio Nacional, Catalunya Radio y la SER. Si esta sección tenía cuatro o cinco nombres marcados en rojo, uno es el suyo.

¿Por qué te has resistido tanto?
Porque lo mío, teóricamente, es preguntar. Ser un personaje no me parece lo más indicado para un periodista. Es verdad que cuando acumulas en la mochila muchas experiencias está bien compartirlas de vez en cuando, pero no más que eso.
En los últimos doce meses no han parado de darte premios: el 8M de la Comunidad de Madrid, el Nacional de Comunicación de la Generalitat de Cataluña, el de la Asociación de la Prensa Deportiva de Madrid, el Nacional de Periodismo Pepe Oneto, el 5 Estrellas, el Charter 100… Algo habrás hecho.
Esto es consustancial con la edad y el punto de carrera en el que estás, ese es el principal motivo. Todos me parecen una fiesta y todos me han sorprendido. He tenido la sensación de que ya estoy en ese momento de mirar para atrás, que es algo que nunca he hecho. Te das cuenta de que hay camino recorrido y, narices, algo habré hecho bien. No soy nada nostálgica, pero hay vivencias y personas que llevo conmigo porque si he llegado hasta aquí ha sido gracias a ellas, por bien o por mal. De los deportistas aprendí que unas veces se gana y otras se aprende. Todos estos premios me han asombrado, esa es la verdad.

Para saber más

Puedes gritar: “¡Me lo merezco!, como Míchel en Italia 90.
Cuando me dieron el de la Generalitat, iba en el coche y me llamó la consellera. Me dijo que acababan de decidirlo y sólo me pedía que no se lo dijera a nadie hasta que lo anunciaran unas horas después. Le respondí: “De momento, si no le importa, me lo voy a decir muchas veces a mí misma”. Jamás se me había pasado por la cabeza ganar tantos premios y hacen muchísima ilusión.
Has hablado antes del punto de carrera en el que estás. ¿Cuál es ese?
Empecé muy pronto, acababa de cumplir 21 años. Yo me he hecho mayor delante de la gente, en público y a la vista de todos. Ahora tengo 66, así que llevo en esto más de dos tercios de mi vida. Es una barbaridad. No tengo la sensación de que me quieran jubilar, así que estoy en un punto estupendo, pero ya con muchos kilómetros.
¿No aparcas nunca la humildad?
No es falsa, eh. Sólo soy una periodista.
Y una pionera.
Eso sí, es cierto que lo fui, es un dato y no presunción, pero nunca pierdo la perspectiva. Julia Otero es mi amiga y una vez, en la época del pelotazo de narices que fue ‘3×4’, fui a recogerla para irnos juntas a Madrid a grabar unas promociones para Navidad. La pobre no podía dar un paso por la calle, la esperaban a la salida del trabajo, la tenían agobiada la gente y los fotógrafos. Una cosa tremenda. Nos subimos al taxi y el taxista estaba fascinado viéndola y yo le decía: “Qué difícil tiene que ser esto, tía, pero tranquila que en cuanto entremos en la terminal del aeropuerto me toca a mí… de otra manera”. Yo hacía ‘Estadio 2’, el programa que daba todo el deporte los sábados, y, efectivamente, nos pusimos en la cola y enseguida se empezaron a acercar señores: “¿Dais el tenis el sábado?”, “¿A qué hora empiezan las motos?”, “¿Aguantáis todas las carreras o cortáis para el ciclismo?”…
Información de servicio.
Exacto. La diferencia entre que les interese el contenido y la persona. Hablabas antes de ser un personaje, en aquel momento Julia sí que lo era, pero yo nunca he sufrido eso. Y eso que las audiencias en TVE eran inimaginables ahora, el día que Arantxa Sánchez Vicario ganó Roland Garros tuvimos 13 millones de espectadores en La 2. Y en los Juegos de Barcelona era obscena la cantidad de gente que nos veía, pero no era consciente porque no vivía pendiente de eso. Cuando realmente me di cuenta de que eso había trascendido fue al día siguiente de la ceremonia de inauguración de Barcelona 92. Aparqué el coche a dos manzanas de donde estaba el centro de prensa y empecé a escuchar: “Buenos días, Olga”. Fui todo el camino saludando, diciendo buenos días por la calle como en el pueblo. Maravilloso. Eso no me había ocurrido nunca. No fue nada invasivo, pero ese día me di cuenta de la gente que te ve.
¿Ese verano del 92 fue el momento más feliz de tu carrera?
Sí, y seguramente de toda España. Barcelona no fue comparable a nada y creo que influyó mucho en esa sensación de orgullo y felicidad general que no existían redes sociales. Esos Juegos con redes sociales se habrían visto con menos orgullo por lo bien que salió todo porque enseguida habrían empezado los matices y las pegas.
