Mundial de rugby: internacionales de segunda mano y más extranjeros que nunca en las selecciones de siempre

Mundial de rugby: internacionales de segunda mano y más extranjeros que nunca en las selecciones de siempre

Malakai Fekitoa y Charlie Faumuina, campeones del mundo con Nueva Zelanda en 2015, debutan en Francia en un mundial… con sus nuevas selecciones. El tres cuartos Fekitoa acude con Tonga, donde él mismo nació. El primera línea Faumuina, con Samoa, donde nació su padre. Precisamente por haber levantado el título con los All Blacks, ambos encarnan los ejemplos más comentados de una casuística que retorna al rugby: los internacionales de segunda mano. Una quincena de jugadores de élite que han defendido los colores de una selección y en Francia 2023 visten la camiseta de otra.

Su reaparición en el escenario global ha sido posible gracias a un cambio reglamentario de la Federación Internacional (World Rugby) para todos los jugadores que lleven tres años sin alinearse en el equipo nacional con el que debutaron. Ahora pueden vincularse a su país natal, al de sus padres o al de sus abuelos, o también al país donde residan de forma permanente desde hace cinco años.

Esta segunda vida implica, en realidad, una rectificación. Porque en 2002 se implantó el principio “sólo una selección” precisamente para acabar con un cierto trasiego de trotamundos heredado de la era amateur. El cambio brinda una nueva oportunidad a jugadores que debutaron y desaparecieron. Internacionales de paso, probados y luego olvidados. Faumuina supone, en este aspecto concreto, una excepción: sumó 50 presencias con Nueva Zelanda.

En un mundo de por sí globalizado, las fronteras son un concepto todavía más etéreo dentro del peculiar planeta oval. No sólo se rige por la ciudadanía, también por los antecedentes familiares y la residencia. Y estos reinternacionales dan una vuelta de tuerca más a la incorporación de extranjeros para reforzar las selecciones nacionales.

Según los datos recogidos por Paul Tait en Americas Rugby News, de los 660 jugadores -33 por escuadra- que comenzaron el Mundial de Francia, 158 (el 23,9%) representan a un país distinto al de su nacimiento. En 2019 fueron 144 y en 2015, 130. El estudio subraya el peso específico de Nueva Zelanda. Además de su selección, otros 56 deportistas nacidos allí se reparten entre el resto. Casi dos convocatorias enteras. Pero, al mismo tiempo, hasta los aclamados All Blacks sucumben a la búsqueda de recursos humanos en el exterior. Nueve hombres de negro no nacieron en sus islas.

El mapa de idas y venidas lo ilustra con mayor precisión la cifra de jugadores de cada selección, extranjeros o no, formados en el propio país. Los números encierran mucha letra pequeña pero apuntan las tendencias. Según el artículo de Tait, a la cola encontramos precisamente a Samoa (5 de 33) y Tonga (10 de 33), pequeños estados que sufren la emigración de sus mejores jóvenes a Nueva Zelanda.

En contrapartida, Samoa y Tonga son precisamente las que ya han sacado mayor provecho del viaje de vuelta de estos internacionales de segunda mano. Suma cada una media docena de refuerzos de lujo en su pugna por no perder posiciones. Más que la norma, que puede acabar beneficiando a otros, llama la atención que entrara en vigor de camino al Mundial y no tras la conclusión, de cara al ciclo siguiente.

Entre las cinco selecciones con menos jugadores formados en suelo propio asoma Escocia (17 de 33), sometida a la presión de otra gran potencia, en su caso Inglaterra. Y también figuran Italia (20 de 33 jugadores) y Japón (22 de 33). Podrían encarnar el caso opuesto, selecciones emergentes, de países desarrollados, que han usado la captación de talento para acercarse a la élite.

Esta misma vía, a un nivel menor, la puso en práctica hasta 2022 la Federación Española. La selección se basaba en profesionales franceses nietos de emigrantes españoles, en jugadores españoles con experiencia en competiciones galas y británicas, y en extranjeros asentados en la liga española. Una pequeña ONU para escalar peldaños hasta que diera frutos una cantera que se presume prometedora. Dos veces funcionó el plan sobre el césped, dos veces descarriló en los despachos.

El visto bueno a los internacionales de segunda mano subraya la triste ironía de los Leones. Ahora permite la alineación con España, uno ya lo ha hecho, de los dos jugadores con abuelos españoles cuyo concurso motivó la descalificación del Mundial de 2019 debido a que habían disputado unos encuentros concretos con la selección sub-20 de Francia.

Las modificaciones en las reglas sobre jugadores contrastan, sin embargo, con las mínimas variaciones entre los equipos que disputan los mundiales. De las 20 escuadras presentes en Francia 2023, 11 han estado en todos los anteriores y otras cuatro sólo han faltado a uno.

La sensación se acentúa en la fase eliminatoria. Entonces las selecciones de siempre se enfrentan una y otra vez en un rugby dividido en niveles por la capacidad de generar ingresos en competiciones privadas como el Seis Naciones o el Rugby Championship del sur. En los nueve mundiales disputados, cuatro selecciones se han proclamado campeonas y entre sólo nueve -otra vez las tradicionales- han copado 67 de las 72 plazas en cuartos de final.

Esta falta de rotación está programada para perpetuarse: 12 de los 20 equipos de Francia 2023 conquistarán la clasificación directa para Australia 2027. Aunque la Federación Internacional ayude económicamente al desarrollo del rugby con programas de alto rendimiento en diferentes países -entre ellos, España-, la élite constituye un compartimento estanco y las selecciones del segundo nivel tienen menos oportunidad de crecimiento. Al menos hasta que se concrete la Liga anual que se anuncia, los mundiales son su estrecha ventana para ganar atención, experiencia y dinero.

En este profesionalismo desigual, en este rugby de fronteras tan porosas, cuatro selecciones comparecen en Francia 2023 con plantillas sólo integradas por jugadores formados en su país. Una es candidata al título, Sudáfrica, y otra podría dar la sorpresa, Argentina. Junto a ellas, la habitual Uruguay y la única debutante, Chile. Estas dos últimas, con un nivel similar a España, muestran que, incluso para los conjuntos emergentes, el trabajo de cantera y una competición de cierta calidad representan todavía un camino fiable aunque no sea el más rápido. No parece fácil, y menos para los pequeños, avanzar en un deporte basado en correr y chocar, pero sobre todo en superar obstáculos.

Qué partidos ver este fin de semana

Viernes 22, 17:45, Argentina – Samoa Segundo partido de Los Pumas, que en su debut pincharon ante una Inglaterra en inferioridad numérica. Partido para comprobar hasta qué punto se han recuperado de ese revés y qué resistencia puede ofrecerles la reforzada Samoa.

Sábado 23, 21:00, Sudáfrica – Irlanda Dos de los grandes candidatos al título miden fuerzas en la fase previa. Ninguno de ellos reserva recursos y los Springboks convocan a siete delanteros para el banquillo. En juego está el cruce de cuartos de final: el vencedor de este choque -previsiblemente- se cruzará con Nueva Zelanda y el perdedor, con la anfitriona Francia.

Domingo 23, 21:00 Gales – Australia El buen torneo de Fiyi convierte este encuentro en casi una eliminatoria porque el perdedor tendrá difícil entrar en cuartos y quedarse fuera sería un fracaso para ambos. Es probable que este grupo, que completan Georgia y Portugal, no se aclare hasta el último partido.

En España todos los partidos son retransmitidos por Movistar Plus.

kpd