Los futbolistas son una extraña especie. Salvo contadas, y honradas, excepciones, son chicos jóvenes completamente despreocupados de lo que ocurre más allá de su entorno más cercano. El miércoles miraban a los agentes de la Guardia Civil que iban de un lado para otro mientras ellos entrenaban, pero casi ninguno se preocupó. A lo sumo, después, preguntaban con esa curiosidad perezosa: «¿Qué pasa?». Recibida la somera explicación de quienes les rodean, se encogían de hombros y seguían a lo suyo. «Están al margen de todo», cuentan desde dentro de la concentración. De hecho, y pese a que los registros comenzaron a las 9.00 horas y el entrenamiento lo hizo dos horas después, los hubo que llegaron al campo sin saber lo que estaba pasando.
Pero, fuera de esa burbuja en la que viven los futbolistas, la realidad es que los registros llevados a cabo por la Guardia Civil en la Ciudad del Fútbol han puesto patas arriba (otra vez, y van muchas) a la RFEF, que aterrizó en Londres encabezada por Alejandro Morales, el presidente de la Federación tinerfeña. Él, miembro de la Comisión Gestora, era la cara más reconocible de una expedición en la que no estaba el presidente de esa Comisión Gestora, Pedro Rocha, ni su mano derecha, Elvira Andrés. Las versiones difieren en función de a quién se pregunte. Hay quien dice que ya tenía decidido no viajar porque se imaginaba preparando las elecciones que iba a convocar el mismo miércoles.
Pero también hay quien dice que sí iba a viajar y que, finalmente, viendo la que se había montado, le habían recomendado que no lo hiciera. El caso es que en Londres no está y que su nombre ha salido muy tocado de esta situación porque, quiera él o no, es visto como una prolongación de Luis Rubiales. El ex presidente, poco antes de ser desalojado por la FIFA a finales de agosto, destituyó a todos los vicepresidentes menos a él. Después de haber tejido una red que le permitía partir como favorito (acercándose al CSD y a LaLiga) frente al resto de posibles candidatos, lo de esta semana le sitúa en una posición incomodísima ante lo que viene.
Resignación
A todo esto, la selección anda por Londres porque juega un partido contra Colombia organizado por Stage Front, una empresa de eventos responsable de las selecciones absolutas de España (el año que viene disputará un amistoso en Estados Unidos en virtud de ese acuerdo, firmado en noviembre de 2023). En el estadio Olímpico de Londres, donde Usain Bolt dijo adiós, donde hoy juega el West Ham, habrá poco más de 40.000 personas, la mayoría colombianos, generando un escenario, en fin, poco propicio para dejarse ver. Se quiera o no, en el ambiente flotan los registros de la Guardia Civil.
«No va a influir lo que ha pasado, porque tenemos la responsabilidad de centrarnos en nuestro trabajo. Pero sí he de decir que no vivimos ajenos a la realidad, estamos al tanto de todo, y sólo pedimos que los organismos competentes investiguen y depuren responsabilidades», aseguró Luis de la Fuente en la sala de prensa. El seleccionador hubo de responder, cómo no, a media docena de preguntas sobre el asunto. Las capeó como pudo. «Uno se acostumbra a casi todo», se resignó.
«Nos enteramos más tarde»
Después le tocó hablar al segundo capitán, Rodrigo Hernández. «Lo vivimos con sorpresa, claro. Desconocíamos lo que estaba pasando. Nos enteramos más tarde. Es una mala noticia, no es agradable, pero habrá que dejarlo en manos de la Justicia. Por desgracia, nos hemos convertido en expertos en lidiar con estas situaciones y enfocarnos en lo que nos compete. Esta vez no va a ser menos», afirmó el centrocampista del City.
Instalada en un hotel cercano al Olímpico, la selección trata, en fin, de aislarse de todo lo que está ocurriendo, cuestión difícil teniendo en cuenta que hay muchos de los que están aquí que siguen manteniendo contacto con Rubiales (discretamente, eso sí), el origen de todos los males, un nombre que otros ahí dentro tratan de separar del suyo propio por vías, a veces, sonrojantes.