¿Por eso eres una periodista sin redes sociales?
No ser usuaria es una decisión consciente y meditada. Primero, porque no lo necesito vitalmente y si tengo que dar una opinión, tengo lugares donde darla. Segundo, porque he aprendido a ejercer este oficio sin que nada me mediatice y no quiero cambiar ahora. Soy muy consciente de que seguramente me esté perdiendo cosas muy buenas, pero me compensa. Aunque confieso que me hice una cuenta en Twitter con otro nombre para seguir a gente que me interesaba sin tener que ser activa. Comparto lo que dijo Iñaki Gabilondo sobre esta sociedad sobreinformada: “En las grandes inundaciones, lo primero que escasea es el agua potable”.
Vamos al principio, ¿querías ser periodista deportiva?
Para nada, no quería siquiera ser periodista. Yo quería ser médico. Hice ciencias en BUP, pero me peleé con algunas materias y, como desde niña me gustaba mucho leer, escribir, jugar con los cassettes e inventarme periódicos, en COU me pasé a letras y me apunté a Periodismo. Como no creo en las vocaciones únicas, pensé que no me importaría levantarme por la mañana para ir a estudiar eso o para realizar ese trabajo. En mi casa se leían muchísimos periódicos y siempre viví ese ambiente. Mi abuelo era un hombre de letras, tenía una pequeña editorial, y me alentaba a escribir. Luego, en la facultad, pertenezco a esa generación de mujeres que queríamos tener una vida distinta a la que habíamos visto en nuestras madres. Queríamos conocer mundo, aprender idiomas, correr aventuras, conocer historias y contarlas. Yo quería ser Manu Leguineche.
¿Y en qué momento cambió el plan?
Mi padre fue jugador de baloncesto en Primera y el deporte formaba parte de mi vida, pero nunca me lo planteé como destino profesional. Un compañero de clase que ya trabajaba en TVE me dijo que había un nuevo director en Deportes, Sergio Gil, que tenía 26 años y quería meter gente nueva. Me concertó una entrevista y no me presenté. Fui muy maleducada, la verdad, así que luego me sentí mal, fui al día siguiente a disculparme y ya me quedé. Me pareció que aquel era un lugar en el que me sentiría feliz.
¿Cómo fue la entrada?
En Madrid estaba en Deportes Mari Carmen Izquierdo , que era una institución, y en Barcelona entramos tres: Rosa María Garriga, que había llegado un poco antes, Teresa Aranda, que se fue pronto, y yo. Fue la entrada que te puedes imaginar. Sergio Gil era un tío con una cultura muy anglosajona que tenía nuevas cosas en la cabeza e hizo transversal una redacción que estaba plagada de popes. Atento: Juan José Castillo, Andrés Astruells, José Félix Pons, Miguel Ángel Valdivieso, los Fernández Abajo… Gente muy importante que, confieso, yo no conocía porque no consumía periodismo deportivo. Veía el baloncesto por mi padre y fuera. Cuando llegué me dijo que tranquila, que las primeras semanas iba a estar aprendiendo cómo se hace la televisión porque nunca había pisado el plató. Se me ha olvidado decirte una cosa.
¿Cuál?
Que había otra mujer antes. El sitio que yo ocupé fue el de Mercedes Milá, que era una enorme reportera de deportes y se fue a Madrid a hacer ‘Informe semanal’. El caso es que yo no estaba tan tranquila aprendiendo y a la tercera semana estaba en Control central cuando me dijeron si me atrevía a escribir y leer un tema. Obviamente dije que no [risas]. Pero entonces pensé que mejor cagarla cuando llevaba poco y acepté. Sólo cuando había dicho que sí me enteré de que no era una voz en off sino salir en pantalla. Ya no me dejaron recular y ese fue el primer día que me maquillé en mi vida. Era una noticia sobre el Barça de basket en Copa de Europa y recuerdo que llamé a mi padre para leérsela por si había escrito alguna tontería. Respiré una vez en el minuto que hablé. Un susto…
¿Era aquel periodismo deportivo tan machista como siempre se da por hecho?
He hablado muchas veces con Mercedes Milá de que lo importante no es dónde trabajas, sino con quién. A nosotras nos recibieron muy bien, sin ningún problema porque aquel grupo de Deportes de TVE tenía una mentalidad abierta. Yo no tenía el más mínimo interés en hacer fútbol, heredé los deportes de Mercedes y me enviaron sin anestesia el Mundial de Fórmula 1, el de Motos y a entrevistar a Juantorena. Fue un recibimiento muy natural, pero tampoco vamos a negar lo obvio: gilipollas siempre hay, pero fueron los menos. No tuve serios problemas y siempre he dicho que nada iguala más que, con un micrófono o un lápiz en la mano, hacer la pregunta correcta. Ahora bien, y hablando con compañeras más jóvenes en esta serie lo has visto, ha habido una involución.
