Padecía problemas psicológicos desde hace años y dejó el baloncesto en 2021, después de ser sancionado
Hill en la publicación que confirma su muerte.TWITTER
Jalen Hill, jugador de 22 años de la Universidad de UCLA, ha muerto después de estar varios días desaparecido en Costa Rica. Su familia ha comunicado su muerte, sin dar detalles de las causas.
Este ha sido el mensaje publicado en las redes sociales: “Nuestros corazones están destrozados y rotos para informar a familiares y amigos que nuestro hijo, Jalen, ha fallecido. Jalen desapareció mientras estaba en Costa Rica”.
“Sabemos que Jalen ha jugado un papel importante en la vida de muchas personas. Mientras tratamos de asimilar este momento tan devastador, les pedimos que nos den tiempo para llorar”, ha finalizado.
Jalen Hill había jugado en UCLA, pero fue sancionado por un incidente en China en 2017 por el que fue detenido junto a otros compañeros. Desde aquella sanción padecía ansiedad y depresión.
Jalen dejó el baloncesto después de ser suspendido en el año 2021. Antes había despuntado en el baloncesto universitario, llegando a promediar 9 puntos y 7 rebotes por encuentro en una temporada.
Europa, lo que antaño parecía su paraíso, es ahora el dolor de cabeza del Real Madrid. Ganar en la pista del campeón es tarea siempre ardua, en ese OAKA que es una caldera, ante un Panathinaikos poderosísimo. Pero los blancos no sólo perdieron, fueron de nuevo retratados, tan lejos de sí mismos. Cayeron de principio a fin en la reedición de la última final de la Euroliga y las seis noches que les restan hasta el final de la temporada regular van a ser puro infarto. Está en un buen lío. [85-70: Narración y estadísticas]
La sensación es de impotencia. Ni siquiera en el triunfo en el clásico de hace una semana el Madrid pareció pleno. Es un grupo lleno de dudas -fallar 23 triples es un síntoma preocupante de falta de confianza-, con varios de sus referentes fuera mentalmente en este tramo tan decisivo. En Europa son cuatro derrotas seguidas a domicilio. Como en las dos de Estambul, en Atenas los blancos fueron un equipo siempre vencido, zarandeado por los caprichos de ese talento llamado Kendrick Nunn (18 puntos, cinco rebotes y cinco asistencias), bien acompañado por Jeremi Grant y Mitoglu, y también por la solvencia de Juancho Hernangómez, 12 puntos, seis rebotes del rey del OAKA, quien lo hubiera dicho.
En la búsqueda de rumbo y soluciones, Chus Mateo sorprendió con el quinteto. Garuba e Ibaka de inicio, dos de los interiores con menos protagonismo de su rotación. También Hezonja, habitual líder de la segunda unidad. Y el croata, que ya estuvo demasiado solo en el triunfo en Gran Canaria, acaparó todo el protagonismo, cómo no. Los siete primeros puntos blancos fueron suyos, pero no era suficiente.
Hezonja
El Panathinaikos tuvo dos minutos de dudas y luego fue ya un ciclón al que sólo algunas pequeñas desconexiones apartaban de la perfección. Juancho está en un momento pletórico, quizá el mejor de toda su carrera. En estabilidad y confianza, sin duda. Aquella final de Berlín le cambió la vida. Ahora es el mejor pretoriano de Ataman. Ese amanecer fue un duelo del español con Hezonja. Pero pronto emergieron dos grandes diferencias. El acierto y un demonio llamado Kendrick Nunn.
El Madrid no metía un triple. Desesperadamente sin puntería, igual daba que sus tiros lejanos fueran liberados o forzados, después de una jugada bien trabajada o tras el más embarullado de los ataques. Así, en la cancha del campeón de Europa, es imposible. Aunque Tavares volviera parecerse al mejor cinco de Europa. Con Nunn desatado, la ventaja local se llegó a disparar hasta los 14 puntos (33-19). Los blancos ya iban a ir a remolque toda la noche.
Campazzo, ante el Panathinaikos-PETE ANDREOUEFE
No ayudó que Andrés Feliz se borrara con dos faltas seguidas más una técnica por aplaudir a los árbitros. Ni que Musa tuviera otro partido más para olvidar. Su estado de forma es más que preocupante. Sí un parcial de 0-10, con el corazón de Llull evitando la rendición. Falló Hugo González (que antes había finalizado con un poderoso mate tras rebote ofensivo) solo en la esquina y contestó Lorenzo Brown en la siguiente jugada. Esa era la tendencia.
El Madrid volvió de vestuarios con ganas de arruinarlo todo (8-0), aunque a continuación lo arregló en parte (0-9). Hezonja y Tavares seguían sumando y sumando y Musa fallando y fallando. Pero la distancia parecía imposible de recortar y así iba a ser.