¿De verdad?.
Sí. Es que yo creo que en aquel momento éramos novedad y había una especie de curiosidad sana. Tengo la sensación de que los deportistas, lejos de desagradarles, agradecieron nuevos matices y nuevas miradas sobre lo que ellos hacían. Y los periodistas también agradecieron que entrase aire fresco. El problema era y es el mismo: el crupier, el que reparte las cartas, sigue siendo un tío. En las plantas nobles, los despachos donde se decide quién sube y quién baja, quién sigue y quién sale, suelen estar ocupados por hombres y eso no ha cambiado en los medios de comunicación. Han pasado 40 años y sigue igual. Además, tras esta primera oleada de mujeres, las cinco o seis que empezamos, llegaron otras generaciones de mujeres periodistas deportivas, cada vez más y más preparadas y algunos señores se sintieron amenazados.

Olga Viza posa para la entrevista.Ángel Navarrete

Ya no erais una anécdota folclórica.
Claro, de repente la mujer empieza a decir que sabe de fútbol y los que aún piensan en blanco y negro se oponen: “¿Esas tías dónde van? ¿Qué se creen? Si no han jugado al fútbol en la calle como yo y no saben”. Esa es la involución, porque conozco compañeras que me han dejado maravillada con lo que saben de fútbol y eso asusta a muchos. Hay un punto de inflexión clarísimo que son los Juegos de Barcelona, tanto para el deporte femenino como para el periodismo deportivo, porque ahí hicimos todas un máster y nos convencimos de que aquel era también nuestro espacio. En el 92, Lidia Valentín jugaba al baloncesto, Gemma Mengual fue voluntaria en los Juegos, poco después echaron a Mireia Belmonte a la piscina porque tenía escoliosis… Eran aún muy niñas, pero descubrieron ahí sus ejemplos a seguir. Barcelona fue una factoría de referentes.
También en el periodismo. Allí estabais tú, María Escario, Paloma del Río…
Es normal que muchas chicas jóvenes se fijaran en nosotras porque cuando alguien hace algo demuestra que es posible. En los años siguientes iba a las universidades a dar charlas, preguntaba cuántos querían hacer periodismo deportivo y se levantaban mil manos. Luego pedía que sólo las levantaran las mujeres y seguía habiendo un montón. Y cada vez más. Eso era fantástico.
Y un orgullo.
No por mí, que un poquito también, sino por todas. Unas pocas mujeres nos peleamos con el monstruo, ganamos y abrimos la puerta del periodismo deportivo a muchas más. El mérito es compartido entre varias, pero yo estoy muy orgullosa de mi parte porque fue muy exigente. Tuve que estudiar mucho, tuve que dedicarle muchas horas y tuvimos que acabar con muchos prejuicios, pero gracias a eso viví cosas que pensaba que las tenían que vivir otras muchas después porque eran sensacionales. El periodismo deportivo, que ha sido tan denostado, pobrecito mío, para mí ha sido la mejor escuela porque tiene más pasión incluso que la política. Es material delicado, como la política, y a veces es también arte. Es una cosa fantástica. Si tienes la posibilidad de entrevistar a Ayrton Senna, ¿qué más quieres? [risas].
Has hecho muchísimas cosas fuera del periodismo deportivo.
Sí, pero nunca lo suelto. Nunca, nunca, nunca. Yo no creo ni en la imparcialidad ni en la objetividad, tengo mi opinión clarísima sobre las cosas y, como soy empática, a veces dudo, pero el deporte me enseñó, y eso lo admiro mucho de los buenos cronistas de fútbol, que tú puedes ser del Barça, del Madrid, del Atlético o del Sevilla, pero si a tu equipo lo han vapuleado, tienes que ajustarte a la verdad. Entre otras cosas, porque ese partido lo han visto millones de personas y eso significa que has de tener un plus de conocimiento sobre algo de lo que la gente sabe mucho. Esa exigencia del periodismo deportivo es enorme, porque en pocas cosas el público es tan experto en la materia.
¿Cómo ves el estado actual del oficio, con ese permanente conflicto entre información y espectáculo?
Somos muchos, porque nos hemos multiplicado como los gremlins, y cabe todo. Está clarísimo que cabe, otra cosa es lo que tú elijas y la demanda del espectador, del lector y del oyente. La gente a la que le gusta mucho el deporte quiere buena información por encima de todo, pero a veces esa buena información te la dan en medio de un programa más enfocado al espectáculo. No pasa nada, todo es periodismo deportivo, que cada cual haga el que considere y que la gente elija. Nos gusta demasiado pelearnos.