Toda la segunda mitad fue un tira y afloja, un querer y no poder blanco. En las cuatro derrotas consecutivas a domicilio ha mostrado síntomas idénticos. Por primera vez en años, ha parecido bastante inferior a sus rivales. Llegó a la recta de meta en el OAKA lejos de la rueda del Panathinaikos y pronto la perdió (un triplazo de Grant, la aparición de Mitoglu...). Ni una opción de victoria. Fallando 23 triples, lo más lógico.
Tiene estas cosas Unicaja y presume de ellas. Forma un colectivo sin estrellas. O, al revés, con todos como estrellas. Un día brilla uno y al siguiente otro diferente. Pocos, sin embargo, aguardaban a Alberto Díaz como elemento absolutamente diferencial en toda una semifinal copera. Una tarde para enmarcar la del base (13 puntos, tres triples, siete asistencias...), una exhibición ante nada menos que el eterno Marcelinho Huertas, el mismo que desarboló el jueves a todo el Barça. El pelirrojo y Yankuba Sima (21 puntos y ocho rebotes, otro inesperado) devolvieron a los malagueños a toda una final copera dos años después del cielo de Badalona. [90-83: Narración y estadísticas]
El embrujo de la Copa se alimenta también y, sobre todo, de lo que va más allá de Barcelona y Madrid. De todos los que intentan y, a veces, consiguen destronar a los grandes, pocos proyectos como los de Unicaja y La Laguna Tenerife, espejos en tantas cosas estructurales (la continuidad en sus plantillas, el protaegonismo del producto nacional, disputar la Champions League de la FIBA...), tan distantes sin embargo en la cancha. Un clásico moderno, una rivalidad que en el Gran Canaria Arena tuvo otro precioso episodio. Triunfó Unicaja, como en la final de 2023 (hace un año en cuartos en el Martín Carpena se vengaron los insulares), y estará este domingo en la finalísima en busca de su quinto título en dos años.
Era, se suponía, una batalla de estilos. Del frenesí andaluz contra la pausa canaria, del plan de Ibon contra la sabiduría de Vidorreta, euskera en los banquillos. La cosa iba de quién impondría su ritmo, de cómo reaccionarían las veteranas piernas del Tenerife a la batalla durísima del jueves contra el Barça, en cuándo aparecerían los fantasmas pretéritos para ambos. Fue Unicaja el que amaneció más seguro de sí mismo, más dominador, apoyado en el rápido dominio en la pintura de Sima (nueve puntos en el arranque), en sus múltiples opciones ofensivas y, sobre todo, en lo incómodo que hacía su defensa la vida a los canarios.
Taylor, defendido por Joan Sastre, en el Gran Canaria Arena.ACB Photo
Pero lleva ocurriendo en la ACB un fenómeno curioso: Gio Shermadini, un pívot de otra época, tan lento y falto de tiro exterior como increíblemente efectivo en ese truco llamado pick and roll (que con Huertas y Fitipaldo es puro arte), resulta imparable. Su irrupción fue estruendosa, 10 puntos seguidos, master class al poste bajo, y una asistencia para el triple de Sastre que encendió la parte aurinegra de las tribunas del Gran Canaria Arena.
Unicaja logró contener el embiste y la igualdad se mantuvo hasta el descanso (38-39). Pero los de Ibon Navarro tenían localizados varios problemas serios por resolver. La defensa del pick and roll (después fue Fran Guerra el que les hizo mucho daño) y el acierto desde el perímetro, otra vez algo negados como contra el Joventut el jueves.
Alberto Díaz, defendiendo a Huertas, en el Gran Canaria ArenaACB Photo
También el Tenerife tenía sus lastres, demasiadas pérdidas y demasiados tiros libres fallados. Mientras unos y otros buscaban soluciones, apareció Huertas con dos triples y siguió un tremendo pim pam pum, pues Alberto Díaz sorprendió con tres de contestación, y Sima seguía a lo suyo, impresionante, como nunca se le vio, elemento ofensivo inesperado que hizo tambalearse a los de Txus Vidorreta, con la máxima en contra (72-60) para encarar el acto definitivo.
Era alerta roja, peor con un triple de Osetkowski (+15). Con el viento a favor y el acierto recobrado, Unicaja es un destructor. Al fin habían podido desatarse, jugar en transición, volar sobre el parque y la meta no estaba tan lejos. Pero evidentemente, aún había mucha faena: Tenerife se vino arriba con un 0-8 (triples de Doornekamp y Fitipaldo) y lo siguió intentando hasta el mismísimo bocinazo final. Un más que honroso semifinalista. Por muchas más batallas entre Unicaja y Tenerife.