¿También cabe todo en la tele pública? Como histórica de TVE, ¿ves bien la llegada de un formato como ‘La familia de la tele’?
Sí, yo no soy una purista. ¿Qué es lo público? Todo, también el entretenimiento. Lo que pasa es que nosotros relacionamos el entretenimiento con el ‘Un, dos, tres”, pero ‘Corazón, corazón’ nació hace mil años en TVE y no rechinó para nada. Vale que la prensa rosa ahora ya está muy deteriorada porque los personajes son otros con menos glamour, pero sigue siendo un entretenimiento muy digno. Además idealizamos las públicas extranjeras y recuerdo una vez que estaba en Oxford, pongo la BBC en la tele del hotel y había un programa de drag queens. Lo siento por los puristas y los indignados, pero no pasa nada. Nos gusta pegarnos con el cilicio mientras hablamos de la BBC y, mientras, la BBC está con un montón de gente desnuda en un reality. Qué poco sabemos… TVE es un servicio público de información y entretenimiento amable e ingenioso. Otra cosa es cómo rellenes ese espacio. Veremos.
¿Echas de menos presentar y editar informativos?
Es un trabajo duro, pero me encanta. Echar de menos… No sabría decirte. ¿Creo que puedo aportar? Sí, pero mis ideas igual no gustarían. No lo sé.
Era una pregunta un poco malvada porque tu pareja de baile clásica, Matías Prats, es ocho años mayor que tú y ahí sigue. A las mujeres os retiran de pantalla mucho antes.
No es una maldad, es un hecho. Cuando yo era joven no había una José María Carrascal y ahora sigue sin haber una Matías Prats. No la había en los 80 y no la hay en 2025. Es evidente que un hombre de 70 tiene mucho más fácil prolongar su carrera. Me acuerdo de que Matías, un día en el plató, me cogió la mano y me dijo: “Ay, Olguita, qué poco me queda para jubilarme”. Me giré y le dije: “Mati, tú me entierras”. Y en eso estamos [risas]. Matías, aparte de su enorme talento y de su forma de hacer, es el mejor equilibrista que he conocido en mi vida. Siempre le he mirado y me he preguntado: “Mírale, impecable. ¿Por qué yo me meto en todos los charcos y no sé caminar en línea recta como él?”. Pero, bueno, es mi decisión y vivo bien con ella. Matías ha sido mi gran compañero, le quiero a rabiar, he compartido todo con él, pero sabe perfectamente lo que tiene que hacer en cada momento para protegerse. Aborda las cosas con mucho cerebro y mucho talento, yo soy mucho más pasional.
Os complementabais.
Totalmente. Nunca he encontrado alguien con el que me haya relacionado tan bien trabajando como con él. El secreto de nuestra pareja fue que empezamos muy jóvenes en deportes, pasamos luego juntos a los informativos y teníamos una relación de cariño y amistad sincera y franca. Los dos sabíamos a la perfección hasta dónde llega uno, hasta dónde no llega el otro y cómo enriquecernos uno a otro. Te pongo un ejemplo muy tonto, pero que lo explica. En los Juegos Olímpicos de Calgary 88, yo viajo cuando tengo que viajar, pero Matías no porque su hija nace prematura y no se podía mover. Llegó a Canadá horas antes de la ceremonia de inauguración y le había preparado un taco de documentación subrayada enorme. Se lo di ya casi en el puesto de comentarista, se apartó, se concentró, leyó unos minutos y cuando empezamos parecía que el que llevaba diez días allí era él, no yo. Se lo sabía todo, el tío. Tiene una capacidad asombrosa. Yo soy la de los datos y la información, te complemento y me fijo en el detalle, pero él lo envuelve todo en un marco perfecto. No competíamos, sumábamos.
Bueno, pues…
Espera, antes de acabar me gustaría hablarte de la persona de la que más he aprendido.
¿Quién es?
Michael Robinson.
Nunca trabajasteis juntos.
No, pero éramos amigos y vecinos cuando yo vivía en Madrid y tenía la costumbre de llamarme a las tres de la mañana, estuviera donde estuviera, para hablar: “Olguita, eso que has dicho hoy en la tele quiero discutirlo”. Y podíamos estar una hora hablando de eso, de lo humano y de lo divino. Nos unió también Severiano Ballesteros, que era muy amigo de ambos, y jugábamos al golf juntos. Michael bien y yo mal. Durante mucho tiempo nos pasábamos los personajes porque a los dos nos encantaba la cara B del deporte, analizar otras cosas e historias menos evidentes. Compartimos mucho. Amigos, charlas y el mismo amor por el deporte. Era un ser maravilloso.

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